Capítulo 6

—¿Esto es El Álamo? Qué pequeño —exclamó Tessa cuando llegaron a la plaza abierta que había frente al histórico fuerte.

Joey estaba tan contento de estar fuera del motel que prácticamente brincaba de emoción. Estaba tan excitado que se soltó de la mano de su tía, pero a Tessa no le dio tiempo de regañarlo, pues Cole lo tomó en brazos.

—Vamos a ver qué hay ahí dentro, chavalín —le dijo—. Es más grande de lo que parece, ya verás.

—Espera un momento, le voy a poner un poco de crema porque el sol pega muy fuerte —le dijo Tessa sacando del bolso un bote de loción protectora.

—Buena idea —contestó Cole—. No te olvides de ponerte tú también un poco en la nariz —añadió acariciándosela con la yema del dedo.

Tessa sintió que un escalofrío la recorría de pies a cabeza. Aquel comentario había sonado como si Cole estuviera flirteando con ella. No, imposible. Debía de ser que los hombres de Texas eran así.

Tessa se puso las gafas de sol, sacó la cámara de fotos del bolso y comenzó a hacer fotografías mientras seguía a Cole y a Joey al interior del edificio. Dentro, hacía más fresco, la gente hablaba en voz baja y Joey estaba encantado.

Mientras Tessa leía las placas informativas, Cole se llevó al niño a la tienda y le compró un sombrero de vaquero de su talla.

—Vaya, qué bonito —sonrió Tessa cuando se acercaron de nuevo a ella—. ¿Le has dado las gracias a Cole?

—Gracias —dijo Joey.

—Ya sé que es un poco pronto para cenar, pero hay un restaurante aquí al lado en el que hacen unas hamburguesas maravillosas. ¿Me dejas que os invite a una hamburguesa?

—¡Burguesa! ¡Burguesa! —exclamó Joey llamando la atención de los demás turistas.

Cole aprovechó aquel momento para agarrar a Tessa de la mano y, tal y como les había indicado, en pocos minutos estaba entrando en un restaurante completamente acondicionado para niños en el que había una persona disfrazada de gorila, ruidos de monos y de elefantes y todo un decorado selvático a su alrededor.

—¿Viniste aquí alguna vez con Sunny? —le preguntó Tessa de repente, después de haber sentado a Joey en una trona y de haber hecho el pedido.

—Una vez —contestó Cole con aire pensativo—. Fue en la fiesta de Navidad de la empresa. Big Jim había alquilado un pub irlandés que estaba cerca de aquí. Nos invitó a cenar, a unas copas y a dar una vuelta en barco por el río. Creo recordar que tu hermana vino con un chico. Sí, con un chico alto y delgado que era bastante guapo

—recordó Cole—. Sí, vestía de negro. Parecía un cantante de música country.

Llevaba el pelo recogido en una cola de caballo y todo el mundo lo miraba.

Tessa sintió que el ponche de frutas se le atragantaba en la garganta. ¿Un cantante?

—¿Te acuerdas de cómo se llamaba?

—No —contestó Cole—. Ni siquiera sé si tu hermana nos presentó. Crystal y yo vinimos juntos para guardar las apariencias, pero yo me pasé la mayor parte de la fiesta en el bar.

Joey se estaba empezando a impacientar, así que su tía sacó del bolso una caja de colores y le dijo que hiciera un dibujo para su abuela. El niño colocó la lengua entre los labios mientras dibujaba, haciendo el mismo gesto que hacía su madre cuando se concentraba.

Tessa intentó controlar su respuesta emocional, pero apenas lo consiguió.

Cuando levantó la mirada, se percató de que Cole se había dado cuenta.

—Esta zona me recuerda a Fisherman’s Wharf —comentó de repente para no ponerse a llorar—. Cuando terminé la universidad, me fui a vivir a San Francisco y cada vez que alguien venía a verme siempre quería que lo llevara a los mismos sitios.

Al muelle 39, a Alcatraz y a la plaza Ghiraderlli.

—Yo no conozco San Francisco. ¿Dónde llevarías a una persona que no quisiera hacer la típica visita de turista?

—A Nob Hill, al parque del Golden Gate, al Exploratorium y a la catedral Grace para recorrer el laberinto. Es una ciudad genial. Siempre y cuando te puedas permitir vivir en ella, claro.

