Arde la pasión

 

Rosanegra era su nuevo hogar y descubrió que era un sitio hermoso, magnífico y que no estaba su suegra para arruinarlo con las historias siniestras de la otra esposa de Enrico.

Todo estaba perfectamente organizado y había más tecnología que en su antiguo hogar. Celulares, teléfonos en todas partes, ordenadores y también un baño con yacusi para relajarse. Piscina en una parte del jardín y muchas millas de campo.

Enrico quiso enseñarle la mansión con detalle y luego de desayunar dieron un paseo en auto por los alrededores. Habría preferido caminar pero él dijo que no les daría el tiempo para recorrerlo.

La vista era preciosa, la naturaleza, las flores, todo reverdecía en esa primavera.

De pronto sonrió al ver a los jardineros y sirvientes limpiar el desastre de la fiesta de bodas. Esos parientes habían hecho mucho daño en las plantas y escuchó que alguno en estado de ebriedad se tiró a la piscina y debieron sacarlo de apuro antes de que se ahogara.

Sonrió al oír las anécdotas y él la besó. ¡Se veía tan hermosa, tan dulce! No podía creer que fuera su esposa y saber que nunca se había enamorado, que nunca antes había estado con otro hombre lo hacía todo especial.

Detuvo su auto en medio del campo para mostrarle los lugares más bellos de Rosanegra. El lago y sus alrededores, ella saltó del auto y se maravilló al ver el lago. ¡Qué lugar tan bonito! ¡Cuánta paz había en esa pradera!

Él se acercó y la abrazó por detrás, despacio y ella se estremeció al sentir la fuerza de ese contacto.

—Es hermoso Enrico, este lugar... Entiendo que vivas solo aquí, no necesitas a nadie... Ni tampoco casarte—dijo ella.

Él sonrió.

—No es así, hace años que esperaba una oportunidad para traerte a Rosanegra, pero tus visitas al sur eran tan breves...

—Y por qué no te acercaste a mí en Milán, pudiste hablarme, invitarme a salir—dijo ella de pronto.

Se sentaron en la hierba, a cierta distancia el uno del otro. Él no quería... Se moría por besarla y tenderla allí pero luego de conocer su secreto pensó que debía darle tiempo.

—Es que no iba muy a menudo a Milán, solo para cuidarte... Pero cuando te fuiste no insistí. Vi que querías otras cosas en la vida y que casarte conmigo seguramente sería incompatible con eso. Además no iba a obligarte, tu padre no pudo convencerte así que no me quedaba razón alguna para insistir.

Angelica lo miró con intensidad, ¡qué ojos tan hermosos tenía! Siempre había pensado que tenía cara de ángel y ojos de hechicera... Esos ojos volvían locos a los muchachos en Casanova, sus primos, y cuanto mozo atrevido estuviera cerca.

—Yo vi tu auto, lo reconocí, tú vigilabas mi apartamento antes. Y no fue en los últimos meses—dijo de pronto.

No era una acusación, no estaba enojada, solo quería saber por qué la vigilaba.

—Tú padre me lo pidió, ya lo sabes y yo fui a hablar con Alberti para que no se atreviera a hacerte nada. Y a mí me gustaba verte, mirarte mientras ibas de compras con tu falda corta... Tus piernas me obsesionaban. Pero sabía que eso no era correcto. Es decir, tu padre no me pedía que te vigilara día y noche, yo estaba allí de voyeur porque quería y lo hice mucho tiempo... Y tal vez por eso no me atreví a acercarme además tú... No te habría hecho ninguna gracia saber que era pariente de tu padre me temo.

Angelica rió.

—Vaya, me conoces bien. Es verdad...

—Y pensé también que luego de salir con millonarios del norte me verías como un provinciano.

—Claro, yo era una gata que solo salía con millonarios del norte... Pues no tengo nada que decir a favor de los norteños y sí muchas cosas malas...

—Tuviste suerte preciosa, porque no todos son tan caballeros... Hay mucho pervertido en esa ciudad y las violaciones son frecuentes. Tu padre sufría al verte sola, al saber que vivías sola.

