Capítulo 11

 

El fuerte y animoso sonido del teléfono móvil de Peter invadió la habitación; presuroso se levantó de la cama, caminó hasta el aparato, lo tomó y contestó al llamado con voz acelerada:

¿Sasha?

— ¡¡Peter!!, por fin te tengo noticias del coronel Zavarov, los espera en Moscú mañana por la mañana. Aprovechará que es domingo y es su día de descanso, más tarde me confirma el lugar y hora exacta, debes estar al pendiente.

—Que bien, te agradezco todo.

—Te recomiendo que de inmediato hagas las reservaciones para el viaje, ¿decidiste ya si lo harás en avión o en tren?

En tren, apenas termine esta llamada, hago las reservaciones… por cierto, ¿le comentaste al coronel Zavarov el motivo de esta entrevista?

—Sí, algo sabe ya… creo que es importante que seas muy cauteloso a partir de este momento…

—Lo seré… no te preocupes…

—Bueno Peter, ¿ya desayunaste?

—Nooo… en este momento pensaba bajar junto con Jessica al comedor.

— ¿Jessica?... ¡¡¡Ahhhh!!!!… olvidaba que no viajabas solo… perdón, te llamaré luego… —dijo ella en tono de desilusión, y sin esperar alguna respuesta por parte de su interlocutor concluyó la llamada.

Pensabas invita… —Peter al notar que la conferencia había concluido, no terminó la frase y se dirigió a Jessica con cierto disimulo—. Tendremos que estar mañana temprano en Moscú.

—Sí, ya escuché.

— ¿Te parece si bajamos a desayunar al comedor y de paso realizo las reservaciones para el viaje?

— ¿Las harás por internet? —Preguntó Jessica que seguía recostada sobre la cama.

—Sí, sólo me ducho antes de bajar.

—Peter, te quería proponer si mejor pedimos el servicio al cuarto.

— ¿Apeteces desayunar aquí mismo?... buena idea, déjame marcar a recepción, ¿qué deseas ordenar?

—Me encantaron los blinis de ayer, ¿podrías pedirme uno?

—Por supuesto, ¿pero no te gustaría algo más elaborado?, ¡¡¡la cocina de aquí es deliciosa!!!

—No, de verdad que muero por un blini de pollo.

—Está bien, yo ordenaré un platillo a base de salmón y caviar.

Peter marcó a recepción y ordenó el desayuno, abrió una maleta de su equipaje y extrajo su computadora personal; instantes después, mientras se acomodaba en la mesa del pequeño comedor de la suite para encender y alistar su laptop con el objetivo de realizar las reservaciones del viaje, comentó:

—Me hubiera gustado que bajaras al comedor, con suerte y hubiéramos desayunado en la misma mesa donde Hitler comió durante la fiesta que organizó en este hotel con motivo de la supuesta “victoria de la toma de Leningrado”; o quizá donde Rasputín degustó lo que le preparó el abuelo de Vladimir Putin cuando trabajó como cocinero.

—¡¡ ¿Hitler?!! y ¿Rasputín?… ¡¡¡Wowww!!!... me sorprende… ¿y el abuelo del presidente actual de Rusia trabajó como cocinero en este hotel? —manifestó asombrada levantándose de la cama para ir a sentarse junto a él en la silla de enfrente y en espera de los alimentos.

—Exactamente, el hotel está lleno de historia —continuó Peter mientras indagaba en alguna página de internet los horarios de los trenes con destino a Moscú— ¡Aquí los tengo, ya los encontré!, podríamos salir en la tarde pero… mmmm… como bien dijo Sasha, en el día los trenes son de alta velocidad y llegaríamos esta misma noche y no quiero hospedarme en Moscú… déjame ver…¡mira!, ¡ya está! viajaremos de madrugada, el tren sale exactamente a la media noche y aunque tardaremos ocho horas en llegar iremos muy cómodos en el vagón cama, ¿te parece?, sólo que tendremos que ampliar la estancia aquí mismo, la habitación vencerá en unas pocas horas… bueno… no importa… pagaremos una noche más aunque la desocupemos antes.

