Días después supo por su madre que Annie estaba embarazada y Pietro se casaría con ella y vivirían en Casanova. Angelica se sintió enferma al comienzo, nada contenta con la noticia, pero luego pensó “yo también voy a casarme con un desconocido en menos de un mes, no puedo hablar de nadie”.

Lo importante era que Annie era feliz y su novio no tan mala persona como habían pensado. Al parecer la confusión vino con su apellido, nunca habían encontrado a su parienta en la ciudad porque este estaba equivocado.

Angelica habló con su hermana menor días después para saber qué había pasado, cómo diablos fue raptada y si esos desgraciados le habían hecho algo.

—Estábamos juntos, nos encerraron y después no… Estuvimos en una casa y lo único que me angustiaba era el tipo tuerto que nos llevaba la comida, tenía una cara horrible. Pero… —declaró algo incómoda.

¡Qué extraño! ¿Y por qué raptarlos a los dos? Bueno, sabía que también vendían a los muchachos guapos como esclavos pero... Sintió horror al imaginarlo que pudo pasarles y se dijo que al menos esos días seguían en la nube de amor y nada los afectaba por ahora... "Veremos cuando nazca ese bebé".

—¿Y en algún momento te dejaron llamar para casa o hablar con alguien?—insistió.

Su hermana la miró con fijeza. No, jamás habló con ella, como dijo su padre los hombres de Alberti le habían tomado el pelo.

Visconti fue a verla a media tarde, sin avisar. Visitas de novios. Dijo que quería llevarla a dar un paseo por el pueblo y luego hablar del tema de la boda.

Cuando Annie se enteró de que habría boda doble lanzó una exclamación, su padre siempre decía que Angelica era una solterona pues vaya… Había ocurrido un milagro y se casaría con Visconti.

Le agradaba Enrico, era guapo y distinguido, muy educado, no como esos tipos brutos que se veían en el campo.

Pero Angelica no estaba tan feliz como su hermana y por momentos le pasaban dos cosas: pensaba que todo era un sueño absurdo o… Tenía ganas de salir corriendo y a la mierda contrato nupcial. ¿Habría manera de romper esa cosa y correr? ¿Lograr que nadie volviera a secuestrar a Annie ni a nadie más de su familia?

Su jefe la llamó y se enteró de dos cosas: su boda repentina y luego, pues que no regresaría a Milán.

—Felicitaciones, no sabía nada que tuvieras un novio en el sur. Bueno, si deseas regresar al trabajo, si te aburres en el campo llámame por favor.

—Gracias señor Berstein... ¿Y cómo está todo con el caso que llevaba?—quiso saber.

Su antiguo jefe la puso al corriente. Más detenciones, y el asunto iba viento en popa. Era una pena que no estuviera allí para festejar ese gran triunfo pues ella había participado activamente en interrogatorios y demás.

—Vaya, cuánto me alegro señor Berstein. Ya era hora que pagaran—dijo ella contenta.

Luego la llamó su "ex" Mateo y por supuesto, la conversación tuvo otro tono.

—Así que vas a casarte con ese conde sureño mafioso—dijo.

Iba a mandarlo a la mierda y lo hizo. Ella no le debía explicaciones a nadie pero se sintió molesta de que le dijera "vaya pensé que eras una abogada de principios, pero al parecer te has vendido al enemigo. Me pregunto qué te ofrecieron para hacerlo".

Los días fríos de invierno siguieron y había mucho para hacer, porque su novio tenía prisa... Estaba apurado por llevársela al altar y a la cama... SE preguntó cómo sería eso, empezaba a picarle la curiosidad...

.Fue a dar un paseo por el pueblo para despejarse y escoger su ajuar de novia, tenía además cita con la modista para hacerle algunos ajustes al vestido que compró hecho, porque no tendría tiempo para encargárselo a una modista. Annie quiso acompañarla pero luego del rapto no la dejaban salir de Casanova, su madre había quedado muy afectada y no hacía más que llorar y buscarla todo el tiempo. Se preguntó cómo haría para estar con su novio a solas, o para retozar, pues estaba segura de que esos dos se divertirían de lo lindo en la cama… Bueno, Annie era feliz, para ella era una completa locura su felicidad, y su padre fue mucho más comprensivo de lo que esperaba. Hasta le dio trabajo al chico en Casanova y no le dio la paliza que había prometido.

