Capítulo 9

—Mi madre está en la habitación leyendo y yo estoy esperando a Blake, que está al teléfono —le dijo Annie—. Trabajo —añadió poniendo los ojos en blanco—.

Siéntate. Tenemos que hablar.

Tessa se quedó mirando a la hermana de Cole, que estaba sentada en el segundo escalón del porche con los codos apoyados hacia atrás. En aquella postura, se le notaba mucho más la tripa.

—¿Te han dicho alguna vez que eres una marimandona? —la increpó Tessa sentándose a su lado y apoyándose en la barandilla.

—No lo puedo evitar. Yo soy así. Soy la mayor, como tú, ¿no?

—Sí, aunque mi socia, Marci, es la pequeña de cinco hermanos y es exactamente igual, así que no sé si el orden de llegada al mundo es una excusa válida.

Annie sonrió.

Touché. Así que trabajas por cuenta propia, ¿eh? ¿A qué te dedicas?

—Marci y yo tenemos una empresa de consultoría. Trabajamos con empresas pequeñas que han tocado techo y no saben cómo seguir adelante.

—Vaya, qué interesante. Se me ocurren varios amigos que podrían necesitar tu ayuda.

—Gracias, te agradecería que les dieras mi nombre.

—Así que no solamente trabajas en Oregón.

—El año pasado estuve en Seattle, Denver, el DC, Birmingham y Atlanta.

—Vaya, viajas un montón —exclamó Annie—. ¿Por eso no estás casada?

Tessa se llevó las manos a la cara.

—Menudo interrogatorio. ¿Esto te lo han enseñado en periodismo?

—No, es curiosidad natural. Lo digo porque creo que a mi hermano le gustas.

—Mira, Annie, a no ser que tu hermano sea el padre de Cole, yo sólo estoy aquí de paso y, en cuanto a tu pregunta, es cierto que viajo mucho y que es una de las razones por las que no me he casado, pero no la única. Lo que ocurre es que hay muchos hombres a los que no les hace ninguna gracia que su mujer gane mucho más dinero que ellos y no les tenga la cenita preparada cuando vuelven del trabajo.

—¿De verdad crees eso?

—Sí —contestó Tessa poniéndose en pie.

—¿Y tu socia está casada?

—Sí, se casó en verano con el contable de la empresa.

—¿Y a él no le importa que trabaje muchas horas y que viaje por todo el país?

—De momento, parece que no y, además, se casó con ella sabiendo dónde se metía porque lleva con nosotras desde el principio.

—Ya, pero el matrimonio es algo diferente, te cambia mucho.

Aquel comentario le recordó a Tessa que su socia todavía no le había contestado a su último correo electrónico, lo que era extraño porque Marci siempre tenía mucho cuidado de contestar a todos los correos.

—Estamos convencidas de que el éxito de cualquier empresa es la comunicación y la planificación. Si Marci decide no viajar tanto, lo hablaremos y encontraremos una solución.

—¿Y cómo afecta la situación de tu hermana a tu trabajo?

Preguntas, preguntas y más preguntas. Preguntas que Tessa no quería contestar.

—Voy a buscar a tu madre para despedirme —anunció.

Annie no se dio por aludida y se puso también en pie.

—Mira, admito que me equivoqué contigo. Es evidente que no eres una oportunista que se quiere aprovechar de mi hermano, pero lo que te dije de que la gente de por aquí se desviviría por vosotras si supiera lo que le ha sucedido a tu familia es cierto.

—Gracias por el ofrecimiento, pero…

—Pero eres orgullosa y no te gusta que tu vida se haga pública. Te entiendo perfectamente, pero estamos en Navidad, esa época del año en la que gastamos mucho tiempo y dinero en consumir y en la que, luego, nos encanta hacer cualquier cosa que nos haga sentir menos materialistas y egoístas.

—Menuda manera de decirlo —contestó Tessa pensando que ella no lo habría descrito mejor.

—Cole y yo aprendimos desde muy pequeños que las vacaciones podían ser un terror. Él tiene su manera de sobrellevar los recuerdos y yo, la mía.

Tessa se dio cuenta de que intentar convencer a aquella mujer de que la dejara en paz iba a resultar inútil.

—Supongo que nos vendrían bien unos cuantos regalos para Joey, algunos libros o vídeos de Navidad, no quiero que estas vacaciones sean una tragedia para él.

—Tragedia con esperanza —murmuró Annie como si estuviera escribiendo un titular.

