Capítulo 17
Con un rostro de miedo y de pavor, el coronel Víctor Zavarov se dirigió a los otros dos ocupantes del vehículo:
— ¿Ahora comprenden por qué quiero tanto a este coche?
—Sí, ¿pero cuánto tiempo aguantará el blindaje de esta chatarra sobre ruedas? —gritó Jessica ofuscada, al mismo tiempo que Peter advirtió:
— ¡Ahí vienen otra vez, agáchense!
Nuevamente los agresivos hombres atacaron, sólo que esta vez no sólo el copiloto lo hizo, sino también el conductor disparó. Instantes antes el chofer hizo girar ciento ochenta grados su unidad de manera ágil y espectacular, rechinando los neumáticos, quienes derraparon con la superficie resbaladiza, sin embargo, mostrando su gran habilidad para conducir logró controlar la unidad, quien a gran velocidad se había dirigido hasta donde se encontraban los indefensos ocupantes del viejo Volga. El blindaje comenzó a ceder, el cristal delantero al igual que los laterales comenzaron a fragmentarse en pequeñas partes, saltando hacia los aires para después caer y confundirse con la blanca nieve de la orilla de la carretera.
Un par de vehículos ajenos a la situación que simplemente transitaban en ese momento por el lugar detuvieron sus unidades al advertir la violenta escena. Unos de sus ocupantes se agacharon en un instinto de supervivencia, otros bajaron para correr y ocultarse donde pudieron, y a algún otro le ganó más el morbo y atestiguó la escena como si se tratase de un espectáculo público.
— ¡Hagamos algo Peter! Estoy seguro de que esta chatarra seguro ya no arrancará —dijo el coronel Zavarov con angustiada voz.
— ¡Vaya!, por fin reconoce que este auto es tan sólo una vil piltrafa —contestó el agente y agregó—. Saque su arma. Y tú Jessica, abre la puerta y corre agachada, protégete en aquellos árboles de allá —dijo señalándole un par de pinos frondosos y de grueso tronco que se apreciaban a tan sólo treinta metros de distancia, al tiempo que añadió—. Yo saldré hacia el otro lado para llamar su atención y correré en sentido contrario al tuyo.
—Mi arma no la traigo en este momento Peter, es mi día de descanso y no puedo llevarla conmigo.
— ¡Maldita sea! —dijo entre dientes Peter, no sabía si era rabia, impotencia o ambas sensaciones a la vez, sin embargo no dudó y de inmediato repitió—. Corre Jessica, corre rápido —acto seguido, él mismo salió del automóvil y se dirigió hacia la carretera tratando de llamar la atención del par de agresores. Éstos habían descendido de su coche, lo mal estacionaron a sesenta metros de distancia, y con pasos firmes se fueron acercando al trío de víctimas. Al verlos correr como indefensos ratoncitos en todos sentidos, sólo sonrieron complacidos, se miraron mutuamente y el que parecía de mayor rango ordenó:
—Hagámoslo ya, primero al traidor.
Al instante, rociaron de balas el vehículo donde el coronel Zavarov intentaba bajar de él, apenas si logró abrir la puerta cuando sintió caliente parte de su vientre y espalda, de inmediato miró hacia abajo y atestiguó cómo le escurría sangre. El contraste del color rojo de su plasma y el blanco de la nieve era sin duda un espectáculo grotesco y aterrador. Por instinto llevó ambas manos hasta su vientre intentando detener el sangrado; sin embargo, su esfuerzo era inútil y más aún en cuanto comenzó a experimentar en su pierna derecha otra sensación de calor. Otra bala había penetrado en su cuerpo, el chorro de sangre era mayor que el que brotaba de su vientre y pecho. Se dejó caer al suelo, al sentirse debilitado, y con un gran esfuerzo lanzó un par de gritos:
—¡¡¡Corran!!! ¡¡¡Corran!!!
