Revelaciones

Un día Angelica despertó tarde, cansada... Sabía que debía ir a Casanova a ayudar a Annie, lo había hecho durante una semana en el hospital y ahora no quería que su madre soportara sola la carga. Con sus otras hermanas no podía contar, habían ido una sola vez al hospital a conocer al pequeño Beniamino y luego... Lo de siempre. Ay no puedo tengo a Tommaso enfermo, mi marido no puede quedarse con Marina...

Saltó de la cama y corrió a darse una ducha. Eran los días de verano más calurosos y se pondría una solera, algo fresco. Estaba atrasada, eran más de las once y había prometido ir a las nueve, es que Enrico la había mantenido despierta hasta altas horas. Primero llevándola al cine y a un restaurant y luego... La había dejado tan cansada que casi se arrastraba.

Pidió el desayuno y luego de picotear algo rápido lo buscó preguntándose a dónde habría ido tan temprano. Él pasaba mucho tiempo en la casa, no podía quejarse, era un marido ardiente, cariñoso y compañero, solo le inquietaba algo... No saber mucho de su pasado, de su trabajo ni de esa mujer muy rubia y muy puta con la que se había casado. Por supuesto que era una tontería, no podía estar celosa solo por enterarse de que se había casado antes, ni le habría hecho preguntas pero...

En ocasiones notaba cierta reserva, cierto misterio que la inquietaba.

Se había casado sin conocerlo porque pensó que luego la repudiaría como se decía antiguamente. Que luego de enterarse de que no tenía experiencia y que en la cama era completamente novata él... Pero él no lo había hecho, y entonces el contrato siguió... Sexo más de cuatro veces a la semana y ahora podía decirse que sí era una esposa más que satisfactoria. Si llegaba a quejarse pues... Le daría una bofetada. Lo habían hecho todo y muchas veces y sabía que mientras eso estuviera bien no tenía de qué preocuparse.

Tomó su bolso y buscó unos paquetes, le había comprado ropa a Beniamino y también unos juguetes. Su madre estaba enloquecida y su padre tenía la osadía de decirle a todo el mundo que era igual a él de bebé... Pobrecito, mejor que no heredara nada de su abuelo... Para ella era igual a ese padre bonito y rubio que tenía.

Sonrió mientras guardaba todos los paquetes en una de esas bolsas muy monas de papel. Cada vez que el padre de la criatura la veía llegar era como si viera al diablo y huía... Huía porque debía recordar cada palabra de la reprimenda recibida en la clínica y temía que tal vez...

Tomó su cartera y partió, pediría a uno de los choferes que la llevara si no estaba su esposo, siempre salían juntos pero podía ir sola.

Cuando llegó a la puerta de casa la encontró cerrada hermética y se sorprendió. Buscó al señor Ricardo, o algún empleado que le abriera la puerta.

Grande fue su sorpresa cuando le dijeron que no podría abandonar Rosanegra ese día. No hasta que llegara el señor Visconti. Eran órdenes de arriba y había que respetarlas.

—¿Y por qué? ¿Qué ha pasado?

El hombre gordo de largos bigotes la miró con fijeza, no podía dar más información. Las órdenes eran que ella no podía abandonar Rosanegra ese día. La había dejado encerrada, enjaulada...  nunca había hecho algo así y se imaginó que debía tener sus razones.

Debía hablar con Enrico, tomó su celular y aguardó impaciente.

Oír su voz la reconfortó.

—Enrico, no puedo salir de la casa, me han dejado encerrada, todas la puertas están selladas y... Ricardo dijo que no puede abrirme la puerta porque dijo que son órdenes. Habla con él por favor.

Él demoró en responderle.

—Angelica, hoy llegaré tarde y luego te explicaré pero esas fueron mis órdenes. No salgas de la casa, prometo hablar contigo más tarde.

—¿Qué ha pasado? Escucha, mi hermana espera que vaya, sabes que he ido casi a diario para que mamá descanse un poco.

—Sí, entiendo preciosa, pero hoy no... Es muy importante.

Sintió deseos de gritar, no soportaba quedarse encerrada y sin su marido. De haberle tenido al menos se habrían encerrado a hacer el amor pero sola... Encerrada y angustiada sin saber qué demonios había pasado. Era demasiado.

Se vio obligada a llamar a su madre para avisarle que no iría, inventó algo para no decir que su marido la había dejado encerrada.

