Capítulo 2

 

Dos meses después…

Cuartel general del Secret Intelligence Service, SIS, Londres, Inglaterra. 1:00 p.m.

 

En la oficina del director general del MI6 (como se le conoce también al SIS), el viejo capitán Sir John Sellers en su gran escritorio tenía sentado frente a él, al agente Peter Murray, recién le acababa de entregar un expediente además de una copia del mismo de un caso del que lo estaba poniendo al tanto, el agente lo escuchaba con gran atención, mientras hojeaba de forma rápida aquel grueso conjunto de hojas que tenía en sus manos.

—Como te dije agente, partirás a Rusia lo más pronto posible, te harás acompañar de la agente Jessica Sanders —indicó de manera imperiosa.

— ¡¡¿Jessy Sanders?!! Disculpe usted capitán, ¿pero cuál es el propósito de que me acompañe en este viaje a Rusia la agente Sanders? —preguntó en tono de sorpresa y prosiguió—. Sabe usted que no es mi estilo cuestionarlo, pero Jessica si bien es mi amiga, tan sólo es una novata, y no creo que aun tenga los méritos suficientes, en ese caso prefiero ir solo…

—Pues tendrás que hacerlo —interrumpió el director alzando un poco la voz—. Sé paciente con ella Peter, tengo la intención que desde ahora trabajen juntos… en pareja… oriéntala y adiéstrala.

—Está bien… como usted diga… —muy a su pesar y con resignación respondió el agente. En varias ocasiones se había preguntado ya, el porqué de ciertas preferencias o a veces quizá hasta una sobreprotección hacia Jessica, pues ella, como lo había manifestado parecía no tener los créditos o menos aún la preparación profesional, sin embargo, no interpeló más y continuó escuchando a su superior.

—Si bien Rusia ha dejado de ser prioridad para nuestra agencia una vez terminada la “guerra fría”, no hemos dejado de seguir con mucho interés cada paso que da aquel país, como bien lo dijo Sir Winston Churchill un año antes de ser por primera vez primer ministro de esta nación: “No puedo decirles qué hará Rusia. Es una adivinanza envuelta en un misterio dentro de un enigma”, la misión que te estoy encargando merece la máxima de la discreción y la agente Jessica Sanders al igual que tú entrarán a Rusia con identidades falsas, en su expediente se encuentran los documentos e instrucciones precisas que ya leerás un poco más tarde, por lo pronto te adelanto que ambos se internarán como marido y mujer… de hecho lo harán como turistas.

— ¿Marido y mujer?, ¿la agente Sanders mi mujer? —esbozó una sonrisa socarrona.

—Esta misión es quizá la más importante que hayas tenido en tu joven pero brillante carrera agente, los Estados Unidos nos han dado únicamente 72 horas contadas a partir de esta media noche para obtener una respuesta que los satisfaga, antes de actuar de una manera más... más… más… —vaciló en escoger la frase indicada para ilustrar la furia del gobierno estadounidense—, pues más a su manera… más enérgica, quizá entraríamos en una crisis muy grave, y el mundo ya no está para estas tensiones agente. El día de ayer, nuestro primer ministro sostuvo una conversación telefónica con el vicepresidente americano, y puedo afirmarte que los “tambores de guerra”, no están lejos de ser tocados Peter. Aunado a esto y como muchas veces a través de la historia se ha repetido —continuó explicando el capitán y director—, nosotros los ingleses hemos servido de puente de comunicación y mediación entre los Estados Unidos y Rusia, o la Unión Soviética en su defecto. Basta con recordarte que en la segunda guerra mundial el presidente de los Estados Unidos, en aquel entonces Franklin Roosevelt, tuvo que hacer de lado su gran anticomunismo y se dobló, para junto a nosotros los ingleses, apoyar a Rusia, abasteciendo de comida a sus soldados, ayudándoles a liberarse del bloqueo a Leningrado, actualmente San Petersburgo, incluso ayuda económica, para así juntos poder vencer a Hitler. Los americanos sabían que no podrían vencer a los nazis solos, incluso con nuestra ayuda, así que para asfixiarlos se tendrían que aliar, muy a sus pesares, los americanos y nosotros necesitábamos de los rusos y a su vez los rusos de los americanos e ingleses, para lo cual Sir Winston Churchill sería pieza clave de esa temporal alianza… bueno agente —continuó diciendo ante la mirada fija y atenta de su interlocutor—, pero volviendo al asunto para el que te hice llamar, como bien leerás con más detalle en el expediente que tienes ante ti, los americanos tienen fuertes sospechas de que detrás de este reciente y devastador huracán en Nueva Orleans están los rusos como primeros candidatos, no sin descartar a algún otro país u organización enemiga. Eso es parte de lo que consta tu misión, tener la certeza de que los rusos están, o no están detrás de esto, y si no fuera así, saber quién y por qué lo hizo. Los yanquis no quieren esta vez dar un paso en falso, y quieren asegurarse antes de tomar decisiones —siguió comentando con un tono de preocupación mientras encendió un gran puro que recién acaba de extraer de una elegante cajita de madera donde se alcanzaban a ver aún un par más de ellos, lo colocó entre sus labios que estaban parcialmente ocultos debido al gran bigote blanquecino que lucía, y casi al mismo tiempo exhaló una gran cantidad de humo que se esparció y elevó por la oficina de manera sinuosa e impredecible.

