La boda

Al día siguiente, intrigada, y sin haber encontrado las respuestas en ese bendito contrato se preguntó con quién podría hablar acerca de Visconti.

Con su padre no por supuesto, no le diría la verdad. Si la ocasión lo exigía descubrió que también podía ser un mentiroso consumado.

¿Annie sabría algo? La observó durante el desayuno. Ella y su novio parecían dos tortolitos y su padre nada contento con el asunto, tuvo la sensación de que lo soportaba todo obligado.

Sí, Annie había madurado, hacía tiempo que no era una niña, pero al menos era feliz. Y no la deprimía ser una madre tan joven, al contrario, a pesar de la horrible experiencia del rapto no… No tuvo secuelas, no la vio angustiada no hacía más que buscar a Pietro y adorarle, como si en la vida todo fuera el amor. Amo y más amor…

Y sospechó que en las noches tenían sexo en su cuarto, a escondidas de todos. Pues como iban a casarse… Su padre no permitía que compartieran la habitación pero ellos se las arreglaban.

¡Demonios! Esa chica nunca había tenido sus miedos ni nada, le gustó un chico y se fue a la cama con él. Para ella había sido sencillo levantarse la falda y…

Vaya, estaba pensando como una solterona, como una de esas tías solteras de la comarca dejándose llevar por prejuicios y celos tontos. A ella la habrían matado antes de permitir que un chico le quitara algo de ropa. No la dejaron franelear tranquila, no la dejaron que viviera su sexualidad con calma, como si el sexo fuera algo prohibido. La sensación de que estaba haciendo algo horrible y vergonzoso siempre frenaban su entusiasmo, y ellos tampoco le daban tiempo a nada. Tal vez si se hubiera enamorado con Annie, si hubiera hecho el amor con aquel mozo tan guapo que a pesar de ser solo un mozo sabía acariciarla y llevarla… sus besos siempre la dejaban húmeda y anhelante y una vez casi pierde la virginidad en el campo. Le gustaba Giulio y él le decía hermosa, y la miraba de una forma que la hacía temblar.

Pero no podía hacerlo, su madre le había dicho que debía guardarse pura para su marido y se lo había inculcado hasta el cansancio. Sus hermanas dijeron haberse casado con un vestido de blanco llevado con la frente alta, y se esperaba lo mismo de ella.

Entonces su padre los pilló y le dio una paliza a él y lo echó, y a ella también diciéndole cosas horribles.

Solo tenía dieciséis, la edad de Annie y le gustaba ese mozo. ¿Por qué no podía dormir con él, por qué debía guardarse para su marido? eso ya no se estilaba, hoy día todas dormían con quienes se le apetecía. La abogadas de su trabajo y las oficinistas… Tenían sexo oral en las horas libres con algún hombre casado disponible.  Y luego filmaban a sus amantes para comparar quién era el más dotado y cosas como esas.

De pronto recordó el contrato que le exigía sexo casi a diario y también prácticas que insinuaba… Bueno, ella sabía a qué se refería pero…

Fue a ver a su madre, solo ella conocía su secreto porque nunca, ni siquiera su amiga de la ciudad conocía a fondo su historia.

Es que no solía hablar de sexo con nadie, solo escuchar y reírse de las historias que escuchaba.

Su madre estaba en el cuarto tejiendo unos escarpines para el bebé de Annie, en pocos días había tejido un montón de ropita de lana. En la ciudad ninguna mujer tejía ni hacía nada manual… Al menos no sus compañeras de trabajo.

Y tejía tan bien, le quedaban preciosos los zapatitos. Ella había aprendido y sabía tejer pero no tenía esa paciencia ni tampoco la habilidad.

—Angelica, ¿cómo estás? Te ves algo pálida.

Ella miró a su alrededor: el cuarto de su padre era una especie de altar, en esa cama habían sido concebidos sus hijos, se habían amado con ardor los primero tiempos y casi se sonrojó al preguntarse si todavía tendrían sexo. Bueno si Annie se parecía a su madre y a pesar de parecer una jovencita virginal vivía corriendo tras su novio su madre…

—Mamá, tú sabes por qué me caso con Visconti, ¿no es así? Tú sabías de ese acuerdo de papá y…

Su madre la miró con fijeza y asintió despacio.

—¿Y por qué papá insiste tanto, por qué buscó a Visconti para que se casara conmigo? Todo esto es incómodo para mí mamá y no resultará. Te lo aseguro. Y tú sabes por qué no resultará.

Su madre se sonrojó.

—Angelica, ese hombre está loco por ti, iba a casarse contigo a los dieciséis cuando ocurrió lo de ese muchacho… Dijo que no le importaba, que él repararía el daño que creímos te había hecho ese joven.

Ella retrocedió unos pasos mareada. Debían ser los nervios. No le agradaba recordar ese episodio.

—Mamá tú sabes que Giulio no llegó… Solo me acarició, ¿cuántas veces he de decírtelo?

—Pero tu padre lo vio con… los vio con poca ropa, escondidos en el campo y pensó lo peor. Ya lo sabes. No importó que juraras que aún eras virgen, él no te creyó y cuando Visconti lo supo se ofreció a darte su nombre… Debería conseguir una autorización del juez pero eso no sería problema.

—Entonces él… Quería casarse conmigo porque pensaba que había retozado en los campos ¿y qué tal vez estaba preñada? Vaya. Cuánta generosidad.