Tessa puso los ojos en blanco y, antes de que le diera tiempo de entrar a la casa, Annie se le adelantó.

—Embarazada necesita urgentemente al baño —bromeó dejando la puerta abierta.

Una vez a solas, Tessa se preguntó si no habría cometido un error al darle permiso para que aireara en la prensa su situación familiar.

—Por cierto —le dijo Annie—, casi se me olvida decirte lo del diario de tu hermana. Es evidente que «el señor Big» es Big Jim McNally. No hay duda. Ojalá las pruebas de ADN demuestren que el padre de tu sobrino es el otro hombre… «G», que todavía no sé quién es… Bueno, te dejo, que no puedo más —se despidió desapareciendo por el pasillo en dirección al baño.

En aquel momento, llegó Cole con Joey sobre los hombros. Tessa estaba tan concentrada en el comentario de Annie que no los había oído llegar.

—¿Pasa algo? —le preguntó Cole al ver que tenía el ceño fruncido.

—Tu hermana cree que tu ex suegro es «el señor Big» —contestó Tessa.

Cole no dijo nada, pero Tessa percibió que aquella noticia no le había hecho gracia. ¿Qué tipo de hombre sería Jim McNally?

—Joey tiene sed —anunció Cole dejando al niño en el suelo—. Me ha parecido ver un vaso de plástico por aquí antes.

Tessa entró en la cocina y buscó en su bolso. Efectivamente, el vaso azul que le gustaba a su sobrino estaba allí.

—Toma, zumo —le dijo sentándose y observando cómo bebía a toda velocidad.

Mientras esperaba a que terminara, escuchó que se acercaban por el pasillo Annie, June y Blake.

—¿Quién ha ganado? —le preguntó Cole a su cuñado.

—Yo, por supuesto —sonrió Blake—. Hemos tenido que terminar antes de tiempo porque han llamado a Brady para decirle que uno de sus caballos tenía problemas y, como había venido con Luke en su coche, se han tenido que ir los dos.

—¿Y qué tal la mesa?

—No es ideal, pero nos vamos a tener que apañar hasta que podamos convencer a Jake para que no venda el Card. ¿Estáis listas para irnos? —les preguntó a su esposa y a su suegra.

—Sí —contestó June—. Cole, ¿te importaría traerme las bolsas que he dejado en tu dormitorio?

Tessa sabía perfectamente a qué bolsas se refería y no pudo evitar sonrojarse.

Quería tener un momento con la madre de Cole para pedirle perdón y Annie se lo puso en bandeja al acercarse y quedarse con Joey, al que ofreció galletas de chocolate.

—Le debo una disculpa, señora Lawry —dijo Tessa acercándose a June—. Me he pasado cuando usted lo único que quería era mostrarse amable.

La madre de Cole sonrió y le puso la mano en el brazo.

—No pasa nada, Tessa. Yo también me he pasado de la raya. ¿Te parece bien que nos olvidemos de esto y empecemos de nuevo?

—Sí, gracias. Estoy encantada de llevarme las bolsas. Seguro que mi madre encuentra algo que le sirva, y lo que nosotras no aprovechemos seguro que lo pueden aprovechar otras personas del hospital.

—Estupendo. No sabes lo feliz que me haces.

Tessa se sintió como si se hubiera quitado un gran peso de encima.

—¿Qué vas a hacer ahora?

—Bueno, tu hija cree que, según el diario de mi hermana, «el señor Big» es Big Jim McNally, así que voy a ir a verlo el lunes.

Cole se atragantó con el agua que estaba bebiendo y miró a su madre y a su hermana.

—¿Qué ocurre? —se tensó Tessa—. ¿No te parece buena idea?

—Bueno, yo ya me voy hacia el coche —comentó June.

—Y yo, si te parece bien, voy a poner a Joey en la sillita del coche —añadió Annie—. Tengo que ir practicando. Venga, Blake, que a ti tampoco te va a venir mal.

Cole esperó a que se hubieran ido para contestar a la pregunta de Tessa.

—Jim es un hombre muy astuto. Me enseñó muchas cosas mientras trabajé para él. No lo culpo por lo que me sucedió porque me aconsejó que no me involucrara con la gente que al final me hizo caer, pero quiero que sepas que ese hombre protege lo que es suyo. Si Joey es hijo suyo… mira, tiene mucho dinero y muchos contactos. Ya me entiendes.

Tessa sintió que el estómago le daba un vuelco.