—¿Por eso te fuiste de allí? ¿Te resultaba demasiado cara?

—Más o menos. Cuando terminé la universidad, me ofrecieron un buen trabajo allí con muchas posibilidades de promoción, pero a los seis meses de llegar la empresa que me había contratado se fusionó con otra. El equipo directivo que llegó lo hizo con un estilo completamente diferente. Se deshicieron de la mitad del equipo y dejaron fuera a seis o siete de los mejores. Fue una locura.

—Y tú decidiste abandonar el barco.

—Exacto. Una compañera de trabajo era también de Oregón. Nos pasábamos los días escribiendo las cosas que los nuevos propietarios de la empresa estaban haciendo mal. Al poco tiempo, nos dimos cuenta de que podíamos ayudar a otras empresas y creamos nuestra propiedad firma de consultoría.

—Y os volvisteis a Oregón —sonrió Cole dándole un trago a su vaso de té con hielo.

—Sí —sonrió Tessa—. En enero, A.R.E. cumplirá cinco años.

—Qué bien.

En aquel momento, un camarero les entregó la ensalada que había pedido Tessa y las dos hamburguesas. Tras comer, abandonaron el restaurante y pasearon por la orilla del río hasta el centro de la ciudad.

Tessa no se perdió detalle, se fijó absolutamente en todo. Desde las minúsculas lucecitas que había en las calles hasta los barcos de pasajeros que surcaban las aguas pluviales, pasando por la gente paseando y mirando los puestos de los vendedores ambulantes y los turistas cenando en las preciosas terrazas.

Aquello le recordaba a Nueva Orleans.

—Me encanta este sitio. Vamos a volver cuando tu madre se ponga bien —le dijo a su sobrino agarrándolo de la mano.

—¿Qué diagnostico os han dado los médicos? —quiso saber Cole.

—Ninguno en particular. Se muestran muy ambiguos, pero una enfermera ha comentado que, si no recupera la conciencia, habrá que llevársela a una residencia.

Por lo visto, hasta el mejor seguro médico tiene un límite.

—¿Dónde estaba trabajando Sunny para tener un seguro médico tan bueno? —

preguntó Cole agarrando a Joey de la otra mano para cruzar la calle.

—Bueno, eh, en teoría es mi ayudante. La única manera de que tuviera seguro médico era tenerla en nómina. Marci también lo ha hecho con un familiar suyo que se encarga de la informática de la empresa.

—Muy generoso por vuestra parte. Cuando yo le pregunté a Ron, el hombre para el que trabajo, por mi seguro médico, se rió en mi cara. Supongo que en el sector de la construcción las cosas son diferentes, pero me parece mal que no tenga en cuenta que hay gente que lleva trabajando para él muchos años y que casi todos tienen familias.

Tessa se estremeció al recordar los días en los que su madre había tenido que elegir entre comprar comida para sus hijas o lo que el médico le había prescrito para su marido, que se moría de fiebre.

Ella siempre había tenido muy claro lo importante que era tener un buen seguro médico. Estaba a punto de preguntarle a Cole por qué trabajaba para un tipo así cuando Cole se le adelantó.

—¿Y, si te la tienes que llevar, te la podrás llevar a Oregón?

—No lo sé. Si llega el momento, ya me informaré. Prefiero ir poco a poco.

—Sí, claro, te entiendo perfectamente. Perdona por sacar del tema —se disculpó Cole—. Estoy pensando que, cuando haya terminado con lo de Santa Claus, si hace falta y queréis, os puedo relevar en algún momento en el hospital para que tu madre y tú podáis descansar.

—Te lo agradezco, pero no sé si mi madre querrá —contestó Tessa sinceramente

—. En cualquier caso, quiero que sepas que a mí me ha venido fenomenal salir del hospital unas horas.

—¿Queréis pasaros por mi casa mañana Joey y tú? —le preguntó Cole mientras caminaban hacia el aparcamiento—. Lo digo porque voy a dar una pequeña fiesta para la gente del trabajo. Mi jefe me va a llevar una mesa por la mañana y he invitado a un par de compañeros de póquer. La idea es jugar un rato. Ellos traen el dinero y yo pongo los burritos, que son la especialidad de mi madre. Mi madre y mi hermana también van a estar.