Al parecer ese día iban a huir juntos, porque su hermana llevaba más tiempo del declarado haciendo el amor con su novio y sin cuidarse…  Jugando a la ruleta rusa como diría su amiga Elena. Sospechó que estaba embarazada o mejor dicho, supo que lo estaba y se asustó, tuvo miedo de que su padre los matara a ambos... Vaya, su padre ya no era tan malo, en ocasiones se le caía la cresta de gallo, al parecer los años lo habían cambiado aunque solían reñir a veces, para no perder la costumbre.

Apartó esos pensamientos y se probó el vestido de novia. No era gran cosa, era clásico: largo, blanco de raso, con un ligero escote y ceñido... es que nunca le habían gustado ni las bodas ni los vestidos de boda, no le llamaban la atención y solo quería conseguir uno para poder casarse, nada más.

Cuando se vio en el espejo suspiró.

—Hay que hacerle más ajustes, te hace defecto en la cintura, este no es tu talle...—dijo la modista mientras volvía a colocarle alfileres para luego poder coserlo.

Era una anciana de grandes ojos cafés y mirada de lechuza, con lentes gruesos que le hacían los ojos más grandes aún. Su madre se la había recomendado y todos en el pueblo la conocían. Cosía muy bonito a pesar de que le confesó que hoy día la gente se casaba menos que antes, que los jóvenes se juntaban probaban y luego se separaban...

Ella sonrió con su charla. ¡Vaya, la modernidad había llegado al pueblo de Pozziolo! ¡Qué fantástico!

—Pues en la ciudad la gente se casa menos, señora Simonetta—le respondió.

La anciana meneó la cabeza desaprobadora. Ella era señorita, y de las de antes, y sin embargo no aprobaba para nada ni el solterío, ni el libertinaje porque como dijo "el hombre tenía la necesidad y debía tener una esposa para saciar esa necesidad".

Rió divertida. El hombre sufría lujuria, y la mujer no... La mujer no era más que la encargada de satisfacer la necesidad del hombre... Y luego dijo que le habría gustado adoptar una niña, criarla, hacerle vestidos porque las niñas eran más lindas para vestir. Como muñequitas... Tenía una colección de muñecas antiguas en la sala que le enseñó orgullosas. Una de ellas, inmensa estaba sentada en la sala y tuvo la sensación de que la miraba fijamente con su horrible cara de porcelana y ojos de vidrio... La miraba y sonreía como una muñeca embrujada...

—Me hubiera gustado tener una hija pero mi familia se escandalizó de que adoptara sin estar casada. Una pena, le habría hecho vestidos tan bonitos...—dijo nostálgica.

Angelica apartó la mirada de esas muñecas que la asustaban y siguió escuchando otra cháchara sobre las mujeres, y pensó que si las feministas de Milán hubieran escuchado algo de esa conversación le darían una paliza a la modista y a ella por no defender los derechos de las mujeres a tener una carrera, un buen trabajo y sexo sin estar casada y fueran comparadas con "muñequitas para ponerles vestidos y ropa bonita".

Cuando salía de su casa con expresión risueña vio el Mercedes Benz último modelo color negro de su prometido esperándola. ¿La habría seguido? ¿Qué temía ese hombre, que lo abandonara?

Se acercó y él aguardaba con una sonrisa.

—Fui a buscarte a tu casa pero me dijeron que estabas aquí, sube que te llevo.

Ella entró en su auto y no tardó en enterarse de sus planes. Quería comprarle ropa nueva, porque luego de casada debería vestirse diferente. Algo de eso había puesto en el contrato. Se preguntó cuánto tardaría en mandar todo ese asunto a la mierda y regresar a su trabajo de Milán. No creía que ese matrimonio fuera a celebrarse, algo le decía que no y entonces...

