Capítulo 10
La plaza dominaba la escena, desde la ventana de su suite, ubicada en el tercer nivel, Jessica Sanders escrudiñaba a la distancia cada rincón del turístico lugar. A su izquierda y casi en medio de la plazoleta, una gran escultura con un jinete montado en su caballo quien sólo se apoyaba en dos patas, mirando de frente a la catedral de San Isaac, el jinete representa al zar Nicolás I. Decenas de visitantes principalmente extranjeros tomaban fotografías, algunos otros cruzaban la avenida Morskaya para dirigirse a la catedral; los guías de turistas explicaban con lujo de detalle la historia de cada uno de los monumentos. En el balcón, la agente miraba a todas esas personas como hormigas que desfilaban en varias direcciones, giró su testa hacia la derecha y se quedó admirando por varios minutos la gran cúpula dorada de la catedral de San Isaac, nombrada así por el motivo de que Pedro el Grande nació precisamente el día en que se celebra a dicho santo.
La temperatura, aunque se acercaba a los tres grados era soportable al no haber casi viento, y los pocos rayos de sol amortiguaban el frío.
— ¿Cuánto tiempo llevas ahí parada? —inquirió Peter asomándose al pequeño vestíbulo de la suite con un andar aflojerado y casi arrastrando los pies. Recién acababa de abrir los ojos, aún con el cabello todo desordenado, los párpados un poco hinchados y vestido con pijama de color blanco y rayas verticales negras.
—Llevo un poco más de media hora, ¿pero qué acaso no tienes frío? —respondió Jessica quien contempló a su compañero con sorpresa, pues la apariencia era muy diferente a la que casi a diario veía en las oficinas centrales del SIS, aquella imagen pulcra de un hombre siempre bien vestido, perfectamente peinado y sobre todo siempre emitiendo un olor exquisito contrastaba de manera rotunda a la que en ese instante presentaba. Sin embargo, disfrutó ese momento, veinticuatro horas antes no se hubiera imaginado que estaría frente a ese caballero en la habitación de un hotel y con ropa de dormir; para ella ese hombre lucía varonil y bien parecido en cualquier circunstancia, sin importar que su cabello estuviera desaliñado y con una ropa que se asemejaba más a la de un preso purgando su condena que a la de un distinguido agente.
— ¡No!, la calefacción está a todo su poder, pero mejor cierra la ventana para que no ingrese el aire helado del exterior.
La mujer accedió y cerró la pequeña ventana, recorrió las cortinillas para que la luz natural iluminara la habitación, y preguntó:
— ¿Anoche llegaste tarde?, no me di cuenta de tu llegada. Quedé como una tabla dormida.
—Debieron ser como las once y media quizá… noté que estabas en un sueño profundo y no quise interrumpirlo, por lo que solamente me cambié de ropa y de inmediato me metí debajo de las cobijas y ¡¡¡también quedé como un muerto!!!... Pero ni he mirado el reloj… ¿Qué hora es?
Jessica que llevaba encima de sus prendas íntimas solamente una bata de seda totalmente negra adornada con algunas florecillas rojas, caminó en sandalias hasta donde su compañero se había sentado en la pequeña salita de su suite, simultáneamente miró su reloj y le respondió.
—Las 7:45 de la mañana.
—Sasha no se ha comunicado aún, ojalá haya localizado al coronel Zavarov, si no me marca en treinta minutos yo mismo la llamaré.
—Ayer no quise verme inoportuna, pero cuando Sasha te preguntó si recordabas al coronel Zavarov, le comentaste algo sobre una tragedia... entonces ella te pidió que no le recordaras ese día, noté que cerró sus ojos con mucha fuerza… ¿Qué sucedió?... —curioseó sentándose frente a Peter en un taburete que parecía acogedor.
— ¿Qué sucedió ese día?... —murmuró él con nostalgia y con la mirada perturbada—. ¿Por dónde empezar a narrarte lo que viví en aquella ocasión?