—Pero tu padre no quiso, dijo que no estabas madura para el matrimonio y que si no había embarazo no… No sería necesario.

Ahora entendía muchas cosas.

—Con el tiempo logré que creyera en tu inocencia, sé que no me habrías mentido Ángel, te conozco bien y lo que debes hacer ahora es hablar con Visconti. Decirle la verdad.

Angelica sonrió de forma extraña.

—¿Y tú crees que ese hombre me ama mamá, que esperó todos estos años para casarse conmigo por amor? Pues las mentiras tienen patas cortas ¿sabes? En mi profesión he aprendido a detectarla, si solo lo hace para dormir conmigo… Se llevará una sorpresa.

Su madre palideció.

—Él no sabe nada tú padre no… Tu padre sabe que no… Pero Enrico debe saberlo, será tu marido.

—¡Pues si quiere casarse conmigo se casará! Necesita una esposa, y al parecer yo también necesito un marido para que la mafia no me mate de un balazo. No le diré una palabra.

—Hija no, no hagas eso… debes decirle por favor, será tu marido compartirán la vida, las desventuras… Un marido es un compañero, un amigo, no debes tener secretos él se sentirá tan feliz de saberlo.

—No lo creo, además no me creerá una palabra. Pero no lo hago por mala ni por parecerse a mi abuela, será una prueba de amor.

Su madre no estaba muy convencida al respecto.

—NO creo que sea buena idea, él puede ayudarte a superarlo… Escucha hija, siempre he sentido algo de vergüenza de hablar con mis hijas sobre el sexo, solo les hablé de que debían comportarse como jovencitas decentes y no permitir que ni un joven les tocara un pelo pero… Yo no sé mucho de todo eso que hablan en la televisión, nunca leí un libro que tratara del tema y siempre me ha dado pudor pero siento que ahora ha llegado el momento de hablar hija. Porque tú sí necesitas que te hable—dijo su madre y con un ademán dejó el tejido en la cama y le rogó que se sentara a su lado.

Ella no estaba segura de qué iba a decirle, sus amigas la habían ilustrado mucho con respecto al sexo, prácticas, costumbres y sus gustos. En ocasiones sentía asco al conocer ciertos detalles y no entendía por qué el sexo las obsesionaba tanto.

—Angelica, has estado sola mucho tiempo y no has podido superar tu trauma pero yo creo que… Es tiempo de que dejes atrás el pasado y entiendas que tu padre te ama y siempre ha estado preocupado por ti. Él sabe que no fue justo contigo, que fue demasiado severo, temía que fueras como mi madre y eso… Tú abuela lo odiaba y siempre le hizo la guerra, mis hermanas también… Pero él envió a amigos suyos a Milán mucho antes de que pasara esto porque sabía, sabía que existía una horrible mafia que secuestraba chicas… y tú eras tan vulnerable. Estudiabas leyes y trabajabas medio tiempo en ese lugar espantoso… Sufría de verte sola con esa prima en esa ciudad y te habría traído de los pelos, quiso hacerlo, tú lo sabes, porque temía por ti… y durante estos seis años nunca ha dejado de velar por ti, de cuidarte, ni él ni Enrico… cuando Enrico vio tus fotos en una revista ya sabes qué pasó…

Angelica suspiró aliviada. No quería hablar con su madre de temas privados, no estaba de humor y si le hubiera contado algo de su experiencia sexual habría salido corriendo.

Además su conversación no la hizo cambiar de idea, solo enterarse de cómo había llegado ese hombre a su vida y comprender un poco más la historia del contrato. Pero todavía le faltaba más…

—Ese contrato mamá. ¿Por qué me lo hicieron firmar?

Su madre la miró con fijeza.

—Porque tu padre le prometió una vez que serías su esposa al cumplir los dieciocho, estaba preocupado por ti y no quería… Tenías ideas extravagantes y temía que un muchacho te enamorara y luego… Quería lo mejor para ti y ahora… Visconti quiso tener la certeza de que te casarías con él y respetarías el acuerdo. Eres abogada hija, y él tiene buenos abogados, los mejores de la ciudad. Consultó el asunto con ellos y por eso… Tu padre le pidió ayuda varias veces y él lo hizo, lo hizo sin que se lo pidiera es verdad pero… Escucha, sé que no es justo para ti todo esto, pero la situación nuestra era desesperada, la pobre Annie fue raptada y tuvo suerte de que la rescataran de que esos malditos no le hicieran nada… Ella ni siquiera imagina el peligro que sufrió… Tu padre riñó con Visconti por las cláusulas de ese contrato, hubo un altercado pero él fue firme, Enrico dijo que no habría boda sin contrato. Y ambos querían esa boda y también que Annie fuera liberada.

¿Su padre lo había leído y se había peleado con Visconti? ¡Qué extraño!

Abandonó la habitación de su madre y fue a dar un paseo. Todavía le seguía pareciendo raro todo, pero bueno, había un hombre guapo ansioso de casarse con ella y nunca antes había tenido un enamorado tan fiel…

****** 

El día de su boda amaneció sin una nube, con un sol radiante, un sol fuerte, impertinente que la hizo saltar de la cama y ver a su alrededor la maravilla de ese día de primavera. Los pájaros cantaban y el día entero parecía festejar que una abogada solterona y de mal carácter iba a llegar al altar. ¡Al fin! Un triunfo, porque la naturaleza era sabia y generosa y por todo quería celebrar regalándole ese día hermoso y radiante.

