Capítulo 7
—Con cuidado, con cuidado. Vamos a darle la vuelta. De otra manera, no cabrá.
—Ya lo sé, Ron. Por eso he dicho que era mejor meterla por la puerta del patio
—contestó Brady.
—Esta puerta es más ancha. Esta casa la he construido yo así que lo sé perfectamente —protestó Ron.
Brady, que tenía la mesa agarrada por el mismo extremo que Cole, hizo una mueca de disgusto, pero no discutió más. Cole era consciente de que a Brady no le gustaba especialmente su jefe y no le hacía ninguna gracia jugar al póquer con él, pero también era educado y no iba a montar una escena.
—Madre mía, pesa una tonelada —se lamentó Luke.
—Annie, por favor, mantén la puerta abierta —le dijo Cole a su hermana.
Ron lo había llamado aquella mañana a las seis para decirle que los empleados que había contratado para ayudarlo a llevar la mesa le habían fallado y Cole no había tenido más remedio que pedirles ayuda a Brady, a Luke y a Blake.
Lo cierto era que ya le dolía el tobillo aunque estaban llevando la mesa entre cinco, estaba enfadado porque eran más de las once y todavía no habían terminado y, sobre todo, porque no sabía si Tessa iba a ir.
No había tenido ni un momento a solas con su madre ni con su hermana para poder hablar con ellas sobre Tessa y contarles que, tal vez, apareciera. Le hubiera gustado poder hablar con ellas en el bazar la noche anterior, pero, en cuanto se había disfrazado de Santa Claus, los niños habían saltado sobre él.
Cole quería explicarle a su madre quién era Tessa y quería hablar seriamente con su hermana para pedirle que no la agobiara. Lo mejor era que su hermana se guardara sus sospechas para sí misma y que su madre se mantuviera a una buena distancia y punto.
Iba a tener que encontrar la manera de hablar con ellas sin que sus amigos se enteraran de por qué, pues harían preguntas que Cole no estaba preparado para contestar. Por fortuna, parecía que su cuñado había cumplido con su palabra y no les había comentado nada de su posible paternidad a los demás.
A lo mejor había sido porque, aunque Blake se llevaba de maravilla con los demás, no había crecido con ellos. Cole se lo había presentado a sus amigos poco después de que se casara con Annie la primera vez.
Todos lo habían pasado fatal cuando lo habían secuestrado unos terroristas durante un viaje de negocios en Oriente Medio. Lo habían mantenido cautivo durante cuatro largos años y durante aquel tiempo su familia y sus amigos habían creído que estaba muerto. Ahora que había vuelto a casa y se había reunido con su esposa, todos estaban encantados, había pasado a formar parte del grupo de nuevo y Cole estaba feliz porque su cuñado era realmente el hermano que nunca había tenido.
—Annie, por favor, da la luz del comedor —le indicó Cole.
Aquella estancia de la casa daba a la parte delantera y estaba separada del salón por una chimenea que daba a ambas habitaciones. De momento, Cole no tenía muchos muebles, pero contaba con poder comprar algún día dos maravillosos y cómodos sofás de cuero y colocarlos frente a los ventanales desde los que había una espectacular vista de las colinas cubiertas de robles y del valle del río Medina.
De momento, sólo tenía dos mecedoras y una mesa a juego con un televisor de pantalla de plasma de cincuenta y ocho pulgadas que había tenido que luchar con uñas y dientes para poderse quedar después del divorcio.
—¿Te puedo ayudar en algo más? —le preguntó Annie a su hermano.
—Si quieres, ayuda a mamá con la comida. No he tenido tiempo esta mañana para decirle que he invitado a un par de personas más.
—¿Ah, sí? ¿A quiénes? Todos los amigos que tienes están ahora mismo en esta habitación. Excepto Jake, claro, que sigue escondido en su bar.
—Tengo muchos más amigos, pero no viven aquí.