Los hombres armados, al ver caer al suelo al coronel, se sintieron parcialmente satisfechos, ambos dirigieron sus miradas hacia los agentes británicos, uno de ellos dijo:
—A estos lentamente —al instante que dejó de sostener su metralleta la cual pendía de una cinta que colgaba del cuello del hombre. Después extrajo de su cintura una pistola, y apuntó a Peter, quien corría por la cinta asfáltica. Disparó en una ocasión, y vio como caía el agente golpeándose contra el asfalto.
—¡¡Peterrrrrr!! Noooooo, nooooo, ¡mi amorrrrr! —gritó Jessica con desesperación, quien desde lejos atestiguó la dramática escena. El par de atacantes voltearon a mirarla, el de menor rango sin esperar alguna orden se dirigió hacia ella caminando con lentitud, saboreando la escena, disfrutando la cara de angustia y de pánico de su presa. El alimento del sádico estaba ahí mismo, a pocos metros de distancia se alcanzaba a apreciar cómo el rostro de la inglesa se desfiguraba, el terror que emanaba era evidente.
—Dispárale ya —ordenó el jefe.
Sin miramientos el subalterno accionó el gatillo de su propia pistola. Él también había preferido disfrutar el momento, y la metralleta la abandonó por un instante, para con su arma de menor calibre cumplir la orden de asesinar a Jessica. Ésta se agachó por acto reflejo, tuvo suerte de que la bala hizo impacto en uno de los árboles, la costra del pino cayó al suelo nevoso ante la mirada medrosa de la dama. Sin embargo, el agresor se acercó un poco más, apuntó su arma nuevamente contra la humanidad femenina, dudó un instante hasta asegurarse de esta vez no fallar. En ese momento el cuerpo del criminal cayó al suelo desfallecido. Contrariados por lo ocurrido, tanto la propia Jessica, así como Peter y el otro agresor giraron en varias direcciones sus cabezas buscando el origen del disparo que un segundo antes habían escuchado.
El único ocupante del vehículo color verde olivo había descendido de éste. Y desde doscientos metros de distancia hizo accionar con una gran precisión y habilidad su rifle Dragunov (arma preferida por muchos francotiradores profesionales). Con gran frialdad vio caer inerte el cuerpo del primero de sus objetivos. Sin modificar la impávida expresión de su rostro, Vasili giró suavemente su arma hasta localizar en la mirilla a su siguiente víctima, respiró como lo hace un bebé que duerme plácidamente, su ritmo cardiaco se alentó por un instante, su corazón parecía estar deteniéndose al igual que el de todos los francotiradores profesionales al momento de alistarse para disparar.
El barbado hombre que tenía en la mira no tuvo tiempo de reaccionar, apenas sí avistó vagamente a su victimario cuando al igual que su compañero cayó al suelo con la cara al cielo y con los ojos abiertos. La bala había atravesado su corazón con gran precisión, instantes antes de que dejara de respirar emitió con esfuerzo y casi en silencio una frase en árabe:
—Dios es grande… Soy mártir de Alá… Me gané el cielo…
Vasili, al ver caer los dos cuerpos comenzó a caminar acercándose a los británicos, que mudos atestiguaron cómo sus atacantes habían pasado de victimarios a víctimas en cuestión de segundos. Jessica inmediatamente corrió hacia donde Peter yacía sentado en la carpeta asfáltica, se agachó para abrazarlo y decirle al oído:
—Peter, mi amor ¿Estás bien?, dime que sí, por favor dime que sí —dijo desesperada y angustiada, al mismo tiempo que contempló sangre en la carretera— ¡Estás herido Peter!
El agente se miró su pierna, tocó su extremidad inferior derecha y dijo:
—Es tan sólo un roce, afortunadamente la bala no me atravesó la pierna. Pero ayúdame a incorporarme, el coronel Zavarov quizá esté vivo aún, debemos ayudarlo.
La agente auxilió a Peter, quien con dificultad y dolor se incorporó, se apoyó en el hombro femenino y cojeando y con relativa lentitud se acercaron hasta donde estaba postrado el cuerpo del coronel Zavarov.
— ¡Coronel! ¡Coronel! —dijo Jessica al mismo tiempo que sacudió ligeramente la humanidad del militar, mientras Peter le tocó el cuello y se agachó hasta su pecho.