Pero no se quedaría en su cuarto. ¿Es que tampoco podía dar un paseo por los jardines?

La respuesta era: no. No podía salir ni al jardín. Debía esperar a que su esposo regresara.

Dio vueltas en la casa como una fiera enjaulada y se puso a mirar televisión para distraerse.

Suspiró al pensar en Enrico, estaba loca por él y se preguntó si estaban enamorados o era solo sexo, pasión intensa, ardiente... En realidad nunca había estado enamorada y no sabía...

A veces extrañaba Milán, y extrañaba trabajar por eso siempre estaba haciendo cosas en el día porque no soportaba estar ociosa esperando la llegada de su marido.

¡Qué extraño! Era la primera vez que él la dejaba literalmente encerrada.

Luego recordó que nunca salía sola... Viajaba con el auto y dos hombres para custodiarla pero sospechaba que él era celoso, y no quería que estuviera al cuidado de otros hombres, por más que fueran de confianza. Bueno, no le molestaba eso, le divertía provocarle celos, a veces reñían y se reconciliaban en la cama.

Pero nunca antes le había prohibido salir, ni había dejado la casa cerrada de forma hermética. "Luego te contaré preciosa, aguarda a que llegue por favor" había dicho. Pero ¿qué demonios estaba pasando?

Enrico llegó a última hora, y ella lo vio llegar como si nada, corrió a darle un beso y le preguntó si había cenado. No, no había comido nada.

Y mientras se daba un baño fue a interrogarlo.

—Me dejaste encerrada aquí todo el día.

Él abrió la mampara de la ducha y la miró con expresión sensual. Su cuerpo estaba lleno de jabón y de pronto vio su miembro rosado y él pasándose la esponja. Era un hombre guapo como un demonio y también con secretos, secretos de los que solo tenía vagas sospechas.

—Lo lamento preciosa pero si no estoy en casa y si no hay quien pueda acompañarte, no podrás salir sola, además ya no deberás preocuparte por Annie. He conseguido una nodriza que la ayudará con su bebé—declaró.

Ella se sonrojó molesta, su rabia iba en aumento.

—¿Qué me estás ocultando, Enrico? Desapareces todo el día, me dejas encerrada, cierras todas las puertas ¿y luego vienes como si nada?

Él no le respondió y de pronto salió de la ducha y se le acercó ansioso de desnudarla y hacerle el amor. No aceptaría más preguntas, ahora solo quería sexo...

—Déjame, no lo haremos hasta que me respondas—dijo pero ya era tarde, sus besos empezaban a quitarle su enojo mientras la desnudaba con prisa.

Sus caricias y besos desesperados recorrieron sus pechos, y se deslizaron con rapidez por su cintura, no debía llegar a su vientre, si lo hacía estaría perdida y quería... Solo quería saber qué había pasado. No quería que volviera a dejarla encerrada ni que organizara su vida...

De pronto sintió que su vientre se convertía en fuego al sentir las húmedas caricias de su lengua, abriendo sus labios despacio, mientras sus manos atrapaban su rincón para que no pudiera escapar. Sabía que podía estar horas haciéndolo, volviéndola loca y que perdería la cabeza...

Se sujetó a las sábanas y le rogó que parara, no, déjame... hasta que cayó laxa, rendida a sus caricias y deseando con desesperación responderle, asir ese delicioso miembro que la volvía tan loca. Pero él no la dejó moverse, no hasta sentir que se retorcía de placer y gemía desesperada. Adoraba que hiciera eso porque entonces podía embriagarse por completo con su orgasmo y saborearlo...

Solo entonces la dejó llegar a su miembro duro, excitado y húmedo.

Ahora era su prisionero y la vio allí arrodillada, adorándole, succionándolo por completo, despacio y fuerte a la vez... estaba enloqueciéndolo, solo ella sabía cómo hacerlo, porque él la había convertido en esa mujer ardiente y apasionada que temblaba y se humedecía con sus besos y quería más... Lo quería todo de él pero quería demorar un poco más el momento y se concentró para no hacerlo...

Sus ojos lo miraron, esos ojos verdes, esos labios rojos rodeando su virilidad era la gloria y comenzó a moverse despacio, acompañando sus movimientos, porque sabía cuánto lo deseaba, se lo pedía con desesperación... y él se lo daría porque nunca podía negarle nada...