Su madre fue la primera en avisarle, porque la boda sería a media mañana y la fiesta al mediodía. Y en la tarde la boda por Iglesia. Diablos, ¿cuántas veces iba a casarse ese día? ¿No podían juntar todas las bodas en una o casarse solo por civil? Se había aburrido mucho durante las charlas de la catequesis. Ella creía en Dios todopoderoso y su hijo Jesús pero no era una practicante devota y solo se acordaba de rezar cuando las papas queman, como reza el refrán…

—Angelica qué lindo día te hizo, eso es buena señal. ¿Llevas puesto el amuleto contra la envidia y…?

—Mamá, no exageres, no creo en esas cosas por favor—se quejó la novia mientras se vestía y perfumaba con prisa.

Sonrió con malicia al verse con el vestido corto color salmón de seda y gasa levemente transparente. Ese vestido era precioso y provocador y como él no se había enterado podía usarlo tranquilamente.

Vaya, nunca pensó que su boda sería así, en realidad nunca tuvo prisa por casarse ni creía que fuera a casarse alguna vez pero allí estaba. Y claro, su padre debía llevarla en su auto. Recién operado y con el corazón nuevo había vuelto a tener ese temperamento loco de siempre. La miró con disgusto al ver que el traje era demasiado corto para una novia pero no dijo nada.  Ese día debería aprender a controlarse.

Cuando entró en la oficina de la comuna él aguardaba con sus parientes con un traje oscuro y una flor en la solapa… sus ojos la miraron con fijeza, el vestido claro, era corto y transparente. ¿No tenía uno más atrevido para ponerse?  Entonces vio sus ojos, su mirada y sonrió.

La ceremonia civil fue sencilla, rápida, sin embargo cuando tuvo que firmar se sintió nerviosa, su mano le temblaba. ¿Qué locura estaba haciendo? Eso pensaba la novia el día de su boda porque todo le parecía raro, irreal como si por alguna razón el destino la empujara a esa boda… bueno, no era el destino… Y ni siquiera tenía la certeza de qué era con exactitud.

Ahora estaban legalmente casados y él la besó, un beso ardiente, apasionado que fue el júbilo de sus parientes y amigos. Pues lentamente habían llegado un montón de invitados de traje oscuro que sospechaban eran primos, y algunos; amiguitos de la mafia. Ese beso fue un acto audaz, y la dejó temblando y luego debió soportar las risas y las bromas de esos hombres de ojos cafés que no dejaban de mirarla.

Él tomó su mano de forma posesiva y teniéndola aún en brazos le susurró: “Ahora ve a cambiarte ese vestido de inmediato. No te presentaré a mis parientes del sur vestida así.”

Ella lo miró furiosa. No se cambiaría el vestido. ¿Solo porque era corto y ligeramente transparente?

Lo que no imaginaba era que al llegar a Rosanegra él la llevaría personalmente a la habitación nupcial para hablar con ella en privado y… ¡Cerraría luego la puerta con llave!

—Ve al vestidor, escoge alguno de los vestidos que compramos aquel día, uno que sea de cóctel. Almorzaremos aquí y mis parientes han venido desde muy lejos para conocer a mi esposa, no para ver sus bonitas piernas.

Ella se mostró inconmovible.

—Qué anticuado eres, no es corto.

—Es corto y transparente, puedo ver que llevas bragas blancas. Esto no es Milán doctora, aquí no andarás por la vida enseñando tus piernas como una gatita bonita y coqueta buscando novio.

Angelica retrocedió furiosa. No se cambiaría el vestido. Era su vestido de bodas.

—¿Así? ¿Y también irás a la iglesia con un vestido blanco mostrando todo? ¿Lo haces para provocarme? Sabes que no me agrada eso, ¿crees que buena manera de comenzar un matrimonio riñendo?

—Y tú me besaste frente a todos, un beso de amante para que todos se rieran y ahora dices que el vestido no es apropiado y no me pondré un vestido largo.

—Lo hice para que supieras que yo también había pasado vergüenza cuando llegaste a la oficina mostrando las piernas y hasta la ropa interior. Escucha, estuve a punto de irme y dejarte plantada ¿sabes? Estuve a punto de hacerlo y si no te cambias ahora te quedarás aquí hasta la hora de la ceremonia de la iglesia.

Angelica obedeció furiosa y tenía razón, no era un buen comienzo y seguramente ese matrimonio ridículo duraría eso: un suspiro.

Pero no escaparía de ella esa noche, le tenía reservada una sorpresa así que fingió obedecer y escogió un vestido rosa ajustado hasta el piso.

Enrico, que había estado observándola la miró con una expresión que ahora sabía era de enojo.

—Ese te queda ajustado. Ponte otro. ¿Es que has comprado esa ropa para hacerme hervir de celos?—se quejó.

Angelica estaba al borde de las lágrimas, era la ropa que le gustaba, y la otra ropa no era formal…

De pronto se quitó el vestido y lo enfrentó.

—Ve tú, diles algo que me siento mal. No quiero avergonzarte con tus parientes—dijo.