—Aún tiene pulso, y su corazón late con lentitud, pero aún sigue funcionando —dijo el británico.
—Coronel, aguante, estará usted bien —le dijo Jessica con desesperación.
El militar ruso abrió los ojos, los miró fijamente, les sonrió y dijo con mucha dificultad:
—Lo siento agentes, les fallé…
—No hable, no haga esfuerzo —le recomendó el agente Murray.
—Ya no hay tiempo Peter, mi hora ha llegado —dijo con mayor dificultad y en voz muy baja, era evidente que estaba sucumbiendo a tanta pérdida de sangre que se acumulaba en un gran charco, alcanzando a fundir parte de la nieve.
—No, coronel, no diga eso, la ayuda ya viene —intervino Jessica, más a manera de consuelo que una mera realidad, pues el cuerpo del herido se enfriaba a cada segundo que transcurría.
El moribundo giró su cabeza haciendo uso de sus últimas reservas de energía, le sonrió a la mujer. Y agregó —El padre de Sasha…
— ¿El padre de Sasha qué? —cuestionaron ambos agentes casi al mismo tiempo.
—El padre de Sasha y el arma geofísica se encuentran en algún lugar de las montañas del Cáucaso, las coordenadas son… 46 grados…
—Sí, 46 grados, ¿qué más? —preguntó con ansiedad Peter.
—46 grados —repitió el coronel— 27 minutos…
— ¿Sí?, ¿qué más?, ¿qué más?
El coronel Zavarov no contestó, su corazón dejó de latir en ese preciso momento, sus ojos quedaron abiertos y mirando al cielo. Eso sí, en sus manos quedaron atrapados y aferrados fuertemente los billetes, las libras esterlinas parecían ser lo último que habría deseado perder, su último gran tesoro. La ambición de muchos de los seres humanos reluce en los momentos menos inesperados o inapropiados, y este momento de la muerte del coronel era un buen ejemplo. Al menos había sentido la satisfacción muy personal de por algunos minutos ser dueño de £40,000 libras esterlinas.
—Murió ya, no hay nada que hacer —dijo Peter, mientras con su mano derecha bajó los párpados para ocultar ambos ojos del recién fallecido, al tiempo que Jessica giró su cabeza para evitar la tétrica escena.
—Agentes Peter Murray y Jessica Sanders —se escuchó la voz emitida en un inglés muy forzado, apenas lo suficiente para darse a entender en el idioma nativo de los agentes.
Ambos giraron sus cabezas para cerciorar, que un hombre estaba de pie a sólo tres metros de ellos.
—Déjenme presentarme, soy Vasili, fui enviado por la agente Aleksandra Sokolova para protegerlos ¿Están ustedes bien?, en especial usted agente Murray, veo que está sangrando…
—Sí, estamos bien, lo mío es tan sólo un roce —dijo Peter al mismo tiempo que se reincorporó, al igual que su compañera.
—De cualquier manera, póngase esto apretando fuertemente su pierna —dijo Vasili mientras se arrancó de un gran jalón una manga de su camisa para entregársela en sus manos—. Hágase un torniquete, esto detendrá el sangrado.
— ¿Dices que Sasha te envió?
—Sí, lo vengo siguiendo a usted desde que salió ayer del departamento de ella, abordé el tren junto con ustedes, y he sido su guardián desde entonces. Por poco y fallo en mi misión, pero es que de repente este par arrancó su auto hacia ustedes, apenas si me dio tiempo de abrir mi estuche y colocar mi rifle sobre mi auto, para cuando lo hice, ya los habían atacado, afortunadamente tuve tiempo de reaccionar.
—Pues no fue tan eficiente su trabajo —dijo Jessica reclamando, y al mismo tiempo señalando el cuerpo inerte del coronel Zavarov.
—Mis órdenes fueron protegerlos a ambos. Puedo estar tranquilo.
— ¿A mí también? —preguntó Jessica mostrándose hasta cierto punto incrédula.
—A usted también agente, textualmente mi superior me dijo “No le debe pasar absolutamente nada al agente Peter Murray y la agente Sanders”.
