[501] No puedo puntualizar el campamento de Aníbal; pero los reales púnicos estuvieron bastante tiempo y a menudo en las cercanías de Arpi (T. LIV. XXII, pp. 9, 42; XXIV, pp. 3 y ss.) <<

[502] «Totila […] Romam ingreditur […] ac evertit muros, domos aliquantas igni comburens, ac omnes Romanorum res in prædam accepit, hos ipsos Romanos in Campaniam captivos abduxit. Post quam devastatiotiem, XL aut amplius dies, Roma fuit ita desolata, ut nemo ibi hominum nisi (nullae?) bestiæ morarentur» (Marcellin, en Chron. p. 54). <<

[503] El tribuli son pequeñas máquinas con cuatro puntas, una fija en el suelo, las otras tres derechas o atravesadas (Procopio, Gothic. l. III, c. 24. Just. Lipsio, Poliorcet. l. V, c. 3). La metáfora está tomada del trébol, hierba con un fruto espinoso, común en Italia (Martin, ad Virgil. Georgic. I, 153, vol. II, p. 35). <<

[504] Ruscia, el navale Thuriorum, se transportó a la distancia de sesenta estadios [12,06 km] de Rusciano, Rosano, un arzobispado sin sufragáneos. La república de Síbaris es ahora el estado del duque de Corigliano (Riedesel, Travels into Magna Grœcia and Sicily, pp. 166-171). <<

[505] Esta conspiración la refiere Procopio (Gothic., l. III, c. 31, 32) con tal independencia y ardor que nada le queda que añadir para igualar la libertad de las Anécdotas. <<

[506] Los honores de Belisario están alegremente celebrados por su secretario (Procopio, Gothic., l. III, c. 35, l. IV, c. 21). El título de Στράτηγος está mal traducido, al menos en esta ocasión, por præfectus prætorio, y con respecto al carácter militar, magister militum es más propio y adecuado (Ducange, Gloss. Grœc. pp. 1458, 1459). <<

[507] Alemano (ad Hist. Arcanam, p. 68), Ducange (Familiæ Bizant. p. 98) Heinecio (Hist. Juris Civilis, p. 434), los tres representan a Anastasio como hijo de la hija de Teodora; y su opinión se apoya en el ambiguo testimonio de Procopio (Anécdotas, c. 4, 5 —θυγατρίδῳ repetido dos veces). Con todo observaré, 1. que en el año 547, Teodora apenas podía tener un nieto en el estado de la pubertad; 2. que esta hija y su marido nos son enteramente desconocidos; y 3. que Teodora ocultaba a sus bastardos, y que su nieto por Justiniano hubiera sido heredero presunto del Imperio. <<

[508] Las ἁμαρτήματα, o faltas del héroe en Italia, y después de su regreso, están referidas ἀπαρακαλύπτως, y probablemente abultadas por el autor de las Anécdotas (c. 4, 5). La jurisprudencia fluctuante de Justiniano favorecía los proyectos de Antonina. Sobre la ley de casamientos y divorcios, aquel emperador era trocho versatilior (Heinecio, Element. Juris Civilis ad Ordinem Pandect. p. IV, núm. 233). <<

[509] Los romanos eran aún apasionados de los monumentos de sus antecesores; y según Procopio (Goth. l. IV, c. 22), la galera de Eneas, de un solo orden de remos, veinticinco pies de ancho [7,61 m], ciento veinte de largo [36,57], se conservó entera en el navalia, cerca del monte Testaceo, al pie del Aventino (Nardini, Roma Antica, l. VII, c. 9, p. 466; Donato, Roma Antiqua, l. IV, c. 15, p. 334). Pero esta reliquia es desconocida a la Antigüedad. <<

[510] En estos mares, Procopio buscó inútilmente la isla de Calipso. En Feacia o Corcira, le enseñaron el buque petrificado de Ulises (Odyss. XIII, 163), pero halló que era de construcción moderna de muchas piezas, dedicado por un comerciante a Júpiter Casio (l. IV, c. 22). Eustacio supuso que era la imitación ideal de una peña. <<

[511] D’Anville (Mémoires de l’Académ. t. XXXII, pp. 513-528) ilustra el golfo de Ambracia; pero no puede fijar la situación de Dodona. Un país a la vista de Italia es menos conocido que las asperezas de América. <<

[512] Véanse los hechos de Germano en la historia pública (Vandal. l. II, c. 16, 17, 18; Goth. l. III, c. 31, 32), y privada (Anecdot. c. 5) y de los de su hijo Justiniano, en Agatias (l. IV, pp. 130, 131). A pesar de una expresión ambigua de Jornandes, fratri suo, Alemano probó que era hijo del hermano del emperador. <<

[513] «Conjuncta Aniciorum gens cum Amala stirpe spem adhuc utriusque generis promittit» (Jornandes, c. 60, p. 703), escribió en Rávena antes de la muerte de Totila. <<

[514] El tercer libro de Procopio termina con la muerte de Germano (Add. l. IV, c. 23, 24, 25, 26). <<

[515] Procopio refiere todas las series de esta segunda guerra gótica, y la victoria de Narsés (l. IV, c. 21, 26-35). ¡Escena esplendorosa! Entre los seis asuntos de poesía épica que Taso revolvió en su mente, titubeó entre las conquistas de Italia por Belisario y Narsés (Hayley, Works, vol. IV, p. 70). <<

[516] El país de Narsés es desconocido, puesto que no debe confundírselo con el Persarmenio. Procopio le llama (Goth., l. II, c. 13) βασιλικῶν χρημάτων ταμίας; Pablo Warmefrido (l. II, c. 3, p. 776), Cartulario; Marcelino añade el de Cubiculario. En una inscripción que está en el puente Salario se le titula ex cónsul, ex-præpositus, cubiculi patricius (Mascou, Hist. of the Germans, l. XIII, c. 25). La ley de Teodosio contra los eunucos se echó en olvido o se abolió (Anotación XX), pero la profecía mentecata de los romanos se conservó en todo su vigor (Procopio, l. IV, c. 21). <<

[517] Pablo Warmefrido, el lombardo, recuerda con complacencia el socorro, el servicio, y la honrosa despedida de sus compatricios: «Romanæ reipublicæ adversus æmulos adjutores fuerunt» (l. II, c. 1, p. 774, ed. Grot.). Extraño que Alboin, el rey guerrero, no mandase en persona a sus súbditos. <<

[518] Era, si no un impostor, el hijo del ciego Zames, salvado por compasión y educado en la corte bizantina, por varios motivos de política, orgullo y generosidad (Procopio, Persic. l. I, c. 23). <<

[519] En tiempo de Augusto y en la Edad Media, toda la extensión de Aquileia a Rávena estaba cubierta de bosques, lagos y pantanos. El hombre subyugó la naturaleza, y desde entonces la tierra ha sido cultivada, una vez recogidas las aguas. Véanse las instruidas investigaciones de Muratori (Antiquitat. Italia medii Ævi, t. I, dissert. XXI, p. 253, 254), de Vitruvio, Estrabón, Herodiano, antiguas cartas y sabiduría local. <<

[520] La vía Flaminia, corregida del Itinerario, y los mejores mapas modernos, por D’Anville (Analyse del’Italic, pp. 147-162), puede establecerse así: Roma a Narni, treinta y un millas romanas [45,69 km]; Terni, cincuenta y siete [84,01 km]; Spoleto, setenta y cinco [110,55 km]; Foligno, ochenta y ocho [129,71 km]; Nocera, ciento tres [151,82 km]; Cagli, ciento cuarenta y dos [209,30 km]; Intercisa, ciento cincuenta y siete [231,41 km]; Fosombrone, ciento sesenta [235,84 km]; Fano, ciento setenta y seis [259,42 km]; Pesaro, ciento ochenta y cuatro [271,21 km]; Rímini, doscientos ocho [306,59 km] —alrededor de ciento ochenta y nueve millas inglesas [304,15 km]. No menciona la muerte de Totila; pero Wesseling (Itinerar. p. 614) cambia, por el campo de Taginas, la denominación desconocida Ptanias, a ocho millas [12,87 km] de Nocera. <<

[521] Plinio menciona a Taginæ, o más bien Tadinæ; pero en el año 1007, el obispado de una ciudad arrinconada, a una milla [1,60 km] de Gualdo, en la llanura, se unió con el de Nocera. Las señales de la Antigüedad se conservan en las denominaciones locales, Fossato, el campo; Capraca, Caprea, Bastia, Busta Gallorum. Véase Cluverio (Italia Antiqua, l. II, c. 6, pp. 615, 616, 617), Lucas Holstenio (Anotat. ad Cluver. pp. 85, 86), Guazzesi (Dissertat. pp. 177-217, una investigación declarada), y los mapas del estado eclesiástico y la marca de Ancona, por Le Maire y Magini. <<

[522] La batalla se dio en el año 458 de Roma; y el cónsul Decio, sacrificando su vida, aseguró el triunfo de su país y el de su colega Fabio (t. LIV. X, 28, 29). Procopio atribuye a Camilo la victoria del Busta Gallorum; y Cluverio refuta este error con la reconvención nacional de Grœcorum nugamenta. <<

[523] Teófanes, Chron. p. 193. Hist. Miscell. l. XVI, p. 108. <<

[524] Evagrio, l. IV, c. 24. La inspiración de la Virgen reveló a Narsés el día, y la palabra, de la batalla (Pablo Diácono, l. II, c. 3, p. 776). <<

[525] Ἐπὶ τούτου βασιλεύοντος τò πέμπτον ἑάλω (Procopio, Goth. lib. IV, p. 53). En el año 536 por Belisario, en 546 por Totila, en 547 por Belisario, en 549 por Totila y en 552 por Narsés. Matreto tradujo inadvertidamente sextum; equivocación que luego rectificó, pero el mal ya estaba hecho, y Cousin y una porción de lectores franceses y latinos han caído en el lazo. <<

[526] Compárense dos pasajes de Procopio (l. III, c. 26, l. IV, c. 24), los que con algunos apuntes de Marcelino y Jornandes ilustran el estado del Senado caduco. <<

[527] Véase en el ejemplo de Prusias, según está en los fragmentos de Polibio (Exerpt. Legat. XCVII, pp. 927, 928), un cuadro curioso de un esclavo real. <<

[528] El Δράκων de Procopio (Goth. l. IV, c. 35) es claramente el Sarno. El texto está alterado por la violencia de Cluverio (l. IV, c. 3, p. 1156): pero Camillo Pellegrini de Nápoles (Discorsi sopra la campania Felice, pp. 330, 331) probó con algunos apuntes antiguos que en el año 822 aquel río se llamaba el Dracontio, o Draconcello. <<

[529] Galeno (de Method. Medendi, l. V, apud Cluver. l. IV, c. 3, pp. 1139, 1160, describe la posición elevada, aire puro, y exquisita leche, del monte Lactario, cuyas virtudes medicinales eran conocidas y ansiadas en tiempo de Símaco (l. VI, Ep. 18) y Casiodoro (Var. XI, 10). Hoy en día no queda más que el nombre de la torre de Lettere. <<

[530] Buat (t. XI, pp. 2 y ss.) conduce a su predilecta Baviera este resto de los godos, el que otros entierran en el monte Uri, o devuelven a su isla nativa de Gotlandia (Mascou, Anot. XXI). <<

[531] Dejo a Escalígero (Animad. en Eusebio, p. 59) y Salmasio (Exercitat. Plinian. pp. 51, 52) que disputen sobre el origen de Cumas, antigua colonia griega en Italia (Estrabón, l. V, p. 372; Veleyo Patérculo, l. I, c. 4), abandonada ya en tiempo de Juvenal (Satir. III), y hoy en día arruinada. <<

[532] Agatias (l. I, c. 21) coloca la cueva de la Sibila bajo los muros de Cumas: concuerda con Sergio (ad l. VI, Æneid.); pero no sé por qué desecha su opinión Heyne, el excelente editor de Virgilio (t. II, pp. 650, 651). ¡In urbe media secreta religio! Pero Cumas no estaba aún construida y las líneas (l. VI, 96, 97) serían aun más ridículas si Eneas estuviese ahora en una ciudad griega. <<

[533] Algo difícil es concordar el capítulo 35 del libro cuarto de la Guerra gótica de Procopio con el libro primero de la historia de Agatias. No debemos dejar de lado a un político y soldado para seguir los pasos de un poeta y retórico (l. I, p. 11; l. II, p. 51, ed. Louore). <<

[534] Entre los hechos fabulosos de Bucelino, derrotó y dio muerte a Belisario, conquistó Italia y Sicilia, etc. Véanse los historiadores de Francia, Gregorio de Tours (t. II, l. III, c. 322, p. 203) y Aimoin (t. III, l. II, de Gestis Francorum, c. 23, p. 59). <<

[535] Agatias habla de su superstición en un tono filosófico (l. I, p. 18). En el año 613 aún prevalecía la idolatría en Zug, en Suiza: san Columbano y san Gall eran los apóstoles de aquel bárbaro país; y el último fundó una ermita que se extendió a un principado eclesiástico, y a una ciudad populosa; la residencia de la libertad y el comercio. <<

[536] Véase la muerte de Lotario en Agatias (l. II, p. 38) y Pablo Warmefrido, llamado el Diácono (l. II, c. 3, p. 775). El griego dice que estaba desesperado. Había saqueado las iglesias. <<

[537] El padre Daniel (Hist. de la Milice Françoise, t. I, pp. 17-21) dio una descripción ideal de esta batalla, algo semejante a la del caballero Folard, el célebre editor de Polibio, que acomodaba a sus opiniones y costumbres todas las operaciones militares de la Antigüedad. <<

[538] Agatias (l. II, p. 37) compuso un epigrama griego de seis líneas sobre esta victoria de Narsés, que está ventajosamente comparada a las batallas de Maratón y Platea. La diferencia principal está verdaderamente en sus consecuencias, tan triviales en el primer caso, tan permanentes y gloriosas en el segundo. <<

[539] El Bercia y Brincas de Teófanes o su copista (p. 201) deben leerse o entenderse Verona y Brixia. <<

[540] Ἐλείπετο γὰρ, οἶμαι, αὐτοῖς ὑπò ἀβελτερίας τὰς ἀσπίδας τυχòν καὶ τὰ κράνη ἀμφορέως οἴνου ἢ καὶ βαρβίτου ἀποδóσθαι (Agatias, l. II, p. 48). En la primera escena de Ricardo III, nuestro poeta inglés ha hermoseado y explayado este arranque, por el que, con todo, nada tiene que agradecer al historiador bizantino. <<

[541] Maffei probó (Verona Illustrata, p. I, l. X, pp. 257, 289), contra la opinión general, que los duques de Italia habían sido instituidos por Narsés, antes de la conquista de los lombardos. En la pragmática sanción (núm. 23), Justiniano restringió los judices militares. <<

[542] Véase Pablo Diácono, l. III, c. 2, p. 776. Menandro (en Excerpt. Legat. p. 133) menciona algunos levantamientos en Italia por los francos, y Teófanes (p. 201) apunta algunas rebeliones góticas. <<

[543] La Pragmática Sanción de Justiniano, que restablece y regula el estado civil de Italia, consta de XXVII artículos: está fechada el 15 de agosto (554 d. C.), dirigida a Narsés, V. J. Præpositus Sacri Cubiculi, y a Antíoco, Præfectus Prætorio Italiæ; y ha sido conservada por Juliano Antecesor, y en el Corpus Juris Civilis, tras las innovaciones y edictos de Justiniano, Justino y Tiberio. <<

[544] «Quinta regio Piceni est; quondam uberrimæ multitudinis, CCCXI, millia Picentium in fidem P. R. venere» (Plin. Hist. Natur. III, 18). En tiempo de Vespasiano, esta antigua población estaba muy disminuida. <<

[545] Mayor número aún pereció de hambre en las provincias occidentales, sin contar (ἔκτος) el golfo jonio. Las bellotas se comían en lugar del pan. Procopio vio a un huérfano desamparado chupado por una cabra. Diecisiete pasajeros fueron hospedados por dos mujeres, que los asesinaron y comieron; pero el decimoctavo las mató, etcétera. <<

[546] Quizás quince o dieciséis millones. Procopio (Anecdot. c. 18) calcula que el África perdió cinco millones, que Italia era tres veces más extensa, y que la despoblación era mucho mayor en proporción. Pero su cómputo es parcial y está envuelto en dudas. <<

[547] En la decadencia de estas escuelas militares, la sátira de Procopio (Anecdot. c. 24; Alemano, pp. 102, 103), la confirma e ilustra Agatias (l. V, p. 159), a quien no puede mirarse como un testigo sospechoso. <<

[548] La distancia entre Constantinopla y Melantias, quinta cesariana (Amian. Marcelin. XXX, 11) está fijada diferentemente en ciento dos o ciento cuarenta estadios [20,51 o 28,15 km] (Suidas, t. II, pp. 522, 523; Agatias, l. V, p. 158) o dieciocho o diecinueve millas [28,96 o 30,57 km] (Itineraria, pp. 138, 230, 323, 332, y Wesseling, Observations). Las doce primeras millas [19,31 km], hasta Regio, estaban empedradas por orden de Justiniano, quien mandó construir un puente sobre un pantano, entre un lago y el mar (Procop. de Edif. l. IV, c. 8). <<

[549] El Atiras (Pompon. Mela, l. II, c. 2, p. 169, ed. Voss). A la embocadura del río, una ciudad o castillo del mismo nombre fue fortificado por Justiniano (Procop. de Ædif. l. IV, c. 2; Itinerar. p. 570, y Wesseling). <<

[550] La guerra búlgara, y la última victoria de Belisario, están imperfectamente descriptas en la prolija declamación de Agatias (l. V, pp. 154-174) y la adusta crónica de Teófanes (pp. 197, 198). <<

[551] «Iνδους». Casi no podían ser verdaderos indios; y los etíopes conocidos a veces con este nombre, los antiguos nunca los emplearon en su guardia o séquito; y eran únicamente objeto, aunque costoso, del lujo femenino o real (Terent.Eunuch. act. 1, escena II; Sueton. en August. c. 85, con una nota útil de Casaubon, en Calígula, c. 57). <<

[552] Los Sergios (Vandal., l. II, c. 21, 22; Anecdot. c. 5) y Marcelos (Goth. l. III, c. 32) los menciona Procopio. Véase Teófanes, pp. 197, 201. <<

[553] Alemano (p. 3) cita un antiguo manuscrito bizantino que ha sido impreso en el Imperium Orientale de Bauduri. <<

[554] Sobre la desgracia y restauración de Belisario, se conserva el apunte original en el fragmento de Juan Malala (t. II, pp. 234-243) y la exacta crónica de Teófanes (pp. 194-204). Cedreno (Compend. pp. 387, 388) y Zonaras (t. II, l. XIV, p. 69) parecen titubear entre la verdad anticuada y la asomante mentira. <<

[555] El origen de esta fábula puede derivarse de una obra miscelánea del siglo XII, las Chiliads de Juan Tzetzes, fraile (Basil. 1546, ad calcem Lycophront. Colon, Allobrog. 1614. en Corp. Poet. Grœc.). Refiere la guerra y mendicidad de Belisario en diez versos vulgares (Chiliads III, núm. 88, 339-348 en Corp, Poet. Grœc. t. II, p. 311).

Ἔκπωμα ξύλινον κρατῶν, ἐβóα τῳ μιλίῳ,

Bελισαρίῳ ὀβολòν δóτε τῶ στρατηλάτῃ

Ὃν τύχη μὲν ἐδóξασεν, ἀποτυφλοῖ δʼ ὁ φθóνος.

Este cuento moral o romántico fue introducido en Italia con el idioma y los manuscritos griegos, repetido a fines del siglo XV por Critino, Pontano, y Volaterrano, refutado por Alciato, en honor de la ley, y defendido por Baronio (561 d. C., núm. 2, etc.) en honor de la Iglesia. Con todo, Tzetzes leyó en otras crónicas que Belisario no había perdido la vista, y que había recobrado su fama y fortuna. <<

[556] La estatua en la quinta Borghesa en Roma, sentada, con la mano abierta, que se dice vulgarmente extenderse a Belisario, puede atribuirse con más dignidad a Augusto en el acto de posesionarse de Némesis (Winkelman, Hist. de l’Art. t. III, p. 266). «Ex nocturno visu etiam stipem, quotannis, die certo, emendicabat a populo, cavam manum asses porrigentibus præbens» (Sueton en August. c. 91, con una excelente nota de Casaubon). <<

[557] El rubor de Domiciano está bastante denigrado por la pluma de Tácito (en Vit. Agricol. c. 45); y también han hablado de él Plinio el Menor (Panegyr. c. 48) y Suetonio (en Domitian, c. 18, y Casaubon ad locum). Procopio (Anecdot. c. 8) cree neciamente que sólo un busto de Domiciano alcanzó al siglo VI. <<

[558] Los estudios y la ciencia de Justiniano están atestiguados por la confesión (Anecdot., c. 8, 13) aun más que por las alabanzas (Gothic. l. III, c. 51, de Edif. l. I, Proem. c. 7) de Procopio. Consúltese el extenso índice de Alemano, y léase la vida de Justiniano por Ludewig (pp. 135-142). <<

[559] Véase en el C. P. Christiana de Ducange (l. I, c. 24, núm. 1), una cadena de testimonios originales, desde Procopio en el siglo VI, a Gyllius en el XVI. <<

[560] El primer cometa lo menciona Juan Malala (t. II, pp. 190, 219) y Teófanes (p. 154); el segundo, Procopio (Persic. l. II, c. 4), Con todo, sospecho su identidad. La palidez del sol (Vandal. l. II, c. 14) la aplica Teófanes (p. 158) a otro año. <<

[561] El libro VII de Séneca de las Cuestiones naturales patentiza, en la teoría de los cometas, un entendimiento filosófico. Con todo, no debemos muy cándidamente confundir una predicción vaga, a veniet tempus, etc., con el mérito de los verdaderos descubrimientos. <<

[562] Los astrónomos pueden estudiar a Newton y Halley. Saco mi humilde ciencia del artículo «Comète», en la Enciclopedia francesa, por D’Alembert. <<

[563] Whiston, el honrado, piadoso y soñador Whiston, había pensado, para la era del diluvio de Noé (2242 a. C.), una aparición anterior del mismo cometa que inundó la tierra con su cola. <<

[564] Una disertación de Fréret (Mémoires de l’Académie des Inscriptions, t. X, pp. 357-377) suministra un conjunto de erudición y filosofía. El fenómeno del tiempo de Ogiges fue conservado por Varrón (apud Augustín de Civitate Dei, XXI, 8), quien cita a Castor, Dion de Nápoles, y Adrasto de Cízico, nobiles mathematici. Los dos períodos subsiguientes están conservados por los mitologistas griegos y los libros espurios de versos sibilinos. <<

[565] Plinio (Hist. Nat. II, 23) copió el memorial original de Augusto. Mairan en sus eruditas cartas al padre Parennin, misionero en la China, traslada los juegos y el cometa de septiembre, del año 44 al 43, antes de la era cristiana; pero no me convence enteramente la crítica del astrónomo (Opúsculos, pp. 275-351). <<

[566] Este último cometa fue visible en el mes de diciembre de 1680. Baile, que empezó sus Pensées sur la Comète en enero, 1881 (Œuvres, t. III), tuvo que deducir que un cometa sobrenatural hubiera confirmado a los antiguos en su idolatría. Bernoulli (véase su Eloge, en Fontenelle, t. V, p. 99) confesó que la cola, aunque no la cabeza, era una señal de la cólera de Dios. <<