Él la vio con esa ropa de encaje y todo su enojo se transformó en deseo, un deseo salvaje que lo consumía como un demonio. Era preciosa, y nunca antes la había visto así con tan poca ropa y tembló dando un paso hacia ella…

Y sin contenerse la atrapó entre sus brazos y le dio un beso ardiente, sentir sus labios, deleitarse con su suavidad era todo lo que deseaba. Un beso que lo hiciera olvidar su enojo y frustración…

Maldita sea, ¿por qué esperar a la iglesia, la fiesta y demás? Quería tener algo más que un beso.

Sus manos se deslizaron por sus pechos y cintura con tal suavidad mientras sus labios mantenían atrapados a los suyos.

Angelica tembló al sentir que esas caricias se volvían ardientes y que se había quitado parte de la ropa para disfrutar de sexo antes de la fiesta y se apartó asustada.

—Aguarda no… todos notarán esto… Tus parientes nos esperan para la recepción.

Él sonrió nada dispuesto a dejarla ir. —Ven aquí, ¡vaya qué tímida eres! ¿Es que nunca has tenido un amor así, a las apuradas con alguno de esos abogados del bufete?

De pronto ella notó que se abría su pantalón y salía su miembro a respirar; rosado y en todo su esplendor como un rey sol o algo así.  Sabía por qué hacía eso, sus amigas se lo habían contado entre risas, el gesto de liberar el miembro viril era para recibir caricias, besos húmedos de lengua hasta que…

NO, ella sería incapaz de hacer eso… solo en sus fantasías se excitaba con esas cosas.

—Escucha no… No podemos ahora, necesito tomar aire. Estoy sofocada. Ese vestido horrible que me hiciste poner no…

Salió corriendo. Su novio desnudo y mostrándole todos sus encantos, y ella corría como una boba al baño fingiendo que estaba indispuesta. Sofocada.

Enrico fue a ver qué pasaba, jamás habría creído que esa abogada era tan tímida, la imaginaba como una gata ardiente y apasionada, que sabía todo del sexo y lo disfrutaba plenamente. No quería saber nada de cómo había aprendido, si había aceptado casarse con ella lo había hecho porque estaba harto de ser el mirón, el guardaespaldas protector que la cuidaba sin recibir nada a cambio. Pero ahora, ahora era su turno.  Y acercándose a la puerta, la golpeó varias veces, furioso.

—Angélica abre la puerta por favor, ¿qué te pasa? ¿Por qué actúas así? Nadie dirá nada de nuestra demora, imaginarán y se reirán por supuesto—dijo.

—No, no lo haré ahora, no puedo hacerlo. Yo no te conozco y no… Me da vergüenza pero luego… si tienes paciencia veré si puedo hacerlo—fue la extraña respuesta.

Rió tentado. ¿Esa gata rubia de preciosas piernas y mirada intensa era tímida y sentía vergüenza? ¡Vamos, era una broma!

—¡No te rías! ¡Es verdad! No te burles de mí. Eres malo Enrico Visconti.

Ella había abierto la puerta y lo enfrentó furiosa. Vaya, para pelear nunca era tímida ¿eh?

Sin embargo notó que tenía los ojos hinchados y parecía nerviosa, como si toda esa situación la hubiera hecho sentir pánico.

Y antes de que pudiera interrogarla se escabulló, corrió al cuarto a vestirse mientras arreglaba su maquillaje y procuraba serenarse.

Él se acercó intrigado, se moría por besarle de nuevo y hacerle el amor… Pero ella se escabulló.

Pues esa noche no escaparía. Demasiado había esperado por esa mujer para que su noche de bodas se arruinara.

*********

Angelica despertó aturdida, Enrico la despertó diciéndole que debían ir a la Iglesia. Ella miró el reloj sin saber dónde estaba hasta que recordó que en medio del festejo se sintió mareada por el vino y fue a descansar.

Ahora debía darse un baño y ponerse el vestido de novia. Su padre estaba abajo impaciente, para   llevarla al altar como era la tradición.

Debió hablar con Enrico antes, ahora comprendía que su madre tenía razón. A pesar de nunca haber estudiado tenía la sabiduría de los años y también… Era sensata.

Debió hablar con él antes para evitar esa boda ahora le esperaba la peor noche de su vida. Pero esa sería su venganza… Solo que se lo pasaría muy mal mientras la llevaba a cabo.

Annie apareció entonces con su novio Pietro en la habitación para ayudarla y fue como si viera una luz entre tanta oscuridad.

Pietro tuvo que dejarla y Enrico también, nadie debía ver a la novia salir. Una tradición absurda, eso que daba mala suerte ver a la novia antes de la boda, por el vestido y qué se yo. Tantas mujeres se casarían con un vestido radiante blanco y todos los amuletos para luego divorciarse a los pocos meses. Bueno, el suyo sería el divorcio récord, estaba segura.

Mientras se vestía con la ayuda de su hermana llegó la modista y también la peinadora pero en un momento se sintió mareada, sofocada y les pidió que se fueran. Todas excepto Annie. Debía hablar con su hermana, hacerle una pregunta…

—¿Qué tienes Angelica? Te ves algo pálida, no pareces una novia feliz, acaso… ¿Riñeron?—Annie era mucho más aguda de lo que nadie imaginaba.  O tal vez se le notaba demasiado…

—No importa eso, ya está hecho. Deséame suerte Annie, la necesitaré esta noche.

Su hermana la miró sin entender nada y de pronto dijo.

—Angelica, él ya debe saber que no eres virgen… Bueno, tú tenías novio en la ciudad ¿no? Imagino que no irá a fijarse en eso.