— ¿Los rusos sospechosos de provocar la tragedia natural más destructiva en la historia de los Estados Unidos? —preguntó Peter a su superior, frunciendo el ceño, al tiempo que con el dedo índice rascaba ligeramente su mejilla— ¿Me quiere decir usted capitán que los americanos están preocupados por la misma razón que los propios rusos, y Europa en general se encuentran intranquilos por el artefacto que nuestros primos los yanquis tienen en Alaska?, ¿o me equivoco?

—No te equivocas Peter, ¿recuerdas aquella plática informal que tuvimos hace algunas semanas en referencia a una transmisión televisiva de la cadena FOX NEWS, donde un conocido meteorólogo estadounidense aseguró, incluso acusó puntualmente a Rusia de estar realizando actividades que pueden alterar y modificar las funciones naturales de la ionosfera? Además, esta misma persona agregó que la milicia de ese país estaba detrás de la gran energía acumulada del huracán Katrina, que casi arrasa por completo con Nueva Orleans. Con la ayuda claro de su nueva arma. Resumiendo, según él, los rusos tienen ya el mecanismo o dispositivo para alterar y manejar a su antojo el clima y provocar grandes desastres en el lugar donde les convenga a sus intereses, simplemente turbando las condiciones naturales de la atmósfera…y entonces quizá ya estamos regresando a los tiempos de la guerra fría. Durante esos días mi querido Peter —prosiguió el capitán fijando la mirada penetrante en los ojos del muy atento agente Murray—, muchos medios americanos se interesaron en el tema y comenzaron a hacer público el desarrollo de estas nuevas armas… meteorológicas para ser más exactos.

—Pero a mi parecer capitán —indicó Peter con precisión—. A pesar de que estas relativamente nuevas instalaciones de ambos países en verdad existen, incluso no lo ocultan, me sigue pareciendo todo esto un poco sensacionalista, ¿no es así?

—Quizá sí Peter, quizá sí... pero ahora ante lo que acaba de suceder hace un par de meses con el huracán “Katrina”, su comportamiento y trayectorias atípicas, súmale la gran destrucción y tradúcela en miles de millones de dólares, y sobre todo la gran cantidad de vidas humanas que cobró. Por todo lo anterior los americanos se enfocaron en unas declaraciones que en un principio parecían locas y sin sentido… que tal vez no conozcas o no recuerdes del siempre muy polémico político ruso Vladimir Zhirinovsky, en las cuales amenazó, no sólo a los Estados Unidos sino al mundo entero con provocar grandes inundaciones, pues según él, sus científicos estaban trabajando en ello. (Tiempo después, el mismo político declararía durante una entrevista televisiva de manera textual “…Rusia tiene nuevas armas de las que nadie sabe nada… todavía. Con estas armas destruiremos cualquier parte del planeta en 15 minutos, sin explosiones, sin ataques de rayos ni con algún tipo de láser, esta es un arma calmada y tranquila…”).

