Capítulo 9

 

De regreso al hotel, en el asiento trasero de un taxi nuevamente, ambos agentes aún comentaban y recapitulaban lo recientemente platicado en la universidad estatal.

—Me parecieron extrañas algunas cosas que noté, fui muy observadora de todo, cada detalle de la plática.

— ¿Y qué notaste?

—El padre de Sasha trabajó en el proyecto SURA, y ahora no se sabe mucho de él.

—Sí, es verdad, en algún momento ella misma me dijo que abandonó este país para ponerse al servicio de un gobierno árabe… Claro, fue seducido seguramente por una fuerte cantidad de dólares —Peter confirmó.

— ¿Y cómo sabes que es un gobierno?, ¿no podría ser un grupo terrorista?, como ella misma lo dijo en algún momento, existen células o grupos internacionales que sólo necesitan un grupo de científicos que estén dispuestos a desarrollar tecnologías… o armas…

— ¿Qué quieres decir? —cuestionó el agente con una mirada de recelo.

—Lo que siempre has sospechado… Pero que no te atreves a manifestarlo, quizá por lo que sientes por ella, pero yo lo veo con más frialdad. ¿Cómo sabes tú que el padre de ella no está al servicio de un grupo terrorista?, incluso noté que ella misma lo sospecha, ¿nunca le has comentado algo al respecto?

—No, aún no —Peter evadió la mirada de su compañera y prefirió mirar hacia el exterior del vehículo.

Jessica abrió su bolso, buscó entre sus pertenencias su teléfono móvil, y segundos después le mostró las imágenes del par de posters que recién había capturado y le preguntó, ¿y de esto qué opinas?

—¡¡¡Mi teléfono móvil!!! No lo encuentro, seguramente lo olvidé en la universidad —exclamó exaltado Peter, mientras buscaba vanamente entre las distintas bolsas de su pantalón y gabardina—, tendré que regresar por él.

— ¿Y yo? —Jessica levantó ambas cejas, y mostró un rostro que denotó cierta angustia.

—Nooo, tu vete a descansar, o toma un paseo, el hotel está justo frente a la plaza de San Isaac, te gustará, sólo abrígate bien. Yo me bajo aquí y tomo un taxi de regreso, no estamos muy lejos aún de la universidad.

Peter ni siquiera se percató que actuó de una manera totalmente descortés, poco caballerosa, conducta inhabitual en él; sin embargo, le dio instrucciones al conductor del taxi, y sin más, bajó a toda prisa, esperó sólo unos pocos minutos hasta que abordó otro auto de alquiler que lo llevara de regreso hasta donde Sasha se encontraba. Jessica siguió su camino, seguramente en una hora o a más tardar en un par se rencontraría con Peter en el hotel.

 

 

Diez minutos más tarde…

—¡¡Adelante!! Puedes pasar—dijo una invitante Sasha al escuchar un ligero toc toc en la puerta.

—¡¡¡Mi Zarina!!!

—¡¡¡Peter, mí adorado Peter!!!

Sasha, que había sido avisada mediante un susurro al oído justo al despedirse de su novio, sabía lo que estaba a punto de suceder; esos minutos previos fueron un preparativo, pues ambos fantasearon y ensoñaron este encuentro.

Y sin más, ella se quitó las gafas de cristales transparentes, las acomodó con especial cuidado sobre su escritorio, caminó y fijó con cautela nuevamente el pequeño seguro de la puerta de acceso a su cubículo, se recargó en ella y con la mirada penetrante y decidida, comenzó, sin decir una sola palabra, a desabrochar uno a uno cada botón de su blusa. Peter no se acercó, se mantuvo a un par de metros de distancia, dejó que ese espectáculo visual invadiera todos sus sentidos, lo disfrutó como un león voraz, en realidad estaba hambriento... pero de ella, de deseo, de placer carnal. Por algún momento quiso detener el tiempo, y estacionarlo para siempre en esa escena que tenía frente a él. Su querida Aleksandra se desnudaba con paciencia, ella también estaba disfrutando el instante, la mirada de su amado delataba su lujuria. Se sintió excitada aún más cuando terminó de desabotonar el último obstáculo antes de exponerle su pecho y vientre; así, sin quitarse por completo la blusa, le mostró su blanco sostén que ocultaba ese par de apetitosos senos.