Nada de faldas cortas ni escotes, qué tipo tan anticuado. No pensaba hacerle caso. Lo único bueno era que su familia no vivía en Rosanegra, sino en otras casas propiedad de la familia. Pronto los conocería y no sabía si eso la hacía feliz o no.

Necesitaba ropa nueva pero tenía una tarjeta, más de una en realidad, para comprar lo que quisiera y él la siguió a todos lados pero luego no aceptó que pagara ella la ropa. Eso la hizo enojar.

—Escucha, no soy la cenicienta del cuento puedo pagarme la ropa y la comida si quiero. Aunque ahora esté en paro tengo mis ahorros—le aclaró.

Él sonrió y acaricio su cabello como si fuera su mascota consentida, una gatita bonita y caprichosa.

—Ven aquí, creo que tenemos que hablar algo en privado—dijo y la llevó de la tienda sin permitir que comprara nada. La empleada corrió a devolverle la tarjeta y ella la tomó con expresión de rabia mientras él la llevaba a su auto.

—¿Por qué haces esto? No me agrada que me trates como si fuera una niña consentida.

Él no le respondió y esperó a que se calmara para hablar en tono que se le antojó frío.

—Solo quería hacerte regalos, es lo que se estila en mi familia, al parecer has olvidado nuestras costumbres, tu fuga a la ciudad te ha convertido en una criatura malhumorada y caprichosa.

Ella enrojeció.

—No soy malhumorada, solo independiente, hace años que pago mi apartamento mis cuentas, y lo más satisfactorio para mí fue cuando cobré mi primer sueldo en una casa de comidas—le respondió.

—Está bien, no quiero reñir pero esa ropa que escogiste no podrás usarla. No irás por todas partes mostrando las piernas ni tampoco usarás blusas ajustadas, deberás cambiar la forma de vestirte. Lo lamento pero en eso seré inflexible. Y deberías leer el contrato para que luego no haya reproches ni escenas.

—No me vestiré como monja.

—No te vestirás de monja, solo usarás ropa apropiada a la señora de Rosanegra. Mi esposa. Firmaste un compromiso y todos saben que serás mi esposa y harás bien en no dejarme en ridículo frente a los demás. Aprende a escuchar, y a dejar de ser tan orgullosa.

Él sonrió al ver que sufría un arrebato y le gritaba que no iba a casarse con él, que era un hombre tan machista como su padre e igual de retrógrada, ¿en qué siglo vivían en ese pueblo? Sí, claro, lo llamaban ciudad, pero era un pueblo, con mente de pueblo.

Su futuro suegro le había advertido sobre el genio de su hija pero él estaba decidido a domarla y pensó que era encantadora así: rebelde y con carácter decidido.

—Tranquila, el contrato está firmado y te casarás conmigo, lo demás no importa, son detalles. Ahora regresa a la tienda y escoge algo más cómodo para la señora de una villa del siglo XIX. Una época muy romántica ¿no crees?

Angelica enrojeció, estaba furiosa, tanto que era incapaz de articular palabra. ¿Qué pretendía ese hombre? ¿Por qué no reñía con ella? Necesitaba pelear y saber a qué atenerse, medir su fuerza y si no peleaba no podría…

—El contrato preciosa, léelo por favor. Aceptaste todos sus términos y nuestra boda sellará el pacto, si lo rompes, si te comportas de forma indecorosa o agraviante… Vamos, será una nueva experiencia para ti, y además, cumpliré la palabra empeñada porque no soy una figura folclórica cómo crees; soy un auténtico caballero sureño y prometí a tu padre que te cuidaría. Y también que te domaría. Él no pudo, ni tu madre, ni nadie, pero yo sí podré.

—¿Domarme? No ha nacido el hombre que pueda conmigo y tal vez se arrepienta de haber tenido tantas fantasías con una mujer a la que apenas conoce—estalló.

Él avanzó y la miró con intensidad y de pronto dijo.