Jessica asintió y cambió el rumbo de la conversación, mientras su colega realizaba todo lo referente a la compra de boletos.

— ¿Crees que la entrevista con el coronel Zavarov sea de provecho?

Escucha, estuve pensando ayer lo que me dijiste, en referencia a que el padre de Sasha quizá podría estar involucrado más de la cuenta en toda esta situación… creo que aciertas en algo, ¡ella misma lo sospecha!, y no por nada nos consiguió una cita con el coronel Zavarov para mañana; seguro es porque por fin sabremos muchas cosas. Te diré algo, he venido a Rusia en varias ocasiones enviado por el SIS por motivos de espionaje, y en todas las ocasiones Sasha me ha puesto en contacto con la persona adecuada, no importa de quien se trate y para qué… Pero te aseguro que en todas ellas ha sido de un provecho notable y concluyente para mis misiones.

—Peter, dime algo… Sasha es tu informante y contacto en este país, eso me queda muy claro, ¿pero hasta qué grado están involucrados?, no me refiero sentimentalmente, es decir… tengo ciertas dudas... te seré franca, ¿haces lo mismo con ella, le das información sobre nuestra nación?, ¿la contactas con personajes de nuestra política si ella te lo pide?, ¿es sólo tu informante o ella también es soplona?, y si fuera así, ¿espía para Rusia o para la Gran Bretaña, para quién trabaja?, o iré más lejos… no sé cómo me lo vayas a tomar pero he sospechado que quizá… sean dobles espías, ¿se puede ser doble espía?, ¿no es traición a tu propia patria? —realizó la larga serie de preguntas con la mirada muy fija en Peter quien la escuchó con mucha atención y una desabrida sonrisa, mezcla de desconcierto y nerviosismo.

— ¡Vaya!... ¡son muchas preguntas!, ¡¡te las tenías bien guardaditas ehhh!! —dijo con sobriedad mientras acariciaba su mentón—. No responderé a cada una de ellas, sin embargo espero satisfacer tus dudas exponiéndote lo siguiente: cuando me vine a vivir a San Petersburgo años atrás para complementar mis estudios del idioma ruso, como ya te había informado, casi cuando recién había conocido a Sasha, ¿recuerdas?, pues bien, a los pocos meses fui contactado por agentes especiales de este país, ¿su intención?, reclutarme… sí… así como lo escuchas. Es una práctica muy común en países como Estados Unidos por medio de la CIA o el propio FBI, Rusia por medio de la FSB, Alemania, o nosotros mismos en Inglaterra lo hacemos en el propio SIS, pero en el departamento de asuntos externos. Se trata de persuadir a algún ciudadano extranjero que denota un cierto interés o gusto por alguna nación diferente a donde nació, para que trabaje como informante de un gobierno distinto al suyo. No importa tu preparación académica, simplemente te adiestran y en la medida de tus cualidades te asignan tareas.

—Te contactaron, ¿y aceptaste verdad? —interrogó Jessica con mirada casi inquisidora.

—En aquella época me negué rotundamente. Terminé mis estudios del idioma y me regresé a Londres; sin embargo, la semilla del mundo del espionaje ya había sido sembrada en mí; con el tiempo me alisté en nuestra agencia, el MI6. Fui escalando posiciones, hasta llegar a ser uno de los espías preferidos de nuestro capitán, quien al saber mi relación con Sasha, y mi dominio casi total del ruso, me asignó la tarea de vigilar la actividad, entre otras más, de las agrupaciones intelectuales de esta nación. Mi trabajo consistió entonces en informar a Inglaterra sobre adelantos científicos, conversaciones, congresos y acciones en general de la comunidad científica rusa, se me facilitó bastante la cosa… pues aprovechando mi relación sentimental con Sasha me supe hacer de amigos, y en general internarme en la sociedad particularmente peterburguese y moscovita.

— ¿Quieres decir que usaste y sigues usando a Sasha?