— ¿Su superior? —Indagó de nuevo Jessica.
—Sí, esas fueron las instrucciones de mi superior, la agente Aleksandra Sokolova —confirmó Vasili—. Además, les debo informar que un helicóptero ya viene en camino, los llevará de regreso a San Petersburgo, la orden es que yo los acompañe. Del cuerpo del coronel Zavarov no se preocupen, en unos minutos llegará una unidad militar, ya hice el llamado. En nombre del gobierno ruso, les informo que deberán salir de este país lo antes posible.
— ¿Cómo debemos tomar esto último? —dijo Peter.
—No sé cómo deban o deseen tomarlo, pero habrán de salir de Rusia de inmediato, un avión los espera en San Petersburgo, apenas bajen del helicóptero deberán abordar el jet que los lleve a Londres —dijo Vasili secamente y sin mostrar ninguna expresión en su faz.
Ambos agentes se miraron a los ojos sin decir palabra. Se conformaron, y junto a Vasili se dispusieron a esperar la llegada del helicóptero para su traslado a San Petersburgo nuevamente. De pronto el silencio que guardaban los tres, se interrumpió con el fuerte sonar del timbre del aparato celular de Vasili, éste de inmediato contestó:
—Están a salvo, aquí están frente a mí ambos agentes británicos… en unas horas estaremos en Moscú. Sólo hubo una baja… lo siento… el coronel Zavarov está muerto… —dio en el idioma ruso y con mucha frialdad su informe, al mismo tiempo que miraba a los británicos con ojos que parecían dos témpanos de hielo.
…Minutos antes, justo después de que Dimitri diera la orden de matar a Peter…
—A Peter no le harás nada malnacido, ya verás cómo nada malo le pasará —dijo Sasha, acompañando la advertencia de un fuerte puñetazo que fue descargado sobre el áspero rostro de Dimitri. Éste con su propia mano derecha acarició su mejilla enrojecida por el duro golpe, sin duda ella lo tomó por sorpresa.
— ¡Hija de puta!, te vas a arrepentir, acabas de firmar tu sentencia, maldita, no tienes idea de lo que acabas de hacer…
No había terminado de recitar la serie de amenazas cuando Dimitri vio venir un nuevo ataque por parte de la mujer, esta vez sin embargo el furioso hombre interceptó la mano de su agresora antes de que hiciera contacto con su rostro, con su gran mano que se asemejaba más a la de un gorila que a una extremidad humana apretó el brazo de ella y lo retorció hasta hacer que se doblara. Logró hincarla y en ese momento aplicó aún más fuerza.
—Ayyy… suéltame… —suplicó ella con un gemido agudo y lleno de dolor, frunciendo el ceño y cerrando los ojos.
Con la otra mano Dimitri extrajo de entre sus ropas con rapidez un enorme cuchillo y colocó la fina y puntiaguda arma en el cuello de ella, haciéndola sentir el frío metal en su piel.
—Quería otra historia para nosotros dos hermosa mujer, aunque no me estás dando ninguna otra opción, te mataré a ti también, pero antes serás mía por la fuerza, te trataré como lo que eres, ¡una gran puta! —exclamó gritando—, sí, eso eres, ¿acaso no eras la puta de ese mediocre inglés?, te violaré como tus soldados hicieron con mi madre y con mi hermana, y después te encajaré este cuchillo en el fondo de tu vientre. Vengaré el honor de nuestro pueblo, Alá está de nuestra parte.
— ¿De su parte? —preguntó haciendo caso omiso de los insultos y amenazas.
—Sí, de nuestra parte —confirmó él y continuó—. Qué más da que sepas quienes somos, al fin y al cabo morirás en unos minutos. Somos muyahidines de varias nacionalidades, unidos con un solo fin, liberar a este mundo de los infieles. Como bien lo sabes ya, contratamos a tu propio padre para que encabezara el proyecto y construcción del arma geofísica más sofisticada y destructiva, financiados por… te sorprenderías demasiado si te lo dijera. La tenemos ya operando muy escondida y camuflada en las montañas caucásicas. Nueva Orleans sufrió las consecuencias, y próximamente lo sufrirán millones de personas más, gracias a tu información que me diste sobre la planta nuclear de “San Onofre”, la yihad está en marcha y nada ni nadie podrá detenerla.
