Capítulo 2

Cole intentó dar sentido a lo que le acababa de decir aquella mujer. ¿Quería saber si era el padre del hijo de Sunny? Para que eso pudiera ser cierto, Sunny y él habrían tenido que hacer el amor y eso no había ocurrido nunca.

Cole se estremeció al pensar en aquella noche en la que se había encontrado con Sunny en el bar. Estaba pasando en aquellos momentos por una crisis bastante fuerte y se había emborrachado tanto que no podía conducir, así que Sunny, que era muy amiga suya, lo había invitado a dormir en su casa.

Pero no había sucedido nada. Estaba seguro. Bueno, casi seguro.

—¿Crees que este niño es hijo mío? —le preguntó estudiando el perfil del pequeño que dormía con la cabeza recostada sobre el hombro de su tía—. Es una acusación muy seria. ¿Tienes pruebas?

Tessa suspiró y negó con la cabeza.

—No, pero llevo una prueba de ADN en el bolso y, para que quede claro, no te estoy acusando de nada. Sunny volvió a Texas para hablar con el padre de Joey, pero antes de poder hacerlo o de decirme cómo se llama tuvo un accidente de coche y está en coma con pronóstico reservado.

—No sé qué decir. Tu hermana era una mujer alegre y entusiasta… que esté en el hospital en coma… —se lamentó Cole—. Pero, espera un momento, si no tuvo oportunidad de decirte quién era el padre de su hijo, ¿cómo has dado con mi nombre?

—Leyendo su diario. Me lo he traído y no me importa enseñarte lo que escribió sobre ti, lo que me ha llevado a pensar que tú puedes ser el padre de Joey, pero, si no te importa, preferiría hacerlo cuando lo haya acostado.

Cole dudó. Lo que más deseaba en el mundo era aclarar aquella situación cuanto antes y, además, sentía mucho curiosidad por saber lo que había escrito Sunny sobre él en su diario, pero también era cierto que aquella mujer parecía exhausta.

—Si me he equivocado, nos iremos mañana por la mañana. Te prometo que no te voy a meter en ningún lío. Mi intención no es cargar a nadie con la paternidad de Joey. Lo único que quiero es hacer lo mejor para él porque sé por propia experiencia lo que es crecer sin tener a tu padre al lado.

Cole también lo sabía y no se lo deseaba a nadie.

—¿Dónde me has dicho que estáis hospedados?

—En el motel Trail’s End. Todavía no me he pasado por allí, pero no creo que haya problema porque pagué por internet.

—No, en esta época del año no hay mucha gente, así que seguro no tenéis problema. Además, conozco a Barney, el recepcionista. ¿Te parece si te llevo y luego vamos a por tu coche?

Dicho aquello, Cole cerró la puerta sin esperar la respuesta de Tessa. Para cuando puso el motor en marcha, Tessa había cerrado los ojos. Aunque iba muy despacio, sólo tardaron unos cuantos minutos en llegar al pequeño motel situado en una casita de madera junto al río Medina. Cole aparcó junto a la recepción y Tessa levantó la cabeza y abrió los ojos.

—Esperadme aquí —le indicó Cole abriendo la puerta.

Pocos segundos después, se encontraba frente al mostrador de recepción.

—Vaya, Cole, ¿qué haces por aquí? —le preguntó Barney—. Ya sabes que no alquilamos habitaciones por horas.

—Muy gracioso —contestó Cole—. No, no es por eso.

—¿Entonces has venido a invitarme a la partida de póquer? No hacía falta que vinieras en persona. Me podrías haber llamado por teléfono.

—Tienes una habitación reservada para una amiga. Se llama Tessa Jamison. Me ha dicho que la ha pagado con tarjeta de crédito. Si te portas bien, te guardo un sitio en la mesa.

El chico se sentó frente al ordenador.

—Ya me estaba empezando a preguntar por qué no llegaba. ¿Es amiga tuya?

—Sí. Se ha retrasado un poco porque se ha pasado por el bazar y hemos estado hablando.

—¿Sólo se va a quedar una noche?

Lo cierto era que Cole no lo sabía.

—Eso ya te lo dirá ella. Su hijo y ella están muy cansados. Le he dicho que por aquí lo del protocolo tampoco tiene mucha importancia. No hay problema, ¿verdad?

Barney frunció el ceño.

—¿Quieres que me echen del trabajo?

—No creo que tu madre te vaya a despedir. Venga, es simple burocracia y somos amigos.