[567]El Paraíso Perdido publicado en el año 1667, y las célebres líneas (l. II, 708 y ss.) que sorprendieron al censor, pueden aludir al último cometa de 1664, observado por Cassini en Roma, en presencia de la reina Cristina (Fontenelle, en su Eloge, t. V, p. 338). ¿Había Carlos II dado algunos indicios de curiosidad o miedo? <<

[568] Sobre los terremotos, véase Buffon (t. I, pp. 502-563, Supplément a l’Hist. Naturelle, t. V, pp. 382-390, edición en 4°), Valmont de Bomare (Dictionnaire d’Histoire Naturelle, Tremblemens de Terre, Pyrites), Watson (Chemical Essays, t. I, pp. 181-209). <<

[569] Los terremotos que conmovieron el mundo romano en el reinado de Justiniano están descritos o mencionados por Procopio (Goth. l. IV, c. 25; Anecdot. c. 18), Agatias (l. V, pp. 52, 53, 54; l. V, 145-152) Juan Malala (Chron. t. II, pp. 140-146, 176, 177, 183, 193, 220, 229, 231, 233, 234) y Teófanes (pp. 151, 185, 189, 191-196). <<

[570] Una elevación empinada, un cabo perpendicular, entre Arado y Botris, llamado por los griegos θεῶν πρóσωπον, y εὐπρóσωπον ο λιθοπρóσωπον por los escrupulosos cristianos (Polibio, l. V, p. 411. Pomponio Mela, l. I, c. 12, p. 87, cum Isaac Voss. Observat. Maundrell Jornada, pp. 32, 33; Pocock, Description, vol. II, p. 99). <<

[571] Botris fue fundada (935-903 a. C.) por Itobal, rey de Tiro (Marsham, Canon Chron., pp. 387, 388). Su mezquina suplente, la villa de Patrono, carece de puerto. <<

[572] La universidad, el esplendor y la ruina de Berito han sido celebrados por Heinecio (pp. 351-356) como una parte esencial de la historia de la ley romana. Fue derribada en el año XXV de Justiniano, 9 de julio de 551 d. C. (Teófanes, p. 192); pero Agatias (l. II, pp. 51-52) suspende el terremoto hasta haber terminado la guerra italiana. <<

[573] He leído con gusto el corto pero elegante tratado de Mead sobre las Dolencias Pestilentes, VIII edición, Londres, 1722. <<

[574] La gran plaga que reinó en 542 y en los años siguientes (Pagi, Crítica, t. II, p. 518) puede verse descrita en Procopio (Persic. l. II, c. 22, 23), Agatias (l. V, pp. 153, 154), Evagrio (l. IV, c. 29), Pablo Diácono (l. II, c. 4, pp. 776, 777), Gregorio de Tours (t. II, l. IV, c. 5, p. 205), quien lo llama Lues Inguinaria, y las Crónicas de Victor Tununensis (p. 9, en Thesaur. Temporum), de Marcelino (p. 54) y de Teófanes (p. 153). <<

[575] Freind (Hist. Medicin. en Opp. pp. 416-420, Loud 1733) supone que Procopio debía haber estudiado medicina, por su conocimiento y uso de las voces técnicas. Con todo, muchas de las voces que hoy en día son científicas, eran comunes y populares en el idioma griego. <<

[576] Véase Tucídides, l. II, c. 47-54, pp. 127-133, ed. Duker, y la descripción poética de la misma plaga por Lucrecio (l. VI, 1136, 1284). Tengo que agradecer a Hunter un trabajo documentario sobre esta parte de Tucídides, un tomo en cuarto de seiscientas páginas (Venet. 1603, apud Juntas), que fue pronunciado en la librería de San Marcos por Fabio Paulino Utinensis, médico y filósofo. <<

[577] Tucídides (c. 54) afirma que la infección sólo se tenía una vez; pero Evagrio que conocía por experiencia la plaga, dice que algunas personas que se habían salvado del primer ataque yacieron al segundo; y Fabio Paulino (p. 588) confirma esta repetición. Voto que sobre este punto los médicos no están acordes; y la clase y los efectos de este mal pueden no ser siempre idénticos. <<

[578] Así se salvó Sócrates de la plaga de Atenas por su sobriedad (Aul. Gelluis, Noct. Athic. II, 1). Mead atribuye la salubridad particular de las casas religiosas a las dos ventajas de aislamiento y abstinencia (pp. 18, 19). <<

[579] Mead prueba que la plaga era contagiosa, apoyándose en Tucídides, Lucrecio, Aristóteles, Galeno, y la experiencia (pp. 10-20), y refuta (Prefacio, pp. II-XIII) la opinión contraria de los médicos franceses que visitaron Marsella en el año 1720. Con todo, eran los espectadores de una plaga que en pocos meses había arrebatado cincuenta mil habitantes (sur la Peste de Marseille, París, 1786) de una ciudad que hoy en día, en medio de la prosperidad y el comercio, encierra más de noventa mil almas (Necker, sur les Finances, t. I, p. 234). <<

[580] Las fuertes aserciones de Procopio —οὔτε γὰρ ἰστρῷ οὔτε ἰδιώτῃ— quedan deshechas por la experiencia de Evagrio. <<

[581] Tras algunas figuras de retórica, las arenas del mar, etc., Procopio (Anecdot. c. 18) trata de dar una relación más circunstanciada: que μυριάδας μυριάδων μυρίας habían sido exterminados bajo el reinado del demonio imperial. La expresión es ambigua, tanto en gramática como en aritmética, y una interpretación literal produciría muchos millones de millones. Alemano (p. 80) y Cousin (t. III, p. 178) traducen este pasaje «doscientos millones», pero ignoro los motivos. Si separamos el μυριἀδας, el restante μυριἀδωυ μυριἀς, una miríada de miríadas, producirá cien millones, número que es admisible. <<

[582] Los jurisconsultos de los tiempos casi desconocidos han establecido un absurdo y un modo incomprensible de citación, que está apoyado por la autoridad y la costumbre. En sus referencias al Código, las Pandectas y la Instituta citan el número, no del libro, sino el de la ley; y se contentan con recitar las primeras palabras del título a que pertenece; y de estos títulos hay más de mil. Ludewig (Vit. Justiniani, p. 268) desea sacudir este yugo pedantesco, y yo me he atrevido a adoptar el método más sencillo y natural de numerar el libro, el título y la ley. <<

[583] Germania, Bohemia, Hungría, Polonia y Escocia las admitieron como ley usual; en Francia, Italia, etc., tenían una influencia directa o indirecta; y en Inglaterra fueron respetadas desde Estefano hasta Eduardo I, nuestro Justiniano nacional (Dack, de Usu et Auctoritate Juris Civilis, l. II, c. 1, 8-15. Heinecio, Hist. Juris Germanici, c. 3, 4. núms. 55-124 y la historia legal de cada país). <<

[584] Francisco Hottoman, un instruido abogado del siglo XVI, trató de enojar a Cuyas y complacer al canciller de l’Hospital. Su Anti-Tribonianus (que nunca he podido agenciarme) se publicó en francés en 1609, y su secta se propagó en Germania (Heinecio, Op. t. III, syllog. III, pp. 171-183). <<

[585] A la cabeza de estos guías, colocaré respetuosamente al instruido Heinecio, profesor alemán, que murió en Halle en el año 1741 (véase su Elogio en la Nouvelle Bibliothèque Germanique, t. II, pp. 51-64). Sus extensas obras han sido recopiladas en ocho volúmenes en 4ο, Ginebra, 1743-1748. Los tratados de que me he valido son: 1. Historia Juris Romani et Germanici, Lugd. Bataw. 1740, en 8ο. 2. Syntagma Antiquitatum Romanam Jurisprudentiam illustrantium, 2 vols. en 8ο Traject. ad Rhenum. 3. Elementa Juris Civilis secundum Ordinem Institutionum, Lugd., Bat. 1751 en 8ο. 4. Elementa J. C. secundum Ordinem Pandectarum, Traject. 1772, en 8ο 2 vols. <<

[586] Nuestro texto original es un fragmento del Origine Juris (Pandect. l. I, tít. II) de Pomponio, un abogado romano que vivió bajo los Antoninos (Heinecio, t. III, syllog. III, pp. 66-126). Ha sido abreviada y probablemente adulterada, por Triboniano, y desde entonces restablecida por Bynkershoek (Opp. t. I, pp. 279-304). <<

[587] La historia constitucional de los reyes de Roma puede estudiarse en el libro primero de Livio, y aun más extensamente en Dionisio Halicarnaso (l. II, pp. 80-96, 119-130; l. IV, pp. 198-220), quien a veces descubre el carácter de retórico y de griego. <<

[588] Esta triple división de la ley la aplicó Justo Lipsio (Opp. t. IV, p. 279) a los tres reyes romanos; la adoptó Gravina (Origines Juris Civilis, p. 28, ed. Lips. 1737), y Mascou, editor alemán, la admitió con repugnancia. <<

[589] El código más antiguo, o Digesto, se llamaba Jus Papirianum, del primer compilador, Papirio, que floreció algún tiempo antes o después del Regifugium (Pandect. l. I, tít. II). Los mejores críticos judiciales, aun Bynkershoek (t. I, pp. 284, 285) y Heinecio (Hist. J. C. R. l. I, c. 16, 17 y Opp. t. III, syllog. IV, pp. 1-8), dan crédito a este cuento de Pomponio, sin detenerse bastante en el valor y la rareza de semejante monumento, en el siglo III de una ciudad iletrada. Sospecho que Cayo Papirio, el pontífice Máximo, que restableció las leyes de Numa (Dionisio Halicarnaso, l. III, p. 171), no dejó más que una tradición verbal; y que el Jus Papinianum de Granio Flaco (Pandect. l. L, tít. XVI, leg. 144) no era un comentario, sino una obra original compilada en tiempo de César (Censorino, de Die Natali, l. III, p. 13; Duker de Latinitate J. C. p. 157). <<

[590] Una prueba pomposa, aunque débil, para restablecer el original se halla en la Historia de la Jurisprudencia Romana de Terrasson, pp. 22-72, París, 1750, en folio; obra que promete más de lo que es en sí. <<

[591] En el año 1444 se desenterraron siete u ocho tablas de cobre entre Cortona y Gubio. Una parte de ellas, porque las demás son etruscas, representan el estado primitivo de las letras y el idioma pelásgico, que Herodoto atribuye a aquel distrito de Italia (l. I, c. 56, 57, 58): aunque este pasaje difícil puede explicarse de una Crestona en Tracia (Notas de Larcher, t. I, pp. 256-261). El dialecto salvaje de las Tablas Eugubinas ha ejercitado, y puede aun eludir, la adivinación de la crítica; pero la raíz es indudablemente latina, de la misma época y carácter que el Saliare Carmen que, en tiempo de Horacio, ninguno podía entender. El idioma romano, con una tintura del dórico y griego eólico, fue gradualmente formándose en el estilo de las Doce Tablas, de la columna de Duilliano, de Enio, de Terencio y de Cicerón (Grutero, Inscript. t. I, p. CXLII; Escipion Maffei, Istoria Diplomatica, pp. 241-258; Bibliothéque Italique, t. III, pp. 30-41, 174-205; t. XIV, pp. 1-52). <<

[592] Compárese Livio (l. III, c. 31-59) con Dionisio Halicarnaso (l. X, p. 644; XI, p. 691). ¡Cuán conciso y animado es el romano! ¡Cuán prolijo e insulso el griego! Con todo ha juzgado admirablemente los dueños, y definido las reglas, de la composición histórica. <<

[593] De los historiadores, Heinecio (Hist. J. R. l. I, núm. 26) sostiene que las Doce Tablas eran de cobre (æreas) en el texto de Pomponio se lee eboreas, por lo que Escalígero sustituyó roboreas (Bynkershoek, p. 286). Podía haber empleado madera, cobre y marfil. <<

[594] Su destierro lo menciona Cicerón (Tusculan. Quæstion. V, 36); su estatua, Plinio (Hist. Nat. XXXIV, 11). La carta, el sueño y la profecía de Heráclito son también espurios (Epistolæ Grœc. Divers. p. 337). <<

[595] Este intrincado asunto de la moneda siciliana y romana está hábilmente discutido por Rentley (Dissertation on the Epistles of Phalaris, pp. 427-479), cuyos impulsos, en esta controversia, van guiados por el honor y el resentimiento. <<

[596] Los romanos, o sus aliados, navegaron hasta el promontorio de África (Polyb. l. III, p. 177, ed. Casaubon, en folio). Livio y Dionisio mencionan sus viajes a Cumas, etcétera. <<

[597] Esta circunstancia probaría únicamente la antigüedad del Charondas, el legislador de Regio y Catana, quien, por un extraño yerro de Diodoro de Sicilia (t. I, L. XII, pp. 485-492), fue mucho tiempo después ensalzado como el autor de la policía de Turio. <<

[598] Zaleuco, cuya existencia ha sido fuertemente atacada, tenía el mérito y la gloria de haber convertido una cuadrilla de rebeldes (los locrios) en los súbditos más virtuosos y sumisos de las repúblicas griegas (véanse dos memorias del Barón de Saint Croix, sur la Legislation de la Grande Gréce; Mém. de l’Académie, t. XLII, pp. 276-333). Pero las leyes de Zaleuco y Charondas, que engañaron a Diodoro y Estobeo, eran la composición espuria de un sofista pitagórico, cuyo fraude fue descubierto por la sagacidad crítica de Betley, pp. 335-377. <<

[599] Aprovecho la ocasión para describir el progreso de esta correspondencia nacional: 1. Herodoto y Tucídides (300-350 A.U.C.) parecen ignorar el nombre y la existencia de Roma (Joseph. contra Apion. t. II, l. I, c. 12, p. 444, ed. Havercamp). 2. Teopompo (400 A.U.C., Plin. III, 9) menciona la invasión de los galos, que se halla referida en términos más vagos por Heráclides Pontico (Plutarch. en Camillo, p. 292, ed. H. Stephan). 3. La embajada supuesta o verdadera de los romanos a Alejandro (430 A.U.C.) se halla confirmada por Clitarco (Plin. III, 9), por Aristo y Asclepiadeo (Arrian. l. VII, pp. 294, 295), y por Memnon de Heraclea (apud Photium, cod. CCXXIV, p. 725), aunque negada tácitamente por Livio. 4. Teofrasto (440 A.U.C.) primus externorum aliqua de Romanis diligentius scripsit (Plin. III, 9). 5. Licofron (480-500 A.U.C.) sembró la primera semilla de una colonia troyana y la fábula de la Eneida (Casandra, 1226-1280):

Γῆς καὶ θαλάσσης σκῆπτρα καὶ μοναρχίαν

Λαβóντες.

¡Predicción osada antes del fin de la primera guerra púnica! <<

[600] La tabla doce, de modo sepulturæ, fue tomada de Solón (Cicerón, de Legibus, II, 23-26): el furtem per lancem et licium conceptum está derivado por Heinecio de las costumbres de Atenas (Antiquitat. Rom. t. II, pp. 167-175). El derecho de matar a un ladrón nocturno está declarado por Moisés, Solón, y los decemviros (Exodus, XXII, 3; Demóstenes contra Timocratem, t. I, p. 736, ed. Reiske; Macrob. Saturnalia, l. I, c. 4; Collatio Legum Mosaicarum et Romanarum, tít. VII, núm. 1, p. 218, ed. Cannegieter). <<

[601] Bραχέως καὶ ἀπερίττως es la alabanza de Diodoro (t. I, l. XII p. 494) que puede traducirse muy bien por el eleganti atque absoluta brevitate verborum de Aulio Gelio (Noct. Attic. XXI, 1). <<

[602] Óigase a Cicerón (de Legibus, II, 23) y su representante Craso (de Oratore, I, 43, 44). <<

[603] Véase Heinecio (Hist. J. R. núms. 29-33). He seguido la restauración de las Doce Tablas por Gravina (Origines J. C. pp. 280-307) y Terrassota (Hist. de la Jurisprudence Romaine, pp. 94-205). <<

[604]Finis æqui juris (Tacit. Annal. III, 27). Fons omnis publici et privati juris (T. LIV. III, 34). <<

[605] «De principiis juris, et quibus modis ad hanc multitudinem infinitam ac varietatem legum perventum sit altius disseram» (Tacit. Annal. III, 25). Esta profunda investigación no ocupa más que dos páginas; pero son de las de Tácito. Con el mismo sentido, aunque con menos energía, Livio (III, 34) se había quejado, «in hoc inmenso aliarum super alias acerbaturum legum cumulo», etcétera. <<

[606] Suetonio en Vespasiano, c. 8. <<

[607] Cicerón, ad Familiares, VIII, 8. <<

[608] Dionisio con Arbuthnot, y la mayor parte de los modernos (excepto Eisenschmidt de Ponderibus… pp. 137-140), representan los cien mil asses por diez mil dracmas áticas o algo más de trescientas libras esterlinas. Pero su cálculo puede aplicarse únicamente a los últimos tiempos, cuando el as se redujo a 1/24 de su antiguo peso; no puedo creer que en los tiempos primitivos, por mucho que escaseasen los metales preciosos, una sola onza [28,7 g] de plata se cambiase por setenta libras [32,2 kg] de cobre. El método más sencillo y racional es valorar el cobre por sí solo con arreglo a la tarifa actual, y luego comparar la acuñación y el precio del mercado; el as primitivo, o libra romana, de cobre, puede justipreciarse en un chelín inglés, y los cien mil asses de la primera clase ascendían a cinco mil libras esterlinas. Resulta de este mismo cálculo que un buey se vendía en Roma por cinco libras, un carnero por diez chelines y una fanega de trigo por una libra y diez chelines (Feisto, p. 330, ed. Dacier; Plin. Hist. Natur. XVIII, 4): no veo razón alguna para desechar estas conclusiones, que moderan nuestras ideas de la pobreza de los primeros romanos. <<

[609] Consúltense los escritores sobre el Roman Comitia, particularmente Sigonio y Beaufort. Spanheim (de Præstantia et Usu Numismatum t. II, dissert. X, pp. 192, 193) enseña una medalla curiosa, el Cista Pontes, Septa, Diribitor, etcétera. <<

[610] Cicerón (de Legibus, III, 16, 17, 18) ventila esta cuestión constitucional, y asigna a su hermano quinto la parte más impopular. <<

[611] «Præ tumultu recusantium, perferre non potuit» (Sueton. en August. c. 34). Véase Propercio, l. II, eleg. 6. Heinecio, en una historia separada, apuró el asunto de las leyes de Juliano y PapianoPoppæan (Opp. t. VII, p. I, pp. 1 -479). <<

[612] Tácit. Annal. I, 15. Lipsio, Excursus E, en Tacitum. <<

[613] «Non ambigitur senatum jus facere posse» es la decisión de Ulpiano (l. XVI, ad Edict. en Pandect. l. I, tít. III, leg. 9). Pomponio trata el comitia del pueblo como una turba hominum (Pandect. l. I, tít. II, leg. 9). <<

[614] El jus honorarium de los pretores y otros magistrados está exactamente definido en el texto latino de la Instituta (l. I, tít. II, núm. 7) y explicado más extensamente en la paráfrasis griega de Teófilo (pp. 33-38, ed. Reitz), quien añade la importante palabra honorarium. <<

[615] Dion Casio (t. I, l. XXXVI, p. 100) fija los edictos perpetuos en el año de Roma 686. Con todo, esta institución se atribuye al año 585 en el Acta Diurna, que se ha publicado por los papeles de Ludovico Vives. Su autenticidad está apoyada o consentida por Pigio (Annal. Roman. t. II, pp. 377, 378), Grevio (ad Sueton. p. 778), Dodwell (Prælection Cambden, p. 665), y Heinecio: pero una sola palabra, Scutum Cimbricum, descubre la superchería (Moyle’s Works, vol. I, p. 303). <<

[616] La historia de los edictos está compuesta, y el texto del edicto perpetuo renovado, por la mano maestra de Heinecio (Opp. t. VII, p. II, pp. 1-564), en cuyas investigaciones puedo descansar con toda seguridad. Bouchaud, en la Academia de Inscripciones, ha dado una serie de memorias sobre este interesante asunto de ley y literatura. <<

[617] Sus leyes son las primeras en el Código. Véase Dodwell (Prælect. Cambden, pp. 319-340), quien se extravía sobre este asunto en una lectura confusa y una paradoja débil. <<

[618] «Totam illam veterem et squallentem sylvam legum novis principalium rescriptorum et edictorum securibus truncatis et cæditis» (Apologet, c. 4, p. 50, ed. Havercamp). Sigue alabando el tesón reciente de Severo, que rechazó las leyes inútiles o perniciosas sin miramiento a su antigüedad o autoridad. <<

[619] La denominación constitucional de Legibus solutus está mal interpretada por la malicia o ignorancia de Dion Casio (t. I, l. LIII, p. 713). En esta ocasión su autor, Reimar, añade la censura universal que la independencia y la crítica han pronunciado contra este historiador esclavo. <<

[620] La palabra (Lex Regia) era aun más reciente que la cosa. Los esclavos de Cómodo o Caracalla se hubieran pasmado al oír el nombre regio. <<

[621] Véase Gravina (Opp. pp. 501-512) y Beaufort (Republique Romaine, t. I, pp. 255-274), quien ha hecho un uso adecuado de dos disertaciones por Juan Federico Gronovio y Nodt, ambas traducidas, con notas apreciables, por Barbeyrac, 2 vols. 12ο 1731. <<

[622]Institut. l. I, tít. II, núm. 6; Pandect. l. I, tít. XVII, leg. I, núm. 7. En sus Antigüedades y Elementos, Heinecio habló extensamente de constitutionibus principum, que están ilustrados por Godofredo (Comment. ad. C.d. Teodos., l. I, tít. I, II, III) y Gravina (pp. 87-90). <<

[623] Teófilo, en Paraphras. Grœc. Institut., p. 34, ed. Reitz. En cuanto a su persona, época y escritos, véase el Teófilo de J. H. Mylius, Excurs. III, pp. 1034-1073. <<

[624] Encierra más envidia que razón la queja de Macrino (Jul. Capitolin. c. 13): «Nefas esse leges videri Commodi et Caracallæ et hominum imperitorum voluntates». Cómodo fue hecho Divo por Severo (Dodwell, Prælect. VIII, pp. 324, 325). Con todo, no ocurre más que dos veces en las Pandectas. <<

[625] Sólo de Antonino Caracalla hay en el Código doscientas constituciones y con su padre ciento sesenta. Estos dos príncipes están citados cincuenta veces en las Pandectas, y ocho en la Instituta (Terrasson, p. 265). <<

[626] Plin. Secund. Ep. X, 66. Sueton. en Domitian. c. 23. <<

[627] Era una máxima de Constantino, «contra jus rescripta non valeant» (Cod. Theodos. l. I, tít. II, leg. L). Los emperadores concedieron con repugnancia algún escrutinio en la ley y el hecho, alguna prórroga, petición, etc., pero estos remedios insuficientes están demasiado a discreción y en perjuicio del juez. <<

[628] Una composición de bermellón y cinabrio, con la que marcaban los diplomas imperiales desde León I (470 d. C.) hasta la caída del Imperio griego (Bibliothèque Raisonnée de la Diplomatique, t. I, pp. 509-514; Lami, de Eruditione Apostolorum, t. II, pp. 720-726). <<

[629] Schulting, Jurisprudentia Ante-Justinianea, pp. 681-718. Cuyas atribuye a Gregorio los reinados desde Adriano hasta Galieno; y la continuación a su compañero de tareas Hermógenes. Esta división general puede ser exacta; pero con frecuencia el uno se introduce en el terreno del otro. <<

[630] Escévola, probablemente Q. Cervidio Escévola, el amo de Papiniano, considera esta aceptación del fuego y el agua como la ceremonia esencial del casamiento (Pandect. l. XXIV, tít. 1, leg. 66. Véase Heinecio, Hist. J. R. núm. 317). <<

[631] Cicerón (de Officiis, III, 19) puede hablar de un caso ideal, pero san Ambrosio (de Officiis, III, 2) acude al uso de su tiempo, que entendía como abogado y magistrado (Schulting ad Ulpian. Fragment. tít. XXII, núm. 213, pp. 643, 644). <<

[632] El furtum lance licioque conceptum ya no se entendía en tiempo de los Antoninos (Aulio Gelio, XVI, 10). La derivación ática de Heinecio (Antiquitat. Rom. l. VI, tít. 1, núms. 13-21) está apoyada por el testimonio de Aristófanes, su escoliasta, y Pólux. <<

[633] En su oración para Murena (c. 9-13) Cicerón ridiculiza las fórmulas y los misterios de los jurisconsultos, que están descritos con mucha sencillez por Aulio Gelio (Noct. Attic. XX, 10), Gravina (Opp. pp. 265, 266, 267), y Heinecio (Antiquitat. l. IV, tít. VI). <<

[634] Las series de los abogados civiles se deducen por Pomponio (de Origine Juris Pandect. l. I, tít. II). Los modernos han despejado, con erudición y criterio, esta rama de historia literaria, y entre ellos he seguido únicamente a Gravina (pp. 41-79) y Heinecio (Hist. J. R. núms. 113-351). Cicerón, particularmente en su libro de Oratore, de Claris Oratoribus, y Legibus, y del Clavis Ciceroniana de Ernesto (bajo los nombres de Mucio, etc.), suministra muchos informes originales y agradables. Horacio alude a menudo a los afanes matinales de los jurisconsultos (Serm. l. I, 10, Ep. 2. I,103, etc.).