—¡¡¡Te ves radiante mi amor!!! —expresó él, quien no retiraba la mirada de los grandes y redondos pechos. Al mismo tiempo se liberó de la gabardina negra que llevaba encima… La arrojó con firmeza sin importarle donde cayera.

—Tómalos... son tuyos… sabes bien qué hacer con ellos… maié siértse biétsa tól´ka dlía tibía [mi corazón late sólo por ti].

Peter se acercó hasta su cuello, comenzó a merodear el mismo, a tan sólo dos centímetros de la piel femenina, pero sin tocarla, las feromonas que estaba segregando el cuerpo de ella a través de su sudor, y que se mezclaban con el perfume que minutos antes había impregnado detrás del par de orejas, penetraban en las cavidades nasales de él, llegando hasta la glándula olfativa, logrando el propósito de elevar aún más el nivel de excitación.

Así, la nariz del agente Murray recorrió lentamente la zona del cuello… de los hombros… exploró con más lentitud la zona superior de los senos. Durante un par de minutos la pareja disfrutó de tan erótica escena. Muy excitada Sasha miraba la cara masculina, que se paseaba literalmente por su cuerpo pero sin tocarla, recorría cada rincón, cada centímetro cuadrado de piel; se sentía desesperada, algunas muy pequeñas gotas de sudor afloraron por su piel, estaba siendo cocinada a fuego lento cual suculenta carne en su jugo, deseosa de ser rozada. Sus pezones se llenaron de sangre haciéndolos crecer y endurecerse, incluso se notaban por entre el sostén. Peter seguía comportándose como un felino olfateando a su víctima antes de devorarla, y ella, cómplice del acto, respiraba de manera incontrolada, demasiado agitada, la frecuencia cardiaca de ambos se aceleró, la temperatura corporal se incrementó haciéndolos sudar aún más.

Este ritual amoroso de no tocarse para elevar sus instintos a niveles insospechados se llevaba a cabo con mucha frecuencia entre ellos, a veces incluso el varón ataba las manos de ella a alguna silla, quizá a algún mueble cercano. En ocasiones sucedía lo contrario, pues Sasha limitaba los movimientos de él amarrándolo a los pies de la cama, la desesperación del sacrificado sexual alimentaba el deseo de ambos haciéndoles hervir su sangre, tal como un geiser hace ebullición.

De pronto, el macho que ciego ya estaba de pasión, se apoderó sin previo aviso de los carnosos labios de ella, con toda la fogosidad acumulada de algunos meses sin verla en persona, los mordisqueó primero suavemente, pero ella le respondió con más fuerza, lo abrazó por entre su cuello, mientras era aprisionada por los brazos masculinos que ya la tomaban fuertemente de la cintura, por debajo de la blusa.

— ¡Ohhh! mi cielo… te extrañaba tanto… contaba las horas desde que me dijiste que volarías hasta aquí…

Sin responder nada, el agente le besuqueó el cuello, el olor a perfume de Jazmín lo hacía encenderse al máximo. Ella lanzó un muy suave y discreto gemido.

—¡¡¡Ahhh!!!... sigue mi amor... sigue…

Comenzó a bajar su cabeza, encaminándose una vez más hacia ese par de frondosos pechos que sin duda lo volvían loco, ese camino lo conocía muy bien, esos veinte centímetros que separan el cuello de ese manjar lo recorría siempre con lentitud, con ternura, con lujuria… comenzó a lamer como un animal la parte superior de ellos.

—Sííí… por favor…

Sasha sin quitarse el sostén, quizá sólo por la única razón de que estaba en plenas instalaciones universitarias, y aún ante la poca probabilidad de que fuera molestada, estaba siendo precavida, si es que se puede ser precavido en esos momentos. Muy rara vez alguien llamaba a su cubículo después de la diez de la noche. De tal manera pues, que sólo realizó algunos movimientos dignos de un mago, para de entre las copas de su sostén sustraer y mostrar por fin el par de voluptuosos senos que se visualizaban aún más grandes debido al efecto que provocaban las varillas de su prenda íntima en ellos, pues éstas levantaron la carnosa parte del cuerpo.