—Si te refieres a la gente de San Antonio, no son tus amigos, Cole. Eran tus socios y la mayoría de ellos se olvidaron de ti en el mismo instante en el que te divorciaste de la hija del jefe.
Su hermana tenía razón y aquello le enfurecía.
—Claro que mejor para ti porque aquella gente, exactamente igual que Crystal, son parásitos sociales —continuó Annie—. Tus amigos de aquí son unos perdedores, pero, por lo menos, son gente de verdad.
—¿Perdedores? —se indignó Brady—. Te recuerdo que yo he jugado con los Cowboys.
—Y yo tengo una medalla Corazón Púrpura —añadió Luke.
—Además, Jake es millonario —apostilló Blake.
—Lo digo en plan bien, como una hermana mayor que os quiere mucho. No sois perdedores de verdad, pero tenéis todos más de treinta años y habéis vuelto a vivir a casa de vuestros padres, ninguno está casado ni tiene hijos.
—Yo estoy a punto de tener uno y Cole puede que ya lo tenga —contestó su marido mientras colocaban la mesa en el lugar que les había indicado Cole.
Todos los presentes miraron a Blake, que negó con la cabeza y maldijo.
—No me puedo creer que se me haya escapado. Annie, ha sido culpa tuya.
Sabes perfectamente que me gusta decir la última palabra cuando discutimos. Lo siento, Cole.
Dicho aquello, se montó la gran algarabía. Todo el mundo comenzó a hablar a la vez.
Cole suspiró. Era consciente de que, tarde o temprano, sus amigos se iban a enterar de aquello, pero hubiera preferido que Ron no hubiera estado delante.
—Muy bien, muy bien, dejad que os explique. Hace un par de noches conocí a una mujer en el Polo Norte que llegó acompañada de su sobrino de dos años. Resultó que su hermana, la madre del niño, fue compañera mía de trabajo. Hace una semana tuvo un accidente y está en coma. Su hermana, la mujer que conocí el otro día, está intentando saber quién es el padre del niño, que se llama Joey.
—Y, naturalmente, no se le ha ocurrido otra cosa que venir directamente a hablar con Cole porque, todos lo sabemos, mi hermano es un ligón empedernido —
apuntó Annie con sarcasmo.
—¿Y cómo se enteró siquiera de tu existencia? —le preguntó su jefe.
—Por lo visto, Sunny, su hermana, tenía un diario y escribió en él sobre mí —
contestó Cole sintiendo que el cuello de la camisa le quedaba pequeño—. Es comprensible porque éramos amigos.
—Muy amigos teníais que ser para que su hermana crea que os acostasteis. ¿Era guapa?
—Sí, muy guapa. Todos los compañeros de trabajo querían ligar con ella, pero no tengo constancia de que aceptara las invitaciones de ninguno.
—¿Y la tuya? —le preguntó Brady apoyándose en la mesa—. Claro que, ahora que lo pienso, seguro que tú ni siquiera la invitaste a salir. Cualquiera de nosotros lo habría hecho, pero no es tu estilo.
—No sé si tomármelo como un cumplido o como un insulto, pero lo que sí sé es que las cosas sucedieron sin previa invitación. Una noche, me emborraché y a la mañana siguiente amanecí en su casa.
—Desde luego, no es tu estilo ir por ahí acostándote con una mujer estando borracho —comentó Luke—. Eso lo hace, más bien, cierto jugador de fútbol que yo me sé.
—Veo que mi fama ha llegado hasta aquí —sonrió el aludido.
Ron se cruzó de brazos y se puso serio.