Ella gimió al sentir esa pequeña descarga, estaba allí, la llenaría con su placer y a pesar de que al comienzo lo hacía con timidez y vergüenza, sin disfrutarlo ahora era parte del ritual... Tener su simiente era sublime, era un regalo, y cuando sintió que sus boca se llenaba de él gimió desesperada porque lo quería todo... él sujetó su adorada cabellera, y tocó sus labios y no se despegó de ella ni un milímetro mientras sentía un placer tan fuerte, sublime, perfecto...

Ella se quedó inmóvil y extasiada, débil... Su cuerpo ardía y podía sentirlo en su interior y tembló cuando la tendió en la cama y la abrazó. Estaba loco por ella y sin embargo nunca se lo decía pero en esas noches de pasión interminable lo sentía tan cerca, tan cerca de su cuerpo, de su corazón... Y ansiaba escuchar esas palabras, "te amo Angelica" solo una vez para que toda esa locura tuviera sentido, y porque se moría por sentirse amada... Su vida había sido tan difícil, su infancia y luego en Milán, siempre había estado sola, saliendo con hombres que no habían significado nada, ni dejado su huella... Porque jamás pensó que fuera importante enamorarse y ser feliz, y como comprendía que no dependía de ella dejó de preocuparse mucho tiempo atrás...

—Ven aquí preciosa, esto recién comienza, esta noche te haré un bebé, un regalo para que dejes de babear por el bebé de otros—dijo él mientras hundía su miembro en ella.

Angelica se puso seria.

—No quiero un bebé, te quiero a ti, siempre... —le dijo.

—Y me tendrás preciosa, pero quiero hacerte un bebé, será divertido hacerlo ¿no crees? Y te mantendrá entretenida mientras regreso a casa...

Sonrió pensando que bromeaba y se estremeció al sentir que la llenaba y embestía con su miembro arrancándole un nuevo orgasmo, inundándola con su simiente. No fue solo una vez. Estuvo horas en su cuerpo para luego tenderla de espalda y separar sus piernas despacio.  Todavía le quedaba un lugar para poseer y ella siempre se resistía, no le gustaba pero él sabía convencerla y no tardó en lograr su objetivo y gimió al sentir que la llenaba por completo y la rozaba sin parar, como si no hubiera tenido sexo en años. Insaciable. Un demonio insaciable eso era su marido y sabía cómo convencerla, como llevarla al éxtasis y envolverla en su cuerpo, adueñarse de todo...

Pero no le daría un bebé. No haría eso. Era muy pronto.

Tal vez en unos años...

Pero a la mañana siguiente, luego de darse un baño abrió el mueble blanco para tomar la pastilla como siempre hacía.

Fue en busca de vaso de refresco hasta la pequeña nevera que había en el cuarto, era un ritual que hacía todas las mañanas sin olvidarse un solo día. Pero cuando regresaba al baño por las pastillas lo vio a él, en el espejo.

—Buenos días principessa—dijo abrazándola despacio por detrás. Siempre era muy cariñoso en las mañanas y al parecer no estaba nada cansado después de haberle hecho el amor toda la noche, quería más...

—Aguarda a que tome la pastilla Visconti, no seas impertinente—dijo y sacó la minúscula pastilla que cayó en su palma pero él la atrapó y la pastillita voló al diablo.

—Hey aguarda, me hiciste tirar la pastilla—dijo ceñuda.

—¿Qué pastilla es esa? ¿Te duele la cabeza? —respondió él burlón.

—Sabes para qué es... No quiero tener hijos ahora, luego, en un par de años tal vez. Pero los niños hay que planearlos y desearlos y...—dijo y volvió a sacar otra pildorita rosada. ¡Qué maravilloso invento! ¡Cuántas muertes por malos partos y niños no deseados se habían evitado en el pasado de haber existido la píldora!

Cuando vio que la pastilla volvía a caer al suelo y que él le arrebataba el paquete entero y lo arrojaba por el inodoro sintió deseos de gritar.

—¿Qué haces? No puedes tirar mis píldoras, eso es un abuso señor Visconti—estalló.

Él la miró con fijeza nada arrepentido y se alejó para darse un baño.

Era un tonto si creía que podría quitarle las pastillas. Tenía otro paquete guardado y otro escondido en su cartera. Se los tomaría todos para evitar un embarazo.

Tomó otra pastilla y fue por su desayuno, estaba hambrienta y también furiosa con su marido por su bromita. Tenía mucho que responder ese día y no iba a distraerla con sexo, se sentía más que saciada esa mañana y muy tranquila, algo cansada sí, es que a él le gustaba dejarla así.