—¡¡¡¡¡Mmmmm!!!!!... ¡¡¡Mmmmm!!!... murmuró él, quien glotonamente besaba, chupaba y mordisqueaba con sapiencia… ante la mirada también lujuriosa de su pareja que de reojo atestiguaba cómo la lengua de su compañero recorría también con paciencia y con delicadeza las areolas y pezones, arrojándole unas grandes y agradables sensaciones que la estaban poseyendo poco a poco hasta sentirse esclava de ese hombre que exploraba su cuerpo.

—¡¡Me vuelves loca!!... sólo tú sabes cómo… sólo tú mi amor…

Peter, que se excitaba aún más de tan sólo escuchar las palabras entrecortadas de la rusa, continuó con el lujurioso acto, al mismo tiempo la pareja caminó dando pequeños pasos un poco atrabancados hacia la parte posterior del cubículo, llegaron casi hasta ella, y de repente se escuchó un pequeño golpe producto del choque de la espalda de Sasha con el pizarrón blanco. Ambos ignoraron el pequeño empellón, acto seguido él se hinco ante ella, la tomó por entre sus piernas levantando un poco la falda, las acarició soezmente; la mujer se agachó para que sus blancos senos quedaran a la altura de la cara de él, colgaban ligeramente, ofreciéndoselos nuevamente, como jugosas fresas cosechadas en algún huerto del paraíso lucían las areolas y pezones de color rojizo intenso, oferta que Peter no dudó en aceptar, con su lengua envolvió el pezón izquierdo y lo jaló ligeramente hacia él, arrancándole de lo más profundo un gemido aún mayor.

—¡¡¡Ohhhh!!!... ¡¡¡sííí!!!... ¡¡¡¡ahhhhh!!!!...

Continuó mordisqueando, succionando con suavidad, lo rodeaba con la lengua en pequeños círculos. Instantes después tomó con sus hábiles manos el pecho derecho, que con una gran destreza mallugó tenuemente, prolongó el excitante acto y colocó ahora su mejilla, para friccionar con su pequeña y verduzca barba el pezón que se endureció aún más, la sangre se acumuló en esa parte del cuerpo, haciéndola enrojecer; lo rasguñaba ligeramente entre vaivenes, desde arriba ella era testigo de la escena más excitante hasta el momento, y lanzó un gemido aún mayor cuando fue sorprendida por los dedos de Peter que escrudiñaban entre su tanga para acariciarle el clítoris en delicados masajes circulares.

—¡¡¡Ohhhh Peter!!!... ¡¡¡¡sííí!!!!… ¡¡¡asiii!!!… no pares por favor… ia jachú tibiá [te deseo]

—Mmmm… mi zarina… liubóf maiá [amor mío] —con la voz entrecortada dijo, mientras atestiguaba con sus dedos la humedad de la parte más íntima de su amada. Inmediatamente se colocó de pie frente a ella, pegado a su cuerpo, oprimiendo los senos de Sasha contra su pecho mismo; ella de inmediato se dispuso a despojar la prenda superior de su pareja, luchó un poco con ella, hasta que él mismo intervino para auxiliarle, se despegó del cuerpo femenino, y lanzó su camisa al suelo, al mismo lugar donde la gabardina yacía.

—Me fascinan tanto tus brazos —murmuró ella, mientras posaba sus manos en los fuertes músculos pectorales de él, acariciándole ligeramente el vello que casi llenaba en su totalidad el pecho del agente. De pronto, y manteniendo la mirada fija en los ojos de él, bajó su mano derecha hasta posar la misma por encima del pantalón del británico, sabía lo que iba a encontrar, también lo que iba a provocar, el pene erecto de su amado se encontraba aprisionado por debajo de la ropa, listo para entrar en la batalla, listo para ser liberado. Sabedora de lo que necesitaba en ese momento Peter, y deseosa ella de lo mismo, desabrochó el cinturón y con ambas manos maniobró para hacer descender el zipper, bajó ligeramente la prenda, el pantalón cayó sin remedio al suelo, de inmediato introdujo una mano por entre la trusa, acarició suavemente el sexo masculino, sin quitarse en ningún momento la encendida mirada.