—Como tu jefe que soy, te aconsejo que no te dejes amilanar, Cole. Si te ves obligado a pasar una manutención, no permitas que sea el fiscal del distrito el que te lo quite del sueldo. Te lo digo porque es mi mujer la que se encarga de las nóminas todos los meses y a la que le tocaría hacer ese tipo de papeleo. No creo que le hiciera ninguna gracia. Nunca he despedido a nadie por esa causa, pero…
¿Le estaba diciendo su jefe que, si resultaba que tenía un hijo, se iba a quedar sin trabajo? Cole apretó los dientes y tuvo que hacer un gran esfuerzo para no pedirles a sus amigos que volvieran a bajar la mesa.
Annie se acercó a él y lo agarró de la mano.
—Oye, Ron, ¿no habías dicho que tu mujer te estaba esperando para ir a un partido de la Little League o algo así? Lo digo porque sería mejor que bajáramos las sillas de la furgoneta para que no la hagas esperar.
—Es un partido de fútbol —la corrigió Ron—. Ronnie juega de central. La Little League no empieza hasta primavera. Por cierto, es el mayor de mis hijos. Se te ha olvidado que yo tengo tres hijos cuando has dicho que ninguno teníamos familia.
—Tres hijos, ¿eh? Estupendo. Supongo que estarás muy orgulloso.
—Lo digo para que seas precisa con los datos, como buena periodista.
—Sí, muchas gracias —contestó Annie intentando sonar complaciente para quitárselo de encima.
—Annie, ¿te importaría bajar a la cocina y decirle a mamá que bajaremos a comer en un rato? —intervino Cole acompañando a su jefe hacia la puerta para que no metiera más la pata—. Es una pena que no te puedas quedar a comer con nosotros
—mintió.
Una vez en el porche, Cole se dio cuenta de que Pooch no estaba por ningún sitio y, cuando lo rodeó, se percató de que llegaba un vehículo. Mientras sus amigos terminaban de bajar las sillas de la furgoneta de Ron, Cole reconoció el coche blanco.
—Tessa —exclamó encantado, bajando las escaleras del porche a toda velocidad.
Todos los presentes se dieron cuenta de la llegada del vehículo porque los neumáticos rechinaron contra la grava del camino de entrada. Cole esperó hasta que el coche se hubo detenido para acercarse a la ventanilla.
—Hola —saludó Cole—. Me alegro de que hayas venido.
—No sé si es buena idea porque veo que hay mucha gente —contestó Tessa—.
Pero claro, ahora que lo pienso me habías dicho que era una fiesta de trabajo…
—Bueno, lo de trabajo… en realidad, mi jefe se va ahora mismo y no creo que ni Brady ni Luke se vayan a quedar mucho tiempo.
—¿Seguro que no somos una molestia?
—Claro que no. Venga, pasad. No muerden.
—Joey está dormido y me da pena despertarlo.
—Pues deja tu coche junto a la monovolumen grande, que ahí le da la sombra.
Así, como están muy cerca de la casa, si dejas las ventanas abiertas, lo oiremos cuando se despierte.
—No sé si sería mejor que me quedara con él…
En aquel momento, Cole se percató de que su madre salía de la cocina y se dirigía hacia ellos.
—Hola —saludó al llegar a su lado—. Eres Tessa, ¿verdad? He pensado mucho en ti desde que nos conocimos la otra noche. ¿Qué tal está tu hermana? Estoy rezando mucho por ella. Espero que no te importe.
—Claro que no. Gracias. Seguro que a Sunny le encantaría, señora Lawry.
—Por favor, llámame June.
Cole, que mantenía la puerta del coche abierta, dio un paso atrás y, al hacerlo, tropezó con una piedra y se torció el tobillo, lo que lo hizo lamentarse dolorido.
—Ten cuidado, Coley —le dijo su madre—. Ya sabes lo que te dijo el médico.
Coley. ¿Cuándo dejarían su madre y su hermana de llamarle así? ¡Era para matarlas!
—Sí, tendría que haberme puesto las botas de trabajo, pero no pasa nada. Estoy bien.