Su hermana rió tentada y eso hizo que dejara de sentirse nerviosa.

—Vaya, ¿tú también crees que he tenido muchos hombres en Milán?

Annie se sonrojó. —No… Perdona, no quise ofenderte además mamá dijo una vez que tú no… Pero tú tenías ese novio millonario y Enrico lo sabía.

—Él no sabe nada de mí Annie, eso es lo que me da risa. Él no sabe nada y esta noche se llevará una sorpresa.

Solo ella conocía el verdadero significado de esas palabras y mientras abandonaba la habitación apareció la madre de Enrico, esa dama de cabello gris y elegante moño y ojos de bruja.

—Querida… Disculpa… Quería darte este camafeo, perteneció a una parienta de mi abuela. Es para la suerte y el amor…

Vaya, lo que le faltaba. El típico amuleto para la suerte de la novia: las novias que usaran ese camafeo serían fértiles y muy felices. Tal vez hasta se convirtieran en panteras en la cama… Hoy día eso no era una bendición sino una molestia. Mejor le vendría una medalla para que le fuera bien en la cama, la única cosa que le preocupaba en esos momentos.

Pero bueno, tuvo que dejarse poner la medalla y… La vieja bruja sonrió de forma enigmática.

—Tú eres una joven buena y pura, como tu abuela que tenía esos ojos celestes tan hermosos… ¿Sabes que tu abuela Marietta plantó a un primo de mi padre para casarse con su amado Giacomo? Sufrió mucho ese pobre… Y no vivió mucho más, pero Marietta era preciosa, y él sabía que otros la cortejaban y no la retendría.

—¿De veras? No conocía esa historia señora Filomena—respondió ella.

—bueno, espero que tú no hagas lo mismo con mi hijo. Él ha sufrido mucho y la otra no quiso llevar el amuleto.

—¿La otra?

—La otra esposa, mi hijo estuvo casado dos años con una joven rubia muy tonta y muy puta. Perdona la franqueza.

¿Entonces Visconti había estado casado antes? ¿Y por qué jamás lo mencionó? Muy rubia y muy puta. Al parecer la suegra no la quería nada a la anterior o lo decía para quedar bien.

—Pero tú no eres como ella—insistió la anciana—Mi hijo escogió bien… Me pregunto si no serás la reencarnación de tu abuela y él la de ese primo de mi padre Alarico. En ocasiones las historias se repiten. Pero ya verás que el amuleto te dará suerte y esta noche te irá muy bien. Bueno hoy día las novias se casan sabiendo mucho más, nosotras no sabíamos nada.

La presencia de su padre interrumpió la cháchara de la anciana y fue un alivio, vestía de negro y le parecía una inmensa araña arrugada y maligna. Se alejó sintiendo esa medalla en su cuarto como una especie de carga que olía a viejo. Una joya que podría ser muy valiosa pero que estaría mejor en el cuello de una jovencita gótica.

Tomó la mano de su padre la modista la ayudó con el vestido mientras bajaba la inmensa escalera. “¿qué te decía esa harpía?” le preguntó su padre.

Ella sonrió tentada.

  —Me dio un amuleto para que no me divorcie muy pronto y me ha dicho que mi marido ya estuvo casado antes. Pequeño detalle ¿no?

Su padre se hizo el que no sabía nada, pero sospechó que mentía, fingía no saber.

—Ah sí… Pero fue un año o menos… con una chica rubia algo tonta. No tuvo hijos. No le des importancia hija, ¿crees que no ha tenido otras mujeres antes mientras esperaba por ti?

Su padre tenía razón en parte pero… tuvo la rara sensación de que realmente se había casado con un extraño y eso por primera vez le daba miedo.  Había tenido una esposa, así que debió amarla porque no creía que fuera un hombre de casarse a menudo.

Y mientras iban en el auto escoltados por una patrulla como si fueran grandes personajes.

—Angelica, olvida a esa chica, no fue nada para él, ese hombre está bobo por ti y te ha cuidado para que tú pudieras hacerte famosa en Milán. Le debes mucho.

—Yo no le debo nada, tú le debes papá.

La mirada de su padre se tornó torva.

—No me digas eso Marietta, escucha, si quieres que tu matrimonio funcione aprende a callar y a obedecer. Visconti no va a tolerar tus caprichos, ni tus aires de abogada lista. Y si quieres ser feliz y lograr que te ame escucha… No te has casado con ese hombre por una deuda, no tengo ninguna deuda con Visconti. Lo dije para convencerte de que firmas esas cosa que te mandó llamada contrato nupcial.

Esas palabras la llenaron de alarma, todo lo que decía su padre… Por el amor de Dios, no podía estar diez minutos conversando con él sin tener deseos de darle con algo en la cabeza.

—Tú me mentiste, ¿fuiste capaz de mentirme a mí, a tú hija?