—Hace seis años, seis años que pedí tu mano y tu padre te reservaba para mí. No iba a permitir que nadie te tocara ni se acercara… Pero te escapaste a la ciudad por una vida independiente, exhibiendo tus piernas como una gata atrevida… Saliendo en sociales, y saliendo con un novio millonario. Pero todo eso se terminó para ti, es hora de saldar cuentas, preciosa. Salvé a tu hermana de ser vendida como esclava en Estambul, y no fue sencillo conseguirlo, cometió la estupidez de fugarse con ese desconocido y ellos la vieron: tierna, inocente, y tan joven… Sé cómo actúan, atraen meretrices jóvenes y a veces raptan a jóvenes escapadas de su casa.  Y no son sureños, solo son un eslabón, pero conocen a amigos míos, les deben algunos favores y yo debía pedí un favor a quien no tenía ganas de pedir.  Hice algunas llamadas… Este es un pueblo chico y se conocen todo, y tu hermanita pensaba que estaba de vacaciones en ese hotel… Ella y su noviecito iban a ser vendidos al mejor postor, a la subasta y cuando Alberti lo supo decidió intervenir y chantajearte. Lo cierto es que respetó tu vida por respeto a tu padre Angelica, tú siempre riñes con él y te quejas pero él no ha dejado de velar por ti y yo también lo hice… Furioso por tu abandono y con él por haberte dejado escapar a esa ciudad tan peligrosa.  Y él siempre me pedía que te cuidara con la promesa de que un día serías mi esposa. Una vieja promesa…

Angelica lloró al pensar en el horror que había vivido su hermana, sabía cómo actuaban esos malditos, la trata de personas tenía varias aristas: prostitución, esclavitud, trabajo forzado, explotación en todas las ramas y una más complicada que pocos solían escoger: reclutar jovencitas para convertirse en rameras pagas de algún jeque u hombre que deseara tener aquello que deseaba por unos cuantos miles de dólares. Y sabía que la demanda de jovencitas había aumentado y también de muchachos para satisfacer la lujuria de esos enfermos.

Él volvió a acariciar su cabello y de pronto la sentó en sus piernas y la besó. Un beso profundo y salvaje que la retuvo contra su voluntad unos segundos. Ella sintió su lengua abrir su boca, invadirla y tembló, porque nunca antes la habían besado así, con tanta desesperación mientras sus manos se apoderaban de su cintura y la sentaban sobre su miembro duro, que sintió como algo inmenso y amenazante. Estaba atrapada y lo sabía, atrapada por ese hombre sabiendo que de no haberle tenido de aliado nunca más habría visto a Annie. Demonios, ¿y ahora le debía favores a la mafia más respetable? ¿Y él lo había hecho todo por dormir con ella?

Lo apartó sonrojada y asustada, y él la miró con intensidad, sintiendo que había perdido la cabeza que esa mujer lo volvía loco. Esa rubia preciosa lo había enamorado a sus dieciséis, cuando dejó de ser la niña de piernas flacas y se convirtió en una joven de vincha y vestidos floreados. Él la vio en esa reunión familiar y preguntó quién era, mientras sus ojos recorrían su figura. Era perfecta, preciosa, delicada y a él le gustaban mucho las rubias… Pero solo tenía dieciséis, debía esperar a que cumpliera los dieciocho. Su padre le advirtió entonces “tú no sabes quién es esta ragazza, es igual a su abuela, te hará la vida imposible en poco tiempo ya verás” le dijo.

Él sonrió al verla confundida y algo asustada.

—Descuida, soy un caballero y esperaré a nuestra noche de bodas para tomarte preciosa, pero no quiero reñir contigo, ven aquí…—dijo y volvió a besarla, a sentarla en sus piernas para sentir su calor y también la forma en que ella respondía a ese momento. Y notó cierta frialdad y rechazo, y se preguntó si estaría enojada por ese contrato.

Bueno, podía entenderla, ni él mismo sabía cómo se había metido en ese asunto, pero al verla en Nápoles decidió dar un paso más y arriesgarse, lograr que se quedara. No soportaba la idea de que estuviera sola en esa ciudad, ella debió ser su esposa…

Ella se apartó despacio, se alejó y miró por la ventanilla hasta que habló:

—Escucha… Agradezco lo que hiciste por mi hermana, por mi madre tú… No sé por qué hiciste este contrato y si fue mi padre que te obligó o te pidió que te casaras con su hija solterona no…—su voz se quebró.