Lo vio aparecer vestido de jeans y remera y pensó que al menos no tenía prisa por salir, se quedaría en casa...

Y por supuesto, tenía planes... y luego del desayuno dijo que debían buscar al bebé...

Angelica lo miró sin poder contener una sonrisa. Él creía que le había tirado todas las pastillas sin saber que ella, previsora, había comprado otro paquete y otro más...

—No, no tendremos ningún bebé hasta que me digas por qué me dejaste encerrada ayer, pasé un día espantoso ¿sabes? Y ni siquiera pudimos hablar.

Él sonrió mientras la empujaba despacio a la cama.

—Luego hablaremos, primero cumple con tu deber abogada, está en el contrato... complacer a tu marido siempre y en todo lugar...

Vaya, sí que sabía hacerla enfadar y también excitarla, con solo tocarla ese hombre la volvía loca, y la llevaba a rendirse... Casi sin darse cuenta estaba en su cuerpo, fundido, pegado a ella, y sentía sus besos, la forma en que la apretaba contra la cama y la follaba una y otra vez sin piedad. Y de pronto se detuvo y la miró.

—Te amo preciosa, te amo y cuidaré de ti siempre... Nada debes temer... sabes que estoy loco por ti—le susurró.

Esas palabras dichas con tanta intensidad le provocaron una emoción intensa, y lo abrazó y lloró mientras hacían el amor una y otra vez. "Te amo mi amor, y quiero todo de ti, hasta lo que no quieres darme. Un hijo... deja que te haga un bebé por favor, un hijo nuestro... "

Ella secó sus lágrimas y lo miró.

—Todavía no, dame tiempo, estamos recién casados y tú... Tú no me dices todo ni...

—Pero sabes que te amo y sabes que te amo tanto que cometí la locura de fingir un rapto para que firmaras ese contrato. Sí, yo lo hice y no temo que te enojes, porque tú siempre sospechaste... Tú hermana estuvo con su novio en un hotel cinco estrellas durante días, si realmente la hubiera raptado la mafia no habría regresado viva. Además ellos no raptan, matan o venden a sus víctimas.

Angelica pensó que ese hombre estaba loco, ¿cómo pudo hacer eso? Su pobre madre había estado tan angustiada y ella también.

Él dejó que rabiara y se desahogara, y luego con mucha calma le dijo:

—¿Y cómo podía hacer para que te casaras conmigo? Hacía años que había decidido convertirte en mi esposa, tú eras mi amor y mi obsesión y cometí la locura no solo de vigilarte, de seguirte con la excusa de que te cuidaba... Me casé con una chica muy parecida a ti... Solo en apariencia, porque sentía que nunca podría... Y resultó ser una mujer débil, adicta y no hacíamos más que reñir todo el día. El peor error de mi vida fijarme en esa chica, terminó muerta con una sobredosis y todo lo que me atrajo de ella, que fuera tan suave, tan dócil no era más que una fachada.

Angelica lo escuchó en silencio, ahora sabía la verdad. El rapto planeado, tal vez con la ayuda de su padre, sospechaba que esos dos compartían algunos secretos y también ese matrimonio efímero que terminó tan mal. Pero seguía sin decirle por qué la había dejado encerrada todo el día, por qué Rosanegra estaba llena de guardias de seguridad, con un sistema de vigilancia tan sofisticado y se lo dijo.

El acarició su cabello y besó su frente, sus mejillas y le dijo:

—En el pasado fui uno de ellos pero luego que mi padre fue preso y murió en prisión me alejé, no quería esa vida para mí. Pero toda esta fortuna que ves, se hizo con el tráfico de medicinas y otras cosas. En el pasado fuimos piratas y ladrones, es verdad, huimos de la bella Toscana luego de envenenar a un duque enemigo nuestro. Pero hay algo más, Alberti estaba planeando una venganza, vigilaba tus pasos él y un amigo suyo. Esto no se terminó como esperaba, dos de ellos fueron enviados a prisión, no lograron frenar la investigación ni sobornar a los fiscales esta vez y están furiosos. Por eso quise alejarte y hablé con tu padre, no podías regresar a Milán, dos de tus colegas terminaron con una bala en la cabeza, y pensé que el contrato sería una buena idea. Tu padre dijo que no firmarías nunca semejante documento si no había algo que te obligara... 