— ¿Muyahidines? —dijo ella—, ¿no querrás decir terroristas?, se esconden en las montañas casi impenetrables de la zona del Cáucaso para planear sus fechorías, desde ahí conciben sus ataques hacia miles de ciudadanos inocentes, incluyendo mujeres y niños.
— ¡Mujeres y niños inocentes!, sí, como mi madre y mi hermana lo fueron, como mis vecinos, como mis amigos ¿Y lo que hacen con nuestros pueblos tanto Rusia y Norteamérica?, ¿eso no es terrorismo? —hizo una pausa antes de insistir—. Contesta maldita perra. Occidente le llama lucha contra el terrorismo, utilizando como uno de sus métodos de lucha precisamente eso ¡¡el terror!! Sí, y aprovechándose para expandir sus imperios y saquear nuestras riquezas.
Con uso de palabras amenazantes y altisonantes el grandote obligó a que se pusiera de pie la mujer, cuidando los movimientos de ella para no verse sorprendido. La colocó frente a él, siempre con el cuchillo en la piel de ella, quien al sentir el arma blanca a punto de penetrar en su cuello, estiró al máximo éste.
— ¿Ya se te quitó lo agresiva?
Sasha no articuló palabra, únicamente observó hacia el techo donde ya venía acercándose hacia ellos el abejorro que había estado merodeándolos durante toda su estancia en el lugar.
Dimitri no se dio cuenta de ello y comenzó a bajar el cuchillo hacia el pecho de la rusa, con paciencia y lentitud, disfrutando la cara de angustia de su víctima.
—Ante cualquier movimiento brusco que hagas… Te lo enterraré —dijo con una sonrisa socarrona, sus ojos azules brillaron con intensidad, su rostro describía a un enfermo mental en trance.
Sasha comenzó a sentir cómo el primer botón de su blusa había sido arrancado de un solo jalón, un instante después cayó al suelo el segundo botón, y sin ofrecer resistencia finalmente su blusa fue arrancada con violencia y arrojada al suelo.
—Serás mía, sólo mía…
La mujer guardó un sepulcral silencio, se quedó inmóvil, parecía ser cómplice del lujurioso acto, aunque lejos de serlo, parecía estar esperando con paciencia algún acontecimiento, por mientras, estaba cediendo a todo lo que Dimitri realizaba. Contempló cómo el rostro de su atacante comenzó a transformarse, y en instantes pasó de ser el de un ser lleno de odio al de un lujurioso que estaba saboreando cada instante que estaba transcurriendo, estaba llenándose de las imágenes que sus ojos captaban, los senos de la mujer comenzaron a asomarse. Él, haciendo gala de poder, paseó por unos breves instantes su cuchillo por el pecho izquierdo de Sasha, quien al sentir el filoso instrumento giró su cabeza evitando y evadiendo el perverso acto; cerró ambos ojos, apretó con gran fuerza sus parpados, sin embargo, hizo de tripas corazón y siguió aguardando. Inmediatamente sintió el caminar del cuchillo por su cuerpo, notó que se detuvo en medio de sus pechos, seguramente su sostén sería desprendido de un jalón…
—Serás mía… —repitió Dimitri, esta vez con una voz más pausada, su lujuria estaba poseyéndolo, el ver el rostro de sufrimiento y repugnancia de su víctima lo estaba excitando. La mujer no sabía que el hombre que tenía frente a ella era un sádico sexual, la parafilia que padecía, se gestó en el momento mismo de su infancia, el observar cómo violaban a su madre y hermana fue un trauma psicológico que jamás pudo superar, dejando huellas imborrables en sus recuerdos. Nunca pudo relacionarse sexualmente de un modo normal con sus parejas, problema que se agravó al convertirse en un hombre con una seria disfunción eréctil, pues en cada intento de copular con alguna mujer, el recuerdo de su madre gritando y pataleando, así como el de su hermana ultrajada e inconsciente lo llenaban de angustia y de dolor. Con el tiempo descubrió que carecía prácticamente de cualquier deseo sexual, sustituyendo éste con el placer que le daba el hacer sufrir a la víctima. Su excitación venía de las caras de dolor, de angustia de la mujer atormentada en turno, incluso en tres ocasiones anteriores llegó a cercenar alguna parte de los cuerpos femeninos. En su juventud había cortado parte de la cara de alguna damisela rusa, el ver la sangre sobre el rostro de ella, ambientado por fuertes gritos de dolor hizo que se sintiera satisfecho; en otra ocasión incluso mutiló con su cuchillo a otra de sus martirizadas, cortándole dos de sus dedos. Hasta que por fin, a una tercera descuartizó llevándola hasta la muerte, lográndolo hacer sentir la mayor excitación que jamás había podido experimentar.