A continuación, se giró hacia Tessa para preguntarle si quería que le presentara a sus amigos cuando, de repente, escuchó un claxon a sus espaldas, que lo hizo asomarse al asiento trasero. Joey se movió, pero no abrió los ojos.
—Maldita sea, Ron —murmuró yendo hacia la furgoneta de su jefe—. Tessa, ahora mismo vuelvo.
—¿Ron no se queda a comer? —le preguntó su madre.
—No, se tiene que ir —contestó Cole.
—Tessa, vete con él y que te presente a los demás. Ya me quedo yo con Joey —
le dijo June.
—¿No te importa?
—No, claro que no —sonrió la madre de Cole.
Cole aprovechó la coyuntura para tomar a Tessa de la mano con intención de ir hacia la furgoneta de Ron para que no volviera a pitar, pero Tessa se paró en seco.
—La cámara de fotos —dijo volviendo al coche y sacándola del bolso.
—Te encanta hacer fotos, ¿verdad? —sonrió Cole.
—Sí, siempre he sido la que no se monta en la montaña rusa y se queda abajo haciendo las fotos mientras los demás dan vueltas y vueltas y se les pone el estómago del revés.
—¿A ti no te gustan esas cosas?
—No, yo siempre he preferido hacer mis necesidades en el baño —bromeó Tessa haciéndolo reír.
Cuando llegaron junto a la potente furgoneta de Ron, Cole decidió presentarle rápidamente a Tessa para que su jefe no tuviera oportunidad de meter la pata.
—Bienvenida a River Bluff —la saludó Ron—. Siento mucho lo que le ha sucedido a su hermana, pero quiero que sepa que se está equivocando usted con este hombre. Cole no es de los que va por ahí acostándose con cualquiera —añadió.
Tessa miró a Cole, que tuvo la sensación de que no le hacía ninguna gracia que hubieran estado hablando de ella.
—Cole es…
—Gracias, Ron, no vayas a llegar tarde al partido de tu hijo —lo interrumpió Cole—. Dale las gracias a tu mujer por la mesa.
—Muy bien. Nos vemos el miércoles en la partida —se despidió Ron alejándose.
—Es un buen hombre, pero es bastante desconfiado —le aclaró Cole a Tessa.
—Como tu hermana, supongo.
—Sí, más o menos —se lamentó dirigiéndose a la casa—. Me hubiera gustado poder hablar con ella y decirle que ibas a venir, pero no he tenido tiempo. Ya te dije ayer que se muestra muy protectora conmigo.
—Estoy acostumbrada a tener que lidiar con gente testaruda, incluidas personas que me consideran una amenaza porque puede que les diga a sus jefes que su puesto de trabajo es superfluo. Te aseguro que puedo encargarme de tu hermana. Lo que pasa es que la otra mañana me pilló desprevenida.
En aquel momento, oyeron que alguien carraspeaba desde el porche.
—Hablando de la reina de Roma… —comentó Cole—. Mira, Tessa, te presento a mi hermana Annie, el peso pesado de la familia —bromeó Cole.
—Bueno, ahora estoy así porque estoy embarazada, pero nunca he estado gorda
—contestó Annie—. Por cierto, me apetece comerme un plátano. Mamá dice que, por lo visto, es por el potasio.
—Qué curioso, a mi hermana le pasaba lo mismo. Sunny estuvo todo el embarazo comiendo plátanos, pero se los tomaba con helado de pistacho y sirope de chocolate —comentó Tessa.
A Annie se le pusieron los ojos como platos.
—Me cae bien tu hermana. Espero poderla conocer algún día —comentó—. Lo digo en serio. Cole me ha dicho que está grave y te quiero pedir perdón por haberte estresado el otro día.
Tessa se dio cuenta de que la hermana de Cole hablaba con sinceridad. Incluso se le habían llenado los ojos de lágrimas.