—No me puedo creer que Sunny se acostara con un tipo así.

—A lo mejor no lo hizo, pero lo cierto es que es un hombre encantador con buenas dotes de vendedor. Está acostumbrado a ser muy convincente y, además, no está mal para la edad que tiene. Bebe mucho, pero tiene entrenador personal. Por lo menos, por aquel entonces lo tenía.

Tessa se quedó pensativa.

—No sé si tengo opción. Estamos hablando del futuro de Joey. Mi sobrino merece saber quién es su padre.

Cole no contestó, pero no parecía muy contento. Tessa se colgó el bolso del hombro y salió fuera de la casa acompañada por Cole.

—Me rindo —comentó Annie—. Es muy difícil. Blake no ha querido ni intentarlo.

Tessa vio que Blake estaba al volante de la monovolumen de la pareja, hablando por teléfono, y June la saludó desde el asiento trasero.

—Sí, es difícil —contestó Tessa enseñándole a Annie cómo hacerlo—. A mí también me costó varios intentos.

Cuando levantó la mirada, se dio cuenta de la tensión que emanaba entre los hermanos.

—Tienes que ir con ella —murmuró Annie.

—Si la acompañara, las cosas irían peor.

—Cobarde.

—No soy cobarde.

—¿Algún problema? —preguntó Tessa.

—Si estás decidida a ir a conocer a Big Jim, creo que sería mejor que te llevaras a Cole contigo. Para empezar, Jim y Lady Botox viven en una urbanización cerrada y Cole se sabe el código de entrada.

—¿Quién es Lady Botox?

—Mi ex suegra —sonrió Cole—. Seguro que han cambiado el código y a lo mejor ya ni siquiera viven en la misma urbanización porque se cambian de casa constantemente.

—Aun así, insisto en que acompañes a Tessa. Conoces a mucha gente y, si fuera necesario, podrías averiguar rápidamente si se han mudado y adonde. Si Tessa tiene que pasar por el despacho, tendrá que vérselas con Crystal, porque supongo que seguirá siendo la secretaria personal de su padre. ¿Tú crees que la princesa de hielo va a dejar que un bebé le quite parte de su herencia?

Cole frunció el ceño.

—Si vais después de misa, mamá se podría quedar con Joey mientras la madre de Tessa está en el hospital.

Tessa no estaba acostumbrada a que otros planificaran su vida, pero, antes de que le diera tiempo de oponerse, Cole aceptó.

—¿A qué hora quieres que te recoja?

Cole paró su furgoneta frente a una casa que no conocía, una casa de dos plantas, de fachada de piedra y ladrillo y una torre a un lado que, en su opinión, sobraba. A él nunca le habían gustado las casas que no estaban integradas en el entorno ni las casas demasiado ostentosas.

Y aquella casa de cuatro mil pies cuadrados decía a gritos «mírame, soy más rico que tú».

Jim y Loretta se debían de haber cambiado, por lo menos, dos veces desde que Cole había estado por última vez en su casa. Construir y vender especulando era otra manera que tenía Jim de ganar dinero, pues el mercado inmobiliario de San Antonio nunca paraba de crecer.

El vecino más próximo estaba a una distancia equivalente a un campo de fútbol.

Por lo menos, el arquitecto no había escatimado en espacio.

Cole había llamado directamente a Jim aquella mañana.

—Hay una persona que necesita hablar contigo. No tiene nada que ver con trabajo y prácticamente tampoco tiene nada que ver conmigo. Yo sólo soy un intermediario —le había explicado por teléfono.

Volver a oír la voz de su ex suegro después dos años había sido duro. Aunque no quisiera admitirlo, la traición de Jim le había dolido más que el abandono de Crystal. En lo más profundo de sí, una parte de sí mismo, el niño que había crecido sin padre se preguntaba si Jim lo había querido alguna vez.

—Puedo ir sola perfectamente —apuntó Tessa—. Si quieres, espérame en el coche. Supongo que no te hará mucha gracia tener que volver a ver a la que fue tu familia política. No tardaré nada. Sólo tengo que exponer los hechos y ver qué pasa.

Cole miró a Tessa, que se había vestido como una chica de ciudad con pantalones negros, jersey de cuello vuelto gris y botas de tacón. Él había elegido unos Dockers y una camisa blanca, lo más arreglado que tenía, pues había dejado todos sus trajes atrás cuando se había ido de nuevo a River Bluff.

