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—¿Qué es eso de la aplicación Atlas? —preguntó Diana

Arancha la censuró con la mirada. La inspectora pensó que su pupila aún era muy nueva en la Brigada como para interrumpir las disertaciones de todo un comisario y un inspector jefe.

—Es una aplicación exclusiva de la Policía Nacional donde se pueden consultar todos los datos de una investigación, de un vehículo, de una persona, de un teléfono, de un número de serie de cualquier artículo, del IMEI de un teléfono móvil, de…

—Vale, vale —interrumpió el comisario al inspector jefe Vázquez—. Creo que la chiquilla te ha comprendido.

A Diana no le gustó el apelativo de chiquilla. Su rostro la delató y el comisario se dio cuenta.

—¿No conoces Atlas? —preguntó Arancha.

—No estaba segura —replicó Diana.

—Pues en la academia os deberían haber hablado de las aplicaciones policiales.

—No seas tan dura, Arancha —medió el comisario—. La aplicación Atlas es muy reciente y puede ser que… Diana —hizo un esfuerzo para no llamarla chiquilla— no la conozca por ese nombre. Pero es una fusión de Objetos y Perpol, las dos grandes aplicaciones de consulta de datos de la Policía Nacional.

Diana asintió con la cabeza.

—Supongo que dadas las connotaciones de estos crímenes podremos acceder libremente a la red Carnivore y Echelon. —Dijo Vázquez.

Arancha lo miró con inquina.

—Supongo que sí —asintió.

Minutos antes la inspectora había pensado esa misma cuestión y le supo mal que Vázquez se le adelantara.

—Carnivore y Echelon ya están trabajando a tope con este asunto —dijo el comisario—. Una sección de la Brigada de Información está rastreando los correos electrónicos, las IP, los teléfonos… También está haciendo un peinado exhaustivo de todos los mensajes de las redes sociales.

—¿Hay aplicaciones que pueden hacer todo eso? —preguntó Diana—. Pensaba que era un bulo.

La inspectora Arancha suspiró.

—Estoy empezando a arrepentirme de escogerte para esta misión.

El comisario censuró a la inspectora con la mirada. Ese comentario hacia la chica nueva no era propio de Arancha.

—Las aplicaciones existen —dijo Vázquez. El inspector jefe se puso en pie y se acercó hasta el termostato del aire acondicionado bajándolo un par de grados—. El problema es conseguir la autorización para hacerlas funcionar. Solo un juez puede autorizar que los chicos de la Brigada de Información rastreen correos, teléfonos, IP… En el caso contrario sería ilegal.

—Supongo que el fin justifica los medios —dijo Diana para asombro de todos los presentes—. Si para cazar a un asesino como este al que nos enfrentamos hay que saltarse alguna norma, creo que estaría justificado.

Esa no era la forma de pensar de Diana, pero creyó que con su comentario sería aceptada en la Brigada. La joven policía quería transmitir la idea de que lo importante era dar caza a ese asesino y que cualquier medio para conseguirlo sería válido.

Vázquez abrió la boca para decir algo, pero el comisario se le adelantó.

—No —dijo—. No, no y no. Vamos a hacer las cosas de forma legal. Atlas, Echelon y Carnivore se pondrán en marcha cuando el juez lo autorice. Ni un minuto antes, ni un minuto después.

—Bueno, siempre podemos tirar del método tradicional —dijo Vázquez.

Arancha lo miró con ironía.

—Tirar del cable del teléfono hasta llegar al usuario —dijo jocosamente la inspectora.

—Muy graciosa —sonrió Vázquez—. Me refería a solicitar a los responsables de la red social en cuestión todos los archivos que obren en sus ordenadores de la persona que buscamos. Es solo un documento formato Oficio y firmado por el comisario —dijo señalando a Celestino con la barbilla—. Twitter, por ejemplo, nos responderá con la IP desde donde se hicieron todas las conexiones, qué dirección de correo electrónico facilitó el usuario cuando se dio de alta, etc.