Como sucede en esta parafilia, es común que el cuchillo acechando a su víctima se convierta en un sustituto del miembro sexual. Su filosa arma de metal era el gran escape de Dimitri, la fuga de su mente a las traumáticas escenas que vivió. Y por fin, ahí mismo, la mujer que seguía en su malsana lista estaba precisamente a punto de sucumbir a sus enfermos deseos. Sin embargo, su perversidad pronto se vería frustrada. Pues Sasha cambió de un momento a otro el gesto de repugnancia por el de una mueca más festiva, dibujó en su rostro una sonrisa al observar acercarse justo a espaldas de Dimitri al abejorro, éste se había quedado inmóvil suspendido en el aire a unos veinte centímetros del hombre. La mujer asintió con la cabeza en tres ocasiones, y sonrió aún más, Dimitri notó de reojo la expresión de ella, y preguntó con contrariedad:
— ¿Cuál es el motivo de tu sonrisa estúpida?
No hubo tiempo de respuesta alguna, el abejorro golpeó la cabeza de Dimitri, éste giró todo su cuerpo para indagar el origen del pequeño golpe. Contrariado, localizó en el suelo al pequeño insecto, lo tomó con su mano derecha, y exclamó:
—¡¡Ehhh!!... ¿Qué es esto?... es de metal, es un abejorro de metal —confirmó— lo acercó más a sus ojos para constatar que el pequeño artilugio volador llevaba una diminuta cámara de video. No había terminado de examinarlo cuando irrumpieron en la habitación tres hombres vestidos todos de negro, apenas si alcanzó a girar su cabeza cuando experimentó un gran dolor en todo su cuerpo, solamente emitió dos graves gritos que se asemejaron a los aullidos de un lobo herido.
— ¡Ahhhu!.. ¡¡¡ahhhhhhhhhhuu!!!
Sasha había aprovechado el momento y de la calceta de su pie izquierda extrajo un pequeño y diminuto recipiente metálico, con gran destreza lanzó sobre la piel masculina un par de emisiones de un spray que de inmediato comenzó a surtir efecto en la piel de Dimitri. Éste al instante experimentó un gran ardor, como si se estuviera quemando al rojo vivo, el veneno hacía de las suyas incapacitándolo. Soltó el cuchillo que cayó al suelo, gritó aún más al sentir en sus ojos un inmenso ardor.
— ¿Qué me hiciste maldita perra?, ¡te voy a matar!, te voy a…
No terminó de completar sus amenazas e injurias cuando los tres miembros del comando de fuerzas especiales de la federación rusa, SPETSNAZ, maniataron a Dimitri con facilidad, no le dieron ninguna opción de algún contrataque. El componente tóxico que utilizó la fémina había sido fabricado por la inteligencia rusa (país más avanzado del mundo en cuanto al tema de desarrollo de sustancias venenosas se refiere). Las toxinas penetraron la piel e hicieron efecto en menos de cinco segundos. La sensación duraría apenas dos minutos, tiempo suficiente para controlar a la víctima.
—Es suficiente, lo queremos vivo —dijo Sasha, quien recogía su blusa del suelo, dispuesta a vestirse con ella nuevamente, la prenda ya sin algunos de sus botones, solamente cubrió parcialmente su cuerpo, no importándole a su dueña la situación, se acomodó el pelo y agregó:
—Atenlo a esa silla —ordenó apuntando con el índice de su mano derecha.