—Estás loco Visconti, mi padre y tú... Cómo pudieron hacer algo así, fingir un rapto... Estuve a punto de ir a Milán a negociar con esos malditos.

—Es verdad, fue una locura, pero ¿quién no ha cometido una locura por amor?

—Y sin embargo no han vuelto a llamarme. Y tú... ¿me juras que no eres uno de ellos, que estás limpio y nunca deberé irte a visitar a prisión?

—Lo juro preciosa, por lo más sagrado. Pero tengo parientes que sí están implicados y mi padre quiso siempre mantenerme alejado, él mismo quiso salirse pero entonces fue preso y no pudo... Siempre caen, y Alberti también caerá, a prisión o con una bala en la cabeza, quién sabe.

—Mi trabajo era atraparlos y papá y tú lo arruinaron todo.

—No, no lo arruinamos, te salvamos de morir o de que te hicieran algo peor, ¿qué crees que iban a hacerte cuando cayeras en sus manos? Solo estaban esperando la ocasión, no hacían más que seguir tus pasos, como la araña acosando a su víctima. ¿Crees que ibas a escapar? Y es mejor que te quedes en casa hasta que todo esto se calme, esos desgraciados buscarán venganza y nunca me sentiré tranquilo y por eso irás a pasear en mi compañía y con un auto blindado. Lo siento pero no cederé en eso.

—Escucha, no pueden matar a todos los abogados o testigos del caso, ni perder el tiempo en venganzas, estarán muy ocupados repartiendo los despojos, rearmando su inmundo negocio de tratas. Y yo no les tengo miedo, nunca se los tuve, no son más que unas ratas, son ratas y piensan como ratas. Y si han crecido, si han llegado lejos es por la impunidad que han conseguido con dinero y amenazas, el miedo los ampara pero siempre habrá gente que desee hacer lo correcto y denunciarlos y gente dispuesta a delatarlos y colaborar con la justicia. Un tío mío lo hizo y no le pasó nada ni a él ni a su familia. Le cambiaron el nombre, le dieron un nuevo trabajo, es verdad, tuvo que mudarse pero salió adelante. Volvió a ser pobre sí, pero al menos pudo vivir en paz con su familia y con la conciencia limpia que era todo cuanto deseaba. Yo recibí algunas llamadas anónimas amenazantes de las cosas que me harían si seguía en ese caso, y algunas compañeras de trabajos estaban asustadas y hasta mi jefe capituló pero... Yo no iba a salirme del caso, me sacaron y fue todo... Es que pensé que mi padre se moría, mi madre me llamó y a pesar de que mi padre haya sido un loco y un bruto, no sé... Dijo que quería verme y vine. En realidad no estaba tan grave, solo debían ponerle un marcapaso. Pero no me quedaré aquí encerrada, esto no es para mí, necesito trabajar, hacer cosas... y ni sueñes que viviré temblando pensando en las represalias de ese granuja amigo de Alberti.

Él la retuvo, no, no la dejaría escapar, se moría por hacerle el amor de nuevo y también hacerle un bebé... Quería tener muchos niños corriendo en Rosanegra, formar una familia como siempre había soñado... Proyectar, soñar, y retener a la mujer que siempre había amado en silencio porque había descubierto que era una mujer dulce y para él siempre sería vulnerable. Fuerte y vulnerable, a quien siempre querría proteger.

Ella se refugió en sus brazos y se durmió sintiendo tanto amor, tanta paz. Porque no soportaba la idea de pensar que se había casado con uno de esos hombres de la mafia, ni que estuviera enamorado de otra mujer... Sabía que lo del rapto era imperdonable pero al menos sentía tranquilidad por su padre y también por su esposo, no quería perderlo... Por primera vez tenía un hombre bueno y cariñoso, capaz de despertarla, de entregarse sin reservas y de pronto recordó las palabras de su padre, una de esas tantas bromas pesadas que hizo luego de irse de copas "cuida mucho a tú Enrico Visconti, Marietta, porque marido más bueno que este no vas a conseguir. Y déjalo ser hombre, respétalo y hazle caso, no lo conviertas en un dominado, un maldito calzonazos como hizo tu abuela con su pobre marido."

Sonrió. Su marido no era un calzonazos, y no había en su matrimonio juegos de poder ni tonterías. Su padre exageraba. ¿Cuándo entendería que ella era ella misma y no su abuela reencarnada?