Pero ahí no para la cosa —el capitán Sellers se levantó de su gran sillón para caminar de forma lenta y cadenciosa alrededor de la silla donde yacía sentado el atento agente Peter—. Se tienen informes sobre diferentes experimentos, también con el clima, producidos por los rusos desde tiempo atrás; incluso desde la era de la Unión Soviética, aunque para ser sinceros, también los yanquis han estado realizando los propios, de hecho ha habido ya un cruce de acusaciones, pues después de las grandes inundaciones que sufrió Europa central en 2002, desbordándose los ríos Danubio y Elba, causando igualmente grandes pérdidas materiales y humanas, miembros de la política de la Unión Europea acusaron al gobierno de los Estados Unidos de querer dañar la economía de estos países; y en aquella ocasión, en ese mismo año, miembros de la duma rusa sugirieron la posibilidad de que los americanos estuviesen interviniendo en estos actos alterando la ionosfera, pero ellos desde sus instalaciones en Alaska… Así pues Peter, el asunto se ha puesto cada vez más difícil, por eso mismo decidí que eres el agente indicado para esta misión, estoy seguro de que eres el más involucrado en la historia y cultura de aquel país, además claro… de tus “intereses personales” por los rusos... o rusas… ¿verdad agente? —de manera pícara e insinuadora se expresó con una ligera y suspicaz sonrisa.

—Efectivamente capitán —el subordinado hizo caso omiso del último comentario, tan sólo dejó entrever un leve tono sonrojado sobre sus mejillas, el cual hacía un gran contraste con el color blanco y pálido de éstas.

—Muy bien Peter, sé que te reencontrarás con tus viejos contactos en Rusia, pero te recuerdo que no vas en plan de “Casanova”; además que no se te olvide, vas en un estatus de hombre casado y no quiero que te involucres o que te distraigas con un lío de faldas —una vez más el capitán Sellers, que a pesar de que la ocasión no lo ameritaba, pretendió mostrar un buen humor con la intención de aligerar la charla y soltó una gran carcajada ante la casi indiferencia de su interlocutor.

— ¡Jessica!, ¡la joven Jessica! Por cierto capitán, ¿la agente está al tanto de esta misión?

—No, te encargarás tú mismo de darle los pormenores, de hecho ahora mismo deberán comenzar con los preparativos, ¡¡el tiempo corre ya!! Así que, si no tienes nada que agregar te quiero en este momento fuera de mi oficina —dijo de manera autoritaria y señalando al mismo tiempo la puerta—. Realiza lo que consideres necesario y de inmediato pónganse a trabajar. No olvides lo que te dije, Jessica es una inexperta y debes tener paciencia con ella, espero mañana mismo vuelen a Rusia.

—Como usted diga —dijo colocándose de pie casi por instinto, efectuó una señal de respeto a su superior y dio media vuelta para dirigirse a la salida.

— ¡Buena suerte!, y no dudes en comunicarte lo más pronto posible en cuanto me tengas noticias… confío en ti.

El agente Murray cerró la puerta de la oficina de su jefe y de inmediato se dirigió a grandes pasos a su cubículo, hecho totalmente de cristal, lo que dejaba ver el interior del mismo, al menos que él decidiera lo contrario para lo que en su momento tiraría de un cordel, el cual haría que las cortinas le dieran la privacidad necesaria.

Una vez dentro de su lugar de trabajo, colocó encima de su escritorio el par de expedientes que le había entregado el capitán Sellers, tomó el teléfono, marcó sólo tres números y esperó unos segundos… Del otro lado de la línea, dentro de las mismas instalaciones del MI6 se escuchó una voz que parecía de una mujer muy joven, su tono era suave y delicado.

¿Hola?, agente Jessica Sanders.