—Jim espera verme. No te preocupes. Somos adultos. No voy a permitir que mis asuntos personales te lo pongan difícil.

—No me refería a eso.

—No sé qué te habrá contado mi hermana, pero no es cierto que me quedara destrozado después del divorcio —dijo Cole abriendo la puerta—. Mi hermana entiende las cosas de una manera, pero yo las vivo de otra. Si Crystal estuviera hoy aquí, y sinceramente, por tu bien, espero que no sea así, le daría las gracias porque estoy mejor hoy que hace dos años.

Evidentemente, Tessa no lo creyó. Cole salió de la furgoneta y la rodeó para ayudarla a bajar. Tessa se colgó el bolso del hombro.

—Como quieras —accedió.

Así que ambos avanzaron por el camino que llevaba hacia las escaleras.

—Me cuesta admitirlo, pero lo cierto es que estoy más nerviosa ahora que cuando llevé a Joey a que te conociera.

—Pues no dejes que se den cuenta —contestó Cole, que también estaba nervioso.

—Confiemos en los años de práctica que tengo a las espaldas —comentó Tessa.

Cole se preguntó si se referiría a su vida profesional o a la privada y se paró justo antes de llamar al timbre.

—Podríamos esperar los resultados de las pruebas de ADN que me he hecho. A lo mejor, esto no es necesario.

Tessa lo miró, dejándole claro que estaba convencida de que los resultados iban a ser negativos, y llamó al timbre.

Unos segundos después, una mujer rubia y menuda abrió la puerta. Estaba exactamente igual que la última vez que la había visto.

—Hola, Loretta.

—Hola, Cole. Big Jim me ha dicho que ibas a venir, pero no me lo he creído.

¿Cuánto tiempo hacía que no nos veíamos? Estás viviendo en River Bluff, ¿verdad?

—Sí, así es. Ya casi tengo terminada la casa. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvisteis por allí. En aquel entonces, apenas teníamos las paredes puestas.

Era evidente que Loretta no se acordaba de la fiesta que había organizado Crystal, entre cuyos invitados se encontraban dos de los inversores que habían arruinado a Cole.

—Ah, sí, sí, claro —contestó su ex suegra—. Hola —añadió mirando a Tessa.

Cole se apresuró a presentarlas.

—Tessa necesita hablar con Jim. Perdona por venir un domingo.

Loretta frunció el ceño. Cole sabía que no le gustaba que la dejaran fuera de nada, sobre todo cuando había una joven guapa de por medio.

—Está arriba, pero seguro que os ha oído llegar y baja ahora mismo. Pasad.

Tessa y Cole entraron a un impresionante vestíbulo desde el que se veían las dos plantas y la torre, por cuyos cristales entraba la luz del día.

—Qué casa tan bonita, Loretta.

—Gracias, Cole. La verdad es que estamos muy bien aquí, pero estamos mirando un terreno en Garden Ridge. Para estar más cerca de Crystal. ¿Sabías que se ha comprado una casa en Cíbolo? Es preciosa, casi tan grande como ésta. Supongo que te habrás enterado de que está prometida. Se va a casar en diciembre con Bill Yardley. Menos mal que todavía hay tiempo porque Crystal ha dicho que esta vez quiere hacer las cosas bien.

Y no como las había hecho con él, con quien se habían escapado a casarse a Las Vegas.

—Bill Yardley —comentó Cole pensativo—. Me suena de algo, pero no le pongo la cara.

—Te sustituyó cuando te fuiste.

—Ya veo que no sólo en el terreno profesional —murmuró Cole.

Enterarse de que su ex mujer se iba a volver a casar no le sorprendió, como tampoco le sorprendió ver que su madre se tambaleaba sobre sus Jimmy Choo. A Loretta siempre le había gustado beber.

—Enhorabuena. Dile de mi parte que le deseo lo mejor del mundo —le dijo consultando el reloj—. No quiero ser grosero, pero tenemos un poco de prisa.

Loretta se acercó a la escalera de madera.

—Big Jim, te están esperando —le dijo a su marido—. Bueno, pues os dejo para que podáis hablar tranquilamente —añadió alejándose—. Adiós —se despidió con lengua de trapo.

Tessa se giró hacia Cole y lo miró confusa, pero él esperó a que Loretta se hubiera ido para acercarse a ella y hablarle en voz baja.

—Debe de ser que esta mañana han estado regalando mimosas en el club de campo.