Agricolam laudat juris legumque peritus

Sub galli cantum, consultor ubi ostia pulsat.

[…]

Romæ dulce diu fuit et solemne, reclusa

Mane domo vigilare, clienti promere jura. <<

[635] Craso, o más bien Cicerón, propone (de Oratore, I, 41, 42) una idea del arte o ciencia de la jurisprudencia, de la que el elocuente, pero lego, Antonio (I, 58) parece burlarse. Fue en parte ejecutado por Servio Sulpicio (en Bruto, c. 41), cuyas alabanzas están elegantemente variadas en la latinidad clásica del romano Gravina (p. 60). <<

[636] «Perturbatricem autem omnium harum rerum academiam, hanc ad Arcesila et Carneade recentem, exoremus ut sileat, nam si invaserit in hæc, quæ satis scite instructa et composita videntur, nimias edet ruinas, quam quidem ego placare cupio, submovere non audeo» (de Legibus, I, 13). De este solo paso puede Bentley (Remarks on Freethinking, p. 250) haber conocido cuán firmemente creía Cicerón en las doctrinas vistosas que ha ido engalanando. <<

[637] La filosofía estoica se enseñó al principio en Roma por Panecio, el amigo de Escipión el Menor (véase su vida en las Mém. de l’Académie des Inscriptions, t. X, pp. 75-89). <<

[638] Según está citado por Ulpiano (leg. 40, ad Sabinum en Pandect. l. XLVII, tít. II, leg. 21). Con todo, Trebacio, después de ser un campeón jurisconsulto, qui familiam duxit, se hizo epicúreo (Cicerón ad Fam. VII, 5). Quizás no era constante o sincero en su nueva secta. <<

[639] Véase Gravina (pp. 45-51) y las cavilaciones ineficaces de Mascou. Heinecio (Hist. J. R. núm. 125) cita y aprueba una disertación de Everardo Oton, de Stoica Jurisconsultorum Philosophia. <<

[640] Hemos oído hablar de la regla catoniana, la estipulación aquilia, y las fórmulas manilianas, de doscientas once máximas y de doscientas cuarenta y siete definiciones (Pandect. l. L, tít. XVI, XVII). <<

[641] Léase Cicerón, l. I, de Orotore, Topica, pro Murena. <<

[642] Véase Pomponio (de Origine Juris Pandect. l. I, tít. II, leg. 2, núm. 47), Heinecio (ad Institut. l. I, tít. II, núm. 8, l. II, tít. XXV, en Element. et Antiquitat.), y Gravina (pp. 41-45). Con todo, el monopolio de Augusto, una providencia dura, aparecería algo más suave en el testimonio contemporáneo, y probablemente estaba autorizado por un decreto del Senado. <<

[643] He recorrido la Diatriba de Gotfrido Mascovio, el instruido Mascou, de Sectis Jurisconsultorum (Lipsiæ, 1728, en 12ο, p. 276), un erudito tratado sobre un terreno estrecho e inculto. <<

[644] Véase el carácter de Antistio Labeón en Tácito (Annal. III, 75) y en una epístola de Ateyo Capitón (Aulio Gelio, XIII, 12), quien acusa a su contrario de «libertas nimia et vecors». Sin embargo, Horacio no hubiera azotado a un virtuoso y respetable senador, y debo adoptar la enmienda de Bentley, quien lee Labieno insanior (Serm. 1, III, 82). Véase Mascou, de Sectis (c. 1, pp. 1-24). <<

[645] Justiniano (Institut. l. III, tít. 23 y Teofil. Vers Grœc. pp. 677, 680) ha celebrado esta disputa, y los versos de Homero citados por ambas partes son autoridades legales. Paulo decidió (leg. 33, ad ed. en Pandect. l. XVIII, tít. I, leg. 1), puesto que, en un mero cambio, el comprador no podía ser distinguido del vendedor. <<

[646] Esta controversia quedó también abandonada a los proculianos, para evitar la indecencia de una indagación, y avenirse con el aforismo de Hipócrates, que era adicto al número septenario de semanas, de años o setecientos días (Institut. l. I, tít. XXII). Plutarco y los estoicos (de Placit. Philosoph. l. V, c. 24) apuntan una razón más natural. Catorce años es la edad —περἰ ἣν ὁ σπερµατικòς κρίνεται ἀῤῥóς. Véase el vestigia de las sectas en Mascou, c. IX, pp. 145-276. <<

[647] Las series y la conclusión de las sectas están descritas por Mascou (c. II, VII, pp. 24-120) y será casi ridículo ensalzar su justicia, igual a estas sectas anticuadas. <<

[648] A los primeros avisos vuela al consejo del rodaballo; con todo, Juvenal (Satir. IV, 75-81) llama al prefecto de Roma sanctissimus legum interpres. Por su ciencia, dice el antiguo escolástico, se lo llamaba no hombre, sino libro. Derivó el nombre singular de Pegaso de la galera que mandaba su padre. <<

[649] Tacit. Annal. XVII, 7. Sueton. en Nerone, c. XXXVII. <<

[650] Mascou, de Sectis, c. VIII, pp. 120-144, de Herciscundis, un término legal que se aplicó a los abogados eclécticos: herciscere es sinónimo de dividere. <<

[651] Véase el Código Teodosiano, l. I, tít. IV, con el Comentario de Godofredo, t. I, pp. 30-35. Este decreto podría ocasionar disputas jesuíticas, como las de las Cartas Provinciales, sobre si un juez estaba obligado a seguir la opinión de Papiniano, o de una mayoría, en oposición a su parecer, su conciencia, etc. Con todo, un legislador pudiera dar a esta opinión, aunque falsa, la validez, no de verdad, pero de ley. <<

[652] Para los afanes legales de Justiniano he estudiado el prefacio de la Instituta, el prólogo 1, 2 y 3 de las Pandectas; el 1 y 2 del Código; y el mismo Código (l. I, tít. XVII de Veteri Jure enucleando). Después de estos testimonios originales, he consultado entre los modernos, Heinecio (Hist. J. R. núm. 383-404), Terrason (Hist. de la Jurisprudence Romaine, pp. 295-356), Gravina (Opp. pp. 93-100) y Ludewig, en su Vida de Justiniano (pp. 19-123, 318-321; para el Código y las Novelas, pp. 209-261; para el Digesto o Pandectas, pp. 262-317). <<

[653] Sobre el carácter de Triboniano, véanse los testimonios de Procopio (Persic. l. I, c. 23, 24; Anecdot. c. 13, 20) y Suidas (t. III, p. 501, ed. Kuster). Ludewig (en Vit. Justinian. pp. 175-209) trabaja con afán, con mucho afán, para blanquear al moro negro. <<

[654] Aplico los dos pasos de Suidas al mismo sujeto; le cuadra muy bien cada circunstancia. Con todo, los abogados parecen ignorarlo; y Fabricio se inclina a separar los dos caracteres (Bibliot. Grœc. t. I, p. 341; II, p. 518; III, p. 418; XII, pp. 346, 353, 474). <<

[655] Este cuento lo refieren Hesiquio (de Viris Illustribus), Procopio (Anecdot. c. 13) y Suidas (t. III, p. 501). Semejante adulación parece increíble.

—Nihil est quod credere de se

Non possit, cum laudatur Diis æqua potestas.

Fontenelle (t. I, pp. 32-39) ha ridiculizado el descaro del modesto Virgilio. Pero el mismo Fontenelle coloca a su rey mucho más alto que el divino Augusto, y el sabio Boileau no se avergonzó de decir «le destin à ses yeux n’oserait balancer». Con todo, ni Augusto ni Luis XIV eran locos. <<

[656] Πάνδεκται (recibidores generales) era un título común de las misceláneas griegas (Plin. Præf. ad Hist. Natur.). El Digesta de Escévola, Marcelino, Celso, era ya familiar a los jurisconsultos; pero Justiniano cometió un yerro usando las dos denominaciones como sinónimas. ¿La palabra Pandectas es griega o latina?, ¿masculina o femenina? El diligente Brenckman no presumirá de decidir estas controversias importantes (Hist. Pandect. Florentin. pp. 300-304). <<

[657] Ángelo Policiano (l. V, Ep. últ.) calcula en treinta y siete (pp. 192-200) los jurisconsultos citados en las Pandectas —lista extraordinaria de sabios para su tiempo. El índice griego de las Pandectas enumera treinta y nueve, y el infatigable Fabricio cuenta hasta cuarenta (Bibliot. Grœc. t. III, pp. 488-502). Dicen que Antonino Augusto (de Nominibus Propriis Pandect. apud Ludewig p. 283) añadió cincuenta y cuatro nombres, pero deben ser vagas referencias, o de segunda mano. <<

[658] El Στιχοὶ del antiguo manuscrito puede definirse exactamente como sentencias o período de un sentido completo, que, en lo ancho de los rollos de pergamino o volúmenes, componían otras tantas líneas de longitud desigual. El número de Στιχoι en cada libro servía para salvar las erratas de los escribientes (Ludewig, pp. 211-215; y su autor original Suicer., Thesaur. Ecclesiast., t. I, pp. 1021-1036). <<

[659] Una oración erudita e ingeniosa de Escultingio (Jurisprudentia Ante-Justinianea pp. 883-907) sincera la elección de Triboniano, contra los cargos apasionados de Francisco Hottoman y sus sectarios. <<

[660] Arránquese la corteza de Triboniano, y concédase el uso de voces técnicas, y se hallará que el latín de las Pandectas no desmerece del de la Edad de Oro. Ha sido atacado con vehemencia por Lorenzo Valla, un gramático fastidioso del siglo XV, y por su apologista Florido Sabino. Alciato lo defendió, y un abogado desconocido (probablemente Jaime Capelo). Sus varios tratados están recopilados por Duker (Opuscula de Latinitate veterum Jurisconsultorum, Lugd. Bat. 1721, en 12º). <<

[661] «Nomina quidem veteribus servavimus, legum autem veritatem nostram fecimus. Itaque siquid erat in illis seditiosum, multa autem talia erant ibi reposita, hoc decisum est et definitum, et in perspicuum finem deducta est quæque lex» (Cod. Justinian. l. I, tít. XVII, leg. 3, núm. 10), ¡franca confesión! <<

[662] El número de estas emblemata (un nombre político para falsedades) está muy reducido por Bynkershoek (en los cuatro últimos libros de sus Observaciones), quien sostiene muy débilmente el derecho de Justiniano y el deber de Triboniano. <<

[663] Las antinomias o leyes opuestas del Código y las Pandectas son a veces la causa, y con frecuencia la disculpa, de la gloriosa duda de la ley civil, que tan a menudo suministra lo que Montaigne llama questions pour l’ami. Véase un hermoso paso de Francisco Balduino en Justiniano (l. II, p. 259 y ss. apud Ludewig, pp. 305, 306). <<

[664] Cuando Fust, o Fausto, vendió en París sus primeras biblias impresas como manuscritos, el precio de cada copia en pergamino se redujo de cuatrocientas o quinientas coronas a sesenta, cincuenta o cuarenta. El público al principio estaba muy contento de su baratura, y al fin enfadado con el descubrimiento del engaño (Mattaire, Annal. Tipograph. t. I, p. 112; primera edición). <<

[665] Esta costumbre execrable prevaleció desde el siglo VIII, y particularmente desde el XII, cuando se hizo casi universal (Montfaucon, en las Mémoires de l’Académie, t. VI, p. 606 y ss.; Bibliothèque Raisonnée de la Diplomatique, t. I, p. 476). <<

[666] Pomponio (Pandect. l. I, tít. II, leg. 2) dice que de los tres fundadores de la ley civil, Mucio, Bruto y Manilio, «extant volumina, scripta Manilii monumenta», que algunos antiguos abogados, republicanos, «hæc versantur corum scripta inter manus hominum». Ocho de los sabios augustos quedaron reducidos a un compendio: de Cascelio, «scripta non extant sed unus liber», etc.; de Trebacio, «minus frecuentatur»; de Tuberón, «libri parum grati sunt». Muchas citas de las Pandectas están sacadas de libros que Triboniano nunca vio; y en el largo período del siglo VII al XIII de Roma, la lectura aparente de los modernos depende sucesivamente de la sabiduría y la veracidad de sus predecesores. <<

[667] Todos, en varios ejemplos, repiten las erratas del escribiente y la trasposición de algunas hojas en las Pandectas Florentinas. Este hecho, si es verdadero, es decisivo. Con todo, las Pandectas están citadas por Ivo de Chartres (que murió en 1117), por Teobaldo, arzobispo de Canterbury, y por Vacario, nuestro primer profesor, en el año 1140 (Selden ad Fletam, c. 7, t. II, pp. 1080-1085) ¿Han sido recopilados nuestros manuscritos ingleses de las Pandectas?

87 Véase la descripción de este original en Brenckman (Hist. Pandect. Florent. l. I, c. 2, 5, pp. 4-17 y l. II). Policieno, un entusiasta, lo reverenciaba como el verdadero estandarte del mismo Justiniano (pp. 407, 488); pero esta paradoja está refutada por las abreviaciones del manuscrito florentino (l. II, c. 5, pp. 117-130). Se compone de dos volúmenes en cuarta, con grandes márgenes, en pergamino fino, y los caracteres latinos descubren la mano de un escribiente griego. <<

[668] Brenckman, al fin de su historia, insertó dos disertaciones sobre la república de Amalfi y la guerra pisana en el año 1135, etcétera. <<

[669] El descubrimiento de las Pandectas en Amalfi (1137 d. C.) está notado primero (en 1501) por Ludovico Bolognino (Brenckman, l. I, c. 11, pp. 73, 74; l. IV, c. 2, pp. 417-425), apoyándose en la autoridad de una crónica pisana (pp. 409, 410), sin nombre ni fecha. Todo el cuento, aunque desconocido en el siglo XII, engalanado en las épocas ignorantes, y sospechoso a la rígida crítica, no carece enteramente de probabilidad (l. I, c. 4-8, pp. 17-50). El Liber Pandectarum de Pisa fue indudablemente consultado en el siglo XIV por el gran Bartolo (pp. 406, 407. Véase l. I, c. 9, pp. 50-62). <<

[670] Pisa fue tomada por los florentinos en el año 1406; y en 1411 las Pandectas se trasportaron a la capital. Estos sucesos son auténticos y célebres. <<

[671] Estaban encuadernadas en púrpura, depositadas en una rica caja, y se mostraban a los viajeros curiosos, por los frailes y magistrados, con la cabeza descubierta, y con hachas encendidas (Brenckman, l. I, c. 10, 11, 12, pp. 62-93). <<

[672] Después de las recopilaciones de Policiano, Bolognino y Antonio Agustín, y la magnífica edición de las Pandectas por Taurelo (en 1551), Henry Brenckman, un sueco, emprendió una peregrinación a Florencia, en donde empleó varios años en el estudio de un solo manuscrito. Su Historia Pandectarum Florentinarum (Utrecht, 1722, en 4º), aunque un monumento de industria no es más que una pequeña parte de su primitivo plan. <<

[673] Χρύσεα χαλκεἰων, ἑκατòµβơι ἐννεαβoίων,«apud Homerum patrem omnis virtutis» (1º Præfat. ad Pandec.). Una línea de Milton o de Taso nos hubiera admirado en un acta del parlamento. «Quæ omnia obtinere sancimus in omne ævum». Del primer código, dice (2º Præfat.) «in æternum valiturum». ¡Hombre y para siempre! <<

[674]Novellœ es un adjetivo clásico; pero un sustantivo bárbaro (Ludewig, p. 245). Justiniano nunca las recopiló él mismo; las nueve colaciones, el modelo legal de los tribunales modernos, se componen de noventa y ocho Novelas; pero su número se alimentó por la actividad de Juliano, Haloander y Concio (Ludewig, pp. 249, 258. Aleman. Not. en Anecdot. p. 98). <<

[675] Montesquieu, Considérations sur la Grandeur et la Décadence des Romains, c. 20 t. III, p. 501, en 4º. En esta ocasión arroja a un lado la bata y el gorro de presidente a Mortier. <<

[676] Procopio, Ancedot. c. 28. Un privilegio semejante se concedió a la Iglesia de Roma (Novel. IX). Sobre la abolición general de estas dañosas indulgencias, véase Novel. CXI y Edict. V. <<

[677] Lactancio, en sus Instituciones de la cristiandad, obra elegante y brillante, propone imitar el título y método de los jurisconsultos. «Quidam prudentes et arbitri æquitatis Institutiones Civilis Juris compositas ediderunt» (Institut. Divin., l. I, c. 1). Tal como Ulpiano, Pablo, Florentino y Marciano. <<

[678] El emperador Justiniano las llama suum, aunque murió antes del fin del segundo siglo. Sus Institutas están citadas por Servio, Boecio, Prisciano, etc., y aún existe el Epítome por Arriano (Véase el Prolegomena y notas a la edición de Schulting, en la Jurisprudentia Ante-Justinianea, Lugd. Bat. 1717; Heinecio, Hist J. R. núm. 313; Ludewig, en Vit. Just. p. 199). <<

[679] Véanse los Annales Politiques de l’Abbé de Saint Pierre, t. I, p. 25, que traen la fecha del año 1735. Las familias más antiguas reclaman la posesión inmemorial de armas y vasallos. Desde las Cruzadas, algunas de las más respetables han sido creadas por el rey, por méritos y servicios. La muchedumbre vulgar y reciente dimana de la multitud de oficios venales, sin cargo ni dignidad, que ennoblecen continuamente a los plebeyos ricos. <<

[680] Si la opción de un esclavo estaba cedida en varios legados, se sacaban suertes; y los que perdían tenían derecho a la parte que les correspondía de su valor: diez piezas de oro por un criado común o una joven menor de diez años; si era mayor, veinte; si sabían algún oficio, treinta; notarios o escritores, cincuenta; parteras o médicos, sesenta; eunucos menores de diez años, treinta; mayores, cincuenta; comerciantes, setenta (Cod. l. VI, tít. XLIII, leg. 3). Estos precios legales son generalmente más bajos que los del mercado. <<

[681] Sobre el estado de los esclavos y los hombres libres, véase la Instituta, l. I, tít. III-VIII; l. II, tít. IX; l. III, tít. VIII, IX; Pandectas o Digesto, l. I, tít. V, VI; l. XXXVIII, tít. I-IV, y todo el libro XL; Código, l. VI, tít. IV, V; l. VII, tít. I-XXIII. Entiéndase de aquí en adelante que, con el texto original de la Instituta y Pandectas, los artículos correspondientes en las Antigüedades y Elementos de Heinecio van implícitamente citados; y con los veintisiete primeros libros de las Pandectas, los instruidos y racionales Comentarios de Gerardo Noodt (Opera, t. II, pp. 1-590, el fin, Lugd. Bat. 1724). <<

[682] Véase el patria potestas, en la Instituta (l. I, tít. IX), las Pandectas (l. I, tít. VI, VII) y el Código (l. VIII, tít. XLVII, XLVIII, XLIX). «Jus potestatis quod in liberos habemus proprium est civium Romanorum. Nulli enim alii sunt homines, qui talem in liberos habeant potestatem qualem nos habemus.» <<

[683] Dionisio Hal. l. II, pp. 94, 95. Gravina (Opp. p. 286) reproduce las palabras de las Doce Tablas. Papiniano (en Collatione Legum Roman. et Mosaicarum, tít IV, p. 204) llama esta patria potestas, lex regia: Ulpiano (ad Sabin. l. XXVI, en Pandect. l. I, tít. VI, leg. 8) dice, «jus potestatis moribus receptum; y furiosus filium in potestate habetit». ¡Cuán sagrado!, o más bien, ¡cuán absurdo! <<

[684]Pandect. l. XLVII, tít. II, leg. 14; núm. 13, leg. 38; núm. 1. Tal era la decisión de Ulpiano y Pablo. <<

[685] El trina mancipatio está claramente definido por Ulpiano (Fragment. X, pp. 591, 592, ed. Schulting), y mejor ilustrado en las Antigüedades de Heinecio. <<

[686] Justiniano habla y reprueba la antigua ley, el jus necis del padre romano (Institut. l. IV, tít. IX, núm. 7). Aún quedan algunos vestigios legales en las Pandectas (l. XLIII, tít. XXIX, leg. 5, núm. 4) y el Collatio Legum Romanarum et Mosaicarum (tít. II, núm. 3, p. 189). <<

[687] Excepto en ocasiones públicas, y en el actual ejercicio de su oficio. «In publicis locis atque muneribus, atque actionibus patrum, jura cum filiorum qui in magistratu sunt, potestatibus collata, interquiescere paullulum et connivere», etc. (Aulio Gelio, Noctes Atticæ, II, 2). Las lecciones del filósofo Tauro quedan abonadas con el antiguo y memorable ejemplo de Fabio; y podemos ver el mismo cuento en el estilo de Livio (XXIV, 44) y el idioma grosero de Claudio Quadrigario el analista. <<

[688] Véase la gradual extensión y seguridad del filial peculium en la Instituta (l. II, tít. IX), las Pandectas (l. XV, tít. I; l. XLI, tít. I) y el Código (l. IV, tít. XXVI, XXVII). <<

[689] Los ejemplos de Erixo y Ario están referidos por Séneca (de Clementia, I, 14, 15), el primero con horror, el segundo con aplauso. <<

[690] «Quod latronis magis quam patris jure cum interfecisset, nam patria potestas in pietate debet non in atrocitate consistere» (Marciano, Institut. l. XIV, en Pandect. l. XLVIII, tít. IX, leg. 5). <<

[691] Las leyes Pompeya y Cornelia de sicariis y parricidis están repetidas, o más bien compendiadas, con los últimos suplementos de Alejandro Severo, Constantino y Valentiniano, en las Pandectas (l. XLVIII, tít. VIII, IX) y el Código (l. IX, tít. XVI, XVII). Véase también el Código Teodosiano (l. IX, tít. XIV, XV) con el comentario de Godofredo (t. III, pp. 84, 113), que suministra abundantes conocimientos antiguos y modernos sobre las leyes penales. <<