—Sí, lo hice por tu bien. Porque Alberti tenía a tu hermana grandísima tonta. Y pudo hacerle mucho daño pero sabía que Visconti podía detenerlo y él lo supo y manejó este asunto con mucha pericia. El plan era llevarte a ti y darte una lección para que dejaras el caso. Y el pobre ha sido tu perro guardián todos estos años, mirándote y tiene derecho a recibir su recompensa ¿no crees? Ahora procura ser una esposa dulce y cariñosa. Y no te creas las burradas que dicen esas locas de Milán: el hombre no solo necesita sexo, el sexo sí, pero un hombre necesita el amor, el afecto de una esposa buena y compañera, que luche a su lado, que sea su refugio. No se casa contigo por sexo, se casa porque te ama… Por supuesto que no te conoce, si te conociera sabría que eres un hueso muy duro de roer, una mujer brava que será como su abuela: luchará hasta el fin para tener a su marido bajo la pata. Pero no podrás hacer eso con Enrico. Le gusta tomar y dominar, es un hombre y tú una mocosa consentida. Aprende a respetarlo como hombre, no riñas con él, toda tu vida has reñido con tu padre pero es tiempo de que madures, que te calmes.

Angelica demoró un poco de digerir todo ese nuevo giro de la historia: la otra esposa de Enrico, que Alberti raptó a su hermana y ahora que… Se había casado con un tipo dominante que no aceptaría rebeldía alguna.

—¿Y por qué no dejaste que fuera a Milán, pudo hacerle mucho daño a Annie, él quería los papeles y…?

—Ya los tiene preciosa. Pero tú no podías manejar eso sola, iba a tenderte una trampa. Tú no conoces a esos hombres, ellos también miraban tus piernas en los tribunales grandísima tonta. ¿Crees que una muñeca rubia llamada Marietta podía pasar desapercibida?

—¡Basta ya de llamarme como mi abuela papá, soy Angelica!

Su padre se relajó.

—Está bien, Angelica solo te respondo que de aquí en más no volverán a molestarte. Nadie se meterá con la esposa de Visconti, así que intenta llevarte bien con tu marido y a no reñir, a controlar tu genio.

—Claro, como tú lo hacías gritándole a mamá y dándonos una paliza una vez por semana o más.

—Y me quedé corto contigo, debí encerrarte como hicieron con tu abuela para que no te fueras a la ciudad a buscar problemas. Pero bueno, ahora has regresado a casa. Procura esmerarte. Necesitas un hombre que te ame para que dejes de ser agresiva como una araña hija, que te ame y te haga muchos niños, eso te hará cambiar, ya verás… La naturaleza es sabia.

Ella se mordió el labio para no responder.

No necesitaba ningún hombre. Ni tampoco un marido rico y con influencias y no tenía demasiadas esperanzas en ese matrimonio.

—Piensa en lo que te dije, podría darte muchos consejos más si me escucharas pero cada vez que te hablo saltas como una liebre, como una araña y es muy difícil hablar contigo.

—Así, pues lo mismo pienso de ti, gritas y nunca escuchas a nadie—se quejó.

Habían llegado a la Iglesia y la modista la ayudó con el tul y el vestido. Estaban algo atrasados y tomó el brazo de su padre.

—Recuerda lo que te dije sobre el matrimonio y tu marido. No lo olvides—dijo su padre.

Ella observó el cielo azul, límpido y sintió una brisa volarle el tul. Llevaba un vestido discreto, clásico, sin escote pero justo, ceñido al cuerpo y con larga cola. No le gustaban esos antiguos ni tampoco unos muy vistos.

Avanzó con paso inseguro y entró en la Iglesia preguntándose si él estaría allí. Había olvidado tomar esa precaución, muchas amigas del trabajo llamaron para saber si el novio había llegado.

La capilla estaba atestada, todos los parientes y amigos de su novio y familiares de sus padres estaban allí. NO había podido invitar a nadie del trabajo, sabía que no podrían ir y tampoco… Bueno fue todo tan repentino que apenas tuvo tiempo de escoger el vestido.

Todas las miradas estaban puestas en el vestido y a la distancia pudo ver a Enrico observándola, no sabía si a ella o al traje. Debía estar contento porque no era atrevido ni tampoco corto. Era simplemente clásico.

Cuando él tomó su mano tembló, sus ojos la miraron casi con devoción, fue tan fugaz y…

La ceremonia fue larga; una misa entera, al parecer los Visconti eran muy católicos. Tan larga que al final se desesperó y no fue la única; algunos niños comenzaron a llorar, otros a correr y en un momento la Iglesia fue un completo caos de llantos, gritos, y correrías, padres furiosos y alguno pidiendo silencio. Angelica sonrió y Enrico también.

Esta vez el beso fue fugaz y abandonaron la Iglesia de la mano. Ahora esperaba la fiesta, los invitados, el baile, el brindis…

Pero la noche nupcial sería en Rosanegra como tradición, era el altar de la fecundidad y esas cosas… Hoy día debería llamarse el altar del placer y el goce sensual, nadie pensaba en la fertilidad cuando se tenía sexo.

Y la fiesta sería en los jardines de la mansión aprovechando el buen tiempo.

Era su fiesta y debían divertirse, bailar, brindar y sacarse fotos con los invitados. Algunos llegaron después de la fiesta desde muy lejos y todos querían conocer a la nueva señora de la mansión. Ella procuró ser amable y permanecer callada y bailó las veces que debía bailar; la tarantela, y otros bailes tradicionales. Bebió vino pero en mitad de la fiesta se sintió mareada y cansada.

Estaba deseando que todo terminara para irse a dormir.

Su suegra la observaba con malicia, y sin disimulo detuvo a su hijo y le dijo algo. Enrico, que había estado alejado conversando con unos amigos la vio y se le acercó.

—¿Estás bien? Mi madre dijo que te vio llorar. ¿Pasó algo?

¿Llorando? ¡Qué vieja bruja!