—Noooo… mis sentimientos hacía ella son reales, simplemente las cosas se acomodaron muy a mi favor, nunca lo vi así como dices tú. Me considero un hombre con suerte, afortunado desde pequeño.

—Bueno, presiento que tienes más que decirme… ¡Suéltalo ya!

—En alguna de mis visitas a esta ciudad, se me volvieron a acercar los agentes rusos, con la misma intención de tiempo atrás, reclutarme como espía para este gobierno, de igual forma me pedían información de la Gran Bretaña. Ya sé cuál es tu siguiente pregunta, ahórratela… ¡Acepté!

—¡¡Lo sospechaba!!…, eso es traición, me decepcionas rotundamente Peter —afirmó categóricamente ella girando su cabeza de izquierda a derecha en tres ocasiones y cruzando sus brazos.

— ¡Jaaa, ja, jaaaaa! —una gran carcajada socarrona fue emitida por Peter—, ¡pero que ingenua eres!, siempre ha existido esta situación, el mismísimo capitán Sellers está enterado. El contraespionaje y la contrainteligencia han sido parte de los sucesos más importantes en la historia sobre todo del siglo pasado. ¡Te falta mucho aún por aprender agente Jessica Sanders!

— ¿Quieres decir que Sir John Sellers sabe de tu relación con agentes rusos?

—Por supuesto —continuó Peter explicando, mientras revisaba en el monitor de su laptop los resultados positivos de ausencia de micrófonos en la habitación. En su computador se le había instalado una serie de dispositivos y sensores especiales para detectar este tipo de aparatos, y en cada una de las ocasiones en que llegaba a algún lugar donde él considerara prudente hacerlo los activaba—. Te recomiendo leer un libro muy bueno sobre el doble espionaje, se llama “GARBO: DOBLE AGENTE, EL ESPÍA QUE SALVÓ EL DIA D”. Si lo lees te enterarás sobre la vida del doble espía más famoso de la historia, el español Juan Puyol, mejor conocido como Garbo; te adelanto que primeramente fue reclutado por la inteligencia alemana en época de la segunda guerra mundial, pero tiempo después el servicio secreto británico también hizo lo mismo, trabajó para los dos países, ¿te imaginas?

— ¿Pero cómo es eso?, ¡si ambos eran enemigos!, ¿dónde queda la ética? —refutó Jessica realizando señas de desaprobación y alzando las manos.

—Sabía que eras novata, pero no tanto, perdóname por ser tan honesto contigo. ¡Mira!, te diré, en el caso del agente Garbo la historia dice que se inclinó por la Gran Bretaña, gracias a él se pudo llevar con éxito el famoso desembarque del día “D” en Nombardía; que a la postre sería el principio del final de los Nazis. Éste Garbo, se las arregló para incluso ser asesor del mismísimo Hitler, y seguramente su vida siempre estuvo en riesgo, pero supo confundir a los alemanes en ese día tan histórico. Y sobre lo que preguntas de la ética, quizá tengas razón… pero en este mundo del doble espionaje no hay moral Jessica, o quizá sí… depende de ti, tú misma te fijas la línea que decidas no cruzar, qué tanta información das a un gobierno o al otro, la veracidad de la misma, en fin… es jugar con fuego, sí… pero sólo tú sabrás qué hacer para no salir quemado. La delgada línea entre un lado y otro es casi invisible, es como el trapecista que camina por el alambre consiente de que si llegara a caer de un lado sería devorado por tiburones y si fuera del otro, se lo comerían los cocodrilos. Concluyendo… los dobles espías siempre han existido, ha habido centenas de ellos a través de la historia, son parte esencial de las agencias de inteligencia gubernamentales y no gubernamentales, incluso las mafias están llenos de ellos.

— ¿Y en tu caso?, ¿cuál es esa línea que no deseas o no has cruzado? —torció la boca a modo de gesto expectante la mujer.