—Ya sabes, Vázquez, que esos datos pueden ser falsos —contravino Arancha.

—El correo electrónico, sí —asintió Vázquez—. Pero no la IP… La IP es sagrada.

—La IP puede ser de un cibercafé, por ejemplo —objetó Arancha.

—En un cibercafé no hay anónimos —contravino a su vez Vázquez—. El problema es de la Brigada Operativa que sepa hacer los deberes—. Tan solo tiene que ir allí y pedir la lista de los usuarios. Pudieron pagar el servicio con una tarjeta de crédito, con lo que sabríamos quién fue la persona que se conectó.

—En un cibercafé puede haber muchos usuarios —dijo Arancha.

—Eso era antes —protestó Vázquez—. Antes la gente no tenía Internet en sus casas porque era muy caro y se conectaban en los cibercafés, pero ahora están prácticamente vacíos. Me juego lo que quieras a que Twitter nos da la IP desde donde se conectó el asesino, la compañía telefónica nos dice desde dónde se hizo esa conexión, y si es un domicilio ya lo tenemos, y si es un cibercafé solo hay que mandar a los muchachos de la Brigada Operativa a que hagan gestiones.

Tanto el comisario como Diana asistían impávidos a la discusión de Arancha y Vázquez. Ninguno de los dos dijo nada.

—Y si es tan sencillo —dijo Arancha—, ¿cómo es que no lo hemos cogido aún?

Vázquez se encogió de hombros.

—Está muy bien esta tertulia al atardecer entre investigadores —interrumpió finalmente el comisario—, pero hablando no vamos a coger a ese hijo de puta.

Diana sacó un paquete de tabaco de su bolso.

—Aquí no se puede fumar —recriminó Arancha.

—Aquí no, pero sí en la galería —dijo el comisario.

Anexa al despacho del comisario Celestino Rivero, había una galería de cinco metros cuadrados que daba a un patio interior. Diana, muy resuelta, cogió el paquete de tabaco y abrió la puerta de la galería. Al empujar la ventana se le levantó levemente la blusa, dejando a la vista un tatuaje tribal en la base de la espalda. Los dos hombres no pudieron evitar hacer resbalar sus ojos por la espalda de Diana. Arancha se dio cuenta.

—Hombres —murmuró resoplando.

—Yo creo en el dicho que dice «divide y vencerás» —dijo el comisario—. Hay algunas consideraciones a tener en cuenta. La primera es que cuanta menos gente trabaje en este asunto mejor para todos. Con los que estamos aquí, en esta sala y la galería —dijo señalando hacia donde estaba Diana fumando—, hay suficiente. El trabajo de investigación nos corresponde a nosotros, así que os propongo dos líneas de investigación. —Vázquez y Arancha se rieron al acordarse de una frase del ministro Ángel Aceves cuando los atentados del 11 de marzo de 2004, donde el entonces ministro dijo: «Hay dos líneas de investigación», refiriéndose a la hipótesis de ETA y a la islamista—. Una es la que sugiere Arancha —señaló con un bolígrafo a la inspectora—, la otra la que sugieres tú —le dijo a Vázquez—. Así que poneos manos a la obra y dejaos de chácharas. Arancha y Diana que tiendan un cebo a ese hijo de puta, y tú —le dijo a Vázquez— sigue el cauce tradicional: pinchazos telefónicos, rastreo de IP de correos electrónicos, lo que quieras.

En el despacho del comisario se hizo el silencio. Tan solo se oía el barullo de los otros despachos, proveniente de la puerta de la galería que permanecía abierta mientras Diana fumaba al lado del marco.

—Las intervenciones y uso de Carnivore y Echelon… ¿legal o ilegal? —preguntó Vázquez.

El comisario se quitó las gafas y miró directamente a los ojos del inspector jefe.

—Tú coge a ese hijo de puta —dijo.

Diana sonrió. Su teoría de que el fin justifica los medios había sido validada por el comisario.