—Enrico, llega un punto en que debes dejar el nido, solo que mi padre no brindaba ese privilegio a las mujeres de la familia. Sus hijas debían irse del brazo de un marido no como lo hice yo, que me fui solita a casa de una parienta de mi madre. Vivir es un riesgo, sí, puede pasarte cualquier cosa en la ciudad, no solo violación, robo, estafa, también puedes morirte al cruzar una calle. Yo vivía estudiando, no salía a ningún lado. En la cafetería sí, hubo cierto incidente con un imbécil que me ofreció bastante dinero para que tuviera sexo con él en su auto y otro a quién le di un golpe por haberme tocado las piernas pero... La vida es un riesgo y si pensaba en todas esas historias que contaba papá sobre la ciudad, si me dejaba llevar por el miedo no habría hecho nada y yo quería estudiar.  Siempre me gustó estudiar pero mis padres no me apoyaron y mi prioridad fue huir de casa porque ya no soportaba esa vida, ¿sabes? Peleas con mi padre, castigos... tenía dieciocho años ¿por qué debía soportar que me diera bofetadas y me encerrara como si fuera una niña? Mi vida se convirtió en un infierno y hasta pensé en matarme, en un momento estaba tan desesperada que ya no me importaba nada... Y mi madre fue la única que supo de mi sufrimiento... por eso habló con su prima para que me ayudara, yo quería irme muy lejos y... Bueno, es un secreto, mi padre no lo sabe, nunca lo supo. Pero no fui a Milán a perder el tiempo, ni a buscar novio, fui a estudiar. Y estudiar me abrió la mente, me ayudó a crecer, a conocer gente, me llené de amigas, luego les perdí el rastro pero fue muy positiva la experiencia. Extrañé un poco sí, extrañé a mi madre, a mis hermanos y estuve algo deprimida al comienzo, me costó un poco adaptarme, desprenderme y además mi padre fue a buscarme, quiso llevarme a la fuerza de regreso, estaba furioso.  Legalmente no pudo pero la pasé muy mal.

Él tomó sus manos y las besó y le dijo cuánto la admiraba, había sido tan valiente... ella sintió que crecía la excitación, que deseaba que la besara pero tenía miedo, miedo a no poder consumar el acto, a sentir tanto dolor que...

Esa tarde, a la hora de la siesta se reunieron en su cuarto para descansar luego de un almuerzo con sus padres como era la tradición. De pronto la casa se vio llena de risas, y hasta Annie había ido con su Pietro.

Estar a solas con Enrico la hizo pensar en el sexo, y se preguntó sí él volvería a intentarlo...

No lo hizo, solo la abrazó y se durmió a su lado. Habían comido y bebido mucho vino y ella también tuvo sueño y se durmió.

Pero en la noche y luego de cumplir con el ritual de visitar a los parientes de Enrico se reunieron en el dormitorio y él la vio salir del baño con ese camisón corto de raso transparente y tembló. Estaba preciosa y suspiró preguntándose si podría...

Angelica sintió que besaba su cuello y acariciaba despacio su cuerpo y se estremeció. Quería hacerlo pero... Él la arrastró a la cama mirándola con fijeza y de pronto se vio desnuda, envuelta en sus brazos, sintiendo sus labios aprisionar sus pechos, mientras sus manos sujetaban sus caderas.

—Relájate preciosa, el sexo es un regalo del cielo... Te gustará... no sientas vergüenza, nada debe avergonzarte principessa...—dijo él mientras sus besos se deslizaban por la cintura.

Ella lo vio perderse en su vientre, llenarla de besos apasionados una y otra vez, deleitado con su respuesta porque sí, estaba excitada y su sexo tibio clamaba por más...  Cerró los ojos y gimió, sujetándose de las sábanas sintiendo que le encantaban esas caricias... Caricias que la preparaban para ese momento, besos húmedos que la transportaban al paraíso del que había hablado Enrico.

Y su placer era el suyo, él gemía al sentir que respondía a sus caricias y no podía apartarle, no quería irse...

Hasta que ella le rogó que lo hiciera, que no podía soportar más esa tortura. Estaba temblando de excitación y deseo y estaba más que lista para recibirle. Él tocó su vientre, palpó su humedad y también su estrechez y ella pudo apreciar su inmenso miembro que había dejado caer unas gotas brillantes.

Sintió deseos de hacerlo, de saber cómo era dar placer a un hombre de esa forma y lo tocó despacio. No se atrevía a llegar más lejos, era tímida y no sabía si...

Esas caricias le gustaron.

—Acércate, no temas...  Está loco por ti, preciosa—dijo él.

Pero ella no se atrevió, sintió vergüenza. Él sonrió y volvió a besarla, a atraerla contra su miembro para que lo sintiera. Tal vez necesitaría más tiempo para hacerlo...

—Tranquila preciosa, relájate... Si quieres que entre en ti debes abrirte a mí, despacio... Ábrete para mí Angelica, eres tan hermosa, tan dulce... tan suave...

Hermosa como un ángel, dulce como una flor y suave, nunca antes había probado una mujer tan dulce en toda su vida.

Ella lo abrazó con fuerza y le rogó que lo hiciera. Estaba lista para recibirle, para ser su mujer, no deseaba otra cosa...

Enrico tomó sus caderas y se tendió sobre ella, sabía que debía intentarlo pero no estaba seguro de cuál sería el resultado. "si te duele me detendré, te lo prometo, no seguiré si esto resulta muy doloroso para ti" dijo.