—La respuesta en mi caso particular es: “amo a los dos países”, quiero tanto a la Gran Bretaña como a la Rusia misma. No podría algún día traicionar a alguna de las dos naciones; no quisiera estar en la situación de Garbo, no sabría qué hacer. Me he limitado todo este tiempo a ser lo más imparcial posible, o como en este caso en especial por el que estamos aquí. Mi deseo es ayudar a ambas naciones resolviendo un posible conflicto diplomático o hasta bélico…

La atenta mujer se quedó mirándolo y guardó silencio, no sabía si disculparse ante la duda que tuvo sobre la integridad de su compañero, o agradecerle la confianza que depositó en ella al confiarle su situación. Peter, que también había guardado silencio por algunos instantes, agregó:

—Jessica, te he hablado así porque el capitán Sellers me informó que a partir de esta misión trabajemos juntos, y no debe haber ningún disfraz entre nosotros, me estoy abriendo totalmente ante ti. Seguramente viajaremos y dormiremos juntos muchas veces, por lo que considero prudente y sano que a partir de hoy no haya ningún tipo de secretos ni sorpresas. Así que debó confesarte por último…

— ¿Una confesión más? —interrumpió.

—Ja, ja, sí —confirmó y agregó—. El día que nuestro jefe me informó que vendrías conmigo, me opuse, estuve en desacuerdo; mis argumentos fueron que no estabas preparada aún para este tipo de trabajos, incluso mi intención era la de venir yo solo.

— ¿Eso piensas de mí? —lamentó expresando su decepción en su rostro.

—En su momento sí, y quise confesártelo por los motivos que te expuse ya, te reitero, ¡no quiero ningún tipo de secretos!, es más, aún en este momento lo sigo creyendo, quizá estoy siendo duro contigo, pero creo que aún no estás preparada para este tipo de trabajo; por otro lado, he notado que tienes una gran intuición y eso es muy importante en esta difícil profesión, seguro llegarás lejos, levanta esa carita y demuestra que yo estaba o estoy equivocado.

—En poco tiempo cambiarás de opinión, eso te lo puedo asegurar —advirtió desafiante levantando la cara con orgullo.

—Estoy seguro que así será, pero bueno… ya no tengo más confesiones, ahora es tu turno… ¿Algún secreto que deba yo saber?, ¿hay algo que debas confiarme?

Jessica en ese momento sintió recorrer un gran frío por todo su cuerpo, se quedó solidificada, agachó la mirada e inmediatamente se le vino a la mente la posibilidad de revelarle por fin que tenía un gran secreto, pero éste era del alma. El amor que sentía por Peter yacía en un escondrijo muy dentro de su corazón: «Es tiempo de confesarle que lo amo con toda mi alma, que cada noche imagino estar entre sus brazos; este es el momento adecuado, debo armarme de valor.» —pensó mientras Peter la miraba expectante, notó que su compañera se estaba sonrojando paulatinamente, e insistió— ¿Y bien Jessica?

—Sí Peter, tengo algo que confesarte —dijo  por fin armándose de valor—, es algo que me he guardado durante mucho tiempo… yo… yooo…

—Tú… ¿tú qué? —preguntó con gran impaciencia.

—Quiero decirte que yo te…

Toc Toc Toc, se escuchó, llamaban a la puerta para anunciar que el servicio del desayuno había llegado.

— ¡El desayuno! —exclamó Peter poniéndose de pie, se dirigió de inmediato a la puerta para atender el llamado, ordenó colocaran los alimentos en la mesilla, venían acompañados del periódico “The St. Peterburg Times”, unos instantes después comenzaron a paladear sin retomar la conversación, Jessica debía dejar para otra ocasión el secreto que estaba a punto de revelarle…

 

 

Veinticinco minutos más tarde…

 

—Me siento un poco maltrecha y hasta molida, quizá haya sido el ajetreo del viaje, me daré un buen duchazo —manifestó, mientras Peter ya hojeaba con rapidez y recostado sobre la cama el periódico que le había entregado el mozo.