Balbuceó él con mucha dificultad, preso de placer, invadido de lujuria por las caricias de Sasha, quien disfrutaba de la ventajosa posición, sabía que lo estaba dominando en ese momento, que era la dueña de la situación, siguió acariciando el largo pene, hasta que su amor cerró los ojos, colmado ya por las sensaciones de las cuales era cautivo.

Ella retiro la mano de su amado, levantó una pierna y se dispuso a desprenderse de su prenda más íntima, la diminuta prenda color rojo de encaje cayó al suelo, ante la mirada penetrante de él.

Se miraron unos tres segundos sin tocarse, sin decir nada, no había necesidad de articular palabra, sus ojos estaban hablando por ellos, sabían lo que seguía, se conocían a la perfección, bastó sólo una mirada más a manera de señal, e inmediatamente él la aferró con sus fuertes brazos, la tomó de las nalgas y la levantó con un poco de esfuerzo, ella recargada en el pizarrón arqueó ligeramente sus piernas invitándolo al acto más básico, el apareamiento, acción de instinto animal, que asegura la reproducción de la especie misma. Aquellas figuras explicativas que minutos antes había dibujado en esa misma pizarra, estaban siendo borradas por la fricción de la blusa blanca, ¿la ionosfera?, ¿las ondas ELF?, ¿el electrojet?, que importaba eso en ese momento, sus mentes y sus cuerpos sólo estaban ocupados en saciar sus instintos carnales. Así, Peter besó pasionalmente a su novia, la cual correspondió con un pequeño mordisco, simultáneamente ella sintió como fue penetrada por el fuerte hombre.

—¡¡¡¡Ahhhhh!!!! —nuevamente lanzó un pequeño grito que intentó ahogar en los labios de su adorado.

Él estiró hasta lo máximo su cuello, para poder besar el de ella, luchaban por mantenerse en pie, entre suspiros y balbuceos, siguieron así por un par de minutos, moviendo y balanceando sus caderas de forma coordinada, hasta que el hombre sintió la fatiga de sus brazos, aunque fuertes y musculosos, el gran esfuerzo por sostener a esa grandulona de 1.82 metros de altura lo estaba agotando. Ella se percató de la situación y de inmediato colocó un pie en el piso, así mismo él ayudó a que bajara en su totalidad, se sonrieron vagamente y caminaron un par de pasos hacia el escritorio, entonces ella giró 180 grados, dándole la espalda a su hombre, agachó su cuerpo y se colocó sobre el mueble por encima de una pila de papeles; se escuchó un ligero sonido, algunos documentos habían chocado contra el piso de concreto, quizá algunos exámenes, o tareas de los alumnos, aunque se percataron, ambos hicieron caso omiso.

— ¿De la manera que me encanta mi vida? —le cuestionó Peter sabedor de antemano de la respuesta. Ella simplemente asintió con la cabeza y la mirada al mismo tiempo.

Peter se acercó lentamente, levantó la falda para tener ante sí aquel par de nalgas a su disposición, por un instante encontró entre los muslos de Sasha alguna muestra de imperfección, se apreciaba algo de acumulación de grasa en forma de grumos muy cerca de las posaderas. El que ella haya dejado de hacer su rutina diaria de natación, debido seguramente a que la facultad de física cada vez la absorbía más, estaba cobrando factura en sus aún bien torneadas piernas, sin embargo la llamada celulitis hacía de las suyas en su cuerpo.

No le dio ninguna importancia, Peter que como siempre, la miraba con amor, para él era perfecta y sin más… nuevamente la comenzó a penetrar, ambos sexos se unieron, pero esta vez para no separarse, en rítmicos movimientos de cadera y sujetándola de la cintura comenzó de nuevo el ritual de apareamiento, en algún momento se escucharon unas voces a lo lejos, quizá a unos treinta metros del cubículo.

— ¿Alguien viene? —preguntó jadeando él.

—Que importa… sigue mi amor… sigue…

Las voces a lo lejos no hicieron más que elevar el deseo a su máximo, estaban excitados con la posibilidad de ser descubiertos, lejos de que aquel murmullo los molestara o interrumpiera se convirtió en un aderezo adicional.

—Ya no puedo más… —imploró él.