— ¡Jessica soy Peter!, ven inmediatamente a mi cubículo —le dijo en tono mandón e impaciente, o no… espera… mejor nos vemos en la puerta principal en 10 minutos, sólo déjame hago un par de llamadas y estaré contigo.

¿Pero qué sucede?, ¿por qué tanto apremio? —cuestionó contrariada.

—Ya te explicaré en unos momentos, sólo te adelanto que apagues tu computadora y recojas tus pertenencias porque partimos a Rusia mañana a primera hora, tenemos una misión secreta en aquel país, te daré más detalles en unos momentos —colgó sin agregar palabra.

Jessica sólo escuchó un bip bip bip del auricular y extrañada se le quedó mirando por unos instantes al mudo aparato, lo colocó en su lugar sobre el escritorio y acto seguido se levantó de su silla, tomó su saco color blanco que hacia juego con su falda y zapatos de tacón, llevaba además una blusa semitransparente color crema que hacía contraste con el resto de su vestimenta, se dirigió a la salida del cuartel general para esperar con impaciencia a su compañero y amigo Peter Murray.

Mientras tanto, éste realizaba rápidamente un par de llamadas telefónicas…

Tomó el auricular de nuevo, digitó un solo número y casi de inmediato respondió a su llamado otra voz femenina, esta vez era una voz que si bien era igual de amable, parecía menos aguda y angelical, era su secretaria a la cual le ordenó de manera cortés:

Cindy, me reservas un par de boletos de avión a San Petersburgo, Rusia, en el primer vuelo que salga mañana, y también una noche de alojamiento en una habitación doble en el hotel “ASTORIA”.

—Por supuesto jefe, ¿a qué nombres? —preguntó la asistente, al mismo tiempo que tomó un lápiz y una pequeña hoja de papel, alistándose para tomar nota.

Oh sí, espérame… —dudó, al instante que consultó el expediente que minutos antes el director general le había entregado.

Una vez encontrados los nombres en los pasaportes falsos que usarían tanto la agente Jessica como él mismo, para internarse en territorio ruso, se los dictó y le ordenó que en cuanto estuviera todo listo para su viaje le hiciera saber lo referente al itinerario. Cindy se encargaría del resto. Inmediatamente después tomó el teléfono celular personal, localizó rápidamente el nombre de la persona con la que deseaba comunicarse y oprimió el botón de marcaje del aparato, esperó sólo unos segundos hasta que se escuchó una voz nuevamente perteneciente a una fémina, esta vez la llamada fue atendida en el idioma ruso.

¡Shloosayu!

¿Aleksandra?

¡Mi querido Peter! ¡¡¡¡ Qué sorpresa!!!!

El hombre se quedó conversando con aquella mujer durante unos breves minutos, se dibujaba en su rostro una mezcla de alegría y de apuración. La asistente Cindy miraba de reojo a su jefe a través de los cristales del cubículo de éste, mientras realizaba las reservaciones de avión y hotel que minutos antes se le había ordenado.

El agente Peter Murray terminó de realizar sus llamadas telefónicas, recogió algunas pertenencias, los expedientes, y salió a toda prisa de su cubículo, le reiteró a Cindy que le llamara en cuanto tuviera las reservaciones confirmadas y en seguida caminó hacia la salida del cuartel general del MI6, donde ya lo esperaba su compañera de viaje.

—Jessy, ¿nos vamos? —inquirió, al tiempo que la tomó del antebrazo para guiarla hacia las afueras del edificio—. Tengo ya algo de hambre, ¿tú no?, ¿por qué no caminamos un poco?, compramos algo de comer y te voy explicando de que se trata todo este asunto.

—Por supuesto, ¡excelente idea! Yo también ya tengo bastante apetito —respondió cómplice del plan que acababa de escuchar.

La pareja de agentes salieron de sus oficinas de trabajo, se encaminaron justo a donde hacen esquina la calle Peter Embankment y Bridgefoot a tan sólo cincuenta metros de la puerta principal del cuartel. Jessica acostumbraba al igual que Peter y como muchos londinenses a usar el eficiente sistema de transporte subterráneo, evitando así las grandes congestiones vehiculares. En ocasiones si sus horarios lo permitían tanto su compañero como ella misma viajaban juntos de regreso a casa, sus respectivas viviendas quedaban relativamente cerca la una de la otra, de hecho quedaban en la misma calle de Sussex Gardens, en el distrito de City of Westminster al Oeste de Londres, así pues, su rutina casi diaria de abordar el tren subterráneo en la estación Vauxhall se veía modificada por la propuesta de Peter.