[692] Cuando el Cremes de Terencio reconviene a su mujer porque no obedece sus órdenes, exponiendo a su hijo, habla como padre y como dueño, y acalla los escrúpulos de una mujer loca. Véase Apuleyo (Metamorph. l. X, p. 337, ed. Delfin). <<

[693] La opinión de los abogados, y la discreción de los magistrados, introdujo, en tiempo de Tácito, algunas restricciones legales que pudiesen resistir el contrarresto de los boni mores de los germanos, con el bonæ leges alibi, esto es, en Roma (de Moribus Germanorum, c. 49) Tertuliano (ad Nationes, l. I, c. 15) refuta sus propios cargos, y los de sus hermanos contra la jurisprudencia pagana. <<

[694] La sabia y humana sentencia del jurisconsulto Paulo (l. II, Sententiarum en Pandect. l. XXV, tít. III, leg. 4) está considerada como un precepto moral por Gerardo Noodt (Opp. t. I, en Julius Paulus, pp. 567-588, y Amica Responsio, pp. 591-606), quien sostiene la opinión de Justo Lipsio (Opp. t. II, p. 409, ad Belgas, cent. I, Ep. 85), y como una verdadera ley obligatoria por Bynkersboek (de Jure Occidendi Liberos, Opp. t. I, pp. 318-340. Curæ Secundæ, pp. 391-427). En una controversia instruida, pero acalorada, los dos amigos se desvían en los extremos opuestos. <<

[695] Dionisio Hal. l. II, pp. 92, 93. Plutarco, en Numa, pp. 140, 141. Tò σῶµα καì τò ἦθος κάθαρον καì ἄθικτον ἐπì τῷ γαµοῦντι γένεσθαι. <<

[696] En el invierno frumenta, el triticum o trigo barbudo; el siligo o sin barbas; el far adorea, oryza; cuya descripción se aviene tanto con el arroz de España e Italia. Prohíjo esta identidad, apoyándome en el testimonio de Paucton en su útil y laboriosa Métrologie (pp. 517-529). <<

[697] Aulio Gelio (Noctes Atticæ, XVIII, 6) da una ridícula definición de Elio Meliso, «Matrona, quæ semel, materfamilias, quæ sæpius peperit», como porcetra y scropha en el género de semilla. Luego añade el verdadero significado: «quæ in matrimonium vel in manum convenisset.» <<

[698] Bastaba el haber probado vino, o robado la llave de la bodega (Plin. Hist. Nat. XIV, 14). <<

[699] Solón exigía tres pagos por mes. Según el Misna, a un marido joven, robusto y holgazán se le imponía una contribución diaria; dos veces por semana a un ciudadano, una a un labrador; una al mes al trajinante; y cada seis meses a un marino. Pero el estudiante y el doctor estaban libres de este tributo; y ninguna mujer, si se la satisfacía semanalmente, podía solicitar el divorcio: se concedía un voto de abstinencia por una semana. La poligamia dividía, sin multiplicar, los deberes del marido (Selden, Uxor Ebraica, l. III, c. 6, en sus obras, vol. II, pp. 717-720). <<

[700] En la ley Oppia, se puede ver el discurso suavizador de Valerio Flaco, y la oración severa y censurante de Catón el Mayor (Liv. XXXIV, 1-8). Pero más bien oiremos al pulido historiador del siglo VIII, que a los oradores ásperos del sexto de Roma. Los principios, y hasta el estilo, de Catón están más esmeradamente conservados por Aulio Gelio (X, 23). <<

[701] Sobre el sistema del matrimonio católico y judío, véase Selden (Uxor Ebraica, Opp. vol. II, pp. 529-860), Biginham (Christian Antiquities, l. XXII), y Chardon (Hist. des Sacremens, t. VI). <<

[702] Las leyes civiles del casamiento están expuestas en la Instituta (l. I, tít. X), las Pandectas (l. XXIII, XXIV, XXV) y el Código (l. V); pero como el título de ritu nuptiarum está imperfecto, tenemos que escudriñar los Fragmentos de Ulpiano (tít. IX, pp. 590, 591) y el Collatio Legum Mosaicarum (tít. XVI, pp. 790, 791) con las notas de Piteo y Schulting. Hallan en el Comentario de Servio (en la 1 Geórgica y la 4 Eneida) dos pasos curiosos. <<

[703] Según Plutarco (p. 57), Rómulo no admitía más que tres causas para el divorcio: embriaguez, adulterio y llaves falsas. De cualquier otro modo, el marido que abusaba de su supremacía tenía que entregar la mitad de sus bienes a su mujer, la mitad a la diosa Ceres, y ofrecer un sacrificio (¿con lo restante?) a las deidades terrestres. Esta extraña ley fue, o bien imaginaria, o bien transitoria. <<

[704] En el año de Roma 5123, Espurio Carvilio Ruga repudió a una mujer hermosa, buena, pero estéril (Dionisio Hal. l. II, p. 93; Plutarco, en Numa, p. 141; Valerio Máximo, l. II, c. 1; Aulio Gelio, IV, 3). Fue interrogado por los censores, y aborrecido por el pueblo; pero su divorcio se apoyaba en la ley. <<

[705]

—Sic fiunt octo mariti>,

Quinque per autumnos.

(Juvenal, Sátira VI, 20)

Una rápida sucesión, que todavía puede creerse, así como el non consulum numero, sed maritorum annos suos computant, de Séneca (de Beneficiis, III, 16). Jerónimo vio en Roma a un marido triunfante enterrar a su vigésima prima mujer, quien había hecho otro tanto con veintidós de sus predecesores, menos robustos (Opp. t. I, p. 90, ad Gerontiam). Pero los diez maridos en un mes del poeta Marcial es una extravagante hipérbole (l. VI, epigrama 7). <<

[706]Sacellum Viriplacæ (Valerio Máximo, l. II, c. 1), en la región palatina, aparece en el tiempo de Teodosio, en la descripción de Roma por Publio Víctor. <<

[707] Valerio Máximo, l. II, c. 9, con fundamento juzga el divorcio más criminal que el celibato: «illo namque conjugalia sacra spreta tantum, hoc etiam injuriose tractata.» <<

[708] Véanse las leyes de Augusto y sus sucesores en Heinecio, ad Legem Papiam-Poppæam, c. 19 en Opp. t. VI, p. I, pp. 323-335. <<

[709] «Aliæ sunt leges Cæsarum, aliæ Christi; aliud Papinianus, aliud Paulus noster præcipit» (Jerom. t. I, p. 198; Selden, Uxor Ebraica, III, c. 51, pp. 847-853). <<

[710] La Instituta guarda silencio; pero podemos consultar los códigos de Teodosio (l. III, tít. XVI, con el Comentario de Godofredo, t. I, pp. 310-315) y Justiniano (l. V, tít. XVII), las Pandectas (l. XXIV) y las Novelas (XXII, CXVII, CXXVII, CXXXIV, CXL). Justiniano hasta el fin fluctuó entre la ley civil y la eclesiástica. <<

[711] En griego puro, πορνεία no es una palabra común, ni su verdadero significado, fornicación, puede aplicarse exactamente al pecado matrimonial. En sentido figurado, ¿cuán lejos, y a qué ofensas, no podría extenderse? ¿Hablaba Cristo el idioma árabe o sirio? ¿De qué palabra original es πορνεία la traducción? ¡Cuán varia es aquella palabra griega traducida en las versiones antigua y moderna! Son dos (Marcos, X, 11; Lucas, XVI, 18) para uno (Mateo, XIX, 9) que semejante punto de divorcio no fue exceptuado por Jesús. Algunos críticos han creído que por medio de una contestación evasiva evitaba ofender tanto a la esencia de Sammai como a la de Hillel (Selden, Uxor Ebraica, l. III, c. 18-22, 28, 31). <<

[712] Los principios de la jurisprudencia romana están expuestos por Justiniano (Institut., l. I, tít. X); y las leyes y costumbres de las diferentes naciones de la Antigüedad, respecto de los grados prohibidos, etc., están extensamente explicados por Taylor en sus Elementos de la Ley Civil (pp. 108, 314-339), una obra de entretenimiento, con lectura variada, pero que no puede ensalzarse por su precisión filosófica. <<

[713] Cuando su padre Agripa murió (44 d. C.), Berenice no tenía más que dieciséis años (Joseph. t. I, Antiquit. Judaic. l. XIX, c. 9, p. 952, ed. Havercamp). Tenía pues más de cincuenta años, cuando Tito (79 d. C.) invitus invitam invisit. Esta fecha no hubiera adornado la tragedia o pastoral del tierno Racine. <<

[714] El Ægyptia conjux de Virgilio (Æneid. VIII, 688) parece contarse entre los monstruos que batallaron con Marco Antonio contra Augusto, el Senado y los dioses de Italia. <<

[715] Los derechos humildes, pero legales, de las concubinas e hijos naturales están deslindados en la Instituta (l. I, tít. X), las Pandectas (l. I, tít. VII), el Código (l. V, tít. XXV) y las Novelas (LXXIV, LXXXIX). Las investigaciones de Heinecio y Guiannone (ad Legem Juliam et Papiam-Poppæam, c. IV, pp. 164-175; Opere Posthume, pp. 108-158) ilustran este asunto interesante y doméstico. <<

[716] Véase el artículo de guardias y gobernadores en la Instituta (l. I, tít. XIII-XVI), las Pandectas (l. XXVII, XXVI) y el Código (l. V, tít. XXVIII-LXX). <<

[717]Institut. l. II, tít. I, II. Compárese el raciocinio puro y cabal de Cayo y Heinecio (l. II, tít. I, pp. 69-91) con la prolijidad de Teófilo (pp. 207, 265). La opinión de Ulpiano se conserva en las Pandectas (l. I, tít. VIII, leg. 41, núm. 1). <<

[718] El heredium de los primeros romanos está definido por Varrón (de Re Rustica, l. I, c. II, p. 141, c. X, p. 160, 161, ed. Gesner) y oscurecido por la declamación de Plinio (Hist. Natur. XVIII, 2). Se ha dado un comentario exacto e instruido de la Administration des Terres chez les Romains (pp. 12-66). <<

[719] El res mancipi está explicado por apuntes débiles y remotos por Ulpiano (Fragment. tít. XVIII, pp. 618, 619) y Bynkershoek (Opp. t. I, pp. 306-315). La definición es algo arbitraria; y como ninguno, excepto yo, ha dado una razón, quedo desconfiado. <<

[720] De esta corta prescripción Hume (Essays, vol. I, p. 425) infiere que no podía entonces haber más orden y estabilidad en Italia que ahora entre los tártaros. Reconviénelo el letrado de su contrario Wallace, y no sin fundamento, por pasar por alto las condiciones (Institut. l. II, tít. VI). <<

[721] Véase la Instituta (l. I, tít. IV, V) y las Pandectas (l. VII). Noodt compuso un tratado claro e instructivo, de Usufructu (Opp. t. I, pp. 387-478). <<

[722] Las cuestiones de Servitutibus están ventiladas en la Instituta (l. II, tít. III) y Pandectas (l. VIII). Cicerón (pro Murena, c. 9) y Lactancio (Institut. Divin. l. I, c. 1) afectan reírse de la doctrina baladí de aqua pluvia arcenda, etc. Con todo, puede ser de alguna utilidad entre vecinos litigantes, tanto en las ciudades como en el campo. <<

[723] Entre los patriarcas, el que había nacido primero disfrutaba una primogenitura mística y espiritual (Génesis, XXV, 31). En la tierra de Canaan tenía derecho a una doble porción de herencia (Deuteronomio, XXI, 17, con el juicioso comentario de Le Clerc). <<

[724] En Atenas los hijos eran todos iguales; pero las pobres hijas quedaban dotadas según la voluntad de sus hermanos. Véase el κληρικοί pleitos de Iseo (en el vol. VII de los Oradores Griegos), ilustrados por la versión y el comentario de Sir William Jones, estudiante, abogado y hombre de talento. <<

[725] En Inglaterra sólo el hijo mayor hereda todas las tierras; una ley, dice el ortodoxo juez Blackstone (Commentaries on the Laws of England, vol. II, p. 215), injusta únicamente en concepto de los hermanos menores. Puede ser de alguna utilidad política aguzando su industria. <<

[726] Las tablas de Blackstone (vol. II, p. 202) copian y comparan los decretos de la ley civil con los del canon o ley común. Un tratado separado de Julio Paulo, de gradibus et affinibus, está inserto o compendiado en las Pandectas (l. XXXVIII, tít. X). En el séptimo grado calcula (núm. 18) mil veinticuatro personas. <<

[727] La ley Voconia se publicó en el año 584 de Roma. El joven Escipión, que tenía entonces diecisiete años (Frenshemio, Supplement. Livian. XLVI, 40), halló una ocasión de ejercitar su generosidad con su madre y sus hermanos, etc. (Polibio, t. II, l. XXXI, pp. 1453-1464, ed. Gronov, un testigo doméstico). <<

[728] «Legem Voconiam» (Ernesto, Clavis Ciceroniana) «magna voce bonis lateribus» (a los sesenta y cinco años) «suasissem», dice el antiguo Catón (de Senectute, c. 5). Aulio Gelio (VII, 13; XVII, 6) ha salvado algunos pasajes. <<

[729] Véase la ley de sucesión en la Instituta de Cayo (l. II, tít. VIII, pp. 130-144), y Justiniano (l. III, tít. I-VI con la versión griega de Teófilo, pp. 515-575, 588-600), las Pandectas (l. XXXVIII, tít. VI-XVII), el Código (l. VI, tít. LV-LX) y las Novelas (CXVIII). <<

[730] Aquella sucesión era la regla, el testamento la excepción está probado por Taylor (Elements of Civil Law, pp. 519-527), un escritor instruido y de numen. En los libros segundo y tercero, el método de la Instituta está indudablemente mal colocado; y el canciller Daguesseau (Œuvres, t. I, p. 275) desea ver a su compatricio Domat en lugar de Triboniano. Con todo, contratos antes de sucesiones no es seguramente el orden natural de las leyes civiles. <<

[731] Los ejemplos anteriores de los testamentos son quizá fabulosos. En Atenas, un padre sin hijos no podía hacer más que un solo legado (Plutarch., en Solone, t. I, p. 164. Véase Iseo y Jones). <<

[732] El testamento de Augusto está especificado por Suetonio (en August. c. 101; en Nerón, c. 4), a quien puede estudiarse como un código de antigüedades romanas. Plutarco (Opuscul. t. II, p. 976) se pasma ὅταν δὲ διαθήκας γράφουσιν, ἑτέροι µὲν ἀπολείπουσι κληρονóµους, ἓτεροι δὲ πωλοῦσι τάς οὐσίας. El lenguaje de Ulpiano (Fragment. tít. XX, p. 627. ed. Schulting) es casi demasiado exclusivo: solum in usu est. <<

[733] Justiniano (Novell. CXV, núm. 3, 4) enumera únicamente los crímenes públicos y privados, por los que un hijo puede también desheredar a su padre. <<

[734] La substitutions fidei-commissaires de la ley civil moderna es una idea feudal, basada en la jurisprudencia romana, y que apenas guarda ninguna semejanza con la antigua fidei-commissa (Institutions du Droit Français, t. I, pp. 347-383. Denissart, Decisions de Jurisprudence, t. IV, pp. 577-604). Se extendían hasta el cuarto grado por un abuso de la Novela CLIX; una ley parcial, perpleja y declamatoria. <<

[735] Dion Casio (t. II, l. LVI, p. 814, con las notas de Reimar) especifica en moneda griega la suma de veinticinco mil dracmas. <<

[736] Las revoluciones de las leyes romanas sobre herencias están muy bien deducidas, aunque algunas veces imaginariamente, por Montesquieu (Esprit des Loix, l. XXVII). <<

[737] Sobre la jurisprudencia civil de las sucesiones, testamentos, codicilos y legados, los principios están fijados en la Instituta de Cayo (l. II, tít. II-IX, pp. 91-144), Justiniano (l. II, tít. X-XXV) y Teófanes (pp. 328-514); y el extenso pormenor cuaja hasta doce libros (XXVIII-XXXIX) de las Pandectas. <<

[738] Las Instituta de Cayo (l. II, tít. IX, X, pp. 144-214), de Justiniano (l. III, tít. XIV-XXX; l. IV, tít. IVI) y de Teófilo (pp. 616-837) distinguen cuatro clases de obligaciones: aut re, aut verbis, aut litteris, aut consensu, pero confieso que soy parcial de mi propia división. <<

[739] Cuán superior es el frío y racional testimonio de Polibio (l. VI, p. 693; l. XXXI, pp. 1459-1460) al aplauso confuso y vago —omnium maxime et præcipue fidem coluit (A. Gelio, XX, 1). <<

[740] El Jus Prætorium de Pactis et Transactionibus es un tratado separado y satisfactorio de Gerardo Noodt (Opp. t. I, pp. 483-564). Haré aquí notar que en las universidades de Holanda y Brandeburgo, a principios del siglo presente, parece haberse estudiado la ley civil bajo los principios más justos y liberales. <<

[741] El asunto hermoso y variado de los contratos por consentimiento está desparramado por cuatro libros de las Pandectas (XVII-XX) y es una de las partes que deben llamar más la atención de un estudiante inglés. <<

[742] Los contratos de renta están definidos en las Pandectas (l. XIX) y el Código (l. IV, tít. LXV). El quinquennium parece más bien haber sido una costumbre que una ley; pero en Francia todos los arriendos de tierras se terminaban a los nueve años. Esta traba se quitó únicamente en el año 1775 (Encyclopédie Méthodique, t. I, de la Jurisprudence, pp. 668, 669); siento tener que decir que aún se observa en el hermoso y dichoso país en que me es dado residir. <<

[743] Pudiera conformarme implícitamente con el sentido y la erudición de los tres libros de G. Noodt; de fœnore et usuris (Opp. t. I, pp. 175-268). La interpretación de los asses o centecimæ usuræ por doce, el unciariæ por uno por ciento, está sostenida por los mejores críticos y letrados: Noodt (l. II, c. 2, p. 207), Gravina (Opp. pp. 205 y ss., 210), Heinecio (Antiquitat. ad Institut., l. III, tít. XV), Montesquieu (Esprit des Loix, l. XXII, c. 22; t. II, p. 36. Défense de l’Esprit des Loix, t. III, pp. 478 y ss.) y sobre todo Juan Federico Gronovio (de Pecunia Vetere, l. III, c. 13, pp. 213-227 y sus tres Antexegeses, pp. 455-655), el fundador, o al menos el campeón, de esta opinión probable, que, con todo, sorprende con algunas dificultades. <<

[744] «Primo XII Tabulis sancitum est ne quis unciario fœnore amplius exerceret» (Tácit. Annal. VI, 16) «Pour peu», dice Montesquieu (Esprit des Loix, l. XXII, c. 22) «qu’ on soit versé dans l’histoire de Rome, on verra qu’ une pareille loi ne doit pas étre l’ouvrage des décemvirs». ¿Era Tácito ignorante o mentecato? Pero los patricios más sabios y virtuosos podían sacrificar su avaricia a su ambición, y probar de reprimir la costumbre odiosa, por un interés que no aceptase ningún prestamista, y tales penas que ningún deudor incurriese en ellas. <<

[745] Justiniano no quiso avenirse a colocar la usura en su Instituta; pero las reglas y restricciones necesarias se hallan en las Pandectas (l. XXII, tít. I, II) y el Código (l. IV, tít. XXXII, XXXIII). <<

[746] Los padres son unánimes (Barbeyrac, Morale des Pères, pp. 144 y ss.); Cipriano, Lactancio, Basilio, Crisóstomo (véanse su frívolos argumentos en Noodt, l. I, c. 7, p. 188), Gregorio Niseno, Ambrosio, Jerónimo, Agustín, y una caterva de concilios y casuistas. <<

[747] Catón, Séneca y Plutarco han clamado contra la costumbre o abuso de la usura. Según la etimología de fœnus y τοκóς, el principal se supone haber producido el interés: una cría de estéril metal, exclama Shakespeare; y el escenario es el eco de la voz pública. <<

[748] Sir William Jones ha dado un ensayo ingenioso y racional sobre la ley de fianzas (Londres, 1781, pp. 127, en 8º). Quizás es el único letrado igualmente versado, con los libros anuales de Westminster, los Comentarios de Ulpiano, los pleitos áticos de Iseo, y las sentencias de los cadíes árabes y persas. <<

[749] Noodt (Opp. t. I, pp. 137-172) ha compuesto un tratado separado, ad Legem Aquiliam (Pandect. l. IX, tít. II). <<

[750] Aulio Gelio (Noct. Attic. XX, I) tomó este cuento de los Comeritarios de Q. Labeón sobre las Doce Tablas. <<

[751] La narración de Livio (I, 28) es fundada y solemne. At tu dictis, Albane, maneres, es una osada reflexión, impropia de la humanidad de Virgilio (Æneid. VIII, 643). Heyne, con su usual criterio, dice que el asunto era demasiado horrible para el escudo de Eneas (t. III, p. 229). <<

[752] La edad de Dracón (Olympiad. XXXIX, 1) está fijada por Juan Marsham (Canon Chronicus, pp. 593-596) y Corsini (Fasti Attici, t. III, p. 62). Para sus leyes, véanse los escritores sobre el gobierno de Atenas, Sigonio, Meursio, Potter, etcétera. <<

[753] La séptima, de delictis, de las Doce Tablas está descrita por Gravina (Opp. pp. 292, 293 con un comentario, pp. 214-230). Aulio Gelio (XX, 1) y el Collatio Legum Mossaicarum et Rontanorum suministran muchas especies originales. <<

[754] Livio menciona dos eras malas y notables, de tres mil personas acusadas, y ciento noventa matronas nobles convictas del crimen de envenenamiento (XL, 48; VIII, 18). Hume distingue las épocas de virtudes públicas y privadas (Essays, vol. 1, pp. 22, 25). Más bien diría que semejantes arrebatos de maldad (como en Francia en el año 1680) son acaecimientos y prodigios que no dejan ningún rastro en una nación. <<

[755] Las Doce Tablas y Cicerón (pro Roscio Anterino, c. 25, 26) se contentan con el saco; Séneca (Excerpt. Controvers. v, 4) lo adorna con serpientes; Juvenal compadece al simio inocente —innoxia simia— (Satir. XIII, 156), Adriano (apud Dositheum Magistrum, l. III, c. 16, pp. 874-876, con la nota de Schulting), Modestino (Pandect. XLVIII, tít. IX, leg. 9), Constantino (Cod. l. IX, tít. XVII) y Justiniano (Institut. l. IV, tít. XVIII) enumeran todos los compañeros del parricida. Pero esta ejecución imaginaria se simplificó en la práctica. «Hodie tamen VIVI exuruntur vel ad bestias dantur» (Paul. Sentent. Recept. l. V, tít. XXIV, p. 512, ed. Schulting). <<

[756] El primer parricida en Roma fue L. Ostio, después de la segunda Guerra Púnica (Plutarco, en Romulo, t. I, p. 57). Durante la Címbrica, Maleolo fue el primer matricida (Liv. Epitom. l. LXVIII). <<

[757] Horacio habla del formidine fustis (l. II, Ep. II, 154); pero Cicerón (de República, l. IV, apud Augustín, de Civitat. Dei, IX, 6, en Fragment. Philosoph. t. III, p. 393, ed. Olivet) afirma que los decemviros hacían libelos en alto grado ofensivos: «cum perpaucas res capite sanxissent» ¡ perpaucas! <<

[758] Bynkershoek (Observat. Juris Rom. l. I, c. 1, en Opp. t. I, pp. 9, 10, 11) se afana en probar que los acreedores dividían no el cuerpo, sino el precio, del deudor insolvente. Con todo, su interpretación es una metáfora violenta y perpetua; ni puede tampoco sobreponerse a la autoridad romana de Quintiliano, Cecilio, Favonio y Tertuliano. Véase Aulio Gelio, Noct. Attic. XXI. <<