De pronto algunos escritos más volaron por los aires antes de caer, las evaluaciones y tareas se confundieron entre sí, incluso las gafas sucumbieron aunque sin sufrir daño alguno, un portarretratos con la imagen de los cuatro integrantes de la familia de ella se resistió a un fatídico final y sólo se desplomó en el mismísimo escritorio, no así un par de lapiceros que rodaron por los suelos. Sasha poseída no podía controlar sus emociones, tiraba y manoteaba cuanto objeto estaba a su alcance.

Al mismo tiempo y a algunos kilómetros de ahí…

 

Dimitri miraba con impaciencia el tablero de ajedrez que tenía ante él, sentado frente a las blancas. Del otro lado de la pequeña mesa, las piezas negras aguardaban silenciosas, la silla de enfrente lucía vacía. El hombre de treinta años de edad se levantó súbitamente, escuchó un ligero chirrido de unas llantas, a través del ventanal se alcanzó a apreciar a manera de reflejo unas luces de algún vehículo que parecía detenerse.

«Debe ser Sasha, por fin llegó», pensó él. Inmediatamente se acercó a la ventana del segundo piso de aquel moderno edificio de departamentos a pocas cuadras del centro de la ciudad. Recorrió ligeramente la cortinilla que impedía la total vista hacia el interior de la sala, y con gran desilusión comprobó que no era el automóvil de Sasha, algún vecino del edificio de enfrente acaba de llegar a su morada, sin darse por vencido, buscó entre la oscuridad alguna figura que pareciera ser ella, sólo localizó una pareja de novios que caminaban abrazados por la banqueta. Decepcionado, cerró y acomodó la cortina, y antes de sentarse de nuevo, miró el reloj «Son las 10:30 de la noche, ya es un poco tarde, ¿por qué estará tardando tanto?», pensó de nuevo. Tomó la botella de vodka que estaba casi a un tercio de su capacidad, y sirvió por segunda ocasión esa noche el líquido en un pequeño vaso. Ya sentado, se le quedó mirando fijamente a la piezas de marfil que yacían sobre el tablero y que esperaban entrar en juego; él entonces abrió un libro que tenía por un lado, era de estrategia de ajedrez, comenzó a estudiar y reproducir alguna partida que algunos años atrás tuvieron los maestros Gary kasparov y Anatoly Karpov, así mataría el tiempo antes del arribo de Sasha. Miró nuevamente su reloj, y realizó el primer movimiento del peón…

De regreso en el cubículo de Sasha dentro de la facultad de física…

 

El par de amantes intercambiaban frases que les salían de lo más profundo de su alma, sus cuerpos estaban en el punto más alto del placer, el cerebro de Peter estaba a punto de emitir la orden final, la eyaculación estaba próxima. Sasha que seguía postrada sobre su escritorio de trabajo, giró su cabeza, y percibió lo que venía, el ritmo acelerado del movimiento de cadera de su amante se lo insinuaba, al percatarse se excitó a tal nivel que la hizo sentir con la misma necesidad de él.

—¡¡¡Sí… Sí… Peter!!!… ¡¡¡¡yaaa!!!!... ¡¡hazloooo!!… —entre jadeos suplicó—, ¡¡¡cógeme asíí… cógemeeee!!!… —con lenguaje soez pero estimulante continuó la súplica.

El agente inglés como poseído por un demonio, y con la misma furia de un volcán al hacer erupción, cerró los ojos con fuerza y lanzó un enérgico gimoteo de placer —¡¡¡¡¡Ahhhhhhhh!!!!!—, el orgasmo masculino se manifestó en varios y feroces intervalos cual lava volcánica en el interior de Sasha. Ella respondió con briosos y agradables contracciones en sus músculos vaginales, casi simultáneamente se sacudieron ambos, entre frases entrecortadas y mezcla de suspiros y quejidos… Una hoja de papel fue casi destrozada por la mano derecha de la mujer que con gran vigor la apretó contra su mano.

—¡¡¡Peterrrr!!!... ty moi narkótik [eres mi droga].

La satisfacción en el rostro de ambos era completa, el acto de amor y pasión se había consumado, meses de espera bien habían valido la pena.

...Silencio… Suspiros… Sonrisas provocadas por el alto nivel de serotonina y adrenalina.