—¿Por qué dices eso? ¿Qué te hace pensar que fue tu padre? Nadie me obligaría a casarme con una mujer que no fuera de mi agrado ni… Tengo treinta y seis años, preciosa y llevo esperando por ti mucho tiempo.

Ella lo miró con sus grandes ojos verdes de gatita, por momentos se veía tan dulce, tan tierna, hasta que sacaba las uñas y lo mordía.

—Está bien… Creeré que lo haces por razones románticas, pero no soy una jovencita tengo veinticuatro años y he visto mucha cosa en Milán. Y ese contrato… Tú me haces creer que debo casarme contigo para saldar una vieja deuda de honor, pero no me engañas. Yo nunca te vi en mi vida y mi padre inventó una historia de que a los dieciséis tú pediste mi mano en una fiesta familiar… Los parientes de mi padre eran todos unos viejos y tenían una chorrera de niños maleducados y no había hombres solteros.

Él sonrió.

—Bueno, es que tú jugabas al escondite con tus primos, no mirabas chicos entonces ¿verdad? Ahora ve a la tienda y escoge los colores, la ropa que te recomendé y no enseñes ninguna tarjeta de crédito. Te conseguiré una con mi nombre para que puedas usar, pero te ruego que canceles las que están a tu nombre.

Ella lo miró con los ojos entornados y protestó, quería ropa moderna no hábitos pero eso no era lo más importante, lo más importante se lo guardó una vez más. Bendito contrato nupcial, estaba segura de que su padre lo había tramado, solo porque no soportaba verla sin marido y tan independiente en Milán. Pues si descubría que todo había sido planeado por él y no había ninguna deuda de honor, si ese hombre no era su enamorado antiguo y eterno pues al diablo, tenía demasiado amor propio para casarse con un hombre obligada y que encima no la amara ni un pelín.

**********

Días después conoció a su familia; dos hermanos mayores con hijos adolescentes y una hermana menor muy simpática y casada. Y su madre que vivía con su hermano mayor y vestía riguroso luto siempre. La dama la saludó cordial, mirándola con sus grandes ojos negros.

Bueno, el momento fue algo tenso, ser presentada y además que supieran que se casarían tan pronto resultaba algo forzado. Procuró no hablar demasiado ni emitir opiniones tajantes a pesar de los disparates que tuvo que escuchar sobre el racismo, los prejuicios contra los italianos del norte y ciertos comentarios negativos sobre la emancipación femenina, las nuevas tecnologías... Al parecer nadie allí creía en el progreso y Milán era otro mundo, un mundo que según ellos era el reflejo de la locura europea en general. Libertinaje, droga, falta de moral, y tradiciones nulas… Allí en cambio respetaban las tradiciones, las fiestas y no había tantos divorcios…

Bueno se parecían a su padre, celosos de sus tradiciones y muy unidos entre sí. Porque todos pensaban igual y se reían de las mismas bromas.

Y ella era una recién llegada, una parienta lejana que en poco tiempo se convertiría en parte de esa familia. Solo esperaba que su marido no compartiera esas ideas porque ella tenía una mente más amplia.

Al regresar a Casanova él manejaba despacio, con mucha calma y de pronto le dijo:

—Vaya, fue admirable… Ignoro cómo hiciste para soportar que  hablaran pestes de las costumbres del norte.

—Estoy acostumbrada, mi padre es igual de provinciano, cerrado a la tecnología y demás. Pero ¿no les ha sorprendido todo esto de la boda y el compromiso?

Él sonrió. —Mi madre cree que estás preñada y por eso la boda y las prisas… —dijo mirándola con intensidad—Imagino que eso no habrá pasado, que habrás tomado precauciones en el pasado con tu novio millonario.

Esa insinuación la enfureció, en realidad cualquier alusión a Mateo la enfurecía.

—¿Y crees que si estuviera embarazada de otro te lo ocultaría? —le respondió.