Tuvo que insistir un poco más, pues el chico quería la identificación de Tessa y la matrícula de su coche, pero, al final, Cole consiguió la llave de la habitación, volvió al coche y se sentó.

—La número cinco —anunció—. Voy a recoger tu coche mientras tú acuestas a Joey.

—¿Estás seguro? Podemos dejarlo para mañana por la mañana. Me he dado cuenta de que cojeas. No me gustaría que te cansaras más por mi culpa.

Maldición. Se había dado cuenta. Debía de ser que estaba más cansado de lo que creía. Claro, se había pasado todo el día trabajando y luego un par de horas sentando niños en las rodillas.

—No te preocupes, estoy bien —contestó Cole aparcando frente a la cabaña y abriendo la puerta. Una vez dentro, encendió la luz y esperó a que Tessa dejara al niño dormido sobre la cama de matrimonio y la observó mientras le quitaba la cazadora y los zapatos y lo tapaba con las sábanas. Para terminar, se dirigió y arqueó la espalda suspirando.

—Gracias. No creo que hubiera podido con él si hubiera tenido que venir andando.

—Dame las llaves de tu coche para que vaya a por él. ¿Qué marca y qué color es?

—Es un Toyota Camry blanco con sillita de niño en la parte de atrás. Pero por favor, no te des ningún golpe con él, porque he firmado una cláusula comprometiéndome a ser la única conductora.

—No te preocupes, está a cinco manzanas de aquí. No va a pasar nada.

—Sí, pero cinco manzanas de Texas, que son mucho más grandes —contestó Tessa entregándole las llaves.

Cole advirtió su sentido del humor, lo que le sorprendió y le produjo más curiosidad todavía. Estaba comenzando a ver a Sunny en aquella desconocida.

A continuación, se metió las llaves en el bolsillo y se fue. Le dolía el tobillo, pero necesitaba estar un rato a solas para pensar.

Sunny.

Una chica encantadora que había aparecido en su vida en un momento malísimo. Cole la había ayudado a salir de una situación incómoda, le había encontrado un trabajo y un lugar en el que vivir y ella se lo había pagado escuchando su estúpida historia de amor, pérdida, avaricia y corrupción.

Aquella chica lo había visto pasar por sus horas más bajas, le había ofrecido su amistad y su hombro para llorar. Eso era lo que Cole recordaba que habían compartido. Era cierto que se había despertado en su cama a la mañana siguiente, pero no creía que las cosas hubieran pasado a mayores.

—Ay, Sunny, ¿por qué no me dijiste nada? —se lamentó Cole en voz alta.

Mientras avanzaba hacia el único coche que quedaba en el aparcamiento de la iglesia, se preguntó si realmente había posibilidades de que Joey fuera hijo suyo. Se estaba acercando al coche cuando sintió una intensa punzada de dolor en el tobillo que lo obligó a apoyarse en el vehículo. Le hubiera gustado echarle la culpa del dolor a Sally y sus gatas, pero sabía cuál era la verdadera causa.

Cole abrió la puerta del coche y se puso al volante. Cuanto antes volviera al motel y hablara con Tessa Jamison, antes podría irse a casa a descansar. Tenía la sensación de que, cuando Tessa hubiera oído su historia y supiera cómo era su padre, se iría de allí a la carrera con su test de ADN.

Tessa se estaba paseando por la habitación exactamente igual que hacía la noche previa a una gran presentación. Su socia, Marci, siempre les decía a sus clientes que Tessa vivía y respiraba planeando y organizando.

Y era cierto.

Aquella capacidad que había sido de tanta importancia para su empresa de consultoría no había resultado tan positiva en su relación con Alan, que había sido su novio durante dos años y, aparentemente, se había sentido amenazado por ella.

—Aunque Marci y tu hermana y tu madre no se quejen nunca de que les manipulas la vida, yo soy un hombre, Tessa. Por lo menos, déjame opinar antes de planear hasta el más mínimo detalle de nuestras vidas.

Después de la ruptura, Tessa pensó en acudir a un terapeuta, pero decidió que no había nada de malo en querer tener éxito y en trabajar duro para alcanzar determinados objetivos. Entre sus planes a largo plazo estaba abrir un fondo de inversión para Joey y uno de jubilación para su madre, que no era muy dada a hacer esas cosas. Si resultaba que aquel hombre se sentía amenazado por su empuje y su ambición, era que no era para ella y que no lo necesitaba en su vida.