Uno de los hombres miembros de los SPETSNAZ, de inmediato ató a la parte trasera de una silla con una soga a Dimitri, solamente de las manos, dejándole libres las piernas; mientras otro individuo recogió del suelo el abejorro artificial, lo levantó y se lo entregó a su superior.
Sasha lo tomó entre sus manos, lo observó durante un breve momento y se dirigió al checheno con ojos inquisidores al mismo tiempo que le mostró el diminuto artefacto desarrollado por la extinta KGB, con fines de espionaje equiparado en eficacia, con los de la propia CIA estadounidense, el MI6 británico y algunas otras agencias de inteligencia tales como la española y la francesa.
—Está grabado todo lo que dijiste Dimitri, continuamente estuvimos vigilados, mis hombres observaron cada movimiento tuyo, grabaron toda conversación, siempre estuve a salvo ¿No viste la furgoneta de la empresa de paquetería estacionada aquí afuera?, vaya, inocente me saliste Dimitri…
El rebelde la miró con odio, sus ojos parecían lanzar llamas de fuego, escupió saliva hacia un lado con desdén. El efecto de las sustancias tóxica en su piel estaban disminuyendo. Finalmente comentó amenazante:
—Si no me comunico en unos minutos con mis hermanos, tu padre morirá, al igual que Peter lo debe estar en este momento.
Ella no comentó nada y de inmediato tomó su teléfono celular, marcó un número y esperó unos segundos a que contestaran…
—Vasili, ¿Qué sucedió? —preguntó ella con ansiedad.
—Están a salvo, aquí están frente a mí ambos agentes británicos… en unas horas estaremos en Moscú. Solo hubo una baja… lo siento… el coronel Zavarov está muerto…
— ¿El coronel muerto?... es una pena… —respondió en voz baja—. Los espero en unas horas en el hangar del aeropuerto, el helicóptero debe estar por llegar según lo planeado, ¿es así?
—Sí, en unos minutos estará aquí, también una unidad viene ya por el cuerpo del coronel Zavarov ¿Gusta usted hablar con el agente británico?
Sasha hizo una breve pausa, meditando la respuesta, y finalmente respondió:
—No, aquí nos veremos, es todo Vasili, te veo en unas pocas horas —colgó el teléfono y se dirigió ahora a Dimitri para decirle en forma retadora.
— ¿Ves?, Peter sigue vivo… en unas horas estará de nuevo aquí, en San Petersburgo.
Dimitri la miró con mayor rabia aún, y le dijo amenazante:
—No importa, te repito que si no llamo a mis hermanos en unos minutos, la orden de ejecutar a tu padre está dada.
—Será mejor que me digas donde lo tienen.
—Ja, ja, ja, lo sabes ya Sasha, en algún lugar de las montañas del Cáucaso…
—Es como buscar una aguja en un pajar, no es suficiente, hace rato te ofrecí una amnistía, si cooperas…
—Jamás, eso nunca, ya te dije, prefiero morir… —interrumpió él.
—Bueno, existen otros métodos menos ortodoxos para obtener una confesión —dijo Sasha desafiante.