Se hizo un silencio incómodo y de pronto ella dijo con desgano:

—Nunca dormí con ese hombre, solo salimos unas semanas y no  resultó. Fue un desastre. Todo el mundo sacándome fotos, diciendo que la famosa doctora salía con un playboy… el soltero más codiciado y tonterías como esa que nada me ayudaron en mi carrera.

Él detuvo su auto, estaban cerca de Casanova pero no quería dejarla ir, quería conversar un poco más con ella, necesitaba hacerlo.

—Disculpa, no quise ofenderte. Solo que pensé que tal vez… Te he visto algo tensa cada vez que te beso o me acerco a ti.

—¿Tensa?—ella rió divertida—Escucha, nada de esto es sencillo para mí, puedo ser muy abogada y moderna, haber vivido en Milán pero nada más llegar mis padres enferman, y mi hermana es raptada y ahora… Resulta que mis parientes casamenteros han organizado una boda a escondidas, y tú para defenderte exigiste ese contrato porque creo que tampoco estás muy convencido del asunto. Es para volverse loca ¿no crees? Por momentos tengo la sensación de que todo esto es un sueño y voy a despertarme y a pensar que nada de esto ocurrió en realidad.

—¿Entonces nunca dormiste con ese hombre?

Al parecer su prometido seguía preocupado por saber, no solo si había dormido con Mateo sino con cuántos se había acostado antes. Y si se lo dijera no iba a creerle así que mejor guardar silencio.

—No, no lo hice. Yo no duermo con tipos que no conozco bien, mi padre me dio una paliza solo por besarme con un mozo de los establos y Annie… Ya sabes, quedó embarazada de ese chico que nadie conocía. Pero claro, yo no podía ni mirar muchachos y debía vestirme como una monja.

Él sonrió.

—Bueno, al menos no quedaste embarazada de ese peón sinvergüenza. Porque así empiezan, enamoran a las chicas, las hacen madurar y luego… Terminan como tu hermana, casándose con hombres que no están a su altura. Y no lo digo porque ese joven sea pobre ni nada de eso. Yo intervine en ese asunto porque sentí pena, y también rabia, si ese desgraciado se aprovechó de tu hermana lo mínimo era que cumpliera como hombre y se hiciera cargo de las consecuencias.

Angelica lo miró sorprendida.

—Lo más condenable es que no se pudo un maldito condón y mi hermana no sabía nada de cómo debía cuidarse. Pudo pescarse una enfermedad y ahora se quedará atada con un hijo, no podrá estudiar ni hacer nada. Ella está muy feliz porque podrá casarse con su noviecito en unos meses pero tiene dieciséis años, ¿qué se pude saber del amor a esa edad? Hormonas alborotadas y sexo, y sexo, nada más. Me parece un soberbio disparate que se casen, y que tengan que hacerlo porque no tomaron precauciones, hoy día nadie se casa por eso.

—No es tan así Angelica, además aquí las cosas son diferentes. Tu padre quería darle una paliza a ese joven, pero él tuvo el coraje de hablar con él, ignoro si lo hizo por miedo o por amor… Es muy joven y hace tiempo que se miraban, no es reciente, el pasaba los veranos aquí en este pueblo en casa de unos tíos y allí la conoció.

—Y la sedujo, se la llevó a la cama para saciar su lujuria.

Su prometido rio divertido.

—Vamos, tu hermana estaba boba por él, no fue violada como insinúas. Y está madura para casarse, no es la niña inocente que todos creen.

Esas palabras la enfurecieron.

—¿Cómo puedes decir eso? Annie es una niña, no ha terminado de crecer, no es adulta, es una adolescente y está confundida. Las malditas hormonas y ese joven que la calentó para conseguir lo que quería. ¿Y a eso le llamas amor?

—Tranquila gatita, no te excites, no he dicho nada que no sea verdad. Es la naturaleza, las chicas crecen, maduran y dejan de ser niñas. Las mujeres siempre son más reprimidas aquí y eso es bueno y malo… Lo principal es que ignoran que la mujer también desea hacerlo, como los chicos jóvenes, se mueren por estar con una mujer y ven videos de forma clandestina. Y se imaginan que lo tendrán todo la primera noche… Las chicas también necesitan el sexo y lo tendrán con un chico que les guste y enamore o solas. Ignorar eso es llevarse luego sorpresas. Ahora a los catorce, a los quince y antes ya comienzan a tocarse, a hacerlo. Y en la ciudad mucho antes.