Probablemente, muchos la consideraran una persona materialista, pero Tessa se negaba a pedir perdón por rodearse de cosas bonitas, de marcas y de ropa de diseñador. Le encantaba conducir una monovolumen de BMW, aparcarla en su plaza reservada y tomar el ascensor hasta su apartamento… que estaba catorce plantas por encima de la calle en la que antaño había pedido mientras su padrastro tocaba la guitarra. Así habían vivido hasta que Zeb había enfermado tanto que no había podido sujetar el instrumento.

A lo mejor, si le hubiera contado todo aquello a Alan, la habría entendido, pero había cosas de su pasado que no le contaba a nadie.

Absolutamente a nadie.

No había vuelto a salir con nadie desde que lo había dejado con su novio. ¿Para qué? Los hombres reaccionaban de dos maneras con ella: o bien no la entendían o bien se sentían amenazados por sus capacidades.

Seguro que Cole Lawry saldría corriendo. Claro que jamás saldría con él porque, por lo que había averiguado sobre él en internet, lo había tenido todo y lo había perdido todo.

—¿Cómo es posible que un hombre pase de ser un empresario al que todo le va bien para convertirse en un carpintero a tiempo parcial y en Santa Claus voluntario?

—murmuró mientras su sobrino dormía a unos cuantos metros—. De verdad, Joey, espero que no sea tu padre porque te mereces algo mejor. Parece simpático y esas cosas, pero ¿qué tipo de ejemplo sería para ti? Bueno, seguro que mucho mejor que el que Zeb me dio a mí —añadió apartando inmediatamente a su padrastro de sus pensamientos—. Concéntrate —se dijo a sí misma—. Tengo que concentrarme en lo que tengo entre manos —se urgió—. Si Cole Lawry no es el padre de Joey, ¿qué hago?

En aquel instante, llamaron a la puerta y Tessa procedió a abrir.

—Qué poco has tardado.

—Esta ciudad es muy pequeña. Habría tardado menos, pero me ha llamado mi hermana para contarme que un viejo amigo con el que jugaba al póquer ha vuelto y puede que quiera abrir el bar que tenía su madre.

—¿Póquer?

Aquella palabra le hizo recordar que, cuando su hermana había vuelto de Texas, no paraba de hablar de lo bien que se lo había pasado jugando en un torneo de póquer, algo que ella jamás haría.

Cole le entregó las llaves del coche y Tessa se fijó en que tenía las manos llenas de callos.

—Lo he cerrado con llave. ¿Necesitas que te traiga algo? ¿Tu equipaje o algo para Joey?

—No, gracias, ya saldré yo más tarde —contestó Tessa indicándole que se sentara junto a la ventana—. Háblame de lo del póquer —le indicó—. Cuando Sunny volvió a casa no paraba de hablar de ello. Por lo visto, estaba todo muy organizado.

¿Y si aquel hombre tenía un problema de juego?

—Bueno, mis amigos y yo llevamos jugando póquer desde el colegio —contestó Cole encogiéndose de hombros—. Nos reunimos una vez por semana.

—¿Todavía lo hacéis? —quiso saber Tessa pensando en la cantidad de horas de dedicación y de compromiso que exigía aquello—. ¿Y después del colegio? ¿No fuisteis a la universidad ni os salieron trabajos lejos de aquí?

—Sí, claro que sí. A Brady le dieron una beca de fútbol y llegó a jugar en la Liga Nacional hasta que se lesionó, y Luke ingresó en el ejército, aunque también ha vuelto. Mientras no estuvieron, las partidas continuaron. Yo vivía en San Antonio y normalmente me las apañaba para venir una vez a la semana para jugar con los que quedaban por aquí.

—¿Porqué?

Cole se encogió de hombros.

—Supongo que no has jugado nunca.

—¿A las apuestas? No. Trabajo demasiado como para ir por ahí tirando el dinero.

—Qué pena. La sangre fresca nos encanta —bromeó Cole.

—Bueno, vamos al grano —contestó Tessa sentándose en el borde de la cama y poniéndose el bolso en el regazo—. Te advierto que mi hermana tiene una manera de escribir bastante personal. Es como leer un rompecabezas —añadió.

A continuación, sacó el diario de Sunny de una bolsa de plástico. La cubierta era de seda negra y tenía flores de loto en blanco y rosa además de las cuatro esquinas rotas y muchos papeles saliendo de varias páginas.

—He marcado un par de entradas. A ver si las encuentro.

—¿Y todas esas cosas?