Pasaron los meses y el bebé de Annie comenzó a balbucear sus primeras palabras. Todos estaban encantados con el pequeñín.

Llegó la primavera y para celebrar su primer años de casados viajaron a Francia. Él había viajado por todo el mundo casi, le faltaba la India y Australia pero Angelica solo conocía Italia, y una parte, nunca se había dedicado a viajar ni había tenido dinero para hacerlo.

Y como Enrico esperaba la belleza de Paris la deslumbró y mientras hacían el amor, encerrados en la suite nupcial del hotel Ritz ella le dio la noticia. Esa noticia que él tanto había esperado...

Abrazada a él, fundida en su cuerpo lloró y le confesó que estaba embarazada.

No había sido fácil para ella, tampoco lo era entonces. Estaba tan feliz como asustada. Llevaban meses buscándolo, era verdad pero varias veces debió luchar contra la tentación de tomar pastillas para cuidarse. Y antes de viajar su médico se lo había confirmado con los exámenes.

Iba a ser mamá. "¡Felicitaciones!" dijo el doctor. Diablos, todavía le duraba el susto y de pronto lloró. Estaba feliz pero también asustada, temía que el bebé no fuera normal, temía que pasara algo o...

Enrico la besó una y otra vez apasionado, sabía cuánto quería llenarla de niños, tantas veces se lo había pedido y ella decidió complacerle solo por una razón: porque lo amaba.

—Preciosa, gracias por esta noticia... ¿Cuándo lo supiste?

Angelica secó sus lágrimas y le confesó que hacía semanas que tenía un atraso pero no se atrevía a hacerse el examen hasta que un día fue a la clínica y el doctor le dio la noticia. Estaba allí, en su vientre, un ser minúsculo que era cabeza y piernas y un corazoncito latiendo con fuerza.

Luego le confesó entre lágrimas que se sentía feliz pero tenía mucho miedo. Ella podía ser muy valiente en muchas cosas pero siempre había pensado que no tendría hijos y ahora que estaba embarazada, con un ser minúsculo prendido a su vientre temía...

Él la entendía, sabía cuánto le había costado lograr que dejara de cuidarse, cuánto le llevó convencerla de que lo dejara hacerle un bebé. Y que siempre corría al baño para darse una ducha para evitar la concepción. Por momentos lo hacía, y aún ahora le costaba hacerse a la idea.

—Tranquila preciosa, todo estará bien... Te ayudaré en todo, sabes que cuentas conmigo. Además tu madre tuvo un montón de hijos sin problemas, tus hermanas también, tendrás el mejor médico... Buscaré el mejor ginecólogo y no debe preocuparte el parto. Deja de pensar esas cosas. Hoy día todos los niños nacen sin problemas.

—Sí, lo sé, es que no puedo explicarlo pero... Me hace feliz saber que está allí, es nuestro... Es el bebé del hombre que amo, lo deseaba como tú, y debo ser valiente y dejar de pensar tonterías...

Estaba angustiada, lo vio en sus ojos. Su principessa, su amada Angelica, la mujer más hermosa del mundo y la única mujer que amaría siempre y se lo dijo.

Ella volvió a llorar emocionada.

—Perdóname, debes creer que soy una tonta, que lloro y a la vez soy feliz... Debiste sentirte muy desengañado la noche de bodas, primero esperabas una gata sensual y encontraste a una novata que no sabía nada de sexo... y ahora que al fin logras embarazarme estoy asustada...

Él sonrió.

—¿Y tú creíste que saldría corriendo desilusionado cuando me enterara, por eso firmaste el contrato no es así? No esperabas que durara tanto ni tampoco que llegaras a quererme, a encariñarte con tu viejo admirador...

Ella frunció el ceño.

—Es verdad... Pensé que solo querías cumplir tus fantasías de sexo con la gata ardiente de falda corta que taconeaba en Milán. Pero sé que tú sentías algo por mí, fantasía o no, te quedaste y lograste algo que pensé que nunca ocurriría: enamorarme. Te amo Enrico Visconti, es más que cariño, eres todo para mí: mi amor, mi vida. Todo...

Él sonrió emocionado, "y yo te adoro preciosa, siempre..."

Se abrazaron y sonrieron por los buenos tiempos y por esa maravillosa noticia de que serían padres. Una familia.

Dos extraños que habían firmado un contrato, unidos por el destino y las circunstancias habían encontrado eso tan maravilloso llamado Amor.