Jessica se quedó mirando el rostro de su colega que había cambiado por completo, sus muecas y sobretodo su mirada insinuaba que algo grave había sucedido. Quizá lo estaba abrumando por lo que prefirió recular en su curiosidad—. Si te incomodas no me comentes nada, mejor cambiemos de tema, ¿te parece bien?
—No, nooo… de ninguna manera, igual me hace bien platicártelo —respondió Peter inmediatamente y agregó—, sólo quiero ordenar mis pensamientos para comenzar… ¡uffff!... —hizo una breve pausa, emitió un suspiro e inició el relato.
—Cómo olvidar el miércoles 23 de Octubre del 2002, hace casi tres años de esa fecha… recuerdo que un día antes habíamos viajado con Sasha y con su madre Irina desde aquí, hasta Moscú, donde nos encontraríamos para convivir de manera breve con su padre, el teniente Sergei Sokolov, que recién había llegado de Medio Oriente para tomarse unos días de descanso, yo estaba de visita en este país disfrutando de unas breves vacaciones también; no tenía mucho de haber ingresado al SIS.
— ¿Cuánto tiempo llevabas de novio con Sasha?
—Casi cuatro años… y en el SIS… si no mal recuerdo dos… Fue de las pocas veces en que la familia de ella se reunía casi completa, pues a su hermano alistado en la base naval de Vladivostok le resultaba casi imposible viajar para una visita. Te repito que un día antes nos encontramos con su padre quien iba acompañado de su amigo y antiguo jefe en el ejército, el coronel Zavarov…Víctor Zavarov.
Jessica muy interesada cruzó una de sus piernas para estar aún más cómoda. Peter llevó su mano hasta su propia frente para frotarla en repetidas ocasiones. El tema sin duda le causaba mucha mortificación, sin embargo continuó con su relato.
—Ambos me trataron muy bien, simpatizamos y nos sumergimos en una charla muy amena. Recuerdo que toda la tarde paseamos por Moscú, si bien yo ya conocía la ciudad, esa vez la disfruté aún mucho más, el ver a Sasha feliz me contagiaba de alegría; el reencontrarse con su padre aunque sea unas pocas horas la llenaba de satisfacción. Sin embargo por cuestiones de tiempo yo volaría al día siguiente por la mañana de regreso a Londres para reincorporarme a mis labores. Me insistieron para que ampliara mi estancia hasta el día siguiente y así poder acompañarlos; me fue imposible, ya tenía mi boleto de avión. Finalmente ante la tristeza sobre todo de Sasha, y la mía también por supuesto, la mañana siguiente partí hacia Londres. Ellos por la noche asistirían al teatro Dubrovka para presenciar un musical.
—¡¡El teatro Dubrovka!! —exclamó Jessica alzando un poco la voz—, no me digas que…
—Sí te digo —la interrumpió Peter, y prosiguió—, yo estaba recién llegando a Inglaterra, cuando me llamó muy alterado el capitán Sellers para ponerme al tanto de lo sucedido… a las 9:15 de la noche mientras los asistentes disfrutaban del segundo acto del musical, el teatro fue irrumpido por un grupo de personas encapuchadas que llevaban consigo fusiles de asalto Kalashnikov, granadas y ¡¡hasta explosivos!!… de inmediato encendí el televisor y me quedé perplejo al mirar las escenas y confirmar que los asistentes estaban siendo secuestrados por algún grupo terrorista, no podía imaginar la angustia de Sasha y su familia al estar ahí dentro del teatro, con la esperanza aún de que no hubiesen entrado por cualquier motivo; me cansé de marcar al teléfono celular de ella, sin éxito alguno… después me enteré, que los secuestradores habían sugerido a los espectadores que llamaran a sus seres queridos por última vez antes de morir…
— ¿Te llamó Sasha? —Jessica con la voz muy baja preguntó, se levantó para recorrer el taburete y acercarse más a Peter, de nuevo se sentó y tomó a su compañero con una mano, la estrechó con regular fuerza, y con la otra le acarició el pelo con suavidad mientras le ofrecía una tierna mirada.
