La primera guerra de los hijos de la luz.
La conquista de los hijos de luz será emprendida en primer lugar contra la partida de los hijos de las tinieblas, contra el ejército de Belial, contra la pandilla de Edom y de Moab y de los hijos de Amón y la multitud de los hijos del Oriente y de Filistia, y contra las pandillas de los Kittim de Assur y su pueblo, que habrán acudido en auxilio de los impíos de la Alianza, hijos de Levi e hijos de Judá e hijos de Benjamín.
La deportación del desierto combatirá contra ellos; pues la guerra será declarada a todas sus pandillas, cuando la deportación de los hijos de la luz esté de regreso del desierto de los pueblos para acampar en el desierto de Jerusalén.
La guerra postrera; derrota definitiva de los hijos de las tinieblas.
Y, tras esa guerra, de abajo subirán las naciones y el rey de los Kittim entrará en Egipto.
Y, en su tiempo, saldrá, presa de violento furor, para combatir contra los reyes del norte, y su cólera intentará destruir y aniquilar el cuerno de sus enemigos.
Será el tiempo de la salvación para el pueblo de Dios y la hora del dominio para todos los hombres de su partida, y del exterminio definitivo para toda la partida de Belial.
Y habrá inmensa angustia para los hijos de Jafed, y Assur caerá sin que nadie le preste auxilio, y el dominio de los Kittim desaparecerá, para que sea derribada la impiedad sin que queden restos, y sin que quede un solo superviviente de entre todos los hijos de las tinieblas.
[…]
¡Tuyo es el combate!
¡Y de ti procede la potencia!
No, el combate no es nuestro.
Y no es nuestro vigor ni la fuerza de nuestras manos lo que despliega valentía, sino por tu vigor y por la fuerza de tu inmensa valentía, como nos dijiste antaño:
«Una estrella hizo camino desde Jacob, se levantó un cetro en Israel.
Y destroza las sienes de Moab, y derriba a todos los hijos de Set.
Y domina desde Jacob, y hace perecer a los huidos de la ciudad.
Y el enemigo se hace tierra conquistada e Israel despliega su valentía».
Y por medio de tus ungidos, que contemplan las decisiones, nos anunciaste el tiempo de los combates de tus manos, aquellos en los que serías glorificado en nuestros enemigos, aquellos en los que harías caer las pandillas de Belial, las siete naciones de vanidad, en la mano de los pobres que redimiste por el vigor y la plenitud de la maravillosa potencia.
Y el corazón que se había deshecho, lo envolviste de esperanza; y los tratarás como el Faraón y como los jefes de sus carros en el mar de las cañas.
Y a aquellos cuyo espíritu se ha quebrado, les harás pasar como una antorcha inflamada por la paja, devorando a los impíos, y no regresarán antes de haber exterminado a los culpables.
Pergaminos de Qumrán,
La guerra de los hijos de la luz contra los hijos de las tinieblas