[759] El primer discurso de Lisias (Reiske, Orator. Grœc., t. V, pp. 2-48) es en defensa de un marido que había matado al adúltero. El derecho de los maridos y padres, en Roma y Atenas, está deslindado con mucha erudición por Taylor (Lectiones Lysiacæ, c. XI, en Reiske, t. VI, pp. 301-308). <<

[760] Véase Casaubon ad Athenæum, l. I, c. 5, p. 19. «Percurrent raphanique mugilesque» (Catull. pp. 41, 42, ed. Vossian.). «Hunc mugilis intrat» (Juvenal, Satir. X, 317). «Hunc perminxere calones» (Horat. l. I, Satir. II, 44). «Familiæ stuprandum dedit […] fraudi non fuit». (Val. Maxim. l. VI, c. 1, núm. 13). <<

[761] Esta ley la menciona Livio (II, 8) y Plutarco (en Publicola, t. I, p. 187) y abona plenamente la opinión pública sobre la muerte de César, que Suetonio podía publicar bajo el gobierno imperial. «Jure cæsus existimatur» (en Julio, c. 76). Léanse las cartas entre Cicerón y Macio, pocos meses después de los idus de marzo (ad Fam. XI, 27, 28). <<

[762] Пρῷτοι δὲ Aθηναῖοι τóν τε σίδηρον κατέθεντο. Tucídides, l. I, c. 6. El historiador, que considera esta circunstancia como el modelo de la civilización, despreciaría el barbarismo de una corte europea. <<

[763] Al principio fija en millies (800000 liras) los daños de Sicilia (Divinatio en Cæcilium, c. 5), que luego reduce a quadringenties (320000 liras - I Actio en Verrem, c. 18) y al fin se contentó con tricies (24000 liras). Plutarco (en Cicerón, t. III, 1584) no ha desfigurado la tradición, o la conceptúa popular. <<

[764] Verres vivió cerca de treinta años después de su prueba, hasta el segundo triunvirato, cuando fue proscrito por el afán de Marco Antonio, en consideración a su vajilla corintia (Plin. Hist. Natur. XXXIV, 3). <<

[765] Tal es el número asignado por Valerio Máximo (l. IX, c. 2, núm. L). Floro (IV, 21) distingue dos mil senadores y caballeros. Apiano (de Bell. Civil. l. I, c. 95, t. II, p. 133 ed. Schweighauser) más exactamente computa en cuarenta las víctimas de la clase senatorial y mil seiscientos del orden ecuestre. <<

[766] Sobre las leyes penales (Leges Corneliæ, Pompeiæ, Juliæ, de Sila, Pompeyo y los Césares) véanse las sentencias de Paulo (l. IV, tít. XVIII, XXX, pp. 497-528 ed. Schulting), el Código Gregoriano (Fragment. l. XIX, pp. 705, 706 en Schulting), el Collatio Legum Mosaicarum et Romanorum (tít. I-XV), el Código Teodosiano (l. IX), el Código Justiniano (l. IX), las Pandectas (XLVIII), la Instituta (l. IV, tít. XVIII) y la versión griega de Teófilo (pp. 917-926). <<

[767] Era un guardián que había envenenado a su pupilo. El crimen fue atroz; con todo, el castigo lo coloca Suetonio (c. 9) entre los actos en que Galba se mostró enérgico, «vehemens, et in delictis coercendis immodicus.» <<

[768] Los abactores o abigeatores, que conducían un caballo, o dos yeguas o bueyes, o cinco cerdos, o diez cabras, estaban sujetos a la pena capital (Paul. Sentent. Recept. l. IV, tít. XVIII, pp. 497, 498). Adriano (ad. C.ncil. Bæticæ), más severo en donde la ofensa es más frecuente, condena a los criminales, ad gladium, ludi damnationem (Ulpiano, de Officio Proconsulis, l. VIII, en Collatione Legum Mossaic. et Rom. tít. XI, p. 235). <<

[769] Hasta la publicación de Julio Paulo de Schulting (l. II, tít. XXVI, pp. 317-323) se había asegurado y se creía que las leyes de Juliano castigaban el adulterio con la muerte; y la equivocación provino del fraude o el error del Triboniano. Con todo, Lipsio había sospechado la verdad por las narraciones de Tácito (Annal. II, 50, III, 24, IV, 42) y aun por la práctica de Augusto, que distinguió las fragilidades traidoras de sus parientas. <<

[770] En caso de adulterio, Severo confería al marido el derecho de acusación pública (Cod. Justinian. l. IX, tít. IX, leg. 1). Este privilegio no es injusto —tan diferentes son los efectos de las infidelidades de los hombres, o de las mujeres. <<

[771] Timon (l. I) y Teopompo (l. XLIII, apud Athenæum, l. XII, p. 517) describen la lujuria y concupiscencia de los etruscos: πολὺ µέν τοι γε χαίρουσι συνóντες τοῖς παισὶ καὶ τοῖς µειρακίοις. Sobre el mismo período (445 A.U.C.), la juventud romana estudiaba en Etruria (Liv. IX, 36). <<

[772] Los persas habían sido corrompidos en la misma escuela: π̓̒Eλλήνων µαθóντες παισὶ µίσγονται (Herodot. l. I, c. 135). Pudiera formarse una curiosa disertación sobre la introducción de la sodomía después del tiempo de Homero, sus progresos entre los griegos de Asia y Europa, la vehemencia de sus pasiones, y la sutil invención de virtud y amistad que divertía a los filósofos de Atenas, pero «scelera ostendi oportet dum puniuntur, abscondi flagitia.» <<

[773] El nombre, la fecha y las provisiones de esta ley son igualmente dudosos (Gravina, Opp. pp. 432, 433; Heinecio, Hist. Jur. Rom. núm. 108; Ernesti, Clav. Cicerón, en Indice Legum). Pero notaré, que el nefanda Venus del honrado germano la llama aversa por el italiano más político. <<

[774] Véase la oración de Æschines contra Timarco (en Reiske, Orator. Grœc. t. III, pp. 21-184). <<

[775] Una multitud de pasos desairados se agolparán en la mente de un lector clásico: le recordaré únicamente la fría declaración de Ovidio:

Odi concubitus qui non utrumque resolvunt.

Hoc est quod puerum tangar amore minus. <<

[776] Elio Lampridio, en Vit. Heliogabal. en Hist. August. p. 112. Aurelio Víctor, en Philippo, Codex Theodos. l. IX, tít. VII, leg. 7, y el Comentario de Godofredo, t. III, p. 63. Teodosio abolió los burdeles subterráneos de Roma, en los que se ejercía la prostitución de ambos sexos con impunidad. <<

[777] Véanse las leyes de Constantino y sus sucesores contra el adulterio, la sodomía, etc., en los códigos Teodosiano (l. IX, tít. VII, leg. 7; l. XI, tít. XXXVI, leg. 1, 4) y Justiniano (l. IX, tít. IX, leg. 30, 31). Estos príncipes hablan el idioma colérico, así como el de la justicia, y atribuyen fraudulentamente su propia severidad a los primeros Césares. <<

[778] Justiniano, Novell. LXXVII, CXXXIV, CXLI. Procopio en Anecdot. c. 11, 16, con las notas de Alemano. Teófanes, p. 151. Cedreno, p. 368. Zonaras, l. XIV, p. 64. <<

[779] Montesquieu, Esprit des Loix, l. XII, c. 6. Aquel elocuente filósofo concilia los derechos de libertad y de la naturaleza, que nunca se deben poner en oposición uno de otro. <<

[780] Para la corrupción de la Palestina, dos mil años antes de la era cristiana, véase la historia y la ley de Moisés. La antigua Galia está denigrada por Diodoro Sículo (t. I, l. V, p. 356), la China por los viajeros cristianos y mahometanos (Ancient Relations of India and. China, p. 34, traducidas por Renaudot, y su crítica más amarga, el Padre Premare, Lettres Edifiantes, t. XIX, p. 435) y la primitiva América por los historiadores españoles (Garcilaso de la Vega, l. III, c. 13, traducción de Rycaut; y Diccionario de Bayle, t. III, p. 88). Creo y espero que los negros, en su propio país, estaban libres de esta enfermedad moral. <<

[781] El importante punto de las cuestiones y juicios públicos en Roma está explicado con mucha erudición, y en un estilo clásico, por Carlos Sigonio (l. III, de Judiciis, en Opp. t. III, pp. 679-864), y un buen compendio se halla en la République Romaine de Beaufort (t. II, l. V, pp. 1-121). Aquellos que quieran profundizar más en esta ley pueden estudiar a Noodt (de Jurisdictione et Imperio Libri duo, t. I, pp. 93-134), Heinecio (ad Pandect. l. I y II, ad Institut. l. IV, tít. XVII; Element. ad Antiquitat.) y Gravina (Opp. 230-251). <<

[782] El empleo, tanto en Roma como en Inglaterra, debe considerarse como un cargo momentáneo, y no una profesión o magistratura. Pero la obligación de un juicio unánime es peculiar a nuestras leyes, que condenan al juez a sufrir la pena del tormento de la que han eximido al criminal. <<

[783] Debemos este interesante hecho a un fragmento de Asconio Pediano, que vivió bajo el reinado de Tiberio. La pérdida de sus Comentarios sobre las Oraciones de Cicerón nos ha privado de un caudal imponderable de sabiduría histórica y legal. <<

[784] Polibio, l. VI, p. 643. La extensión del Imperio y la ciudad de Roma obligaron al desterrado a buscar un retiro más distante. <<

[785] «Qui de se statuebant, humabantur corpora, manebant testamenta; pretium festinandi». Tácit. Annal. VI, 25, con las notas de Lipsio. <<

[786] Julio Paulo (Sentent. Recept. l. V, tít. XII, p. 476), las Pandectas (l. XLVIII, tít. XXI), el Código (l. IX, tít. L), Bynkershoek (t. I, p. 59; Observat. J. C. R. VI, 4) y Montesquieu (Esprit des Loix, l. XXIX, c. 9), definen los límites civiles de la libertad y los privilegios del suicidio. Las penalidades criminales son el aborto de una época menos civilizada y más moderna. <<

[787] Plin. Hist. Natur. XXXVI, 24. Después de haber cansado a sus súbditos en la construcción del Capitolio, se provocó a muchos de estos trabajadores para que se diesen la muerte: clavó sus cadáveres en cruces. <<

[788] Tan sólo la semejanza de una muerte violenta y prematura empeñó a Virgilio (Æneid. VI, 434-439) a confundir los suicidios con niños, amantes, y personas condenadas injustamente. Heyne, el mejor de los editores, se ve perplejo para deslindar la idea, o fijar la jurisprudencia, del poeta romano. <<

[789] Véase la familia de Justino y Justiniano en el Familiæ Byzantinæ, de Ducange, pp. 89-101. Los devotos jurisconsultos, Ludewig (en Vit. Justinian. p. 431) y Heinecio (Hist. Juris. Roman. p. 374) han ilustrado la genealogía de su príncipe predilecto. <<

[790] En la historia del encumbramiento de Justino, he traducido en prosa sencilla y concisa los ochocientos versos de los dos primeros libros de Coripo, De Laudibus Justini, Apéndice Hist. Bizant. pp. 401-416, Roma, 1777. <<

[791] Es muy extraño que Pagi (Critica, en Annal. Baron. t. II, p. 639) se dejase embelesar por cualquiera crónica, para contradecir el texto llano y decisivo de Coripo (vicina dona, l. II, 354, vicina dies, l. IV, 1), y posponer, hasta el año 567, el consulado de Justino. <<

[792] Theophan. Chronograph. p. 205. Está de más el citar el testimonio de Cedreno y Zonaras, cuando son meros copiantes. <<

[793] Coripo, l. III, 300. El sentido incomprensible se refiere a los turcos, los conquistadores de los avares; pero la palabra scultor no tiene significado conceptuoso y el único manuscrito de Coripo, de donde se imprimió la primera edición (1581, apud Plantin.), ya no existe. El último editor, Foggini de Roma, insertó la enmienda conjetural de soldan; pero las pruebas de Ducange (Joinville, Dissert. XVI, pp. 238-240), para el temprano uso de este dictado entre los turcos y persas, son débiles o ambiguas. Yo me adhiero a la opinión de D’Herbelot (Bibliothéque Orient. p. 825), quien atribuye la voz a los idiomas árabe y caldeo, y la fecha a principios del siglo XI, cuando el califa de Bagdad se lo confirió a Mahamud, príncipe de Gazna, y conquistador de la India. <<

[794] Sobre estos discursos característicos, compárese el verso de Coripo (l. III, 251-401) con la prosa de Menandro (Excerpt. Legation. pp. 102-103). Su diversidad prueba que no se copiaron uno a otro; su semejanza, que lo tomaron de un mismo original. <<

[795] En cuanto a la guerra austrasia, véase Menandro (Excerpt. Legat. p. 110), Gregorio de Tours (Hist. Franc. l. IV, c. 29). y Pablo el Diácono (de Gest. Langobard. l. II, c. 10). <<

[796] Pablo Warnefrido, el diácono de Friuli, de Gest. Langobard. l. I, c. 23, 24. Sus descripciones de las costumbres nacionales, aunque toscamente delineadas, son más vistosas y exactas que las de Beda y Gregorio de Tours. <<

[797] El cuento lo refiere un impostor (Theophylact. Simocat. l. VI, c. 10); pero tuvo bastante ingenio para apoyar estas ficciones en hechos públicos y notorios. <<

[798] Según Estrabón, Plinio y Amiano Marcelino, parece que se observaba la misma costumbre entre las tribus escitas (Muratori, Scriptores Rer. Italic. t. I, p. 424). Los cráneos del norte de América son también trofeos de valor. El de Cunimundo se conservó más de doscientos años entre los lombardos; y el mismo Pablo fue uno de los convidados a quienes el duque Ratchis presentó esta copa, en unas grandes fiestas (l. II, c. 28). <<

[799] Pablo, l. I, c. 27. Menandro, en Excerpt. Legat. pp. 110, 111. <<

[800] «Ut hactenus etiam tam apud Bajoariorum gentem, quam et Saxonum, sed et alios ejusdem linguæ homines […] in eorum carminibus celebretur». Pablo, l. I, c. 27. Murió en 799 d. C. (Muratori, en Præfat. t. I, p. 397). Estos cantares germanos, algunos de los que pueden ser tan antiguos como Tácito (de Moribus Germ. c. 2), fueron compilados y copiados por Carlomagno. «Barbara et antiquissima carmina, quibus veterum regum actus et bella canebantur scripsit memoriæque mandavit» (Eginard. en Vit. Carol Magn. c. 29, pp. 130, 131). Los poemas que recomienda Goldasto (Animadvers. ad Eginard. p. 207) parecen ser romances recientes y despreciables. <<

[801] Las otras naciones están descritas por Pablo (l. II, c. 6, 26). Muratori (Antichita Italiane, t. I, dissert. I, p. 4) descubrió la aldea de los bávaros, a tres millas [4,82 km] de Módena. <<

[802] Gregorio el Romano (Dialog. l. III, c. 27, 28, apud Baron. Annal. Eccles. 579 d. C., núm. 10) supone que también adoraban una cabra. No conozco más que una religión, en la que el Dios y la víctima son lo mismo. <<

[803] Los cargos que el Diácono hace a Narsés (l. II, c. 5) pueden ser infundados; pero la débil apología del cardenal (Baron. Annal. Eccles. 567 d. C., núms. 8-12) está desechada por los mejores críticos —Pagi (t. II, pp. 639, 640), Muratori (Annali d’Italia, t. V, pp. 160-163) y los últimos editores, Horacio Blanco (Script. Rerum. Italic. t. I, pp. 427, 428) y Felipe Argelato (Sigon. Opera, t. II, p. 11, 12). El Narsés que asistió a la coronación de Justino (Coripo, l. III, 221) se comprende claramente que era una persona diferente. <<

[804] La muerte de Narsés la menciona Pablo, l. II, c. 11. Anastas. en Vit. Johan. III, p. 43, Agnellus, Liber Pontifical. Raven. en Script. Rer. Italicarum, t. II, part. 1, pp. 114, 124. Con todo, no puedo avenirme con Agnello en que Narsés tuviese noventa y cinco años. ¿Es probable que sus victorias las ganara a los cuarenta? <<

[805] Los intentos de Narsés y de los lombardos en la invasión de Italia se hallan de manifiesto en el último capítulo del primer libro, y los siete capítulos primeros del libro segundo, de Pablo el Diácono. <<

[806] La que, por esta traslación, se llamó Nueva Aquileia (Chron. Venet. p. 3). El patriarca de Grade luego fue el primer ciudadano de la República (pp. 9 y ss.); pero su silla no se trasladó a Venecia hasta el año 1450. Se halla hoy en día condecorado con dictado y honores; pero el rumbo de la Iglesia ha tenido que avenirse al del Estado, y el gobierno de una ciudad católica es enteramente presbiteriano. Thomassin, Discipline de l’Église, t. I, pp. 156, 157, 161, 165. Amelot de la Houssaye, Gouvernement de Venise, t. I, pp. 256-261. <<

[807] Pablo dio una descripción de Italia, como estaba a la sazón dividida, en dieciocho regiones (l. II, c. 14-24). La Disertatio Chorographica de Italia Medii Ævi, por el padre Beretti, monje benedictino y regius professor en Pavía, se ha tenido muy presente. <<

[808] Sobre la conquista de Italia, véanse los materiales originales de Pablo (l. II, c. 9-10, 12, 14, 25, 26, 27), la elocuente narración de Sigonio (t. II, de Regno Italiæ, l. I, pp. 13-19), y la reseña esmerada y crítica de Muratori (Annali d’Italia, t. V, pp. 164-180). <<

[809] El lector clásico recordará a la mujer y el asesinato de Candaules, tan agradablemente referido en el primer libro de Herodoto. La elección de Gyges, ἀρέεται αὐτòς περιεῖναι, puede servir de excusa a Peredeo; y esta suave insinuación de un concepto odioso ha sido imitada por los mejores escritores de la Antigüedad (Grevio, ad. C.cerón, Orat. pro Milone, c. 10). <<

[810] Véase la historia de Pablo, l. II, c. 28-32. He tomado algunas circunstancias interesantes del Liber Pontificalis de Agnello, en Script. Rer. Ital. t. II, p. 124. De todos los guías cronológicos, Muratori es el más seguro. <<

[811] Los autores originales para el reinado de Justino el Menor son Evagrio, Hist. Eccles. l. V, c. 1-12; Teófanes, en Chronograph. pp. 204, 210; Zonaras, t. II, l. XIV, pp. 70-72; Cedreno, en Compend. pp. 588-392. <<

[812]

Dispositorque novus sacræ Baduarius aulæ.

Succesor soceri mox factus Cura-palati.

Corippus

Baduario se cita entre los descendientes y aliados de la casa de Justiniano. Una familia de venecianos nobles (Casa Badoero) construyó iglesias, y dio duques a la República en el siglo IX; y si se admite su alcurnia, ningún rey en Europa puede presentar una genealogía tan antigua e ilustre. Ducange, Fam. Byzantin. p. 99. Amelot de la Houssaye, Gouvernement de Venise, t. II, p. 555. <<

[813] Las alabanzas tributadas a los príncipes antes de su elevación son las más puras y apreciables. Coripo ensalzó a Tiberio en la época del encumbramiento de Justino (l. I, 212-222). Con todo, hasta un capitán de los guardias podía lograr adulación en un destierro africano. <<

[814] Evagrio (l. V, c. 13) añadió las reconvenciones a sus ministros. Aplica este discurso a la ceremonia, cuando Tiberio fue revestido con la dignidad de César. La expresión suelta, más bien que el verdadero error, de Teófanes, etc., retardó su investidura Augusta hasta poco antes de la muerte de Justino. <<

[815] Teofilacto Simocatta (l. III, c. 11) dice que legará a la posteridad el discurso de Justino tal cual lo pronunció, sin tratar de corregir las imperfecciones del lenguaje o de retórica. Quizá el engreído sofista hubiera sido incapaz de prorrumpir en tales arranques. <<

[816] Sobre el carácter y el reinado de Tiberio, véase Evagrio, l. V, c. 13; Teofilacto, l. III, c. 12 y ss.; Teófanes, en Chron. pp. 210-213; Zonaras, t. II, l. XIV, p. 72; Cedreno, p. 392; Pablo Warnefrido, de Gestis Langobard. l. III, c. 11, 12. El diácono del Forum Julii parece haber agenciado algunos hechos curiosos y auténticos. <<

[817] Es por consiguiente bastante extraño que Pablo (l. III, c. 15) lo distinguiera como el primer emperador griego —primus ex Grœcorum genere in Imperio constitutus. Sus sucesores inmediatos habían seguramente nacido en las provincias latinas de Europa; y diferentes lectores, en Grœcorum Imperio, aplicarían la expresión más bien al Imperio que al príncipe. <<

[818] Sobre el carácter y reinado de Mauricio, consúltense los libros quinto y sexto de Evagrio, particularmente l. VI, c. 1; los ocho libros de la historia prolija y florida por Teofilacto Simocatta; Teófanes, p. 213 y ss.; Zonaras, t. II, l. XIV, p. 73; Cedreno, p. 594. <<

[819] Aὐτοκράτωρ οὕτως γενóµενος τὴν µὲν ὀχλοκρατείαν τῶν παθῶν ἐκ τὴς οικείας ἐξενηλάτησε ψυχης· ἀριστοκρατείαν δὲ ἐν τοἷς ἑαυτοῦ λογισµοῖς καταστησάµενος, Evagrio compuso su historia en el año doce de Mauricio, y había sido tan sabiamente indiscreto que el emperador supo y recompensó su opinión favorable (l. VI, c. 24). <<

[820] La geografia antigua menciona con frecuencia la columna Regia, en el paso más estrecho del Faro de Mesina, a cien estadios [20,11 km] del mismo Regio. Cluver. Ital. Antiq. t. II, p. 1295; Lucas Holsten. Annotat. ad Cluver. p. 301; Wesseling, Itiner. p. 106. <<

[821] Los historiadores griegos suministran algunos apuntes sobre las guerras de Italia (Menandro, en Excerpt. Legat. pp. 124, 126; Teofilacto, l. III, c. 4). Los latinos son más satisfactorios; y particularmente Pablo Warnefrido (l. III, c. 13-34), quien había leído las historias más antiguas de Secundo y Gregorio de Tours. Baronio presenta algunas cartas de los papas, etc. y las épocas están medidas con la escala puntualísima de Pagi y Muratori. <<

[822] Los abogados papales Zacagni y Fontanini podían con fundamento reclamar el valle o pantano de Comaquio como parte del exarcado. Pero la ambición de incluir Módena, Regio, Parma y Plasencia ha empeorado una cuestión geográfica algo dudosa y confusa. Aun Muratori, como dependiente de la casa de Este, no está libre de preocupación y parcialidad. <<

[823] Véase Brenckman, Dissert. 1 de República Amalphitana, pp. 1, 42 ad calcem Hist. Pandect. Florent. <<

[824] Gregor. Magn. l. III, Ep. 23, 25. <<

[825] He descrito el estado de Italia de la excelente disertación de Beretti. Giannone (Istoria Civile, t. I, pp. 374-387) ha seguido al instruido Camilo Pellegrini, en la geografía del reino de Nápoles. Tras la pérdida de la verdadera Calabria, la vanidad de los griegos sustituyó aquel nombre, en lugar de la denominación más humilde de Brucio, y el trueque parece haberse verificado antes del tiempo de Carlomagno (Eginardo, p. 75). <<

[826] Maffei (Verona Illustrata, part. 1, pp. 310-321) y Muratori (Antichita Italiane, t. II, Dissertazione XXXII, XXXIII, pp. 71, 365) han deslindado los legítimos derechos del idioma italiano; el primero con entusiasmo, el segundo con discreción, y ambos con ingenuidad, verdad y sabiduría. <<

[827] Pablo, de Gest. Langobard. l. III, c. 5, 6, 7. <<

[828] Pablo, l. II, c. 9, apellida a estas familias o generaciones con el nombre teutónico de Faras, usado también en las leyes lombardas. El humilde diácono no se desentendía de la nobleza de su casta. Véase l. IV, c. 39.