—No, no lo hizo… —Peter respondió descompuesto, los malos recuerdos le estaban removiendo sentimientos que permanecían escondidos en un rinconcillo de su alma—. Inmediatamente quise regresar a Rusia, me sentía como alma en pena, desesperado sin poder hacer nada; el mundo entero ya conocía el caso, más de 900 rehenes secuestrados por los rebeldes chechenos eran la gran noticia sin duda. Gracias a nuestro jefe, el capitán Sellers, regresé a Moscú de inmediato, pues como parte de una delegación oficial de la inteligencia británica pude hacerlo. Apenas aterrizó el avión privado me dirigí a las afueras del teatro, siempre con la angustia de que en cualquier momento los secuestradores volaran el lugar.
— ¿Por qué no te llamó?
—En un acto sin precedentes, los secuestradores no les quitaron sus teléfonos a los asistentes, al contrario como te dije, los instaban a hacer llamadas a sus familiares, incluso a la prensa, hubo enlaces a cadenas de televisión… Los chechenos querían que la noticia se corriera de manera rápida. Sasha no me llamó pues según me comentó después, fue una cábala personal, imaginó que si me llamaba sería la última vez que hablaría conmigo… como lo habían dicho los captores… así que prefirió no hacerlo sino hasta que saliera bien librada de la situación.
—Hasta donde tengo entendido los rebeldes buscaban el alto al fuego y el retiro de las tropas rusas de Chechenia, ¿no es así Peter?
—Sí, es verdad, para eso planearon el asalto al teatro; incluso pidieron como parte de sus demandas que llegaran periodistas tanto nacionales como internacionales.
— ¿Cuál es la realidad de la situación en Chechenia?, sé que hubo una primer guerra entre 1994 y 1996, debido a que los rusos intentaron recuperar el total control de ese territorio.
—Sí, recuerda que al disolverse la Unión Soviética en 1991, muchas de sus republicas aprovecharon para declarar su independencia… Chechenia no quiso quedarse atrás y se negó a firmar un acuerdo con la federación rusa, con el que seguirían dependiendo de Moscú.
—Deseaban su total independencia, pero al negarse a firmar el acuerdo, seguramente por eso fueron intervenidos militarmente ¿Verdad? —Jessica se levantó del taburete y caminó hacia la cama, tomó de la mano a su compañero invitándolo a seguirla.
—Sí, pero los rusos fueron repelidos, y se tuvieron que retirar… sin embargo, tres años después, de nuevo regresaron, comenzando así la segunda guerra con el pretexto de una invasión por parte de los chechenos a Daguestán y una serie de atentados terroristas en territorio ruso. En Moscú pensaron que, si Estados Unidos invadió Afganistán con el pretexto de la lucha antiterrorista, ellos harían lo mismo con Chechenia —Peter siguió a su compañera hasta la cama, ambos se recostaron sobre ella a pierna suelta y con la mirada al techo—. Es importante que conozcas la situación de esta república separatista para comprender un poco más de la política interna de Rusia.
—Sé también que Estados Unidos estaba detrás de los chechenos, dándoles apoyo.
—No sólo ellos, también Arabia Saudita (aliado de E.U.) y Al Qaeda…
— ¿¡Al Qaeda!, el grupo terrorista de Osama Bin Laden?... ¡¡Vayaaa!!! —exclamó ella.
—Sí… Aunque Estados Unidos obviamente nunca ha aceptado que esté apoyando a los rebeldes chechenos… sin embargo, en alguna ocasión el presidente Putin declaró en público con demasiada ironía que se le hacía muy raro que algunos soldados chechenos fueran de piel negra y que hablaran inglés… —dijo Peter mientras Jessica giraba su cuerpo para recostarse de lado con la vista de frente hacia su compañero, sutilmente colocó un brazo encima del pecho de él quien correspondió con una mirada cariñosa.
— ¿Me dejas adivinar algo Peter?
—Sí, por supuesto.
—¡¡En Chechenia hay petróleo!!