Jessica ingresó al baño, éste muy amplio y de un aspecto totalmente elegante, con el piso en mármol; del lado izquierdo se apreciaban una tarja del mismo material pero en color naranja, un gran espejo flanqueado por dos lámparas, además de un pequeño mueble con tres grandes toallas por encima de él; del lado derecho una cómoda silla que ocultaba de primera instancia el W.C., y finalmente en el fondo, además de la ducha, una hermosa tina que parecía invitar a relajarse y mimarse.

 

 

Por fuera del baño…

 

A Peter pareció no interesarle demasiado las triviales noticias del periódico, lo dejó por un lado con desdén, tomó el control de la televisión para encender el aparato, oprimió repetidamente el botón de cambio de canal buscando algún programa que llamara su atención… noticiarios… documentales… reportajes… un programa de concursos… una entrevista a algún político… ¡y por fin!, un partido de hockey sobre hielo, dejó por un lado el aparatillo y se acomodó para observar las emocionantes acciones.

 

 

Mientras tanto, Jessica se sentó en la pequeña silla, se quitó las sandalias que hizo a un lado, se colocó de pie, se deshizo de la bata que llevaba puesta, la colocó en la silla, se posicionó frente al espejo y se miró por unos instantes. Se reflejaba y se inspeccionaba el cuerpo semidesnudo, contemplaba sus piernas bien torneadas, apiñonadas y con un delineado perfecto, sus curvas podrían ser envidiadas por cualquier modelo de pasarela; su piel lucía radiante, lisa y tersa. Ella misma reconocía lo casi perfecto de su cuerpo. Se quedó reflexionando durante algunos segundos, ¿es que Peter no se daba cuenta de ello?, ¿por qué prefería a Aleksandra y no a ella?, si bien la rusa era igualmente bella y bien dotada, Jessica no le pedía nada, incluso su rostro era igual de bello, de facciones igualmente muy finas, los ojos de color café claro siempre habían expresado dulzura y una chispa sin igual, ¿quizá la altura, o los aires de intelectual?, ¿le llamaría más la atención al agente Murray la estatura y personalidad de Sasha?, —«No, no creo que sea eso, ¿qué hago para “vencer” a esa larguirucha vikinga?» —se cuestionó con enfado al mismo tiempo que hacía un gesto de enojo.

Mientras seguía divagando y platicando con ella misma, con especial atención miró sus pechos a través del espejo, se mostraban altivos y firmes, carnosos y redondos, adornados por unos pezones duros y rosados. Estiró su mano derecha he hizo girar una de las llaves de la ducha, esperó unos instantes a que la temperatura del agua fuera lo suficientemente agradable. La tanga era la última prenda que impedía su total desnudez, se despojó de ella, dio unos pequeños pasos y comenzó a sentir el agradable hilo de agua por todo su cuerpo; el líquido caliente corría por su pelo y continuaba su caída recorriendo toda su espalda, seguía sumida en sus dudas y deseos, ¿lograría algún día llamar la atención de Peter?, ¿Peter?, sí Peter… él algún día la acariciaría, algún día la besaría... sí… algún día la poseería… El agua continuaba su andar por toda su anatomía, la acariciaba a modo de consuelo, cerró los ojos y de pronto… imaginó que ahí junto a ella estaba su compañero, que estaba justo detrás pegando sus poderosos y fuertes pectorales a la espalda de ella, fantaseó entonces que las gotas de agua que caían sobre su cuello y hombros eran los cálidos y húmedos labios de su hombre que besaban con suavidad y ternura su piel, que sus manos acariciaban sus senos, que los sujetaban suavemente pero a la vez con firmeza. Coordinadamente los soñadores pensamientos fueron acompañados de las yemas de los dedos de una de sus manos, quienes recorrieron su pecho suavemente al ritmo de su imaginación, continuaron su camino por su vientre, mientras con la otra mano se abrazaba a sí misma, pero para ella, no eran las gotas de agua ni sus propias extremidades, era Peter quien la estaba acariciando, ¿Peter?... Súbitamente abrió los ojos… Pero si ese hombre estaba ahí mismo, en la misma habitación, ¿por qué imaginar aquellas escenas si podría vivirlas de verdad?, sólo hacía falta decidirse. Era momento de vencer de una sola vez su timidez y jugarse quizá su última chance, cual jugador de póker que se juega su última carta y arroja al centro de la mesa todas las fichas. Si quería tener una oportunidad para estar con el hombre que amaba era ahí y ahora, tenía que seducirlo, demostrarle lo hermosa que era, hacerle ver que ella era una mujer, que lo deseaba y que lo amaba. Descubrió en ese momento qué diferencia existía entre ella y Aleksandra Sokolova; la discrepancia no estaba en el físico, sino en la actitud, «sí, es eso, es actitud y decisión», pensó «¿y si me rechaza?, ¿qué pensaría de mí?... ¿y si me acepta y me corresponde?». Por un instante fue presa nuevamente de sus propias dudas que la habían esclavizado por mucho tiempo; sin embargo, esta vez salió victoriosa de ellas. Cerró la llave de la ducha y sin pensarlo más, tomó una toalla, caminó sólo unos pequeños pasos mientras frotaba y secaba con firmeza su cabello, recogió un corto camisón de encaje color blanco, hecho de una delgada seda, se lo colocó en su curvilíneo cuerpo, giró y se miró al espejo por algunos breves instantes, la vestimenta le dejaba ver una gran parte de sus bien formadas piernas, al igual que el pronunciado escote que evidenciaba casi en su totalidad aquellos senos que lucían radiantes y apetitosos, en realidad toda ella se mostraba sensual, provocativa y erótica.