Doblaron en dirección Oeste hacia Vauxall bridge, uno de los tantos puentes dentro de la ciudad, que unen las dos márgenes del río Támesis. Peter explicaba de manera más detallada la conversación que había tenido minutos antes con el jefe de ambos, Jessica se limitaba simplemente a escucharlo con gran atención mientras volvía la mirada a su derecha, estaban a medio puente, caminando por la acera de éste, justo encima del río que le da vida a Londres. Era una tarde típica, con el cielo testo de nubes que se perdían en el horizonte y que le daban un tinte grisáceo a la escena, se alcanzaban a apreciar a lo lejos algunos edificios de oficinas donde los hombres de negocios se quebraban las cabezas por hacer crecer sus fortunas, entre las construcciones se distinguía como si se tratase de una rueda de la fortuna en medio de un parque de diversiones, el London Eye, nuevo símbolo y sitio turístico de esta metrópoli. El aire le golpeaba su fino rostro, le hacía volar ligeramente su cabello, corto hasta los hombros pero suficiente para hacer que se sacudiera grácilmente.

Cuando cruzaron por fin el puente, dieron vuelta al Norte por la Avenida Millbank siguiendo la ribera del Támesis, se detuvieron  frente a un fish and Ship shop (típicos restaurantes ingleses de comida rápida consistentes en algún tipo de pescado rebozado y acompañado de papas fritas).

—Voy a llevar dos paquetes —ordenó Peter al empleado sin consultarle a su compañera si deseaba ella también, supuso que ante el hambre que tenían ambos, su colega no pondría objeción alguna.

En efecto, Jessica asintió con la cabeza aprobando el pedido de Peter. Mientras esperaban la comida le comentó:

—Hay algo que no entiendo en todo esto que me platicas Peter. ¿Por qué los Estados Unidos nos han pedido a nosotros los ingleses llevar a cabo esta misión?, no me suena lógico si partimos de la primicia de que ellos casi siempre proceden de una manera diferente, es decir, no necesitan consultar ni solicitar el permiso de nadie para actuar o para intervenir, incluso bélicamente en algún país que consideren peligroso para su seguridad nacional, o que tenga algún interés particular para ellos.

—Esa pregunta se la realicé yo mismo al capitán Sellers, aunque no me respondió con detalle. Sólo me dijo que históricamente hemos sido un enlace entre Estados Unidos y Rusia para tratar “temas delicados”, pero yo tengo la respuesta Jessy —al tiempo que observaba con impaciencia que la comida ya estaba casi lista y estaba siendo empaquetada en un recipiente desechable—. La situación ahora es que como bien dices Estados Unidos no pide permiso a nadie para hacer alguna intervención súbita como lo hizo en Granada, Panamá, Irak, o en Afganistán, o ve tú a saber dónde, la gran diferencia Jessica es que se trata de Rusia —dejó ver una leve sonrisa con aire de sarcasmo en su rostro—. De pronto fue interrumpido por el empleado del restaurante.

—Son catorce libras señor.

—Aquí tienes —dijo Peter, al instante que depositó en las manos del joven empleado siete monedas de dos libras cada una que acaba de sacar de su bolsillo.

El agente Murray tomó la bolsa con la comida y junto con Jessica caminaron buscando algún lugar donde se pudieran sentar para degustar la comida, mientras continuaban charlando.

— ¿Quieres decir que los Estados Unidos saben con quién se meten Peter?