—¡¡¡Por supuesto!!!, y no únicamente petróleo, también existen grandes yacimientos en el subsuelo de gas natural, diamantes, cobre y oro… ya te imaginas entonces que en realidad se trata de una lucha de poder por el control de estos recursos entre Rusia y los Estados Unidos. Además la situación geográfica en el Cáucaso es importantísima para los rusos. Chechenia es pues, una pieza más en el ajedrez mundial, en la batalla por el dominio de la zona caucásica que da acceso al petróleo del Medio Oriente.
— ¿Dónde he visto esa historia?... Jessica movió su cabeza en forma negativa, desaprobando la situación.
—Deseaba dejar bien en claro el escenario político actual de Chechenia para que percibieras mejor el porqué de la toma al Dubrovka —continuó Peter relatando—. El ambiente en el interior del teatro empeoró con el paso de las horas… me cuenta Sasha que el hambre comenzó a hacer mella entre los cautivos, incluso la fosa de la orquesta se comenzó a usar como letrina pública. Ella no quería ni comer, prefirió aguantarse el hambre con tal de no ir a defecar delante de todos los presentes, el olor a fetidez agravó la situación.
—¡¡Qué asco!! —exclamó Jessica entrecerrando los parpados y realizando una mueca de aversión.
—Alrededor de cincuenta secuestradores con el común denominador de haber perdido un familiar o amigo íntimo durante la guerra, todos ellos chechenos musulmanes, dieciocho mujeres muy jóvenes entre sus filas, apenas si tendrían veintiuno o veintidós años algunas de ellas, que a su vez habían acusado al ejército ruso de haber violado sexualmente a sus hijas… como ves se tenían los ingredientes suficientes… odio… venganza… y súmale el fanatismo religioso… el cóctel necesario para cometer tal acto.
— ¿Mujeres?, ¿había mujeres entre los secuestradores?
—Sí... Sasha me detalló que incluso eran las más crueles… pues los amenazaban todo el tiempo, incluso una mujer secuestradora con una leyenda del Corán en su vestimenta gritó: “Si tan sólo asesino a un NO musulmán me ganaré la estancia con Alá”. Cabe mencionarte que todas ellas eran viudas, los rusos habían matado a sus maridos en el campo de batalla —Peter giró su cuerpo de igual manera que Jessica para quedar frente a frente recostados, mirándose a los ojos a una muy pequeña distancia el uno del otro, se podían incluso fusionar sus respiraciones. Él continuó dando los pormenores.
—Afuera estábamos ya cientos de personas, entre diplomáticos, prensa, curiosos, equipos especiales, la cruz roja, aquello era un caos. Y en eso apareció por la televisión el jefe de los terroristas, Movsar Barayev, de tan sólo veinticuatro años de edad, sin capucha, mostrando sin miedo su rostro a todo el mundo y diciéndole al mismo que su único objetivo era que el ejército ruso saliera de Chechenia, y que sus vidas no importaban pues eran mártires de Alá.
— ¿Y el líder de los rebeldes daba entrevista desde el interior del teatro?
—Sí, te dije que pidieron el ingreso de la prensa, incluso permitieron que un reportero del SUNDAY TIMES también los entrevistara. Vladimir Putin ya estaba desesperado, pero con un rostro frío declaró a la prensa que su prioridad era salvaguardar las vidas de los rehenes pero que no retiraría por ningún motivo su ejército de Chechenia. Cabe mencionarte que los secuestradores liberaron a algunos rehenes, si mal no recuerdo como 30, todos ellos musulmanes y de origen caucásico.
— ¿Y tú que hacías mientras?, ¡¡¡debiste estar desesperado!!!
—No sólo eso, llevaba más de treinta y seis horas sin dormir, cansado física y emocionalmente, comunicándome constantemente con el capitán Sellers para ver si me tenía alguna novedad importante. Afuera los curiosos daban su opinión, dividida por cierto, pues algunos simpatizaban con el alto al fuego en Chechenia; sin embargo, esta simpatía cambió de manera radical al enterarse del secuestro del teatro. Finalmente el viernes por la noche recibí una llamada de nuestro jefe... el capitán Sellers se acaba de enterar que Vladimir Putin dio aviso a varios diplomáticos extranjeros que atacaría antes del amanecer; para eso ya el servicio secreto ruso había colocado sensores y micrófonos en lugares estratégicos, sabían pues, cada movimiento de los rebeldes, conocían a la perfección sus posiciones, sólo esperaban la orden final. También se tenía que aprovechar la situación de que los líderes de los secuestradores se creían ya con la victoria y amenazaron con matar a los rehenes al amanecer, justo a las seis de la mañana del sábado.