—Horóscopos, proverbios chinos sobre la fortuna, recetas de revistas, fotos de gente a la que no conozco e incluso menús de restaurantes de comida rápida, cosas que para mí no tienen ningún significado, pero que supongo que a mi hermana le dirán algo —contestó Tessa—. Aquí está —anunció—. No pone la fecha, pero dice:

« Hoy he conocido a mi primer héroe de Texas de verdad. Se llama Cole Lawry. Tengo la corazonada de que va a desempeñar un papel muy importante en mi vida». Y luego dibujó cuatro corazones junto a tu nombre.

—¿Cómo? A ver —se extrañó Cole agarrando el diario y estudiando la página que Sunny había marcado con una fotografía de Tessa y Marci en la inauguración de su nueva oficina y en la que había escrito Cada día les va mejor.

A continuación, leyó lo que Sunny había escrito y vio que lo había descrito con palabras como magnánimo y caballeroso. La primera vez que lo había leído, Tessa había tenido la sensación de que su hermana había copiado aquellas palabras de un tesauro.

Cole silbó.

—Qué extraño. Bueno, en cualquier caso, no dice en ningún sitio que se acostara conmigo.

Tessa se puso en pie y le señaló la última frase. Estaba escrita con tinta color azul mientras que todo lo demás estaba escrito en negro.

—Parece ser que la añadió después. Se refiere a la nueva amistad que había surgido entre vosotros.

Cole frunció el ceño.

—Eso puede querer decir muchas cosas. Ningún abogado basaría un juicio de paternidad en algo así de ambiguo. ¿Ha sido mi ex mujer la que te ha metido en todo esto?

—¿Cómo dices? —se sorprendió Tessa.

Cole se pasó los dedos por el pelo y suspiró frustrado.

—Crystal está convencida de que escondí ciertas cosas para que no me las arrebatara en el juicio. A lo mejor cree que amenazándome con que tengo un hijo conseguirá…

Tessa le arrebató el diario de las manos y señaló la puerta.

—Vete ahora mismo. Inmediatamente. Olvídate de la prueba de ADN. Joey no necesita un padre como tú.

—¿Por qué dices eso?

—Porque es obvio que me he equivocado interpretando los cuatro corazones que mi hermana dibujó junto a tu nombre. Nunca se le dio bien elegir a los chicos con los que salía, pero contigo se ha lucido.

—Eh, espera un momento. Lo siento. Te pido perdón, pero es que… entonces,

¿no trabajas para Crystal?

—No tengo ni idea de quién es Crystal.

—Muy bien, muy bien —contestó Cole, y sacudió la cabeza—. Dios mío, qué bobo soy. Mi hermana dice que me creo que el mundo gira en torno a mí. Ella se culpa por cómo soy porque me cuidó cuando mi padre se sui… se murió. Te pido perdón.

Tessa tomó aire para recuperar la compostura y se acercó a la puerta.

—No, soy yo la que te pide perdón. Tenías razón. He sido yo la que se ha equivocado viniendo aquí. Mi madre me lo ha advertido e incluso hemos discutido antes de que abandonara el hospital hoy. Según ella, todo esto es asunto de Sunny y yo no debería meterme, pero la verdad es que no me puedo estar quieta —reconoció Tessa cerrando los ojos—, no me puedo estar quieta mientras mi hermana pequeña se muere —añadió sin pensar.

Cole sintió que le dolía el tobillo, lo que le sucedía cuando estaba disgustado o enfadado. En aquellos momentos, estaba muy disgustado consigo mismo. Lo cierto era que tenía muy buenos recuerdos de Sunny a pesar de que cuando había entrado a trabajar en el despacho de su suegro la vida de Cole había sido un caos.

—Lo siento, Tessa. Mira, es que mi ex mujer es una persona muy difícil y de ella me lo creo todo. ¿Podríamos empezar de nuevo?

Tessa negó con la cabeza.

—No hay razón para que sigamos hablando de mi hermana a menos que tuvieras alguna relación con ella.

Cole la obligó a sentarse en la cama y volvió a su silla.

—Sunny y yo éramos amigos. La ayudé a salir de una situación complicada cuando estaba en la comuna.

—Explícate un poco mejor, por favor.

—Le conseguí un trabajo, un lugar en el que vivir, y le di algo de dinero, que me pagó después. Tu hermana era… es… una persona encantadora. Espero que consiga salir del coma.

—Gracias. Agradezco tus palabras y te advierto que voy a ser muy directa. ¿Te acostaste alguna vez con ella?