—No estoy llorando… tu madre se confundió. Solo me siento algo cansada, el vestido, los tacos…

Él sonrió y le dio un beso fugaz. Y de repente frente a todos la subió en brazos. ¿Qué estaba haciendo?

Al ver que la llevaba por el salón rumbo a las habitaciones del primer piso tembló. ¡No podía hacer eso frente a todos!

Y lo notaron.

Todos vieron que se llevaba a la novia y para qué iba a llevársela y gritaron vitorearon. Fue una especie de diversión, tradición o algo.

—Qué haces Enrico? No puedes llevarme así—se quejó ella pero sintió alivio cuando la tendió en la cama. Estaba exhausta y lo primero que hizo fue quitarse los zapatos y tenderse. Lista para dormirse. Eso era la gloria, mejor que cualquier noche de sexo seguramente… Descansar sus huesos y sus pies de esos zapatos blancos de tacón.

Pero él no la había llevado para que descansara por supuesto y lo vio quitarse el saco y la corbata y mirarla a través del espejo.

Angelica estaba cansada que cerró los ojos y despertó poco después al sentir sus besos y caricias.

—Aguarda, espera… Debo decirte algo…

No la dejó hablar, dormida había respondido a sus besos y estaba húmeda, podía sentirlo… y en un arranque de desesperación subió la falda del camisón para ver sus hermosas piernas y deleitarse con ese triángulo pequeño y dulce. Tan dulce…

Ella cerró los ojos avergonzada, nunca antes…

Y cuando quiso apartarle él atrapó sus piernas y hundió aún más su boca, su lengua para devorarla y deleitarse, gemir con su respuesta. Porque eso le gustaba  y él quería darle la mejor noche de sexo de su vida.

Y de pronto vio que su pubis rubio brillaba de excitación y era tan estrecho y delicioso… era demasiado pequeño, el vientre de una ninfa, una virgen. Qué maravilloso, qué dulce…

Gimió al sentir que se relajaba y respondía a sus besos… ninguna mujer resistía sus caricias y sabía que podía estar horas devorando ese néctar. Pero su excitación crecía y sintió que se humedecía y que su miembro clamaba por tomar ese vientre, ese tesoro maravilloso y dulce.

Y desesperado abrió sus piernas para entrar en ella, estaba tan excitado que no podía detenerse. Ella lo miró desconcertada y asustada. Vio su inmenso miembro y tembló. Sabía que le dolería, solo una vez intentó hacerlo con un joven con el que salía y el dolor era tan insoportable que... No pudo hacerlo y nunca más pudo... No sabía bien por qué, se excitaba, deseaba estar con un hombre pero también sentía vergüenza por ser virgen, así que sus relaciones no prosperaban. Se estancaban y terminaban.

—Detente no... No puedo hacerlo.

Enrico la miró con una mezcla de rabia y curiosidad, al principio no le creyó pero luego recordó ciertos detalles, pensó que era tímida o le temía a él pues en realidad no lo conocía demasiado y no era sencillo para una joven irse a la cama con un hombre aunque ese hombre fuera su marido.

Ella corrió al baño de prisa para evitar preguntas y demoró en regresar. Y cuando lo hizo parecía un pollito mojado, con el camisón largo y el cabello húmedo. Como una joven sureña tímida que caminaba descalza en el campo, ya no era esa abogada sexy que recorría los tribunales luciendo sus hermosas piernas. Era ella misma y al parecer ser virgen no la hacía sentir orgullosa, al contrario, ser virgen la hacía sentirse humillada y poca cosa.

¡Qué tontería! Solo porque ya no se estilaba guardarse para el matrimonio no significaba que no fuera bonito para un hombre...  Virgen.

Angelica se detuvo y lo miró, sus ojos eran como dos llamaradas de dolor y confusión. Pero él sonrió de forma extraña sin dejar de observar su cuerpo.

—Ven aquí preciosa, deja de llorar, es nuestra noche de bodas pero yo dije que te daría un tiempo si era necesario. Al parecer es difícil para ti si nunca has estado con un hombre hacerlo conmigo, aunque sea tu marido.

Esas palabras la sorprendieron, no se lo esperaba.

—¿Entonces no romperás el contrato? ¿No te sientes engañado o..?—la pregunta murió en sus labios.

No se movía, estaba tensa, nerviosa, aterrada. Dios santo, ¿qué pasaba por la cabeza de esa preciosa rubia?

—¿Y crees que te dejaré ir por eso? Querida, yo no soy ese playboy millonario que solo quiere sexo y sexo, soy un caballero sureño y ese contrato se queda dónde está.

—Pero tú dijiste que... Querías sexo todos los días y que debía ser una esposa ardiente y satisfactoria—le recordó.

Él sonrió y de repente le ordenó que se metiera en la cama, no quería que se resfriara.

—Eso decía el contrato, lo has leído... Pero te daré unos días para que pierdas el miedo a la intimidad. Al casarte aceptas que tendrás sexo conmigo ¿no es así? Pero olvida esas cláusulas, pensé que tenías experiencia, pero no me afecta que no la tengas. Ignoro por qué te guardaste tantos años pero me halaga y me hace muy feliz.

Ella lo miró con intensidad.

—No lo hice para guardarme, te equivocas, no fue por eso—estalló y sus ojos se llenaron de lágrimas.