Tessa se quedó pensativa. No creía que a su madre le fuera a hacer mucha gracia la idea de que estuviera otro día lejos del hospital. Ya no tenía la excusa de salir a buscar a Cole, pues ya lo había encontrado.

—No sé…

—Tengo perro —añadió Cole.

—¿Perro? —exclamó Joey.

—Sí, se llama Pooch.

Sunny le había dicho a su hijo que iban a ir a la perrera a sacar un perro en Navidad. De hecho, antes de que se fuera a Texas había discutido con su hermana por ello.

«Vives con tu madre en una cabaña de dos dormitorios en una propiedad de agricultura ecológica. Lo último que necesitas es un perro», le había dicho Tessa.

Pero su hermana se había mantenido firme, asegurándole que todos los niños del mundo necesitan un perro.

«Lo vamos a sacar de la perrera, así que estaremos haciendo una buena obra.

Habrá dos almas contentas, la de mi hijo y la del perro elegido», había insistido Sunny. «Además, tengo mucho terreno y Joey tendrá mucho espacio para jugar».

Tessa miró a su sobrino. Aquel niño estaba acostumbrado a vivir en el campo.

—Está bien, lo voy a intentar. Aunque te advierto que dependerá de mi madre y de cómo se encuentre Sunny, por supuesto.

—Recuérdame que te diga cómo se llega a mi casa antes de irme. Me encantaría que vinierais, pero entenderé que no lo hagáis. Por cierto, quiero que consideres una cosa… Annie es muy buena periodista. Si le das el diario de tu hermana, seguro que es capaz de encontrar cosas que ninguna otra persona haya visto.

Tessa frunció el ceño. Cole entendía perfectamente su expresión de horror.

Habían llegado al aparcamiento y prefirió no comentar nada.

—Si no te importa, me gustaría cambiar a Joey el pañal. Probablemente se quedó dormido en el coche y me imagino que estará mojado.

—Muy bien —contestó Cole abriendo el maletero para dejarle espacio—. No sé si está un poco sucio.

—No pasa nada, siempre llevo una sabanita para tumbarlo cuando lo cambio.

—Sí, en esa bolsa tan grande que llevas. Es de la marca Coach, ¿no?

—Vaya, ¿te has fijado?

—Mi ex mujer se pasaba el día comprando. De hecho, ella y su madre iban tres veces al año a Nueva York a comprarse ropa.

—Una chica con suerte.

—Una chica demasiado mimada.

Tessa no dijo nada, pero Cole tuvo la sensación de que no le había gustado su comentario.

—Cuando ganaba mucho dinero, la verdad es que no me importaba en qué se lo gastara Crystal, pues ella también se ganaba su parte ocupándose de los clientes y dando sus opiniones. Es una mujer muy inteligente que lleva muchos años, desde pequeña, en el negocio, pero…

—¿Pero?

—En un momento dado, hice una mala inversión. Parecía algo seguro, pero se convirtió en un gran desastre. Probablemente, habríamos podido capear el temporal si Crystal hubiera sido capaz de vivir con un presupuesto más ajustado durante unos cuantos años, pero decidió que sus Manolos eran más importantes que su matrimonio y se fue a casa de papá y mamá.

—Y tú te viniste también a tu casa, ¿no?

Cole sonrió. Aquella mujer era directa. Le gustaba.

—Sí. Aunque la casa de los padres de Crystal era una mansión impresionante y, en aquel momento, mi casa no tenía ni agua corriente, creo que salí ganando. Por lo menos, ahora no me tengo que tomar un Valium cada vez que llega la factura de la tarjeta de crédito.

Tampoco tenía que tomarse todas las noches pastillas para dormir ni darle a la botella de Gray Goose a las once de la mañana.

Tocar fondo le había salvado la vida, pero tenía la sensación de que Tessa no lo entendería. Por lo que recordaba, Sunny le había dicho que habían tenido una infancia maravillosa en Oregón, una infancia idílica durante la cual habían acompañado a su padre, que era músico, a todos los lugares en los que tenía conciertos en verano. Definitivamente, Tessa y él no tenía nada en común.

—No estamos de vacaciones, Tessa.

