Quinta parte
Finis
Fama, malum qua non aliud velocius ullum... Una razón casi total tenía mi venerado Virgilio cuando señaló que no hay mal que supere en velocidad a la fama. He visto a demasiadas personas corrompidas por la popularidad y el aplauso como para poder negar esa realidad. Por la fama, el clérigo que era benévolo y compasivo busca tan sólo la aclamación de una masa que, a fin de cuentas, tampoco sabe mucho de él. Por la fama, elmiles, valiente y esforzado, deja de cumplir con su deber y se entrega a veladas en las que lo único que se comenta son sus pasadas y ya inútiles hazañas. Por la fama, el sabio pierde la conciencia de lo que es realmente importante y se sumerge en la necedad inmensa de aceptar halagos inmerecidos y peligrosas adulaciones. Debemos guardarnos de las mentiras, no pocas veces groseras, de la Fama y mantenernos en el camino que Dios nos ha trazado. Poco importa la repercusión que tenga. Lo verdaderamente relevante es ser fiel a nuestro destino.