Y de pronto le confesó la verdad, porque no soportaba ese discurso machista sobre la virginidad, sobre guardarse para el marido y esas tonterías del siglo pasado. Luego de que su padre le diera una paliza al verla besándose con Giulio el campo nunca más había podido excitarse con un hombre para llegar a una relación. Estaba cerrada, su cuerpo se había cerrado. Su padre siempre había sido duro con ella, cruel, la llamó ramera frente a todos y le dio una paliza solo por estar haciendo lo que hacían todas a esa edad.

—Escucha preciosa, tu padre hizo lo que haría cualquier padre, no debió pegarte ni insultarte, eso no estuvo bien pero... Tú sabes que algunos se aprovechan de las chicas, en vez de ir por las que ya saben de sexo buscan a las inexpertas, a las muy jóvenes. Eso no está bien y ese mozo que dices tenía algunos años más que tú y tu padre pensó lo peor. Yo estaba y te veía con él. Estabas a punto de caer, porque supongo que te decía cosas bonitas y te tenía muy enamorada...

Angelica se sonrojó, sí, se había enamorado de ese mozo, era muy guapo y besaba tan bien.

—Tu padre no quería que te pasara lo que a Annie, porque ese hombre solo quería aprovecharse de ti, lo hacía con todas en el campo. Pero tú serías el premio mayor: la hija del patrón. No podía permitirlo. Estabas destinada a mí, yo sí quería convertirte en mi esposa cuando cumplieras los dieciocho. Yo intervine, fui yo quién te vi con ese mozo y le avisé a tu padre.

—¿Tú? —dijo incrédula y espantada.

—Sí, fui yo... Y luego, cuando tu padre dijo que temía que hubieras dormido con ese desgraciado yo me ofrecí a casarme contigo para reparar el daño porque podías estar preñada. Luego se supo que no y tu padre dijo que mejor esperar a más adelante. Solo que ese más adelante nunca llegó y a los dieciocho te fugaste de Casanova. Pero aquí estás y eres mi esposa. Para que veas las vueltas de la vida...

La vehemencia de sus palabras, y saber que él la había delatado la hicieron sentir rabia, pero no le sorprendió, pues su madre le había contado parte de esa historia.

—Olvida ese asunto, preciosa, es parte del pasado. Yo tampoco permitiría que un sucio mozo se acercara a mi hija, lo molería a palos. No es lo que uno quiere para sus hijos, y tu padre no es el ogro que tú crees. Tiene su temperamento sí, pero siempre se ha preocupado por ti.

Ya había escuchado esa frase cien veces, estaba harta.

Visconti la miró con fijeza.

—¿Y por qué no me dijiste nada antes? Cuando firmaste el contrato, estas semanas que salimos...  ¿Y si llego a hacerlo excitado cómo estaba? ¿No pensaste en eso? Pude lastimarte y habría sido ...—dijo.

Sus ojos verdes se veían más grandes, y brillaban con intensidad.

—Pensé que no me creerías—dijo al fin.

Tenía razón, no le habría creído. Tuvo que estar en la cama con ella para entender que no mentía, que estaba aterrada y no sabía por qué.

Él no dijo nada y la abrazó, la atrajo contra su pecho y ese gesto de afecto y cariño la hizo sentir mal. Porque ella le había ocultado la verdad por otra razón: quería que se sintiera timado, estafado. Vaya, no había una gata sexy en la cama sino una joven inexperta y asustada. Y como solo quería sexo a toda hora no querría dormir con ella, ¿qué placer podía sentir con una novata? En la ciudad nadie quería novatas, y ella se alejaba antes de sufrir las burlas... Un imbécil había estado saliendo con ella por semanas para conseguirlo pero cuando supo que era virgen huyó como del diablo.

"Perdona, pero no quiero compromisos. Eres una chica preciosa pero si te soy sincero, pensé que eras distinta".

Pero Enrico no era así, se había casado con ella sin pedirle sexo, haciéndola firmar ese contrato ridículo y ella se había guardado su secreto muy bien como regalo de noche de bodas. Una bomba. Y la bomba estalló y nada había sido como esperaba.

Es que en realidad no conocía a su marido.

Los sureños eran distintos.

Y vio su virginidad como un precioso regalo "te guardaste para mí" había dicho. Mierda no... ¡No me guardé para tú! Nunca quise casarme virgen, ser virgen a los dieciocho está bien, a los veinte pero con los años la virginidad comienza a pesar. Sobre todo cuando eres incapaz de deshacerte de ella porque nunca encuentras al hombre adecuado.

Mateo también había huido.

El playboy millonario se asustó y huyó como un ratón al saber que era virgen. Y esa noche ella había creído que podría perder su virginidad, le gustaba ese hombre y no le importaba nada que fuera un niño rico mimado ni un playboy. Sabía besarla y llevarla, le atraía mucho físicamente.

Pero cuando le dijo que era virgen se puso pálido como si fuera una extraterrestre o algo así.

¿Por qué siempre pensaban que virginidad era sinónimo de atadura, casamiento por siempre?

Se sintió horrible esa noche y se dijo que no volvería a salir con ese tipo. Era un idiota como todos. Lo único diferente fue que ella pensó que sería distinto, nada más.  Y por más que la llamó y le pidió perdón, le rogó que volvieran ya era tarde.

Ahora estaba casada con ese caballero sureño y se preguntó si sería capaz de irse a la cama con él y consumar su matrimonio. Si podrían hacerlo sin que sintiera dolor...