...Más suspiros… Algún grillo cantaba a lo lejos… Relajación… Satisfacción… Respiración menos agitada…

Peter se acercó a la espalda femenina para recargarse sobre la misma, sus corazones recuperaban gradualmente su frecuencia, los latidos bajaban la intensidad, respiraron profundamente, ella sonrió…

— ¿De qué te ríes? —preguntó él dibujando también una sonrisa en su rostro.

—De felicidad.

—Me haces muy feliz mi zarina ―le dijo susurrándole al oído con una gran ternura.

—Y tú a mí, agente 007 ―respondió ella que no paraba de sonreír.

—Me encantaría que esta noche durmiéramos juntos, le puedo marcar a Jessica a su móvil, ella entenderá.

—No creo que sea lo adecuado, recuerda a lo que vienes, tu deber es primero, ya habrá tiempo —con seguridad aunque con nostalgia respondió ella.

El besó su nuca con suavidad, frotó suavemente la nariz contra la parte posterior del cuello, y entrelazaron sus manos. Ella con beneplácito aceptaba aquellas muestras de cariño que la hacían sentirse aún más plena, amada y querida por ese hombre que había conocido siete años atrás en una noche de juerga en medio del Mar Báltico; ese hombre al que había entregado su alma, con el que había vivido un año entero, compartiendo sus vidas mientras complementaban sus propias aspiraciones académicas. Y sin embargo esas mismas ambiciones personales los mantenían ahora con distancia, se preguntaban ambos ¿hasta cuándo?, ¿hasta cuándo así?, a cientos de kilómetros el uno del otro, esperando incluso meses para algún reencuentro, ya no era suficiente el contacto por teléfono o a través de una tonta computadora, ya no más… ¿pero quién se atrevería a plantearlo?, ¿cuál de los dos pondría un alto a esta situación?, ¿quién se atrevería a dejar de lado su ascendente carrera?, ¿quién sacrificaría su meta personal a cambio de vivir a plenitud ese gran amor?, ¿Sasha estaría dispuesta a renunciar a la facultad de física?, ¿Peter abandonaría el SIS?, o de una buena vez cada quien seguía su camino, o de plano unían sus vidas para siempre… Sin embargo, quizá no era el momento para averiguarlo, como si la vida no transcurriera de prisa, prefirieron evadir el tema, sólo se sonrieron, se colocaron de pie y entre reflexiones y frases de amor, ambos se vistieron, acomodaron sus cabellos, y comenzaron a levantar los objetos que yacían en el suelo, papeles, bolígrafos, lápices, tarjetas de trabajo.

— ¡Mira!, este dice Yekaterina Bela…, y no sé qué más, pues está roto el papel —Peter leyó acompañado de una mueca.

—¡¡¡Ohhh!!! Belanova, Yekaterina Belanova, la alumna más seria y mustia que tengo —dijo mientras esbozó una sonrisa.

—Mira lo que has hecho con ella —con cinismo concluyó él.

Finalmente, una vez todo en orden, ambos se dispusieron a abandonar el lugar, Sasha, sigilosa, abrió la puerta y se asomó, ya no había luces, se preguntó si aquellas voces que escucharon unos minutos antes pertenecían a alguien que en algún momento podrían haberlos descubierto, sonrió de nuevo, y entregó el teléfono celular a su amado, el pretexto para encontrarse y saciar sus instintos había funcionado.

— ¿Te llevo hasta tu hotel?, me queda en el camino.

—Por supuesto, espero mañana a temprana hora me hagas saber si localizaste al coronel Zavarov.

—Eso espero yo también, ojalá tenga suerte, hace tiempo que no hablo con él.

Platicando, caminaron hasta el estacionamiento, ya únicamente quedaban dos vehículos, uno era el de ella, el frio ya calaba los huesos, aunque aún no era invierno la temperatura ya se acercaba a los cero grados; ambos protegidos con la ropa adecuada, caminaron abrazados por el casi oscuro paraje.

Sasha encendió su automóvil, condujo apenas unos cien metros y su teléfono móvil emitió un llamativo sonido anunciando un mensaje; disminuyó la velocidad para leer el texto, era de Dimitri quien le cuestionaba por qué tardaba tanto.

— ¿Qué sucede? —preguntó Peter—, ¿quién es?

—No sucede nada, no tiene importancia, ¡¡solamente mensajes de publicidad!! —respondió secamente y aceleró la marcha con rumbo al centro de la ciudad.