CORAZÓN
En América del Norte existe una especie única de parásito canino: el gusano del corazón, heartworm. Estos gusanos se instalan en el corazón del perro, se multiplican y el corazón, al final, estalla como una granada. En la sala de espera de una clínica canina americana vi el modelo de uno de esos corazones expuesto en una vitrina. Semejaba un tomate relleno del que por todas partes asoman fideos de cabello de ángel.
A finales del segundo milenio no están amenazados sólo los corazones de los perros americanos, sino que diríase que también está amenazado el corazón del mundo. Si los médicos auscultaran este pulso gigantesco quién sabe qué descubrirían. A mí me parece que el corazón del mundo se ha dado de sí, que está cansado, que los latidos son un tanto arrítmicos. Pero yo soy una profana, son los expertos los que deben decir algo.
Vivimos a finales del segundo milenio y a principios del tercero, y si alguien me preguntara cuál es en este momento el icono global, diría sin duda que el corazón. Esta obsesión cultural de nuestro tiempo por el corazón suscita en mí la cautela: algo no funciona en el corazón del mundo. Porque el corazón hoy tiene múltiples promotores, representantes cada vez más fanáticos, sacerdotes más devotos y súbditos más leales.
El corazón ha dado a luz a tres megaprincesas sólo en los últimos dos o tres años. La princesa Diana, que promovía en los medios el corazón humano corriente como su emblema real, con su muerte provocó una inundación de lágrimas humanas corrientes jamás vista hasta entonces. También Oprah, el hada buena de la audiencia televisiva global, ha elegido como emblema el corazón. En lugar del coloquial Break your leg!, Oprah suele terminar sus programas con una paráfrasis protectora: Break your heart! Igualmente Madonna ha elegido no hace mucho el corazón para su nueva aura mediática. En el videoclip Frozen (variante de La reina de las nieves de Andersen), Madonna apoya abiertamente la deshibernación del corazón helado de alguien (You’re frozen, when your heart’s not open. You’re broken, when your heart’s not open), que podría ser el corazón global, ¿por qué no?
A Diana, Oprah y Madonna, poderosas megaestrellas, se unen como imanes otros promotores de la filosofía del corazón. Paulo Coelho, escritor brasileño con casi más de cien millones de lectores y él mismo un gurú mediático del corazón. En sus libros y en numerosas entrevistas, Coelho propaga abiertamente la inteligencia del corazón en lugar de la inteligencia del cerebro. Dicho sea de paso, a Oprah y a Coelho, expertos en el corazón humano, les gusta operar con la terminología y los símbolos angélicos: Oprah ha fundado la Angels network para ayudar a los talentos pobres; en los libros de Coelho la búsqueda constante de la espiritualidad es la búsqueda de la encarnación, de los ángeles.
La ideología de la sinceridad se pega a la moderna megametáfora del corazón. El cerebro no puede ser sincero, sólo es sincero el corazón. Vivimos en una época obsesionada por la sinceridad. De la sinceridad viven la industria editorial (en el mercado actualmente lo que mejor se mueve son las confesiones personales, los recuerdos, las real stories, las memorias) y la televisiva (los confesionarios televisivos, desde Oprah hasta Springer, en los que los participantes confiesan con sinceridad sus historias personales). Así la sinceridad se ha elevado a la categoría de valor fundamental de nuestro momento actual y tiende a convertirse en norma moral, estética y social.
En lo que a mí respecta, también tengo problemas con el corazón. Los médicos dicen que tengo un corazón cansado. Nada tremendo, el corazón funciona, sólo se ha ensanchado y se ha vuelto perezoso, definitivamente ha perdido la elasticidad juvenil. He advertido que cada vez estoy más dispuesta a llorar. La película más estúpida en la que al final vence la justicia hace que se me salten las lágrimas. La verdad es que sólo veo películas antiguas. Porque sólo en éstas la justicia vence al final.
Y parece ser que aquí reside el problema, en la sustitución de conceptos. Al no advertir que el concepto de la justicia antigua ha desaparecido del escenario de la cultura de masas, así como de la vida cotidiana, y al comprender que les falta algo muy importante, la gente ha sustituido el concepto más difícil y más inflexible de la justicia por el concepto más fácil, blando y elástico del corazón. De esta confusión de recipientes, de esta inadvertible y astuta transacción de conceptos, ha surgido la hermandad global de los ángeles, un culebrón global que tiene sus productores, actores y consumidores. En este proceso no queda claro (y además ya da igual) qué es en realidad la vida real y qué un simulacro. Al fin y al cabo las lágrimas se vierten, el mundo nada entre culebrones y es perfecto, por supuesto, como siempre lo ha sido.