—Gracias. Esta mañana, por lo visto, ha respondido de manera diferente cuando mi madre ha entrado en la habitación. Los médicos la están examinando y todavía no han dicho nada, pero mi madre se ha puesto tan contenta que me ha dicho que llevara a Joey a comer aquí para que tomara el aire y se moviera un poco.
Bueno, y para que viera al perro, que le encanta.
—Es una pena que Pooch sea tan asustadizo. El único del que no tiene miedo es de Cole, pero, cuando hay alguien más, se esconde. Por cierto, ¿sabes cómo reacciona con los niños, Coley?
—Deja de llamarme Coley. ¿Has olvidado lo que te hice cuando me llamaste así delante de tus amigas cuando éramos adolescentes?
—Si me haces eso ahora, te las tendrás que ver con mi marido —contestó Annie sacándole la lengua.
—¿No estabas haciendo la ensalada? —le dijo Cole sacudiendo la cabeza.
—Ya está lista. He dejado toda la comida sobre la encimera. Que cada uno se sirva lo que quiera. Por cierto, ¿cuándo te vas a comprar una encimera de verdad y vas a quitar ese tablón de madera?
—Cuando tenga dinero para pagarla.
Annie suspiró.
—Bueno, por lo menos, tenemos mesa para comer… Aunque no sé si esa mesa os va a servir para jugar al póquer, porque es tan grande que vais a necesitar crupier y todo.
Annie escuchó a los hermanos y los siguió al interior de la casa. Se oían voces en el interior y olía a pintura, a madera y a algo picante. Lo que veía le estaba gustando. Se trataba de una casa de madera clara y muchos ventanales que le conferían mucha luz al interior. No había muchos muebles, pero ella era de gustos minimalistas, así que no le importó.
—Todo el mundo a comer —anunció Annie.
Aparecieron entonces tres hombres. Nada más verlos, Tessa pensó que eran texanos de verdad. Dos de ellos llevaban botas de cowboy, pantalones vaqueros estilo oeste y cinturones con hebillas relucientes. Uno de ellos llevaba una camisa negra y el otro una camisa blanca perfectamente planchada. El tercero, que llevaba camiseta, se movía con gracia atlética. Fue aquél el primero que se acercó. El de la camisa blanca parecía militar y la miraba con intensidad. El último iba vestido de manera más informal con pantalones negros y zapatos que parecían de cuero italiano.
Los tres se quedaron mirándola con interés y, aunque al principio, Tessa sintió ganas de salir corriendo, consiguió mantener la compostura.
—Hola —los saludó.
—Tessa, te presento a Brady Carrick, que era jugador de fútbol americano y ahora se dedica a la cría de caballos; a Luke Chisum, que hace un año estaba pilotando un helicóptero en Irak y que ahora está ayudando a su familia en el rancho Circle C, por el que has pasado para llegar aquí; y a Blake Smith, mi cuñado.
Tessa les estrechó la mano a todos. Antes de casarse, Marci habría babeado al verlos. A Tessa se le hacían intimidatorios. Sobre todo, porque era consciente de que la veían como una amenaza para su amigo.
—Encantada de conoceros.
Cole fue a decir algo, pero Tessa no se lo permitió.
—Tengo entendido que sois todos jugadores de póquer, así que me gustaría poner las cartas sobre la mesa desde el principio. Es evidente que sabéis por qué estoy aquí. Quiero que quede claro que no he venido para cargarle la paternidad de Joey a vuestro amigo —dijo mirando a Cole, que parecía sorprendido por su iniciativa—. Mi hermana venía hacia aquí en coche cuando tuvo un accidente. Nos había dicho que quería hablar con el hombre al que amaba y con el que había tenido un hijo, pero no nos reveló su identidad antes de irse, así que decidí venir yo para terminar lo que ella había empezado.
—Cole sería un gran padre, pero creo que lo sabría si tuviera un hijo —contestó el alto, Brady.
Tessa también había llegado a la misma conclusión.