Tessa se quedó con la boca abierta. Cole percibió su delicado perfume, que no tenía nada que ver con el que llevaba Loretta, que se bañaba en una fragancia apestosamente empalagosa. Cole se inclinó un poco más sobre ella y tomó aire profundamente, lo que hizo que Tessa elevara las cejas y diera un paso atrás justo en el momento en el que una puerta se cerraba en la segunda planta.

Cole se fijó en que Tessa echaba los hombros hacia atrás, como si se estuviera preparando para batirse con su adversario.

—Hola, Cole —lo saludó Big Jim—. Perdona por haberos hecho esperar, pero es que estaba al teléfono y no he oído al timbre.

Mentira. Big Jim siempre hacía esperar a los demás. Era parte del juego de poder. Como también lo era bajar las escaleras muy lentamente. Jim iba ataviado con atuendo deportivo, zapatillas de deporte, pantalón corto blanco y polo azul marino con el logo de un exclusivo campo de golf.

—Hola, Jim, gracias por recibirnos —lo saludó Cole estrechándole la mano—.

Te presento a Tessa Jamison, la hermana de Sunny Barnes.

—Pobre Sunny —dijo Jim tomando las manos de Tessa entre las suyas—. La chica que trabaja en recepción me dijo que llamaste el otro día cuando yo estaba fuera de la ciudad y que le contaste algo así como que había tenido un accidente de coche. Lo siento mucho. ¿Qué tal está?

—Sigue en coma.

—Vaya, qué mala noticia —exclamó—. Venga, venid por aquí. Sentémonos y contadme en qué puedo ayudaros.

Dicho aquello, los llevó hacia un salón de alfombras blancas y sofás amarillos y rosas sobre los que había tantos cojines que Tessa y Cole acabaron sentados muy juntos, casi tocándose. Cole miró a su alrededor, pero no reconoció ni las fotografías ni los adornos.

—Estoy intentando recomponer la vida que llevaba mi hermana cuando vivía en San Antonio —comenzó Tessa—. En aquella época, trabajaba para usted.

Jim, que estaba sentado frente a ellos en una butaca color crema muy relajado, se cruzó de piernas.

—No sé si voy a poder ayudarte porque tengo más de cincuenta empleados,

¿verdad, Cole?

—Probablemente. No lo recuerdo, pero lo que sí recuerdo es el impacto que Sunny tuvo en el despacho y en ti.

Jim descruzó las piernas.

—¿Qué quiere exactamente, señorita Jamison?

—Tengo entendido que era usted su jefe directo y que le compraba flores todas las semanas, así que confío en que pueda hablarme de su vida personal. ¿Sabe si salía con alguien? Para ser sincera, ¿salía con usted?

Cole estaba impresionado por la tranquilidad con la que Tessa había abordado el asunto. Jim, sin embargo, no parecía relajado en absoluto.

—Era una chica muy guapa y le compraba flores porque la hacía feliz y porque, además, quedaban bien en la oficina.

—Muy bien, es un gasto asumible. Hasta ahí todo correcto. ¿Cree usted que Sunny comprendía que esas flores no eran para ella sino para la oficina o, por el contrario, cree usted que pudo malinterpretar sus intenciones? Lo digo porque era muy joven y no tenía mucho mundo.

—No sé la imagen que tendrá usted de su hermana, pero le aseguro que Sunny no era ingenua. Sí, era cierto que era joven y guapa, pero también jugaba con los hombres como quería. Flirteaba con quien le daba la gana y se lo quitaba de encima así —le explicó chasqueando con los dedos—. En cuanto a su vida personal, me temo que no puedo contarle mucho. Le pregunté en un par de ocasiones y se mostró evasiva.

—¿Le preguntó por su vida personal?

—Sí, para asegurarme de que no salía con gente que no le conviniera. Es más joven que mi hija y no quería que le sucediera nada malo.

—¿El interés que tenía usted por ella era de tipo paterno?

—Su hermana me caía bien, incluso confieso que me sentía atraído por ella, pero un día me pasé por su casa y me dejó muy claro que a ella le interesaba otro. Se trataba de un cantante o un músico o algo así, un tipo alto de pelo largo —confesó Jim.

Cole nunca había visto a su suegro tan desconcertado como en aquellos momentos.

Tessa palideció.

—¿Músico? ¿Está seguro?

—Bueno, llevaba una guitarra en la mano —contestó Jim encogiéndose de hombros—. No creo que fuera para darme con ella en la cabeza.

—¿Les presentó? ¿No recuerda el nombre de aquel tipo?