Así pues, de manera erguida y altiva se dispuso a abandonar el baño para entrar a la recamara donde estaría Peter, así lo sorprendería y si bien no le diría con palabras “aquí estoy, tómame y hazme el amor, este es mi gran secreto”, sí se lo expresaría su cuerpo; abrió entonces la puerta del baño para surgir con la misma decisión que sale un torero para enfrentar a ese gran toro bravo, caminó descalza rumbo a la cama acomodándose de último momento el escote para mostrarse de una manera más insinuadora, se sentía excitada, emocionada, su corazón latía de manera acelerada... Y repentinamente, sus ojos se volvieron en varias direcciones, su rostro se apagó de una manera fulminante, con gran desilusión notó la ausencia de su platónico amor —«¡Ohhh, noo!, ¿a dónde se fue? » —pensó abatida y decepcionada. Se quedó petrificada por algunos segundos mirando al solitario lecho donde según sus erróneos cálculos debería estar recostado su compañero. Retornó al baño, localizó la bata negra y se la colocó nuevamente por encima de la sensual ropa, regresó a la recámara derrotada y desencantada; se sentó al pie de la cama sin saber qué hacer, pasaron así un par de minutos, decidió entonces recostarse y tratar de olvidar todo lo ocurrido minutos antes, quería su mente relajar.

De pronto escuchó un ligero ruido, la puerta principal de la suite parecía estar abriéndose.

— ¿Eres tu Peter? —indagó cautelosa.

— ¡Sí, soy yo!, mientras te bañabas bajé a recepción para informarles que nos quedaríamos una noche más, así mismo aproveché para imprimir los boletos del tren para nuestro viaje de esta noche —respondió alzando fuertemente la voz para ponerla al tanto—, ¿puedo pasar?, es decir… ¿Ya te vestiste? —inquirió con tiento mostrando respeto a la privacidad de ella.

El corazón de la mujer estaba acelerándose nuevamente, la respiración muy agitada, apenas si pudo articular un par de palabras—. Adelante... pasa.

Peter obedeció y se le quedó mirando, notó cierto nerviosismo en ella, se sentó igualmente al pie de la cama y le preguntó con inquietud — ¿Ocurre algo?

Jessica se colocó de pie justo frente al él sin decir palabra, se le quedó mirando con ojos penetrantes y decididos. Él continuó sentado, siguiéndola solamente, con la mirada expectante.