—Sí, tienes razón… Yo no juzgo a mi hermana, no soy tan anticuada para eso, pero cuando la vi con el novio en el campo le dije que se cuidara.

—Aquí no se cuidan preciosa, son pocos los hombres que usan preservativo, en la ciudad tal vez pero en el campo todo sigue como antes, como siglos atrás. Las chicas se embarazan jóvenes y después se casan, o no… tienen más niños y no siempre hay control natal ni tampoco se habla de la prevención de enfermedades.

—Bueno, pero yo pienso distinto. Los niños hay que desearlos, ¿no crees?

—Sí, por supuesto. No es buena idea llenarse de niños, algunas mujeres son delicadas en el parto y no quisiera quedarme viudo tan joven.

—Y tal vez sea estéril… Escucha, lo bueno de todo esto es que existe el divorcio puedo divorciarme en cuanto tú me lo pidas, cuando tus fantasías románticas se hagan trizas. Soy abogada y el divorcio me saldrá… Gratis. Y no soy ambiciosa, no te pediré nada, ningún dinero a cambio.

Él sonrió.

—Vaya, lo tienes todo pensado. Es bueno saberlo… Pero no me caso pensando en el divorcio, soy algo anticuado en algunos aspectos.

Angelica rio tentada.

—¡Cuidado caballero sureño, caerás en tu propia trampa!—dijo entre risas.

Enrico la atrapó impaciente y le robó un beso.

—No, tú caerás en la trampa rubia preciosa, cuando descubras todo lo que puedo darte en la cama y fuera de la cama…—le susurró.

Ella sonrió nada tentada por las promesas de sexo desenfrenado, todos se acercaban de esa forma como si las mujeres solo quisieran vivir un paraíso sexual. Angelica pensaba que eran los hombres que eran esclavos del sexo y soñaban con un harén de mujeres listas para complacerle.

Tú no me conoces, debió decirle, gritarle, no sabes nada de mí. No soy más que una muñeca rubia de piernas bonitas que quieres tener.  O tal vez crees que soy aquella jovencita de dieciséis que un día te enamoró…

Bueno, ella no podía permitirse ser sincera. Le habían dado un contrato y lo había firmado y no lo leyó todo porque simplemente no creía en la legalidad de ese documento. Lo firmó por su hermana y se casaría para darle el gusto a su madre que estaba muy feliz porque sus dos hijas pronto tendrían marido y una de ellas le daría un nieto…

Cuando regresó esa noche lo primero que hizo fue pillar ese tonto contrato. Solo para conocer un poco más a ese hombre. En realidad casarse con un extraño le ponía los nervios de puntas. Un extraño que dijo haberla esperado mucho tiempo, y que la espiaba cuando era una jovencita… Pues ella no se creía ese cuento. Empezaba a tener ciertas sospechas.

El contrato era minucioso y en letra pequeña, casi al final mencionaba posibles causales de anulación del contrato. Infidelidad, ausencia de sexo, consumo abusivo de drogas o…

Comenzó a reírse. Ese hombre no la conocía de nada, y toda esa palabrería no tenía sentido.

Pero de pronto recordó tiempo atrás las llamadas misteriosas, el auto negro estacionado frente a su edificio y la sensación de ser vigilada por alguien… Alguien que no era ni Alberti ni sus hombres. Era él Enrico Visconti que había seguido sus pasos a pedido de su padre seguramente, sabía que en otra época él estaba tonto por su hija y pensó que con el tiempo y paciencia…

¿Y por qué no se acercó, no la invitó a salir?

Claro, pensaba que era una gata sensual y arrolladora difícil de abordar. Tal vez era orgulloso, inseguro o…

Pues no le agradaba no saber tanto como quería de su futuro marido.

¿Marido?

¿Y cuánto podía durarle ese marido, un poco más que el resto?