Jessica no se estaba dando cuenta, pero sin pensarlo estaba acariciando a Peter, escuchaba el relato al tiempo que tocaba los antebrazos de él con toda la naturalidad, sentía la piel de su amor secreto tan cerca, y sin embargo esta vez no sentía ningún tipo de remordimiento. ¿Es que acaso la cobardía quedó atrás?, ¿sus miedos y prejuicios serían cosa del pasado?, las respuestas solamente las tenía el subconsciente de ella, quizá el mentalizarse a cambiar de actitud antes de partir a Rusia estaba surtiendo efecto.
—Putin finalmente dio la orden —siguió narrando Peter—, a las cinco de la madrugada, una hora antes de que se cumpliera el plazo de los secuestradores para matar a los rehenes, y por entre las instalaciones de ventilación del teatro comenzó a expandirse un visible pero inoloro gas, cien veces más potente que la morfina. A los pocos segundos, el equipo de fuerzas especiales denominados SPETSNAZ (equivalentes a los SEALS estadounidenses), se internaron en el lugar aprovechando los ductos de drenaje y ventilación, casi al instante de que el gas comenzara a hacer efecto en los secuestradores, los mataron, a todos sin excepción, el líder de ellos se quedó con la botella de brandy en las manos, otros dormían, y a otros simplemente no les dio tiempo de reaccionar; así de simple… así de sencillo…
— ¿Y Sasha y su familia? —sondeó Jessica.
Ellos al igual que los demás comenzaron a gritar ¡¡¡¡Gassss!!!!... ¡¡¡¡¡Gaaaasssss!!!!!... tosieron sin parar, Sasha se cubrió la cara con su propia ropa, gente corriendo y arrastrándose por todos lados al escuchar los disparos, otros desmayados por el efecto del gas, ella entonces perdió de vista a sus padres y al coronel Zavarov.
—Pero bueno… finalmente fueron salvados —con alivio pronunció Jessica.
Peter se quedó callado y su rostro cambió de nuevo, una vez más expresó tristeza y angustia. Después de unos instantes continuó hablando:
—Sasha entre empujones y pisoteos logró llegar casi gateando a las afueras del teatro para respirar aire fresco y limpio, estaba a salvo… pero lo peor estaba por suceder… las ambulancias que estaban afuera no eran suficientes ni remotamente; no podían acceder hasta la entrada del teatro, por lo que algunas personas fueron amontonadas a la salida, sin conocerse su estado de gravedad, si estaban vivos o muertos, todos mezclados; para colmo no había suficientes médicos ni enfermeros, ¡¡¡un caos total!!!, algunos soldados, sin la preparación de un paramédico, comenzaron a subir a autobuses a la gente para llevarlos hasta los hospitales, pero cargándolos con la cabeza abajo, y la tragedia se vino. Decenas comenzaron a asfixiarse por el atragantamiento de su propio vómito, otros simplemente dejaron de respirar. Yo como loco buscaba entre los cuerpos a Sasha, giraba mi cabeza en todas direcciones, gritaba como histérico ¡¡¡Sashaaaaa!!! ¡¡¡Sashaaaaa!!!, hasta que por fin la localicé, corrí hacia ella para abrazarla y besarla, ella casi inconsciente sólo me dijo —¡¡¡Mis padres!!!
Peter retiró la mano que Jessica había colocado sobre su pecho, y giró ciento ochenta grados para darle la espalda sobre la cama misma, encogió los pies hasta quedar en posición fetal. Ella comprensiva lo dejó continuar con su relato sin decir palabra.