—Hace rato me dijiste que no debía haber un solo secreto entre nosotros, ¿no es así? —dijo sonrojada y temblorosa.

—Sí, así fue —respondió con curiosidad y extrañeza.

—Tengo un secreto que llevo muy dentro de mí desde hace mucho tiempo y es momento de revelártelo —confesó al mismo tiempo que se despojaba de su bata y la dejaba caer con suavidad.

—El agente Murray quedó atónito y petrificado, por algunos instantes se quedó observando la figura de Jessica que se apreciaba de lleno a través de la luz de la recamara. La prenda translúcida dejó ver su hermoso cuerpo, su figura estaba siendo auscultada de manera minuciosa por Peter, ella sintió cómo la mirada masculina la recorría lentamente, lejos de incomodarse se sintió excitada, satisfecha de haber llamado la atención de su compañero, advirtió cómo la exploraba, mientras cómplice lo contemplaba llena de deseo. Aquel cruce visual era ya en un tono de desenfreno; de pronto el agente Peter se levantó de la cama, se alejó de Jessica casi un metro, la miró fijamente a los ojos por unos instantes, ella se quedó inmóvil, expectante, y lo escuchó decir:

— ¡Eres muy hermosa Jessy! —al tiempo que se agachó para recoger la bata que ella misma había deslizado, y sin pedirle permiso se la colocó cubriendo de nuevo su cuerpo, dio un pequeño paso hacia adelante y la beso en la frente, ella cerró los ojos tímidamente y le dijo al agente:

—Peter, yo… yo…

—Lo sé mi querida Jessy, lo sé… —la interrumpió en voz baja y colocándole el dedo índice en los labios.

—No quiero que pienses mal de mí —suplicó.

— ¡Claro que no Jessy!, ¡claro que no!, sólo espero me entiendas, estoy un poco confundido y no quiero aprovecharme de la situación, eres una gran mujer, muy valiosa y muy hermosa; no niego que siento un gran deseo por ti en este momento… —el agente hizo una pequeña pausa antes de continuar con voz muy temblorosa y casi balbuceante—, es más... ahora mismo no sé ni cómo me estoy controlando.

Jessica asintió con la cabeza y bajó la mirada. Peter entonces le levantó la cara y con mucha ternura y delicadeza la tomó de la barbilla, acercó la propia y le posó los labios en los de ella muy suavemente. Ella cerró los ojos disfrutando cada instante de la escena, el corazón parecía que estallaría y que saldría de su pecho, le colocó los brazos por encima de los hombros de él para aferrarlo más hacia ella y sin más, lo beso con una fogosidad que parecía infinita, su lengua quemaba la de él. Por fin probaba aquellos labios que durante tanto tiempo deseó saborear, lo hizo con sinceridad, con amor puro. Él la correspondió sin conocer el motivo, quizá se dejó llevar por el momento y la situación, o tal vez para no hacerla sentir mal; por la razón que sea, estaba envuelto en los brazos de Jessica y parecía estar disfrutándolo también. La intensidad de las caricias fueron en aumento, los labios no se podían despegar… Repentinamente se escuchó un fuerte “Beeep ... beeep… beeeep”…

Peter se despegó del cuerpo de ella a toda prisa, sonrojados ambos voltearon la mirada a la proveniencia del sonido.

—Es mi teléfono —dijo él con dificultad.

— ¿Quién será? —inquirió Jessica curiosa por la inoportuna llamada.

¡Sasha, buenos días de nuevo! —exclamó contestando con mucho nerviosismo al llamado de su aparato celular, al mismo tiempo que giró su cabeza para encontrarse con la mirada atenta y expectante de Jessica, ambos se observaron con contrariedad.

Escucha, me urge verte, nos vemos a la una de la tarde en punto en mi departamento… ¡Ah!… tengo que aclararte algo, ven solo esta vez —dijo Sasha en tono mandón y apresurado desde el otro lado del auricular.

Ahí estaré puntual en un rato más —concluyó el agente.