—En efecto Jessy, si bien Rusia después de la caída de la “cortina de hierro” dejó de ser esa superpotencia que daba equilibrio político y militar a este mundo, nunca ha dejado de imprimir respeto en los demás países, su poderío nuclear está intacto, su ejército sigue siendo el más numeroso del mundo, y en particular, las nuevas políticas y estrategias en materia económica y de política exterior de su presidente actual Vladimir Putin, lo están regresando poco a poco a la “Primera división”, si habláramos en términos deportivos —dijo de manera muy segura llevando hasta su boca un par de patatas fritas, acto que imitó su compañera Jessica—. De hecho te puedo dar como dato que en su gestión presidencial ha hecho crecer a Rusia en un 72% de su producto interno bruto. Si bien ha sido acusado numerosas veces por gobernar al “viejo estilo soviético”, incluso de violar en ciertas ocasiones los derechos humanos o de aplicar la ley a su conveniencia… protegiendo a sus amigos y haciendo lo contrario con sus enemigos políticos… es un hombre de carácter, duro y muy inteligente, que no le ha temblado la mano para tomar algunas decisiones delicadas en tiempos de crisis… como el hundimiento del submarino Kursk por ejemplo, o la toma de rehenes del teatro Dubrovka por parte de los rebeldes chechenos —éste último acontecimiento era un penoso recuerdo para Peter, que sin embargo en este momento no manifestó alguna señal de amargura y solamente continuó con su charla—, ese carácter y personalidad hizo que Occidente volteara de nuevo la cara hacia Rusia, además recuerdo una declaración de Putin a los medios de comunicación donde comunicó palabras más, palabras menos, que Rusia recién acababa de pagar su deuda externa a bancos extranjeros con una anticipación si no mal recuerdo de siete años, la cual fue adquirida principalmente tras la caída y colapso de la vieja Unión Soviética y el régimen comunista, lo que se traducía en un gran ahorro de intereses y una gran cantidad de millones de dólares y por ende permitiría invertir entre otras cosas en la modernización de la industria petroquímica, metalúrgica, y el desarrollo de nuevas armas de última generación; lo que equivalía según sus propias palabras a equilibrar de nuevo la balanza del orden mundial. Por supuesto que estaban enviando un mensaje más que directo a los Estados Unidos, el cual no lo tomó con mucho agrado que digamos, y si a esto le sumas que Rusia tiene grandes reservas de energía y es de los cinco principales productores y exportadores de gas natural, petróleo, metales, entre otras cosas… en fin… pero sin duda creo que su principal recurso es el material humano, su pueblo que tantas grandes crisis de todo tipo ha superado, ya sea económicas, políticas o bélicas, ¡y mira tú!, siempre han salido adelante anteponiéndose a todo y a todos. Incluyendo a sus propios errores…

Concentrados en su conversación, se perdieron en el tiempo, el trayecto se les hizo muy corto y cuando menos pensaban habían caminado cerca de un kilómetro, se percataron de ello cuando se escucharon unos fuertes sonidos ¡¡¡¡Dang!!!!… ¡¡¡¡Dang!!!!... El reloj de la torre del Big Ben hacía sonar como cada hora, sus habituales doce suaves retintines previos a los más pausados y estridentes, que según la cantidad de los mismos equivalen a la hora del día, en esta ocasión se escucharon únicamente dos grandes campanadas. De manera instintiva Peter dirigió la mirada hacia la torre y al mismo tiempo comprobó con su reloj de pulsera que eran las 2.00 p.m.

Ven, vamos al embarcadero, ahí nos sentamos y comemos más cómodos, la comida debe estar ya casi helada —le sugirió a Jessica.

Cruzaron la avenida del puente Westminster que separa dicho embarcadero del edificio del parlamento inglés (también denominado palacio de Westminster aunque es más conocido por los turistas por la gran torre del reloj del Big Ben), se toparon con un pintoresco y colorido puesto de diarios y revistas, bajaron por las amplias escaleras de cantera que se encuentran justo al lado de éste y que conducen al embarcadero ubicado a tan sólo cincuenta metros, donde algunos turistas ya esperaban y hacían su turno para abordar alguna de las pequeñas barcazas que ofrecen un paseo por el Támesis.