—Me aseguré de que Sasha recibiera atención médica, y corrí como pude abriéndome paso entre la multitud para buscar a sus padres, sin olvidarme por supuesto del coronel Zavarov, después de cinco minutos localicé al papá, estaba siendo subido a un autobús, parecía moribundo, me interpuse para auxiliarlo, hasta que se repuso por completo. Lo ayudé a caminar hacia donde Sasha se recuperaba y sentí la mano de un hombre sobre mi hombro, el coronel Zavarov estaba bien, sólo faltaba encontrar a la señora Irina —Peter que seguía en posición fetal llevó una mano hasta su cabello y lo jaloneó ligeramente un par de veces—. Minutos después, encontramos su cuerpo apenas a pocos metros del acceso al teatro, amontonado y sin recibir ayuda, de inmediato noté, estaba sin vida… asfixiada como tantos otros. Intenté revivirla, le di respiración de boca a boca, fue inútil, Sasha gritaba y lloraba, su padre el teniente Sergei Sokolov únicamente lanzó un par de gritos que se ahogaron entre el ulular de las sirenas de las ambulancias y del bullicio en general, ¡¡¡Asesinos!!! ¡¡¡¡Malditos asesinos!!!!... Pero no pienses que los gritos iban en contra de los chechenos, sino de los propios rusos, pues consideró que fue su culpa por la muy mala logística al evacuar el lugar; si bien habían acertado al entrar y matar a los secuestradores, fallaron al salvar muchas vidas en la salida del teatro. Así transcurrieron no sé cuantos minutos, aquella trágica escena de una desconsolada Sasha, hincada en el suelo y abrazando el inerte cuerpo de su madre quedó grabada en mi mente para siempre.
Una vez más Jessica se acercó a Peter y sin más lo abrazó, por poco se le sube por completo, con la ayuda de su brazo y una pierna, casi lo envuelve entre su propio cuerpo, le besó la nuca y le restregó la mejilla por su oreja. Parecía no sólo estar escuchándolo, sino en una especie de terapia psicológica, estaba logrando que él al recordar y manifestar esos malos pasajes lograra quitarse un peso de encima, una carga moral, en su interior siempre se quedó con la duda de qué hubiera pasado si él hubiese estado acompañando a Sasha en esos momentos en el interior del teatro, quizá habría salvado la vida de su suegra, su fortaleza física tal vez lo habría ayudado, o el adiestramiento que tenía para el manejo de crisis; sin embargo, la duda siempre lo acompañaría por el resto de su vida. Por lo pronto accedió a esas muestras de cariño y comprensión y se dejó consolar como un niño entre los brazos protectores de su madre, mientras finalizaba el relato de aquel negro recuerdo.
—Nunca olvidaré ese día, las cifras resultantes quedaron grabadas en mi mente al rojo vivo. Después de cincuenta y seis horas que duró el secuestro fui testigo de la muerte de 50 rebeldes de origen checheno, además de 129 civiles de los cuales 123 muertos en su mayoría por asfixia y sólo seis asesinados por los terroristas; se salvaron 783 personas, la opinión mundial aprobó las acciones de Vladimir Putin, saliendo él con su imagen fortalecida, la de un hombre que no se tienta el corazón para salvaguardar los intereses de Rusia al costo que sea. Se posicionó como un gran líder mundial, ganándose el respeto de todo el mundo, incluyendo el de los Estados Unidos, quien por medio de su entonces presidente, George W. Bush, pronunció su solidaridad hacia el presidente ruso y de paso incluyó a los rebeldes chechenos en su lista negra de terroristas internacionales. Solamente se quedó preocupado por un detalle, el gas, ¿qué gas fue utilizado?, nadie sabe hasta hoy. En su momento los Estados Unidos se ofrecieron a ayudar a las víctimas, para lo que pidieron les dieran a conocer la fórmula de ese venenoso gas; Rusia y Putin obviamente negaron el ofrecimiento. El lunes 28 de Octubre fue declarado día de luto nacional; como lo dijera algún periodista, “Rusia acaba de vivir su propio 11 de Septiembre”. Me quedé dos días más para asistir a los funerales… y regresé a Londres.