—Ya lo sé, mamá, pero me pareció buena idea para que Joey pudiera estar al aire libre y pudiera moverse un poco —contestó Tessa.

La verdad era que no había planeado contarle a su madre que Cole los había invitado a ir al día siguiente a su casa, pero la conversación había tomado aquel derrotero y su madre no había parado de preguntar, así que, al final, se había encontrado contándole que Cole le había sugerido que dejara que su hermana leyera el diario de Sunny y también que los había invitado a su casa al día siguiente.

—No quieres quedarte en el hospital con tu hermana, ¿verdad? Te sientes culpable. Te entiendo, pero…

—Me siento culpable porque le dije a Sunny que viniera a Texas, pero no me siento culpable por lo del accidente. Quiero mucho a mi hermana y me da mucha pena verla así, pero no era yo quien conducía el coche.

—No, pero tú prácticamente la obligaste a venir aquí.

Ya lo había dicho.

—A ver en qué quedamos, mamá, porque cuando te dije el otro día que había sido culpa mía me dijiste que no.

Autumn se llevó las manos a la cara.

—No sé. Zeb habría dicho que era su karma, pero yo no lo entiendo, no entiendo cómo alguien tan maravilloso como ella tiene que pasar por algo así.

—Ha sido un accidente, mamá. Ya sabes que Sunny nunca ha conducido muy bien. Además, Libra es el signo del zodíaco con más posibilidades de tener accidentes de coche.

Su madre se quedó pensativa.

—¿Y te parece buena idea conducir por la misma carretera en la que tuvo el accidente tu hermana para ir a casa de ese hombre? ¿No estarás tentando a la suerte?

—Yo conduzco muy bien —contestó Tessa—. Nunca he tenido un accidente y, además, cuando llevo a Joey en el coche tengo todavía más cuidado. Había pensado ir al hospital por la mañana y, después de comer, acercarme a casa de Cole para que Joey pueda jugar al aire libre con su perro. Mira lo bien que le ha sentado salir hoy —

comentó mirando a Joey, que estaba profundamente dormido sobre la cama.

—¿Y qué pasa con la prueba de ADN? —preguntó Autumn.

—Me ha dicho que se la va a hacer —contestó Tessa—. A su hermana no le hace gracia, pero Cole ha accedido de todas maneras. Por lo visto, su hermana va estar en su casa mañana. No sé, a lo mejor es cierto que debería dejarle que leyera el diario de Sunny. Cuatro ojos ven más que dos.

—Te gusta, ¿verdad?

—Es un hombre encantador, pero no tiene ambición y ya sabes lo que opino yo de eso.

—Zeb era muy ambicioso cuando lo conocí, era un hombre de mucho talento. Si hubieras visto cómo tocaba la guitarra y el violín… Era brillante. No lo digo yo, lo decía mucha gente.

—Ya lo sé, mamá, pero Zeb tiró la toalla en cuanto las cosas le fueron mal un par de veces. Cole era un supercomercial inmobiliario, pero hizo una mala inversión y perdió hasta la camisa y, en lugar de volver a intentarlo, abandonó. Ahora trabaja de carpintero.

—Por lo menos, trabaja.

Tessa se puso en pie y abrazó a su madre. Cuando su padrastro había abandonado su sueño de convertirse en un músico famoso, abandonó todo lo demás.

Excepto las drogas.

—Tienes razón. En cualquier caso, no es asunto mío lo que ese hombre haga con su vida. Excepto, por supuesto, si es el padre de Joey y, sinceramente, no creo que sea así, lo que significa que tengo que averiguar quién es.

—Ten cuidado —le aconsejo su madre—. Ya sé que estás haciendo lo que crees correcto, pero asegúrate de que la caja de gusanos que estás abriendo no se convierta en una caja de serpientes.

—Vaya, muchas gracias por decirme esto justo cuando me voy a meter en la cama. No tendrás por ahí una pastilla para dormir, ¿verdad?

Autumn se dirigió al baño y volvió con unos comprimidos, pero su hija había cambiado de opinión. Para empezar, porque no le gustaba nada cómo se despertaba cuando tomaba pastillas para dormir y, además, la noche anterior había tenido un sueño muy interesante.

Había soñado que besaba a un hombre de barba blanca, ojos azules y labios calientes y suaves.