—No, no lo recuerdo.

Tessa se quedó pensativa.

—Sunny me habló de usted —comentó entonces Jim—. Me dijo que era usted inteligente y ambiciosa y que le iba muy bien. Creo que la describió como

«demasiado seria».

Tessa tomó aire y se pasó las palmas de las manos por los pantalones.

—Siempre he sido la responsable de la familia, siempre me ha tocado a mí recoger los pedazos de los demás, que es exactamente lo que estoy haciendo ahora.

Solamente una pregunta más.

—Dispare.

—¿Se acostó alguna vez con mi hermana sin poner métodos anticonceptivos?

Jim se puso en pie.

—¿Por qué demonios me pregunta eso? ¿No será porque tiene sida o algo así?

—No. Cuando volvió a Oregón, estaba embarazada y estoy intentando localizar al padre de mi sobrino.

Jim se cruzó de brazos y se quedó mirándola.

—Supongo que eso explica qué hace aquí Cole. Todo el mundo decía que pasaban mucho tiempo juntos. Siempre creí que ésa pudo ser la razón por la que mi hija se apresuró a pedir el divorcio —recapacitó mirando a Cole—. ¿Seguro que el niño no es tuyo?

Cole ignoró la pregunta.

—Sabes perfectamente por qué se divorció tu hija de mí. Por dinero y porque yo ya no quería llevar este tipo de vida. No quería ser como tú —contestó Cole recogiendo un cojín que había caído al suelo.

—Señor McNally, si me asegura que no se acostó nunca con mi hermana, estoy dispuesta a creerlo —intervino Tessa con calma—. No hay nada en el diario de mi hermana que dé a entender que es usted el padre de mi sobrino, pero me gustaría oírlo de sus labios porque ella no está en condiciones de hablar.

—Jamás nos acostamos —le aseguró Jim.

—Gracias —se despidió Tessa—. Tengo que volver al hospital —añadió sacando una tarjeta de su bolso—. Si por casualidad recuerda el nombre de aquel chico que conoció en casa de Sunny, llámeme al teléfono móvil que figura en la tarjeta.

Cole se despidió del que había sido su suegro y acompañó a Tessa hasta el coche. Una vez dentro, se quedaron mirando.

—¿Crees que ha dicho la verdad? —le preguntó Tessa.

—Sí —contestó Cole—. No creo que mintiera con una cosa tan importante.

—¿Te encuentras bien? Supongo que enterarte de que tu ex se va a casar otra vez…

—Estoy bien, te lo aseguro —contestó Cole—. El amor que hubo entre nosotros murió hace mucho tiempo, mucho antes del divorcio. Nos casamos cegados, sin saber lo que hacíamos. Yo creía que era de una manera y ella creyó que yo era de otra. Yo intenté ser la persona que ella quería que fuera, pero, cuando perdí el dinero, no me quedaron fuerzas para seguir fingiendo.

—¿Y qué fue del dinero? ¿Adónde fue a parar?

—Ésa es una historia muy larga y, por lo que le has dicho a Jim, parece que tienes prisa por volver al hospital —contestó Cole.

Demasiados recuerdos para un día.

—Voy a llamar a mi madre y a la tuya para ver qué tal está Joey. Si todo va bien, me gustaría que me llevaras a la urbanización en la que vivía Sunny. A lo mejor, el tipo del pelo largo todavía vive allí.

—Hace casi tres años de eso…

—¿Quién sabe? Tal vez, ese hombre sea el «G» del que mi hermana habla en su diario. Es domingo por la tarde, podríamos dar una vuelta por allí y ver si vemos a alguien.

—Tienes razón, buena idea.

Cole puso el motor en marcha mientras Tessa marcaba el número de teléfono de June. Mientras avanzaba por la misma calle por la que habían entrado, se fijó en las impresionantes mansiones. Ya no deseaba tener una casa así.

—Hola, June —saludó Tessa—. ¿Qué tal estáis Joey y tú?

—¿Cómo? ¡Pues no lo he oído! ¿Es grave?

Estaban saliendo por la verja de la urbanización. Cole se paró en el cruce. Si giraba a la izquierda, irían directamente a la L1604, el camino más rápido hacia el hospital. Si giraba a la derecha, irían hacia la urbanización en la que había vivido Sunny.

Cole se acercó a Tessa para escuchar la conversación y oyó que su madre decía:

«Sunny… quirófano».

Inmediatamente, giró hacia la izquierda y aceleró.