Bajo su dorado parasol, el maharajá de Patiala, Yadavindra Singh, se dirige hacia su coronación. En torno a su cuello brilla un collar de 8 hileras de perlas asegurado por «Lloyd» en 500 millones de francos antiguos. (Foto Popperfoto, Keystone).

El nizam de Hyderabad (con su báculo, en el centro) era considerado como el hombre más rico del mundo. De una avaricia legendaria, poseía cofres llenos de dólares y de libras esterlinas envueltos en papel de periódicos viejos. (Foto Popperfoto, Keystone).

Príncipe moderno y progresista, el maharajá de Kapurthala había dotado a su reino de escuelas, hospitales e incluso de un Parlamento. Su palacio era una réplica del de Versalles, donde se hablaba francés y se bebía agua de Evian. (Foto Popperfoto, Keystone).

Los tronos de los maharajás solían ser de oro macizo. (Foto Popperfoto, Keystone).

Algunos príncipes como el maharajá de Bikaner celebraban sus bodas de oro recibiendo su peso en oro. (Foto Popperfoto, Keystone).

Aunque paralizado desde su infancia, el maharajá Budal Singh, de Udaipur, era un apasionado de la caza mayor. Se desplazaba en la jungla en una especie de garita fortificada. Tan pronto como era descubierta una pieza, los ojeadores la dirigían hacia su fusil con ayuda de antorchas y gritos. Gran tirador, el príncipe raramente fallaba el disparo. Había matado su primer tigre a los ocho años de edad. (Foto Keystone).