—Si muero, nunca sabrás el lugar en donde nos escondemos, ni donde tenemos el arma geofísica, ni mucho menos donde quedarán los restos de tu padre, ¡púdrete! ¡Púdranse tú y Rusia! —gritó Dimitri al mismo tiempo y a pesar de estar atado de ambas manos a una silla, situación que no era ajena para él, pues durante dos años había recibido el adiestramiento militar en las montañas del Cáucaso en la frontera entre Chechenia y Daguestán por parte de la CIA. La agencia de inteligencia estadounidense había introducido a dos de sus agentes (un par de ex SEALS, que al haber sido retirados del servicio regular a su ejército, encontraron un espacio dentro de la agencia, adiestrando a grupos aliados a los intereses de su nación dentro del Medio Oriente principalmente), especializados en las luchas cuerpo a cuerpo, en particular en situaciones críticas como esta, en donde una o más extremidades habían sido maniatadas. Así pues, puso en práctica el adiestramiento militar y realizó un soberbio esfuerzo con sus piernas que las tenía libres, estiró ambas extremidades inferiores al mismo tiempo, para arrebatarle al distraído miembro de los SPETSNAZ el cuchillo que sostenía. Con una habilidad envidiable sostuvo y acomodó el arma entre sus grandes botas color negro, y las dirigió hacia el cuerpo de Sasha, ésta por acto reflejo logró esquivar el inesperado ataque, de inmediato otro de los miembros de las fuerzas especiales saltó sobre Dimitri, quien con reflejos felinos giró su cuerpo sobre su propio eje y con todas las fuerzas de sus piernas empujó el cuchillo y lo enterró en el fondo de las entrañas del hombre. Sasha asustada observó la escena, incrédula y al mismo tiempo impresionada por la habilidad y la fuerza del rebelde checheno. Éste no vaciló en intentar desatar sus manos, al mismo tiempo que lanzó otro ataque con el cuchillo; sin embargo, uno de los otros hombres logró con una patada certera zafarle el arma blanca que voló por los aires, dando dos giros hasta casi tocar el techo de la habitación, ante la mirada de los demás, quienes vieron como si fuera cámara lenta el descenso del cuchillo totalmente en caída vertical y sin realizar giros, atestiguaron cómo el arma punzocortante atravesó el pecho de Dimitri hasta llegar a su corazón.
Sasha dilató al máximo los párpados de sus ojos; impávida por la trágica escena, hizo un gesto de angustia y de horror. De inmediato intentó salvar su vida, se acercó a él, le extrajo el arma de su pecho, la sangre brotaba sin parar, el esfuerzo había sido vano e inútil.
—Dimitri —gritó ella ante la fría mirada del otro par de miembros de las fuerzas especiales rusas, quien acostumbrados a este tipo de escenas sólo contemplaron la misma como quien mira una película de acción en la comodidad de su hogar.
— ¡Dios es grande…! ¡Dios es grande!, Alá me abre las puertas del paraíso —dijo él antes de morir, mirando al cielo con una sonrisa placentera, parecía haber muerto satisfecho de luchar por sus ideales, por su pueblo y por su religión. Había recibido doctrinas mal interpretadas por líderes de grupos fundamentalistas y extremistas islámicos, que interpretan el Corán a su conveniencia, deformando la palabra de su profeta Mahoma. La manera en que miran estos grupos a Occidente, principalmente a Estados Unidos y Europa y llamarlos infieles por considerar que no reconocen o niegan a su Dios (Alá) o a su profeta, los convierten automáticamente en sus enemigos. Aunado a situaciones políticas e intereses económicos e imperialistas por parte de las grandes potencias, se ha convertido en un peligroso caldo de cultivo para la violencia a gran escala, en donde los propios Estados Unidos han sufrido las consecuencias de las traiciones de estos grupos a los que en muchos casos ellos mismos han entrenado, enviando comandos especiales a casi todo el Medio Oriente y el sur de Rusia, escondiéndose en las montañas de difícil acceso, en donde conviven con rebeldes y extremistas chechenos, talibanes afganos, daguestanos, paquistaníes, iranís, iraquíes, somalíes, algunos o muchos de ellos miembros del famoso grupo terrorista Al Qaeda. Y que sin embargo, y a pesar de pertenecer a distintas naciones, tienen algo muy en común, la religión musulmana, que en su momento tiene más valor espiritual para ellos que las alianzas con los propios estadounidenses. Lo que ha tenido en consecuencia que, en determinado momento, se sientan más unidos por el mundo del Islam que por las alianzas con la superpotencia americana, desatándose una serie de atentados a esta nación en mayor o menor escala.
— ¿Dónde está mi padre?, ¿dónde? —gritó ella con desesperación, al mismo tiempo que golpeó en repetidas ocasiones el cuerpo ya sin vida de Dimitri y agregó sollozando— ¡Matarán a mi padre!, sin duda que lo harán…