41 Compárese núm. 3 y 177 de las leyes de Rotaris. <<

[829] Pablo, l. II, c. 31, 32, l. III, c. 16. Las leyes de Rotaris, promulgadas en 643 d. C., no contienen el menor vestigio de esta paga de tercios; pero conservan muchas circunstancias curiosas del Estado de Italia y de las costumbres de los lombardos. <<

[830] La caballeriza de Dionisio de Siracusa, y sus frecuentes victorias en los juegos olímpicos, había difundido entre los griegos la fama de los caballos venecianos; pero se perdió la cría en tiempo de Estrabón (l. V, p. 325). Gisulf logró de su tío generosarum equarum greges. Pablo, l. II, c. 9. Los lombardos introdujeron después caballi sylvatici —caballos bravíos. Pablo, l. IV, c. 11. <<

[831] «Tunc (596 d. C.) primum, bubali in Italiam delati Italiæ populis miracula fuere» (Pablo Warnefrido, l. IV, c. 11). Los búfalos, cuyo clima nativo parece ser la India y África, son desconocidos en Europa, excepto en Italia, en donde abundan y son muy útiles. Los antiguos no conocían estos animales, menos Aristóteles (Hist. Animal. l. II, c. 1, p. 58, París, 1783), que los describió como los bueyes bravíos de Aracosia. Véase Buffon, Hist. Naturelle, t. XI y Suplemento t. VI, Hist. Générale des Voyages, t. I, pp. 7, 481; II, 105; III, 291; IV, 234, 461; V, 193; VI, 491; VIII, 400; X, 666. Pennant, Quadrupedes, p. 24; Dictionnaire d’Hist. Naturelle, par Valmont de Bomare, t. II, p. 74. Sin embargo no debe encubrir el recelo de que Pablo, con yerro vulgar, puede haber aplicado el nombre de bubalus a los uros o toros bravíos de la antigua Germania. <<

[832] Consúltese la disertación XXI de Muratori. <<

[833] Comprueba su ignorancia el silencio, hasta de aquellos que han tratado especialmente del arte de la caza, y de la historia de los animales. Aristóteles (Hist. Animal. l. IX, c. 36, t. I, p. 586 y las notas de su último editor, Cames, t. II, p. 314), Plinio (Hist. Natur. l. X, c. 10), Eliano (de Natur. Animal. l. II, c. 42) y quizás Homero (Odis. XXII, 302-306), describen con pasmo un convenio tácito y una cacería común entre los halcones y los cazadores tracios. <<

[834] Particularmente el gerifalte, del tamaño de una pequeña aguililla. Véase la briosa descripción de Buffon, Hist. Naturelle, t. XVI, p. 239 y ss. <<

[835]Script. Rerum Italicarum, t. I, part. II, p. 129. Ésta es la ley XVI del emperador Luis el Piadoso. Su padre, Carlomagno, tenía en su servicio halconeros y cazadores (Mémoires sur l’ancienne Chevalerie, par St. Palaye, t. III, p. 175). Noto en las leyes de Rotaris una mención anterior del arte de la caza (núm. 322); y en la Galia, en el siglo V, Sidonio Apolinar la ensalza entre los talentos de Avito (202-207). <<

[836] El epitafio de Droctulft (Pablo, l. III, c. 19) puede aplicarse a muchos de sus compatricios:

Terribilis visu facies, sed mente benignus

Longaque robusto pectore barba fuit.

Los retratos de los antiguos lombardos pueden verse aún en el palacio de Monza, a doce millas [19,31 km] de Milán, que había sido fundado, o restaurado, por la reina Teudelinda (l. IV, 22, 23). Véase Muratori, t. I, dissert. XXIII, p. 300. <<

[837] Pablo, l. III, c. 29, 54, refiere el cuento de Autaris y Teudelinda; y ningún fragmento de la antigüedad bávara excitó tanto la infatigable actividad del conde de Buat, Hist. des Peuples de l’Europe, t. XI, pp. 595-635; t. XII, pp. 1-53. <<

[838] Giannone (Istoria Civile di Napoli, t. I, p. 263) ha censurado con fundamento el desacato de Boccaccio (Gio. III, Novel. 2) quien, sin derecho ni verdad, ha encenagado a la piadosa reina Teudelinda en brazos de un arriero. <<

[839] Pablo, l. III, c. 16. Sobre el estado del reino en Italia, pueden consultarse las primeras disertaciones de Muratori, y el volumen primero de la historia de Giannone. <<

[840] La edición más esmerada de las leyes de los lombardos se halla en el Scriptores Rerum Italicarum, t. I, part. II, pp. 1-181, tomadas de los manuscritos más antiguos e ilustrada por las notas críticas de Muratori. <<

[841] Montesquieu, Esprit des Loix, l. XXVIII, c. 1. «Les loix des Bourguignons sont assez judicieuses; celles de Rotharis et des autres princes lombards, le son encore plus.» <<

[842] Véase Leges Rotharis, núm. 379, p. 47. Striga se emplea como el nombre de una bruja. Es del origen más puro y clásico (Horat. epod. v. 20. Petron. c. 134); y de las palabras de Petronio (¿quæ striges comederunt nervos tuos?) puede inferirse que la preocupación era más bien de extracción italiana que bárbara. <<

[843] «Quia incerti sumus de judicio Dei, et multos audivimus per pugnam sine justa causa suam causam perdere. Sed propter consuetudinem gentem nostram Langobardorum legem impiam vetare non possumus». Véase p. 74, núm. 65 de las leyes de Liutprando, promulgadas en 724 d. C. <<

[844] Léase la historia de Pablo Warnefrido; particularmente l. III, c. 16. Baronio desecha la alabanza, que parece contradecir las invectivas del papa Gregorio el Grande; pero Muratori (Annali d’Italia, t. V, p. 217) insinúa que el santo podía haber borrado demasías de los enemigos y arrianos. <<

[845] Los pasos de las homilías de Gregorio representan el estado miserable de la ciudad y del país; están copiados en los Anales de Baronio, 590 d. C., núm. 16; 595 d. C., núm. 2 y ss. <<

[846] La inundación y la plaga las refirió un diácono a quien su obispo, Gregorio de Tours, había enviado a Roma en busca de reliquias. El ingenioso mensajero engalanó su cuento y el río con un gran dragón y un sinnúmero de sierpecillas (Greg. Turon. l. X, c. 1). <<

[847] Gregorio de Roma (Dialog. l. II, c. 15) hace referencia a una memorable predicción de san Benito: «Roma a Gentilibus non exterminabitur sed tempestatibus, corusis turbinibus ac terræ motu, in semetipse marcescet». Semejante profecía se confunde en la verdadera historia, y viene a ser el testimonio del hecho que motivó su invención. <<

[848] «Quia in uno se ore cum Jovis laudibus, Christi laudes non capiunt, et quam grave nefandumque sit episcopis canere quod nec laico religioso conveniat, ipse considera» (l. IX, Ep. 4). Los escritos del mismo Gregorio atestiguan su carencia de gusto clásico o literario. <<

[849] Bayle (Dictionnaire Critique, t. II, pp. 598, 599), en un buen artículo de Gregorio I, ha citado, para los edificios y estatuas, a Platina en Gregorio I; para la biblioteca palatina, Juan de Salisbury (de Nugis Curialium, l. II, c. 26); y para Livio, Antonino de Florencia; el más anciano de los tres vivió en el siglo XII. <<

[850] Gregor. l. III, Ep. 94, edict. 12 y ss. Por las epístolas de Gregorio y el volumen octavo de los Anales de Baronio puede el lector devoto conceptuar las partículas de hierro santo que se engastaron en llaves y cruces de oro, y se distribuyeron en Britania, Galia, España, África, Constantinopla y Egipto. El herrero pontificio que manejó la lima debía estar enterado de los milagros que estaba en su mano conceder o negar, circunstancia que rebaja mucho la superstición de Gregorio con menoscabo de su veracidad. <<

[851] Además de las epístolas de Gregorio, coordinadas por Dupin (Bibliothèque Eccles. t. V, pp. 103-126), tenemos tres vidas del papa; las dos primeras escritas en los siglos VIII y IX (de Triplici Vita St. Greg. Prefacio al volumen IV de la edición benedictina) por los diáconos Pablo (pp. 1-18) y Juan (pp. 19-188), contienen muchos testimonios originales, aunque dudosos; la tercera, una larga y trabajosa compilación de los editores benedictinos (pp. 199-303). Los Anales de Baronio son una historia extensa, pero parcial. Sus preocupaciones papales amainan en el criterio de Fleury (Hist. Ecclés. t. VIII) y su crónica queda rectificada por Pagi y Muratori. <<

[852] Juan el diácono los ha descrito, como testigo ocular (l. IV, c. 83, 84), y su relación está ilustrada por Angelo Rocca, un anticuario romano (St. Greg. Opera, t. IV, pp. 312-326), quien dice que algunos mosaicos de los papas del siglo VII se conservan aún en las antiguas iglesias de Roma (pp. 321-323). Las mismas paredes que representaban la familia de Gregorio están ahora adornadas con el martirio de san Andrés, el noble combate de Dominiquino y Guido. <<

[853] «Disciplinis vero liberalibus, hoc est grammatica, rhetorica, dialectica, ita a puero est institutus, ut quamvis eo tempore florerent adhuc Romæ studia literarum tamen nulli urbe ipsa secundus putaretur.» Pablo Diácono, en Vit. S. Gregor., c. 2. <<

[854] Los benedictinos (Vit. S. Gregor., l. I, 205-208) trabajaron para reducir los monasterios de Gregorio a la regla de su orden; pero como está admitido que la cuestión es dudosa, es claro que estos poderosos monjes tienen la culpa. Véase Butler, Vidas de los santos, vol. III, p. 145; obra de mérito: el sentido y la sabiduría pertenecen al autor; sus preocupaciones son las de su profesión. <<

[855] «Monasterium Gregorianum in ejusdem Beati Gregorii ædibus ad clivum Scauri prope ecclesiam S. S. Johannis et Pauli in honorem St. Andreæ» (Juan, en Vit. Greg. l. I, c. 6; Greg. l. VII, Ep. 13). Esta casa y monasterio estaban situados en la parte del monte Celio que está encarada con el Palatino; hoy en día están ocupados por los camaldulenses: san Gregorio triunfa, y san Andrés se ha retirado a una pequeña capilla. Nardini, Roma Antica, l. III, c. 6, p. 100; Descrizzione di Roma, t. I, pp. 442-446. <<

[856] La oración consiste en media docena de líneas; los sacramentarios y antifonarios de Gregorio llenan ochocientas ochenta páginas en folio (t. III, p. 1, p. 1-880); con todo esto, no compone más que parte del Ordo Romanus, que Mabillon ha ilustrado y Fleury abreviado (Hist. Ecclés. t. VIII, pp. 139-152). <<

[857] Sé por el abate Dubos (Reflexions sur la Poésie et la Peinture, t. III, pp. 174, 175) que la sencillez del canto ambrosiano se reducía a cuatro tonos en tanto que el gregoriano, más armonioso, comprendía ocho tonos o quince metros de la música antigua. Dice (p. 332) que los inteligentes admiran el prefacio y muchos pasos del oficio gregoriano. <<

[858] Juan el diácono (en Vit. Gregor. l. II, c. 7) expresa el desprecio, ya muy antiguo, que los italianos profesaban al canto tramontano. «Alpina scilicet corpora vocum suarum tonitrius altisone perstrepentia, susceptæ modulationis dulcedinem proprie non resultant: quia bibuli gutturis barbara feritas dum inflexionibus et repercussionibus mitem nititur edere cantilenam, naturali quodam fragore, quasi plaustra per gradus confuse sonantia, rigidas voces jactat», etc. En tiempo de Carlomagno, los francos, aunque con repugnancia, admitieron la justicia de la reconvención. Muratori, Dissert. XXV. <<

[859] Un crítico francés (Petros Gussanvillus, Opera, t. II, pp. 105, 112) vindicó el derecho de Gregorio a los fastidiosos diálogos. Dupin (t. V, p. 138) supone que ninguno dudará de la verdad de todos estos milagros: quisiera saber cuántos cree él. <<

[860] Baronio no quiere extenderse sobre el cuidado de los patrimonios, por temor de descubrir que no consistían en reinos sino en haciendas. Los escritores franceses, los editores benedictinos (t. IV, l. III, pp. 272 y ss.) y Fleury (t. VIII, pp. 29 y ss.) se avienen a estos humildes pero realmente provechosos pormenores; y la humanidad de Fleury se vincula en las virtudes sociales de Gregorio. <<

[861] Malicio que este tributo pecuniario, en los casamientos de los campesinos, produjo el célebre derecho, y muchas veces fabulosos, de cuissage, de marquette, etc. Con anuencia de su marido, una novia hermosa podía conmutar el pago en brazos de un joven señor, y el favor mutuo podía servir de antecedente a una tiranía local más bien que legal. <<

[862] El reinado temporal de Gregorio I está hábilmente descrito por Sigonio, en el libro primero de Regno Italiæ. Véanse sus obras, t. II, pp. 44-75. <<

[863] «Missisqui […] reposcerent […] veteres Persarum ac Macedonum terminos, seque invasurum possessa Cyro et post Alexandro, per vaniloquentiam ac minas jaciebat». Tacit. Annal. VI, 31. Tal era el lenguaje de los arsácides; he demostrado repetidas veces los justos clamores de los sasánidas. <<

[864] Véanse las embajadas de Menandro, extractadas y conservadas en el siglo X, por orden de Constantino Porfirogénito. <<

[865] La independencia general de los árabes, que no puede admitirse sin muchas excepciones, queda ciegamente afianzada en una disertación, por separado, de los autores de la Historia Universal, vol. XX, pp. 196-250. Se supone que un milagro perpetuo conservó la profecía en favor de la posteridad de Ismael; y estos instruidos fanáticos no temen arriesgar la verdad del cristianismo en un fundamento tan frágil y resbaladizo. <<

[866] D’Herbelot, Biblioth. Orient. p. 477; Pocock, Specimen Hist. Arabum, pp. 64, 65. El padre Pagi (Critica, t. II, p. 646) ha probado que, tras diez años de paz, la guerra persa, que continuó por veinte años, se renovó en 571 d. C. Mahoma nació en 569 d. C., en el año del elefante, o la derrota de Abrahá (Gagnier, Vie de Mahomet, t. I, pp. 89, 90, 98), y esta cuenta concede dos años para la conquista del Yemen. <<

[867] Había vencido a los albanos, que presentaron en el campo doce mil hombres de a caballo y sesenta mil de a pie; pero temía al sinnúmero de reptiles venenosos, de cuya existencia puede dudarse, así como de la vecindad de las amazonas. Plutarco en Pompeio, t. II, pp. 1165, 1166. <<

[868] En la historia del mundo, sólo hallo dos navíos en el Mar Caspio: 1. De los macedonios, cuando Patrocles, el almirante de los reyes de Siria, Seleuco y Antíoco bajaron probablemente por el río Oxo, desde los confines de la India (Plinio, Hist. Natur. VI, 21.) 2. De los rusos, cuando Pedro Primero condujo una escuadra y ejército desde las cercanías de Moscú a la costa de Persia (Bell, Travels, vol. II, pp. 325-352). Bell dice con fundamento que nunca se ostentó tanta pompa en el Volga. <<

[869] Sobre estas guerras persas y tratados, véase Menandro, en Excerpt. Legat. pp. 113-125. Teófanes Byzant. apud Photium, cod. LXIV, pp. 77, 80, 81; Evagrio, l. V, c. 7-15; Teofilacto, l. III, c. 9-16; Agatias, l. IV, p. 140. <<

[870] Buzurg Mihir puede considerarse, en su carácter y situación, como el Séneca de Oriente; pero sus virtudes y quizá sus nulidades son menos conocidas que las de los romanos, quienes parecen haber sido mucho más locuaces. El sabio persa fue quien introdujo de la India el juego de ajedrez y las fábulas de Pilpay. Ha sido tal la fama de sus virtudes y sabiduría que los cristianos lo miran como un creyente del Evangelio, y los mahometanos reverencian a Buzurg como un musulmán anticipado. D’Herbelot, Bibliotitéque Orientale, p. 218. <<

[871] Véase la imitación de Escipión en Teofilacto, l. I, c. 14, la imagen de Cristo, l. II, c. 3. De aquí en adelante hablaré más extensamente de las imágenes cristianas —casi hubiera dicho ídolos. Ésta, si no me equivoco, es la antigua efigie de construcción divina; pero en los mil años siguientes, otras muchas han salido del mismo taller. <<

[872] Ragæ o Rei, se halla mencionada en el libro apócrifo de Tobías, como floreciente, setecientos años antes de Cristo, en el Imperio asirio. Esta ciudad, quinientos estadios [100,55 km] al sur de las puertas caspias, bajo los nombres extranjeros de Europus y Arsacia, fue alternativamente realzada por los macedonios y los partos (Estrabón, l. XI, p. 796). Su grandeza y población en el siglo IX se exageró más allá de lo creíble; pero desde entonces Rei ha quedado arruinada por las guerras y la insalubridad del aire. Chardin, Voyage en Perse, t. I, pp. 279, 280; D’Herbelot, Bibliothéque Orientale, p. 714. <<

[873] Teofilacto, t. III, c. 18. El cuento de los siete persas se halla referido en el libro tercero de Herodoto; y sus nobles descendientes están a menudo citados, particularmente en los fragmentos de Ctesias. Con todo, la independencia de Otanes (Herodot. l. III, c. 83, 84) está en oposición con el espíritu de despotismo, y no parece probable que las siete familias pudiesen sobrevivir a las revoluciones de mil cien años. Sin embargo pueden quedar representadas por los siete ministros (Brisson, de Regno Persico, l. I, p. 190); y algunos persas nobles, como los reyes del Ponto (Polib. l. V, p. 540) y Capadocia (Diodor. Sicul. l. XXXI, t. II, p. 517) podían entroncar su alcurnia con los denodados compañeros de Darío. <<

[874] Véase una esmerada descripción de esta montaña por Oleario (Voyage en Perse, pp. 997, 998) quien la subió con mucha dificultad y peligro, en su vuelta de Ispahán al mar Caspio. <<

[875] Los orientales suponen que Bahram juntó esta asamblea y proclamó a Cosroes; pero Teofilacto en este punto es más claro y verídico. <<

[876] Véanse las palabras de Teofilacto, l. IV, c. 7. Bαρὰµ φίλος τοῖς θεοῖς, νικητής, ἐπιφανής, τυράννων ἐχθρòς, σατράπης µεγιστάνων, τῆς Пερσικῆς ἄρχων δυνάµεως etc. En su contestación, Cosroes se titula τῇ νυκτύ χαριζóµενος ὂµµατα… ὁ τοὺς῝ Aσωνας (el genio) µισθούµενος. Ésta es una verdadera fanfarronada oriental. <<

[877] Teofilacto (l. IV, c. 7) imputa la muerte de Hormuz a su hijo, por cuya orden fue acabado a palos. He seguido la relación más moderada de Khondemir y Eutiquio, y siempre aprovecharé el menor testimonio para atenuar el crimen de parricidio. <<

[878] Tras la batalla de Farsalia, el Pompeyo de Lucano (l. VIII, 256-455) sostiene un debate semejante. Deseaba entablar relaciones con los partos; pero sus compañeros aborrecían esta alianza; y las preocupaciones contrarias podían predominar en Cosroes y sus compañeros, quienes podían, con igual vehemencia, describir la contraposición de leyes, religión y costumbres, entre Oriente y Occidente. <<

[879] En esta época había tres guerreros con el nombre de Narsés, que han sido a menudo equivocados (Pagi, Critica, t. II, p. 640): 1. Un persarmenio, el hermano de Isaac y Armacio, quien tras un encuentro glorioso contra Belisario desertó de su soberano persa, y luego sirvió en la guerra de Italia. 2. El eunuco que conquistó Italia. 3. El restaurador de Cosroes, que suena tanto en el poema de Coripo (l. III, 220-227), como «excelsus super omnia vertice agmina […] habitu modestus […] morum probitate placens, virtute verendus; fulmineus, cautus, vigilans», etc. <<

[880] «Experimentis cognitum est barbaros malle Roma petere reges quam habere». Estos experimentos están admirablemente representados en la invitación y expulsión de Vonones (Annal. II, 1-3), Tirídates (Annal. VI, 32-44) y Meherdates (Annal. XI, 10; XII, 10-14). Parece que el ojo de Tácito había traspasado el campamento de los partos y las murallas del harén. <<

[881] Sergio y su compañero Baco, de quienes se dice que les cupo la persecución de Maximiano, lograron honores divinos en Francia, Italia, Constantinopla y Oriente. Su sepulcro en Rasafe era célebre para milagros, y la ciudad siria se granjeó el honroso nombre de Sergiópolis. Tillemont, Mém. Eccles. t. V, pp. 491-496; Butler, Saints, vol. X, p. 155. <<

[882] Evagrio (l. VI, c. 21) y Teofilacto (l. V, c. 13, 14) han conservado las cartas originales de Cosroes, escritas en griego, firmadas de su propio puño, y luego inscritas en cruces y cajas de oro que se depositaron en la iglesia de Sergiópolis. Habían sido enviadas al obispo de Antioquía, como primado de Siria. <<

[883] Los griegos no hacen más descripción de ella, que era romana de nacimiento y de religión cristiana; pero en los romances persas y turcos está calificada de hija del emperador Mauricio, y se ensalzan el cariño de Khosrou a Eschirina, y de ésta a Ferchad, el joven más hermoso de Oriente. D’Herbelot, Biblioth. Orient., pp. 789, 997, 998. <<

[884] Todas las series de la tiranía de Hormuz, la sublevación de Bahram, y la huida y restauración de Cosroes están referidas por dos griegos contemporáneos —más concisamente por Evagrio (l. VI, c. 16, 17, 18, 19) y más difusamente por Teofilacto Simocatta (l. III, c. 6-18; l. IV, c. 1-16; l. V, c. 1-15); a los compiladores siguientes, Zonaras y Cedreno, no les cupo más que compendiar o copiar. Los árabes cristianos Eutiquio (Annal. t. II, pp. 200-208) y Abulfaragio (Dinast. pp. 96, 98) parece que consultaron algunas memorias particulares. Los grandes historiadores persas del siglo XV, Mirkhond y Khondemir, sólo me son conocidos por los extractos imperfectos de Schikard (Tarikh, pp. 150-155). Texeira, o más bien Stevens (Hist. of Persia, pp. 182-186), un manuscrito turco traducido por el abate Fourmont (Hist. de la Académie des Inscriptions, t. VII, pp. 325-334), y D’Herbelot (aux mots, Hormouz, pp. 457-459; Bahram, p. 174; Khosrou Parviz, p. 996). Si estuviese enteramente satisfecho de su autoridad, hubiera deseado que estos materiales orientales hubiesen sido más copiosos. <<