—Cole tiene un gran corazón y no queremos que se lo pisoteen… otra vez —
añadió Luke.
Su cuñado también quiso agregar algo, pero Cole se lo impidió.
—Un momento, un momento —les dijo—. Oye, que estoy aquí. Ya basta.
Vamos a dejar el tema.
—Exacto. Ahora, lo que vamos a hacer es comer —intervino Annie—. Venga, Tessa, tú primero, que para eso eres la invitada.
Tessa hubiera preferido ser la última, pero olía de maravilla y aquella mañana no había desayunado, así que aceptó la invitación.
—Gracias —dijo tomando un plato y mirando la fuente que tenía ante sí—.
¿Esto está muy picante?
—El queso ayuda a atenuar el sabor del chile, pero si, aun así, te parece que está fuerte, le puedes poner salsa.
—Seguro que me encanta porque me gusta mucho la comida picante.
—¿De verdad? —le preguntó Brady—. Tenía un compañero de equipo que era de Oregón y que se alimentaba de cereales y yogur. Creía que todos los de por allí coméis lo mismo.
—Sí, pero a mí me gustan los cereales con salsa de tabasco y jalapeños.
Las risas disiparon la tensión.
—¿Te quieres sentar? —le preguntó Cole a Tessa ofreciéndole una silla.
Poco a poco, todos se fueron sirviendo y se sentaron junto a ellos. Tessa miró por la ventana que tenía detrás de ella para ver si Joey se había despertado, pero el coche que tenía delante le impedía ver.
—No te preocupes, con mi madre está en buenas manos —le aseguró Cole—.
Lleva años practicando con los nietos de las demás para cuando ella se convierta en abuela y, además, se encarga de la guardería los domingos por la mañana.
—Pero Joey no está acostumbrado a estar con desconocidos.
—Estamos lo suficientemente cerca como para que, si lo oyes llorar, puedas estar a su lado en un par de segundos.
Tessa se relajó y probó la comida. La mezcla caliente y especiada del queso y los pimientos picantes se deshizo en su boca y cerró los ojos para saborearla bien.
—Mmm. Qué delicia.
—June es la mejor cocinera del estado —sonrió Blake.
—La mejor —confirmó Brady.
Luke lo probó y asintió encantado.
—Yo solía soñar con esta comida cuando estaba en Irak.
Tessa sonrió mientras los demás seguían conversando. Se sentía a gusto en el grupo, lo que le sorprendió porque, aparte de las relaciones que mantenía con Marci, con su madre y con Sunny, era muy solitaria y le gustaba ser así.
O eso creía ella.
—Normalmente, jugamos al póquer los miércoles por la noche, pero Brady, Luke y yo estábamos pensando en estrenar la mesa nueva echando ahora una partidita rápida antes de que Santa Claus tenga que irse al Polo Norte —comentó el cuñado de Cole a mitad de comida tras haberlo consultado con su mujer—. ¿Te apetece jugar, Tessa?
—Gracias, pero no sé jugar al póquer y, además, le prometí a mi sobrino que iba a jugar con él.
—Si quieres, mi madre y yo nos lo podemos llevar a dar un paseo hasta el puente —se ofreció Annie—. Si mal no recuerdo, hay patos, ¿no, Cole? —preguntó Tessa.
Cole asintió.
—¿Cuánto dura una partida? —preguntó Tessa.
—Depende de cuántos jugadores haya.
—Y de quién vaya ganando —apuntó Luke.
—¿Hasta cuándo crees que estará durmiendo el niño? —le preguntó Annie a Tessa.
—No lo sé. Su madre nunca fue muy disciplinada con los horarios, así que yo hago lo mismo. Mi madre dice que lo mimo demasiado, pero yo creo que el pobrecito ya tiene bastante con no tener cerca a su madre como para que yo, encima, me ponga rígida por las pequeñas cosas.