Localizaron unas bancas donde se sentaron cómodamente, abrieron sus paquetes desechables y comieron de forma glotona, relajándose en la ribera del río, observando frente a ellos los imponentes 135 metros de altura del London Eye (desde donde se aprecia de manera majestuosa toda la ciudad), el cual giraba lentamente sobre su propio eje en ciclos de una vez cada media hora. El frío se hacía cada vez más presente, era ya principios de noviembre y la temperatura a orillas del río se sentía aún más baja, por estos días oscilaba sobre unos siete grados centígrados, pero el hambre que debían saciar era más importante en aquel momento como para quejarse de la temperatura.

— ¡Caramba Peter! —exclamó Jessica—, pareces representante del presidente ruso o jefe de campaña política de su partido.

El hombre soltó una fuerte carcajada que incluso llamó la atención de una pareja de turistas que lo miraron con expectación, tomó la última patata frita y se la llevó a la boca antes de decir:

—No Jessica, sólo te digo las cosas como son, espero que así lo entiendas.

—Claro Peter, te lo dije en tono de broma.

En ese instante se escuchó el melodioso timbre del teléfono celular del espigado y bien parecido agente, éste a su vez lo sacó de su estuche que estaba sujeto al cinturón y miró que la llamada provenía de las oficinas del SIS.

¡Hola, agente Murray!

Agente, soy Cindy, ya tengo confirmados sus boletos para mañana a San Petersburgo, el vuelo sale a las 9:20 a.m. del aeropuerto de Londres−Heathrow, también está confirmado su alojamiento. ¿Gusta usted que le envíe a algún mensajero para llevarle sus reservaciones?, ¿o prefiere imprimir los pases de abordar en su casa?, le mandé a su correo electrónico todos los datos.

—Gracias Cindy, los imprimo en mi casa más tarde, así está bien, te agradezco y nos vemos en unos días.

Buen viaje a los dos, ya nos veremos por aquí —dijo la asistente en un tono amable pero con cierto toque de nostalgia.

Ambos cortaron la comunicación y Peter se colocó de pie, se dirigió a Jessica que se limpiaba la boca con una servilleta después de haber devorado los alimentos que había saciado por fin su gran apetito.

—Jessy ya está todo listo, salimos mañana a primera hora, ve a descansar y alista todo, no olvides llevar un buen abrigo, el invierno ya se asoma en Rusia, y es mejor ir bien preparados, lee el expediente que te entrego y nos vemos en el aeropuerto de Heathrow a las 6:30 a.m. en punto, yo aún realizaré algunas compras y tardaré un par de horas más por aquí, después me iré a casa para descansar, vienen seguramente unas jornadas bastante largas —indicó despidiéndose con un beso cariñoso en la mejilla.

La agente Sanders también ya de pie, y al tenerlo tan de cerca, sentir el roce de los labios de su compañero en su piel, e impregnarse de su aroma varonil, deseó como desde hacía ya mucho tiempo, abrazarlo, besarlo, sentirse envuelta en los brazos atléticos de Peter, pero sobre todo quería romper con su timidez y atreverse a confesarle por fin que lo amaba, que sentía por él algo más que una simple amistad, que su sangre hervía cada vez que lo tenía cerca, su corazón latía a máxima velocidad, se agitó un poco pero se quedó callada, muda una vez más, víctima de su propia cobardía y presa del pánico que le representaba hacer aquella confesión, así pues, sólo respondió con una simple y sumisa frase:

Sí Peter, eso haré… nos vemos mañana temprano, que descanses tú también.

Los dos se apartaron sin imaginar que el viaje que iniciarían al día siguiente cambiaría sus vidas para siempre. Mientras tanto, el corazón de Jessica estaba sufriendo por la indiferencia de Peter, éste a su vez tenía la mente en San Petersburgo, contaba cada hora que faltaba para reencontrarse con aquella mujer a la que había llamado hacía apenas una hora, Aleksandra inundaba en esos instantes sus recuerdos y pensamientos, y no había lugar para más.

Ambos caminaron en direcciones distintas y se perdieron entre el mundo de gente y el ruido producidos por los claxon que sonaban sin tregua.