[885] Puede formarse cierto concepto general del engreimiento y poderío del chagan en Menandro (Except. Legat., p. 117 y ss.) y Teofilacto (l. I, c. 3; l. VII, c. 15), cuyos ocho libros hacen más honor al príncipe avar que al romano. Los predecesores de Bayano habían participado de la liberalidad de Roma, y él sobrevivió al reinado de Mauricio (Buat, Hist. des Peuples Barbares, t. XI, p. 545). El chagan que invadió Italia en 611 d. C. (Muratori, Annali, t. V, p. 305), era entonces juvenili ætate florentem (Pablo Warnefrido, de Gest. Langobard, l. V, c. 38), quizás el hijo, o el nieto de Bayano. <<

[886] Teofilacto, l. I, c. 5, 6. <<

[887] Aun en el campamento, el chagan se deleitaba con el uso de estos aromas. Solicitó, como una prenda, ’Iνδικὰς καρυκείας, y recibió πέπερι καὶ φύλλον’Iνδῶν, κασίαν τε καὶ τóν λεγóµενον κóστον. Teofilacto, l. VII, c. 13. Los europeos de épocas menos civilizadas gastaban más especias en sus manjares y bebidas de las que son compatibles con la delicadeza del paladar moderno. Vie privée des Français, t. II, pp. 162, 163. <<

[888] Teofilacto, l. VI, c. 6; l. VII, c. 15. El historiador griego confiesa la verdad y justicia de su reconvención. <<

[889] Menandro (en Excerpt. Legat., pp. 126-132) describe el perjurio de Bayano, la rendición de Sirmio. Hemos perdido su relación del sitio, que está comentada por Teofilacto, l. I, c. 3. Tò δ’ ὅπως Mενάνδρῳ τῷ περιφανεῖ σαφῶς διηγóρευται. <<

[890] Véase D’Anville, en las Mémoires de l’Académie des Inscriptions, t. XXVIII, p. 412-443. El nombre eslavón de Belgrado lo menciona Constantino Porfirogénito, en el siglo X, la denominación latina de Alba Grœca la usaron los francos, a principios del IX (p. 414). <<

[891] Baron. Annal. Eccles. 600 d. C., núm. 1. Paulo Warnefrido (l. IV, c. 38) refiere su irrupción en Friuli, y la cautividad de sus antecesores (c. 39) sobre el año 632. Los eslavones atravesaron el Adriático, cum multitudine navium, y bajó al territorio de Siponto (c. 47). <<

[892] Hasta el helépolis, o torre movediza. Teofilacto, l. II, 16, 17. <<

[893] Las armas y alianzas del chagan se extendieron hasta las cercanías del mar occidental, a quince meses de viaje de Constantinopla. El emperador Mauricio conversó con algunos músicos ambulantes de aquel remoto país, y sólo parece haber equivocado un comercio, con una nación. Teofilacto, l. VI, c. 2. <<

[894] Ésta es una de las conjeturas más probables y despejadoras del instruido conde de Buat (Hist. des Peuples Barbares, t. XI, pp. 546-568). Los tzequios y serbios se hallan juntos cerca del monte Cáucaso, en Iliria y en el bajo Elba. Hasta las tradiciones selváticas de los bohemios, etc., dan algún apoyo a su hipótesis. <<

[895] Véase Fredegario, en los Historiadores de Francia, t. II, p. 432. Bayano no ocultó su orgullosa insensibilidad. ῞Oτι ποιουτοῦς (no ποσουτοῦς según una enmienda disparatada) ἐπαφήσω τῇ ’_3.jpg, ὡς ε’ι καὶ συµβαίη γε σφισί θανατῷ ἁλῶναι, ἀλλ ’ἐµοί γε µὴ γένεσθαι συναίσθφησιν. <<

[896] Véanse la marcha y el regreso de Mauricio en Teofilacto, l. V, c. 16; l. VI, c. 1, 2, 3. Si fuese un escritor de gusto e ingenio, le podríamos maliciar una elegante ironía: pero Teofilacto no es temible. <<

[897] Eἶς ο’ιωνòς ἄριστος ἀµύνεσθαι περὶ πάτρης. Ilíada, XII, 243.

Este noble verso, que reúne el ánimo de un héroe con la prudencia de un sabio, prueba que Homero era, a todas luces, muy superior a su época y país. <<

[898] Teofilacto, l. VII, c. 3. Apoyándose en el testimonio de este hecho, que no había ocurrido a mi memoria, el lector benévolo puede corregir y disimular una nota en el tomo II, capítulo XXXIV, de esta historia, que anticipa la decadencia de Asimo o Azimuncio: con semejante confesión, se adquiere a poca costa otro siglo de patriotismo y valor. <<

[899] Véase la vergonzosa conducta de Comentiolo en Teofilacto, l. II, c. 10-15; l. VII, c. 15, 14; l. VIII, c. 2, 4. <<

[900] Véanse las victorias de Prisco, l. VIII, 2, 3. <<

[901] El pormenor general de la guerra contra los avares puede seguirse en los libros primero, segundo, sexto, séptimo y octavo de la historia del emperador Muricio, por Teofilacto Simocatta. Como escribió en el reinado de Heraclio, no podía tentarle la adulación; pero su ningún criterio lo explaya en fruslerías y lo estrecha en los puntos más interesantes. <<

[902] El mismo Mauricio compuso doce libros sobre el arte militar, que aún existen, y se han publicado (Upsal, 1664) por Juan Scheffer al fin de las Tácticas de Arriano (Fabricio, Bibliot. Grœca, l. IV, c. 8, t. III, p. 278), quien prometió hablar más extensamente de su obra en coyuntura más propia. <<

[903] Véanse los motines bajo el reinado de Mauricio en Teofilacto, l. III, c. 1-4; l. VI, c. 7, 8, 10; l. VII, c. 1; l. VIII, c. 6 y ss. <<

[904] Teofilacto y Teófanes al parecer ignoran la conspiración y la avaricia de Mauricio. Estos cargos, tan poco honrosos para la memoria de un emperador, se hallan mencionados primero por el autor de la Crónica de Pascal (pp. 379, 380); desde entonces Zonaras (t. II, l. XIV pp. 77, 78) los ha copiado. Cedreno (p. 399) ha seguido otro cómputo del rescate. <<

[905] El pueblo de Constantinopla, en sus quejas contra Mauricio, lo tildó con el nombre de Marcionita o Marcionista; una herejía (dice Teofilacto, l. VIII, c. 9) µετά τινος µωρᾶς εὐλαβείας, εὐήθης τε καί καταγέλαστος. ¿Era una vaga reconvencion o había realmente el emperador dado oídos a algún instructor desconocido de aquellos antiguos gnósticos? <<

[906] La iglesia de san Autónomo (a quien no tengo el honor de conocer) estaba a ciento cincuenta estadios [30,16 km] de Constantinopla (Teofilacto, l. VIII, c. 9). El puerto de Eutropio, en donde Mauricio y sus hijos fueron asesinados, lo describe Gyllius (de Bósfoso Tracio, l. III, c. XI) como una de las dos bahías de Calcedonia. <<

[907] Los habitantes de Constantinopla estaban generalmente sujetos al νóσοι ἀρθρίτιδες; y Teofilacto insinúa (l. VIII, c. 9) que si se aviniese con las reglas de la historia; podría denotar la causa médica. Con todo, semejante digresión no hubiera sido más inoportuna que su investigación (l. VII, c. 16, 17) de las inundaciones anuales del Nilo, y todas las opiniones de los filósofos griegos sobre este asunto. <<

[908] De tan generosa tentativa dedujo Corneille el intrincado tejido de su tragedia de Heraclio, que requiere verse más de una vez para entenderla bien (Corneille de Voltaire, t. V, p. 500); y de la que se dice que, tras un intervalo de algunos años, atajó al mismo autor (Anécdotes Drammatiques, t. I, p. 422). <<

[909] La revolución de Focas y la muerte de Mauricio se hallan en Teofilacto Simocatta (l. VIII, c. 7-12), la Crónica de Pascal (pp. 379, 380), Teófanes (Chronograph. pp. 238-244), Zonaras (t. II, l. XIV, pp. 77-80) y Cedreno (pp. 399-404). <<

[910] Gregor. l. XI, Ep. 38, indict. VI. «Benignitatem vestræ pietatis, ad Imperiale fastigium pervenisse gaudemus. Lætentur cœli et exultet terra, et de vestris benignis actibus universæ reipublicæ populus nunc usque vehementer afflictus hilarescat», etc. Esta ruin adulación, el cúmulo de la invectiva protestante, está justamente censurada por el filósofo Bayle (Dictionnaire Critique, Grégoire I, Not. H, t. II, pp. 597, 598). El cardenal Baronio justifica al papa a costa del destronado emperador. <<

[911] Las efigies de Focas quedaron destrozadas y la malicia de sus enemigos ni siquiera consintió en que se librase de las llamas una copia de semejante retrato o caricatura (Cedreno, p. 404). <<

[912] La familia de Mauricio está descrita por Ducange (Familiæ Byzantinæ, pp. 106, 107, 108): su hijo mayor Teodosio había sido coronado emperador cuando no tenía más que cuatro años y medio; y en las salutaciones de Gregorio siempre va unido a su padre. Con las hijas cristianas, Anastasia y Teocteste, extraño mucho el hallar el nombre pagano de Cleopatra. <<

[913] Algunas de las crueldades de Focas están tildadas por Teofilacto, l. VIII, c. 12 14, 15. Jorge de Pisidia, el poeta de Heraclio, lo llama τῆς τυραννίδος ὁ δυσκάθεκτος καὶ βιοφθóρος δράκων (Bell. Avaricum, p. 46, Roma, 1777). El último epíteto está bien aplicado; pero el corruptor de la vida fue fácilmente vencido. <<

[914] En los escritores, y en sus copias, se titubea tanto entre los nombres de Prisco y Crispo (Ducange, Fam. Byzant. p. 111), que he estado tentado de identificar el hijastro de Focas con el héroe cinco veces vencedor de los avares. <<

[915] Según Teófanes, κιβώτια y ε’ικóνας [τῆς] θεοµήτορος. Cedreno añade un ἀχειροποίητον εἴκονα τοῦ κυρίου, que Heraclio llevó, como una bandera, en la primera expedición persa. Véase Jorge Pisidia, Acroas. I, 140. La manufactura parece haber adelantado, pero Foggini, el editor romano (p. 26), se ve cortado para decidir si esta pintura era original o una copia. <<

[916] Véase la tiranía de Focas y la elevación de Heraclio, en Chron. Paschal, pp. 380-383; Teófanes, pp. 242-250; Nicéforo, pp. 3-7; Cedreno, pp. 401-407; Zonaras, t. II, l. XIV, pp. 80-82. <<

[917] Teofilacto, l. VIII, c. 15. La vida de Mauricio se compuso sobre el año 628 (l. VIII, c. 13) por Teofilacto Simocatta, ex prefecto y natural de Egipto. Focio, que da un extenso extracto de la obra (cod. LXV, pp. 81-100), reprueba con tino la afectación y alegoría del estilo. Su prólogo es un diálogo entre la filosofía y la historia, que se sientan juntas debajo de un árbol, y la última toca su lira. <<

[918] «Christianis nec pactum esse, nec fidem, nec fædus […] quod si ulla illis fides fuisset, regem suum non occidissent». Eutych. Annal. t. II, p. 211, vers. Pocock. <<

[919] Ahora debemos, por algunas épocas, despedirnos de los historiadores contemporáneos, y descender, si es un descenso, de la afectación retórica a la ruda sencillez de las crónicas y compendios. Los de Teófanes (Chronograph. pp. 244-279) y Nicéforo (pp. 3-16) suplen una parte, aunque imperfectamente, de las series de la guerra de Persia; y para cualquier hecho adicional, cito mis autoridades respectivas. Teófanes, un cortesano que se hizo fraile, nació en 748 d. C.; Nicéforo, patriarca de Constantinopla, que murió en 829 d. C., era algo más joven; ambos padecieron en la causa de las imágenes. Hankius, de Scriptoribus Byzantinis, pp. 200-246. <<

[920] Los historiadores persas se equivocaron; pero Teófanes (p. 244) acusa a Cosroes de fraude y falsedad, y Eutiquio cree (Annal. t. II, p. 211) que el hijo de Mauricio, que se salvó de los asesinos, vivió y murió fraile en el monte Sinaí. <<

[921] Eutiquio fecha todas las pérdidas del Imperio bajo el reinado de Focas; yerro que salva el honor de Heraclio, a quien hace salir, no de Cartago, sino de Salónica, con una escuadra cargada con hortalizas, para socorrer a Constantinopla (Annal., t. II, pp. 223, 224). Los otros cristianos de Oriente, Barhebreo (apud Asseman, Bibliothec. Oriental, t. III, pp. 412, 413), Elmacin (Hist. Sarracen. pp. 13-16), Abulfaragio (Dynast. pp. 98, 99), son más sinceros y puntuales. Los años de la guerra persa están arreglados en la cronología de Pagi. <<

[922] Sobre la conquista de Jerusalén, un acontecimiento tan interesante para la Iglesia, véanse los Anales de Eutiquio (t. II, pp. 212-223) y las lamentaciones del fraile Antíoco (apud Baronium, Annal. Ecclés. 611 d. C. núm. 16-26), cuyas ciento veintinueve homilías aún existen, si puede decirse que existe una producción que nadie lee. <<

[923] La vida de este apreciable santo está compuesta por Leoncio, un obispo contemporáneo; y en Baronio (Annal. Ecclés. 610 d. C., núm. 40 y ss.) y Fleury (t. VIII, pp. 235-242) hallo bastantes extractos de esta obra edificante. <<

[924] El yerro de Baronio y otros muchos que han llevado las armas de Cosroes hasta Cartago, en vez de Calcedonia, se funda en la mucha semejanza de las palabras griegas Kαλχήδονα y Kαρχήδονα, en el texto de Teófanes, etc., que algunas veces se han confundido por los copistas, y otras por los críticos. <<

[925] Los actos genuinos de san Anastasio se han publicado en el séptimo concilio general, de donde Baronio (Annal. Ecclés. 614, 626, 627 d. C.) y Butler (Vidas de los Santos, vol. I, pp. 242-248) han tomado su relación. El santo mártir desertó del ejército persa al romano, se hizo fraile de Jerusalén, e insultó la adoración de los magos, que estaba a la sazón planteada en Cesárea, Palestina. <<

[926] Abulfaragio, Dynast. p. 99. Elmacin, Hist. Sarracen. p. 14. <<

[927] D’Anville, Mém. de la Académie des Inscriptions, t. XXXII, pp. 568-571. <<

[928] La diferencia entre las dos castas consiste en una o dos prominencias; el dromedario no tiene más que una; el tamaño del verdadero camello es mayor; el país de donde vienen es Turkestán o Bactriana; el dromedario no se halla más que en Arabia y África. Buffon, Hist. Naturelle, t. XI, p. 211 y ss. Aristot. Hist. Animal. t. I, l. II, c. 1; t. II, p. 185. <<

[929] Teófanes, Chronograph, p. 268. D’Herbelot, Bibliothèque Orientale, p. 997. Los griegos describen la decadencia de Dastagerd, y los persas su magnificencia; pero los primeros hablan por el modesto testimonio de vista; y los últimos por el vago de oídas. <<

[930] Los historiadores de Mahoma, Abulfeda (en Vit Mohammed, p. 92, 93) y Gagnier (Vie de Mohammed, t. II, p. 247), fechan esta embajada en el año VII de la hégira, que empieza el 11 de mayo del año 628. Su cronología es errónea, puesto que Cosroes murió en el mes de febrero del mismo año (Pagi, Critica, t. II, p. 779). El conde de Boulainvilliers (Vie de Mahomed, pp. 327, 328) coloca esta embajada sobre el año 615, poco después de la conquista de Palestina. Con todo; Mahoma apenas se hubiera aventurado a un paso tan osado y expuesto. <<

[931] Véase el capítulo XXX del Alcorán, titulado «Los griegos». Nuestro honrado e instruido traductor, Sale (pp. 330, 331), establece claramente esta conjetura, suposición o apuesta de Mahoma; pero Boulainvilliers (pp. 329-344), con malvada intención, se afana en evidenciar esta profecía patente de un acontecimiento venidero, que debe, según su opinión, entorpecer las contiendas cristianas. <<

[932] Paulo Warnefrido, de Gestis Langobardorum, l. IV, c. 38, 42; Muratori, Annali d’Italia, t. V, pp. 305 y ss. <<

[933] La Crónica de Pascal, que a veces introduce fragmentos de historia en una lista falta de nombres y fechas, da la mejor relación de la traición de los avares, pp. 389. 590. El número de cautivos está añadido por Nicéforo. <<

[934] Algunos trozos originales, tal como el discurso, o carta, de los embajadores romanos (pp. 386-388) forma también el mérito de la Crónica de Pascal, que fue compuesta, quizá en Alejandría, bajo el reinado de Heraclio. <<

[935] Nicéforo (pp. 10, 11), que denigra este casamiento con los nombres de ἄθεσµον, y ἀθέµιτον, dice con deleite que de dos hijos, frutos de aquel incesto, el mayor fue señalado por la providencia con el cuello sin movimiento, y el más joven con la falta de oído. <<

[936] Jorge de Pisidia (Acroas. I, 112-125, p. 5), que sienta las opiniones, disculpa a los pusilánimes consejeros de toda mira siniestra. ¿Hubiera disimulado la amonestación orgullosa de Crispo? ’Eπιθωπτάζων οὐκ ἔζον βασιλεῖ ἔφασκε καταλιμπάνειν βασίλεια, καἰ τοῖς ποῤῥω ἐπιχωριάζειν δυνάμεσιν. <<

[937]

ξἰ τὰς ἐπʼ ἂκρον ὴρμἐας εὐεξίας

ξσφαλμένας λέγουσιν οὐκ ἀπεικó τως,

Kείσθω τò λοιπòν ἐν κακοῖς τὰ Πέρσιδος,

’Αντιστρóψως δὲ, etc.

Georg. Pisit. Acroas. I, 51, etc., p. 4.

Los orientales no son menos aficionados a notar este extraño vaivén y me acuerdo de un cuento de Khosrou Parviz, que no dista mucho del anillo de Polícrates de Samos. <<

[938] Baronio refiere circunspectamente aquel descubrimiento, o más bien trasmutación, de barriles, no de miel sino de oro (Annal. Ecclés. 620 d. C., núm. 3 y ss.). Con todo, el préstamo era arbitrario, puesto que estaba recaudado por soldados, quienes tenían la orden de no dejar al patriarca de Alejandría más que cien libras [46 kg] de oro. Nicéforo (p. 41), doscientos años después, habla con enfado de esta contribución, que todavía podría sentir la Iglesia de Constantinopla. <<

[939] Teofilacto Simocatta, l. VIII, c. 12. Esta circunstancia no debe admirarnos. La lista de revista de un regimiento, aun en tiempo de paz, se renovaba en menos de veinte o veinticinco años. <<

[940] Cambió sus borceguíes de púrpura por otros negros, y los tiñó con la sangre de los persas (Georg. Pisit. Acroas. III, 118, 121, 122. Véanse las notas de Foggini, p. 35). <<

[941] Jorge de Pisidia (Acroas. II, 10, p. 8) deslindó este importante punto de las puertas sirias y cilicias. Jenofonte las describe elegantemente, quien pasó por ellas cien años antes. Un tránsito angosto de tres estadios [603 m] entre altísimos peñascos (πέτραι ἠλίβατοι) y el Mediterráneo, estaba cerrado a cada extremo por fuertes verjas; inexpugnable por tierra (παρελθεῖν οὐκ ἦνβίᾳ), inaccesible por mar (Anabasis, l. I, p. 35, 36, con la Disertación geográfica de Hutchinson, p. VI). Las puertas estaban a treinta y cinco parasangas, o leguas [195 km], de Tarso (Anabasis, l. I, pp. 33, 34) y ocho o diez [44,57 o 55,72 km] de Antioquía. Compárese con Wasseling, Itinerar. pp. 580, 581. Schultens, Index Geograph. ad calcem Vit. Saladin. p. 9; Voyage en Turquie et en Perse, par M. Otter, t. I, pp. 78, 79). <<

[942] Heraclio podía escribir a un amigo en los términos modestos de Cicerón: «Castra habuimus ea ipsa quæ contra Darium habuerat apud Issum Alexander, imperator, haud paulo melior, quam aut tu aut ego.» Ad Atticum, v. 20. Iso, una rica y floreciente ciudad en tiempo de Jenofonte, se arruinó por la prosperidad de Alejandría o Scanderoon, en la otra parte de la bahía. <<

[943] Foggini (Annotat. p. 31) malicia que los persas habían sido engañados por el φάλαγξ πεπληγμένη de Eliano (Tactic. c. 48), un movimiento en espiral muy intrincado del ejército. Dice (p. 28) que las descripciones militares de Jorge de Pisidia están copiadas en las Tácticas del emperador León. <<

[944] Jorge de Pisidia, testigo de vista (Acroas. II, 422 y ss.), describe, en tres acroasis o cantos la primera expedición de Heraclio. El poema ha sido publicado (1777) en Roma; pero una alabanza tan vaga y declamatoria dista mucho de corresponder a los vehementes deseos de Pagi, D’Anville, etc. <<

[945] Teófanes (p. 236) lleva a Heraclio rápidamente (κατά ταχòς) a Armenia. Nicéforo (p. 11), aunque confunde las dos expediciones, define la provincia de Lazica. Eutiquio (Annal. t. II, p. 231) ha determinado cinco mil hombres, con la situación más probable de Trebisonda. <<

[946] Desde Constantinopla a Trebisonda, con viento favorable, cuatro o cinco días; de allí a Erzerom, cinco; a Erivan, doce; a Tauris, diez; en total treinta y dos. Éste es el itinerario de Tavernier (Voyages, t. I, pp. 12-56), quien estaba perfectamente enterado de los caminos de Asia. Tournefort, que viajaba con un bajá, empleó diez o doce días de Trebisonda a Erzerom (Voyage du Levant, t. III, lettre XVIII); y Chardin (Voyages, t. I, p. 249-254) da la distancia más precisa de cincuenta y tres parasangas, cada una de cinco mil pasos (¿qué pasos?) entre Erivan y Tauris. <<

[947] La expedición de Heraclio a Persia está delicadamente ilustrada por D’Anville (Mémoires de l’Academie des Inscriptions, t. XXVIII, pp. 559-573). Descubre la situación de Gandzaca, Tebarmas, Dastagerd, etc., con admirable perspicacia e instrucción; pero pasa en silencio la confusa campaña de 624. <<

[948] Et pontem indignatus Araxes.

Virgili, Æneid, VIII, 7,28.