—Me parece una buena postura. He leído muchos libros sobre cómo ser una buena madre y ninguno de ellos está de acuerdo con el otro. Lo único que te dicen es que tiene que haber rutina y coherencia, pero ¿cómo vas a establecer una rutina cuando ni siquiera estás en casa? ¿Has terminado? He traído tarta de queso de postre. ¿Me ayudas a servirla?
Tessa siguió a Annie hasta la cocina.
—¿Qué quieres que haga?
—Nada. En realidad, te he pedido que vinieras para rescatarte de tanta testosterona. Pobrecitos. No pueden evitarlo. Brady era futbolista profesional y jugaba en los Cowboys, Luke era de Operaciones Especiales y pilotaba un helicóptero y mi Blake está a punto de ser padre. En resumen, que ninguno de ellos sabe cómo tratarte.
—¿Tal vez porque me ven como una amenaza para uno de los suyos?
—Bingo.
—Annie, lo que he dicho lo he dicho muy en serio. No tengo intención de cargarle la paternidad de Joey a tu hermano. Lo único que quiero es que mi sobrino crezca sabiendo quién es su padre.
—Mira, he salido en defensa de mi hermano porque lleva dos años muy malos.
Lo cierto es que no me he parado en ningún momento a considerar tu parte de la historia y eso me hace preguntarme qué tipo de periodista soy.
Tessa miró hacia el comedor y comprobó que Cole seguía sentado a la mesa, bromeando con sus amigos.
—He hablado con una mujer de la inmobiliaria en la que tu hermano trabajaba y me ha dado a entender que no se fue de allí muy bien. ¿Lo despidieron?
—Se lo hicieron pasar muy mal porque su ex mujer es una mimada despiadada.
Jim McNally era el jefe de Cole, pero era en realidad mucho más, era como un padre para él. Sin embargo, cuando su hija Crystal apareció en su casa y le dijo que quería separarse, Big Jim contrató al abogado de divorcios más despiadado que encontró.
Tessa no supo qué decir, así que decidió cambiar de tema.
—Cole me sugirió que te enseñara el diario de mi hermana. Dice que, a lo mejor, tú ves algo que yo no haya visto. ¿Qué te parece la idea?
—Muy bien. Siempre me han encantado los misterios.
Tessa sacó del bolso la bolsa de plástico en la que llevaba el diario de Sunny en el preciso instante en el que June y Joey entraban en la habitación de la mano. El niño parecía todavía medio dormido y la madre de Cole llegaba muy sonriente.
—Tiene hambre —anunció.
Aunque el primer instinto de Tessa fue tomar a su sobrino en brazos, sabía que a veces se ponía de mal humor cuando se acababa de despertar. Normalmente, tenía mucho cuidado para no disgustarlo. Sin embargo, June lo agarró en brazos y lo puso sobre la mesa.
—Tráeme la sartén pequeña —le indicó a su hija—. ¿Joey come ensalada? —le preguntó a Tessa.
—A veces.
—Pues tráeme también un poco de ensalada —le gritó a Annie.
—Mi madre fue sargento de artillería en otra vida —comentó Cole entrando en la cocina.
Tessa no sabía cómo reaccionar. Normalmente, era ella la que daba las órdenes.
Ahora, no tenía nada que hacer. Aquel nuevo concepto le daba miedo y risa la vez.
Claro que también le daba tiempo para dilucidar por qué se sentía atraída por Cole, por qué cada vez que la tocaba por accidente sentía un escalofrío por todo el cuerpo y por qué ganarse la aprobación de sus amigos le parecía tan importante.
Tener a su hermana ingresada no estaba resultando barato. Sobre todo, porque al no estar trabajando, tampoco estaba ingresando dinero. No era el momento de arriesgar dinero jugando al póquer con unos profesionales.
Tessa se dijo que no era propio de ella arriesgar dinero ni tampoco enamorarse de hombres que no le convenían en absoluto.