El río Araxes es bullicioso, rápido, arrollador, y con el derretimiento de la nieve, irresistible: los puentes más fuertes y macizos los arrebata la corriente; y atestiguan su furia muchas ruinas de arcos cerca de la antigua ciudad de Zulfa. Chardin, Voyages, t. I, p. 252. <<

[949] Chardin, t. I, pp. 255-259, como los orientales (D’Herbelot, Biblioth. Orient. p. 834), atribuye la fundación de Tauris o Tebris a Zobeida, la esposa del célebre califa Harun Alrashid; pero parece haber sido más antigua, y los nombres de Gandzaca, Gazaca, Gaza, expresan el real tesoro. Chardin reduce a quinientos cincuenta mil el número de habitantes, que el cálculo popular subía hasta un millón cien mil. <<

[950] Abrió el Evangelio, y aplicó, o interpretó el primer pago que le deparó la casualidad, al nombre y situación de Albania. Teófanes, p. 258. <<

[951] El páramo de Mogan, entre el Ciro y el Araxes, tiene sesenta parasangas [315 km] de largo y veinte [105 km] de ancho (Oleario, pp. 1023, 1024), abundante de aguas y de prados con frutales (Hist. de Nadir Shah, traducida por Jones de un manuscrito persa, part. II, p. 2, 3). Véase el campamento de Timur (Hist. par Shereffeddin Ali, l. V, c. 37; l. VI, c. 13) y la coronación de Nadir Shah (Hist. Persane, pp. 3-13 y la Vida Inglesa, por Jones, pp. 64, 65). <<

[952] Tebarma y Ormia, cerca del lago Espauta, está probado por D’Anville que es la misma ciudad (Mémoires de l’Académie, t. XXVIII, pp. 564, 565). Se honra como el lugar del nacimiento de Zoroastro, según los persas (Schultens, Index Geograph. p. 48); y su tradición se corrobora en Perron de Anquetil (Mém. de l’Académie des Inscriptions, t. XXXI, p. 375); con algunos textos de su —o sus— Zendavesta. <<

[953] No puedo hallar, y (lo que es más) D’Anville no trata de indagar, el Salban, Taranto, territorio de los hunos, etc., mencionado por Teófanes (pp. 260-262). Eutiquio (Annal. t. II, pp. 231, 232) autor insuficiente, nombra Aspahan; y Casbin es probablemente la ciudad de Sapor, Ispahán está a veinticuatro jornadas de Tauris, y Casbin a medio camino (Voyages de Tavernier, t. I, pp. 63-82). <<

[954] A diez parasangas [52,5 km] de Tarso, el ejército del joven Ciro pasó el Saro, tres pletras de ancho; el Piramo, un estadio [201 m] de ancho, corría cinco parasangas [26,25 km] más al oriente (Jenofonte, Anabas. l. I, pp. 33, 34). <<

[955] Jorge de Pisidia (Bell. Abaricum, 246-265, p. 49) ensalza de corazón en el ánimo perseverante en las tres campañas (τρεῖς περιδρóμους) contra los persas. <<

[956] Petavio (Annotationes ad Nicephorum, pp. 62, 63, 64) difama los nombres y acciones de cinco generales persas, que fueron enviados sucesivamente contra Heraclio. <<

[957] Este número de ocho miríadas está especificado por Jorge de Pisidia (Bell. Abar. 219). El poeta (50-88) indica claramente que el antiguo chagan vivió hasta el reinado de Heraclio, y que su hijo y sucesor nació de una madre extranjera. Con todo, Foggini (Annotat. p. 57) ha dado otra interpretación a este paso. <<

[958] Un pájaro, una rana, un ratón y cinco flechas fue el presente del rey escita a Darío (Herodot. l. IV, c. 131, l32). «Substituez une lettre a ces signes», dice Rousseau, con bastante tino, «plus elle será menaçante, moins elle effrayera: ce ne sera qu’ une fanfarounade, dont Darius n’eut fait que rire» (Emile, t. III, p. 146). Con todo, debo preguntar si el Senado y pueblo de Constantinopla se burlaron de este mensaje del chagan. <<

[959] La Crónica de Pascal (pp. 392-397) da una relación harto minuciosa y auténtica del sitio y salvamento de Constantinopla. Teófanes (p. 264) añade algunas circunstancias, y sólo chispea una escasa luz de los leves arranques de Jorge de Pisidia, quien compuso un poema (de Bello Abarico, pp. 45-54) para celebrar este feliz suceso. <<

[960] La potestad de los chozares prevalecía en los siglos VII, VIII y IX. Eran conocidos de los griegos, los árabes, y bajo el nombre de kosa, hasta de los mismos Chinos. De Guignes, Hist. des Huns, t. II, part. II, pp. 507-509. <<

[961] Epifania o Eudocia, la única hija de Heraclio y su primera mujer Eudocia, nació en Constantinopla el 7 de julio del año 611, bautizada el 15 de agosto y coronada (en palacio en el oratorio de san Esteban) el 4 de octubre del mismo año. A la sazón tenía más de quince años. Eudocia fue luego enviada a su marido turco; pero la noticia de su muerte la detuvo en su viaje, e imposibilitó la consumación (Ducange, Familiæ Byzantin. p. 118). <<

[962] Elmacin (Hist. Sarracen. p. 13-16) trae algunos hechos curiosos y probables; pero sus números son demasiado crecidos: trescientos mil romanos reunidos en Edesa, quinientos mil persas muertos en Nínive. El corte de un ciprés apenas bastaría para devolverle su sanidad. <<

[963] Ctesias (apud Diodor. Sicul. t. I, l. II, p. 115, ed. Wesseling) asigna cuatrocientos ochenta estadios [96,52 km] —quizás sólo treinta y dos millas [51,49 km]— a la circunferencia de Nínive. Jonás habla de tres días de viaje: las ciento veinte mil personas descritas por el profeta como incapaces de distinguir su propia derecha de su izquierda, harían ascender a setecientas mil personas de todas las edades a los habitantes de aquella antigua capital (Goguet, Origines des Loix… t. III, part. I, pp. 92, 93), que dejó de existir seiscientos años antes de Cristo. El arrabal occidental aún subsiste, y en la primera época de los califas árabes se menciona bajo el nombre de Mosul. <<

[964] Niebuhr (Voyage en Arabie… t. II, p. 286) pasó por Nínive sin notarlo. Conceptuó una línea de montecitos la antigua muralla de ladrillo o tierra. Se dice que tenía cien pies [30,47 m] de elevación, cercada de mil quinientas torres, cada una de doscientos pies [60,94 m]. <<

[965] «Rex regia arma fero», dice Rómulo en su primera consagración «[…] bina postea», continúa Livio (I, 10), «inter tot bella, opima parta sunt spolia, adeo rara ejus fortuna decoris». Si Varron (apud Pomp. Festum, p. 306, ed. Dacier) pudiese sincerar su liberalidad en conceder los ópimos despojos hasta a un soldado que hubiese muerto al rey o al general enemigo, el honor hubiera sido mucho más barato y común. <<

[966] Al describir esta última expedición de Heraclio, son tan auténticos y exactos los hechos, los sitios y las fechas de Teófanes (pp. 265-271), que debe haber seguido las cartas originales del emperador, de las que la Crónica de Pascal ha conservado (pp. 398-402) una parte muy curiosa. <<

[967] Las palabras de Teófanes son notables: ἐισῆλθεν Χοσρóης ἐις οἶκον γεωπγοῦ µεδαμινοῦ μεῖναι, μóλις χωρηθεὶς ἐν τῃ τούτου θύρᾳ, ἣν ὶδὼν ἒσχατον ‘Ηράκλειος ἐθαυμασεν (p.269 [p.496, ed. Bonn]). Los jóvenes príncipes que tienen propensión a la guerra deberían copiar y traducir a menudo estas máximas saludables. <<

[968] La narración auténtica del vuelco de Cosroes se halla en la carta de Heraclio (Chron. Paschal, p. 398) y la historia de Teófanes (p. 271). <<

[969] Al primer rumor de la muerte de Cosroes se publicó inmediatamente en Constantinopla una Heracliada en dos cantos por Jorge de Pisidia (97-105). Un cura y poeta podía muy adecuadamente regocijarse con la condena del enemigo público (ἐμπεσών τῷ Ταρτἁρῳ), pero una venganza tan mezquina no es propia de un rey y de un conquistador; y siento tropezar con tan torpe y ruin superstición (θεομάχος Xοσρóης ἒπεσεν καὶ ἐππωματ́σθν εἰς τὰ καταχθóνια […] εἰς τò πῦρ τò ἀκατάσβεστον, etc.) en la carta de Heraclio; casi vitorea el parricidio de Siroes como un acto de piedad y justicia. <<

[970] Las mejores relaciones orientales de este último período de los reyes sasánidas se hallan en Eutiquio (Annal. t. II, pp. 251-256), quien refiere el parricidio de Siroes, D’Herbelot (Bibliothéque Orientale, p. 789) y Assemann (Bibliothec. Oriental. t. III, pp. 415-420). <<

[971] La carta de Siroes en la Crónica de Pascal (p. 402) por desgracia termina antes que entre en materia. El tratado aparece puesto en ejecución en las historias de Teófanes y Nicéforo. <<

[972] El del canto de Corneille «Montrez Héraclius au peuple qui l’attend», es mucho más adecuado en esta ocasión. Véase su triunfo en Teófanes (pp. 272, 273) y Nicéforo (pp. 15, 16). La vida de la madre y la ternura del hijo están atestiguadas por Jorge de Pisidia (Bell. Abar. 255, etc. p. 49). La metáfora del Sabbath se usa, algo profanamente, por estos cristianos bizantinos. <<

[973] Véase Baronio (Annal. Ecclés. 628 d. C., núms. 1-4), Eutiquio (Annal. t. II, pp. 240-248), Nicéforo (Brev. p. 15). Los sellos de la caja nunca se habían roto; y esta conservación de la cruz se atribuye (bajo Dios) a la devoción de la reina Sira. <<

[974] Jorge de Pisidia, Acroas. III de Expedit. contra Persas, 415, etc. y Heracleid. Acroas. I, 65-158. Descuido los paralelos más esmerados de Daniel, Timoteo, etc. Cosroes y el chagan eran por consiguiente comparados a Belsharzar, Faraón, la antigua serpiente, etcétera. <<

[975] Suidas (en Excerpt. Hist. Byzant. p. 46) da este número; pero o bien debe leerse la guerra persa por isauria, o este pasaje no pertenece al emperador Heraclio. <<

[976] ¿De que medios me valdré para probar esta investigación, que he tratado de reducir y compendiar? — Si me aferro en sostener cada hecho o a reflexionar con los comprobantes adecuados, toda línea irá requiriendo una colección de testimonios, y cada nota vendrá a ser una disertación crítica. Pero los repetidos pasos de la Antigüedad que he visto por mí mismo, están recopilados, arreglados e ilustrados, por Petavio y Le Clerc, por Beausobre y Mosheim. Me contentaré con robustecer mi narración con los nombres y la calificación de estos respetables guías; y en la contemplación de un objeto prolijo o remoto, no me avergüenzo de acudir al auxilio de los vidrios de mayor aumento: 1. El Dogmata Theologica de Petavio, es obra de un afán increíble y de grande extensión; los volúmenes que tratan únicamente de la Encarnación (dos en folio, V y VI, de 837 páginas) están divididos en dieciséis libros, los primeros de historia, los restantes de controversia y doctrina. La erudición del jesuita es extensa y esmerada, su latín castizo, su método claro, su argumento profundo y lógico; pero es esclavo de los padres, el azote de los herejes, y enemigo de la verdad y la sencillez, en cuanto se encuentran en oposición con la causa católica. 2. El armenio Le Clerc, que ha compuesto en un cuarto volumen (Amsterdan, 1716) la historia eclesiástica de los dos primeros siglos, era también libre tanto en su índole, como en su situación; su sentido es claro, pero sus pensamientos son limitados; reduce la razón o locura de las épocas, a la medida de su propio juicio; y su imparcialidad a veces arrebatada y otras descarriada, por su oposición a los padres. Véanse los herejes (cerintianos, LCXX; ebionitas, CIII; carpocratianos, CXX; valentinianos, CXX; basilidianos, CXXIII; marcionitas, CXLI, etc.) bajo sus propias fechas. 3. La Histoire Critique du Manichéisme (Amsterdam, 1734, 1739, en 2 vols. en cuarto con una disertación póstuma sobre los nazarenos, Lausana, 1745) de De Beausobre, es un tesoro de filosofía y teología antigua. El erudito historiador se afana con tino finísimo tras el hilo sistemático de la opinión, y se trasforma alternativamente en un santo, un sabio o un hereje. Con todo, este acicalamiento llega a ser excesivo: descubre una parcialidad graciable a favor de la parte débil, y, mientras que se guarda contra la calumnia, no concede suficiente ensanche para la superstición y el fanatismo. Una extensa tabla de sus contenidos dirigirá al lector a cualquier punto que desee examinar. 4. El historiador Mosheim, menos profundo que Petavio, menos independiente que Le Clerc, y menos ingenioso que Beausobre, es colmado, racional, correcto y moderado. En su obra erudita, De Rebus Christianis ante Constantinum (Helmstadt, 1753, en cuarto), véanse los nazarenos y ebionitas, pp. 172-179, 328-332. Los gnósticos en general, p. 179, etc. Cerintos, pp. 196-202; Basilides, pp. 352-361; Carpócrates, pp. 363-367; Valentino, pp. 371-389; Marcion, pp. 404-410; Los maniqueos, pp. 829-837, etc. <<

[977] Kαὶ γὰρ πάντες ἡμεῖς τὸν Xριστὸν ἄυθρωπον ἐξ ἀνθρὡπων προσδσοκῶμεν γενήσεθαι, dice el judío Trifón (Justin. Dialog. p. 207) en nombre de sus compatricios; y los judíos modernos, los pocos que distraen su imaginación del dinero, para dedicarse a la religión, conservan el mismo lenguaje, y alegan el sentido literal de los profetas. <<

[978] Crisóstomo (Basnage, Hist. des Juifs, t. V, c. 9, p. 183) y Atanasio (Petav. Dogmat. Theolog, t. V, l. I, c. 2, p. 3), tienen que confesar cómo la divinidad de Cristo asoma rarísima vez en boca del mismo, y de sus apóstoles. <<

[979] Los dos primeros capítulos de san Mateo no existían en las copias ebionitas (Epiphan. Hæres. XXX, 13); y la milagrosa concepción, es uno de los últimos artículos que el Dr. Priestley ha cercenado de su mezquino credo. <<

[980] Es bastante probable que el primero de los Evangelios para el uso de los judíos convertidos fue compuesto en idioma hebreo o sirio; el hecho está atestiguado por una caterva de padres: Papias, Ireneo, Orígenes, Jerónimo, etc. Los católicos lo creen devotamente, y está admitido por Casaubon, Grocio e Isaac Vosio, entre los protestantes críticos. Pero este Evangelio hebreo de san Mateo se ha perdido enteramente; y podemos culpar la actividad o fidelidad de las iglesias primitivas, que han preferido la versión de algún griego desconocido. Erasmo y sus secuaces, que respetan nuestro texto griego como el evangelio original, se privan del testimonio que declara ser obra de un apóstol. Véase Simón, Hist. Critique, etc. t. III, c. 5-9, pp. 47-101, y el Prolegomena de Mill y Wetstein al Nuevo Testamento. <<

[981] Los metafísicos del alma los saca Cicerón (Tusculan. l. I) y Máximo de Tiro (Disertac. XVI) del laberinto del diálogo, que a veces divierte, y a menudo deja perplejos a los lectores del Fedro, el Fedón y las Leyes de Platón. <<

[982] Los discípulos de Jesús estaban persuadidos de que un hombre podía haber pecado antes de nacer (Juan, IX, 2), y los fariseos sostenían la trasmigración de las almas virtuosas (Joseph, de Bell. Judaico, l. II, c. 7); y un rabino moderno asegura modestamente que Hermes, Pitágoras, Platón, etc. derivaron su metafísica de sus ilustres compatricios. <<

[983] Cuatro opiniones diferentes se han sostenido con respecto al origen de las almas humanas. 1. Que son eternas y divinas. 2. Que han sido creadas, en tal estado separado de existencia, antes de unirse al cuerpo. 3. Que se han propagado del surtido primitivo de Adán, quien contenía en sí la semilla mental, así como la corporal, de su posteridad. 4. Que cada alma se crea y une al cuerpo en el momento de la concepción. Esta última opinión es la que ha prevalecido más entre los modernos; y nuestra historia espiritual ha seguido menos sublime, sin ser por eso más inteligible. <<

[984] Ὃ τι ἡ τοῦ ∑ωτῆρος ψυχὴ, ἠ τοῦʼ Αδὰμ ἦν, era una de las quince herejías imputadas a Orígenes y negada por su apologista (Focio, Bibliot. cod. CXVII, p. 296). Algunos rabinos atribuyen un alma, y la misma a Adán, David y el Mesías. <<

[985]Apostolis adhuc in seculo superstitibus, apud Judæam Cristi sanguine recente. PHANTASMA domini corpus asserebatur. Hieronym. advers. Lucifer, c. 8. La epístola de Ignacio a los esmirnios, y aun el Evangelio según san Juan, están nivelados contra el yerro flamante de los docetas, que habían merecido demasiada trascendencia en el mundo (I Juan, IV, 1-5). <<

[986] Sobre el año 200 de la era cristiana, Ireneo e Hipólito, refutaron las treinta y dos sectas, τῆς ψευδωνύμου γνωσέως, que se habían multiplicado hasta cuarenta, en tiempo de Epifanio (Phot. Bibliot. cod. CXX, CXXI, CXXII). Los cinco libros de Ireneo no existen más que en un latín bárbaro; pero el original, pudiera quizá hallarse, en algún monasterio de Grecia. <<

[987] El peregrino Casiano, que visitó Egipto a principios del siglo V, se lamenta del reinado del antropomorfismo entre los frailes, que ignoraban estar siguiendo el sistema de Epicuros (Ciceron, de Nat. Deorum, I, 18, 34). Ab universo propemodum genere monachorum, qui per totam provinciam. Egypti morabantur, pro simplicitatis errore susceptum est, ut e contrario memoratum pontificem (Teophilus) velut hæresi gravissimâ depravatum, pars maxima seniorum ab universo fraternitatis corpore deserneret detestandum (Casiano, Collation. X, I). Mientras que san Agustín permaneció Maniqueo, se escandalizaba del antropomorfismo de los católicos vulgares. <<

[988]Ita est in oratione senex mente confusus, eo quod illam άνθρωπόμορφον imaginem Deitatis, quam proponere sibi in oratione consueverat, aboleri de suo corde sentiret, ut in amarissimos fletus, crebrosque singultus repente prorumpens, in terram prostratus, cum ejulatu validissimo proclamaret; «Heu me miserum!, tulerunt a me Deum meum, et quem nunc teneam non habeo, vel quem adorem, aut interpellam jam nescio». Casiano, Collation. X, 2. <<

[989] San Juan y Cerinto (año 80, Cierie. Hist. Ecclés. p. 493) se encontraron casualmente en el baño público de Éfeso, pero el apóstol huyó del hereje por temor de que el edificio no se aplanase sobre sus cabezas. Este cuento tonto, reprobado por el Dr. Middleton (Obras misceláneas, vol. II) lo refiere con todo Ireneo (III, 3), apoyándose en el testimonio de Policarpo, y era probablemente adecuado a la época y residencia de Cerinto. La lectura anticuada, no obstante probablemente la verdad, I Juan, IV, 3 —ὃ λύει τὸν ’Iησοῦν— alude a la doble naturaleza de aquel hereje primitivo. <<

[990] Los valentinianos abrazaron un sistema complejo y aun inconexo. 1. Ambos, Cristo y Jesús, eran leones, aunque de diferentes grados; el uno obrando como un alma racional, el otro como el divino espíritu del Salvador. 2. En tiempo de la pasión, entrambos se retiraron, dejando únicamente una alma sensitiva, y un cuerpo humano. 5. Aun aquel cuerpo era etéreo, y quizás aparente. Tales son las trabajosas deducciones de Mosheim. Pero dudo si el traductor latino entendió a Ireneo, y si Ireneo y los valentinianos se entendían a sí mismos. <<

[991] Los herejes abusaron de la exclamación apasionada de «Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado?» o Rousseau, que ha hecho una comparación elocuente, pero indecorosa, entre Cristo y Sócrates, olvida que el moribundo filósofo no prorrumpió en una palabra que indicase desasosiego o desesperación. En el Mesías, tales arranques no podían ser más que aparentes; y palabras tan desagradables están explicadas adecuadamente como la aplicación de un salmo y una profecía. <<

[992] Esta enérgica expresión cabe sincerarse con el lenguaje de san Pablo (1 Tim. III, 16); pero nos hallamos engañados por nuestras biblias modernas. La palabra ὃ (que) se alteró en θεὸς (Dios) en Constantinopla, a principios del siglo VI: el verdadero significado, que está patente en las versiones latina y siria, asoma todavía en el raciocinio de los padres griegos y latinos; y este fraude, con el de los tres testimonios de san Juan, está admirablemente descubierto por Isaac Newton (Véanse sus dos cartas traducidas por De Missy, en el Journal Britannique, t. XV, pp. 148-190, 351-390). He justipreciado los argumentos, y puedo adherirme a la autoridad del primero de los filósofos, que ha descollado en los estudios críticos y teológicos. <<

[993] Sobre Apolinar y su secta, véase Sócrates, l. II, c. 46, l. III, c. 16; Sozomen, l. V, c. 18, l. VI, c. 25, 27; Teodoreto, l. V, 3, 10, 11; Tillemont, Mémoires Ecclesiastiques, t. VII, pp. 602-638. Not. pp. 789-794, en cuarto, Venecia, 1732. Los santos contemporáneos mencionan siempre al obispo de Laodicea, como un amigo y hermano. El estilo de los historiadores más recientes es áspero y hostil; con todo Filostorgio lo compara (l. VIII, c. 11-15) a Basilia y Gregorio. <<

[994] Apelo a la confesión de dos prelados orientales, Gregorio Abulfaragio, el primado jacobita del Oriente, y Elías el nestoriano, metropolitano de Damasco (véase Asseman, Bibliot. Orient., t. II, p. 291, t. III, p. 514, etc.), que los melquitas, jacobitas, nestorianos, etc. concuerdan en la doctrina y difieren únicamente en la expresión. Nuestros teólogos más instruidos y racionales —Basnage, Le Clerc, Beausobre, La Croze, Mosheim, Jablonski— se inclinan a favorecer este juicio caritativo; pero el celo de Petavio le hace hablar en tono enojadizo, y el comedimiento de Dupin lo hace en voz baja. <<

[995] La Croze (Hist. du Christianisme des Indes, t. I, p. 24) manifiesta su menosprecio con el numen y los escritos de Cirilo. De tous les ouvrages des anciens, il y en a peu qu’on lise avec moins d’utilité; y Dupin (Bibliothèque Ecclésiastique, t. IV, pp. 42-52), con palabras respetuosas, nos enseña a despreciarlas. <<

[996] De Isidoro de Pelusio (l. I, epist. 25, p. 8). Como la carta no es de las que merezcan más concierto, Tillemont, menos sincero que los bolandistas, aparenta dudar, si este Cirilo es el sobrino de Teófilo (Mem. Eccles., t. XIV, p. 268). <<

[997] Sócrates (l. VII, c. 13) nombra a un gramático. διάπυρος δὲ ἀκροατής τοῦ ἐπισκóπου Kυρίλλου καθεστὼς, καὶ περὶ τò κρóτους ἐν ταῖς διδασκαλίαις αὐτοῦ ἐγείρειν ἦν σπουδαιότατος. <<

[998] Véase la juventud y promoción de Cirilo, en Sócrates (l. VII, c. 7) y Renaudot (Hist. Patriarc. Alexandrin. pp. 106, 108). El abate Renaudot sacó sus materiales de la historia arábiga de Severo, obispo de Hermópolis Magna o Ashmunein en el siglo X, de quien nunca se puede fiar, a menos que se registre nuestra avenencia, por el testimonio interno de los hechos. <<

[999] El Parabolani de Alejandría, era una corporación caritativa, instituida en tiempo de la plaga de Galieno, para visitar los enfermos y enterrar los muertos. Se aumentaron gradualmente, abusaron y vendieron los privilegios de su orden. Su desgobierno durante el reinado de Cirilo, obligó al emperador a prohibir al patriarca su nombramiento, y a reducir su número a quinientos o seiscientos. Pero esta restricción fue momentánea, y sin resultado. Véase el Código Teodosiano, l. XVI, tit, II y Tillemont, Mém. Ecclés. t. XIV, pp. 276-278. <<