Ella lo besó y gimió al sentir que entraba en su cuerpo. Sintió una pequeña molestia, un pinchazo pero lo alentó a continuar, quería hacerlo, se moría por sentirlo en su cuerpo. Él lo hizo con mucha delicadeza, despacio, sin prisa porque su misión era desvirgarla, abrirla para él, vencer la estrechez de su vientre. Sí, era muy estrecha y el estar tan apretada lo excitaba mucho más.

—¿Estás bien mi amor?—le preguntó agitado. Solo debía hacerlo un poco más, lentamente cedía y su sexo se acoplaba a su miembro, lo abrazaba y no lo apretaba tanto. Estaba en ella y temblaba de deseo, tan excitado que debía contenerse para no lastimarla.

Ella sonrió y asintió y lo besó, lo abrazó y él lo hizo con más fuerza sintiendo que cedía, que la membrana desaparecía al tiempo que sentía que gemía...  No pudo detener más tiempo su placer y lo hizo, fundido en su cuerpo, tan cerca que podía sentir sus gemidos, su respiración agitada.

Le dolía, el dolor se hizo tan intenso que lloró, lloró y quiso apartarlo pero era demasiado tarde, estaba rozándola con fuerza una y otra vez hasta llenarla con su placer... Sintió ese líquido tibio llenar su vientre y de pronto el dolor cesó y se dejó caer en la cama exhausta.

Estaba llorando, le dolía y sangraba, sangró tanto que manchó la cama y él, atormentado la abrazó, la llenó de besos...

—¿Estás bien, preciosa? Estás llorando...

—Me duele—dijo mareada al ver la sangre.

No podía ver la sangre sin sentirse enferma. No era lo mismo que la regla, porque sabía que sangraría la primera vez pero pensó que no volvería a hacerlo, nunca más...

—Tranquila preciosa, ven aquí, es solo esta vez, no volverá a dolerte, te lo prometo...

Ella lo miró exhausta y confundida, lo había hecho; había logrado perder su virginidad y lo había disfrutado, excepto al final, pero se sentía confundida y en esos momentos nada, absolutamente nada la habría convencido de hacerlo de nuevo. Él la envolvió con su cuerpo y la consoló hasta que notó que se quedaba dormida.

******

Al día siguiente despertó mareada y con dolor de cabeza, se sentía mal, lastimada y mientras se bañaba y lavaba las partes notó que sangraba de nuevo y pensó que nunca más volvería a dormir con ese hombre. Su cuerpo no... Debía sufrir alguna malformación, no sabía qué, pero no podía creer que le doliera tanto. Y no imaginaba que sus amigas de Milán fueran así, ellas se divertían a lo grande en el trabajo, en su casa, en un auto, dónde fuera.

Se sintió mal y desconcertada, creía que sufría alguna anomalía.

Enrico entró entonces en el baño, estaba vestido y se veía preocupado.

—¿Dónde estabas?—preguntó.

—En el baño, ¿dónde más? ¿Pasó algo?

Esa respuesta le dio cierto alivio y acercándose a ella la besó pero ella lo rechazó.

Durante días no quiso saber nada de volver a tener sexo, y no pudo convencerla. "No va a dolerte preciosa, fue solo esa vez" le decía.

Se moría por hacerle el amor, todo el tiempo. Cuando salían de compras por la ciudad, iban al cine o a cenar, cuando daban un paseo por la villa... Él miraba sus labios y deseaba besarla, llenarla de caricias.

Bueno, debía darle tiempo, todo era nuevo para ella y...

Una noche, desesperado luego de cenar decidió intentarlo. Era su esposa maldita sea: y el contrato decía que... Bueno, ese bendito contrato no iba a ser cumplido al pie de la letra.

Pero cuando ella descubrió sus intenciones se asustó. El recuerdo de la otra noche estaba vívido y no... No quería hacerlo.

—No va a dolerte, fue solo esa vez... Tranquila—dijo él y la llenó de besos, caricias y palabras tiernas.

Pero cuando estaba listo para la cópula la sintió apretada, estrecha, no podía ser...

Volvió a darle besos pero ella no respondía como la primera vez. No lo disfrutaba.

Pero era su deber de esposa, estaba en el contrato. Y su esposo quería sexo y ella estaba muy lejos de ser una esposa satisfactoria. Su cuerpo no respondía, el miedo al dolor la paralizaba, y ocurría como antes: volvía a perder la excitación.

Pero no se negó a él como antes. Y él estuvo horas fundido a su vientre, lo hicieron varias veces sin que sintiera dolor... Ya no le dolía pero tampoco podía disfrutarlo plenamente. Lo hizo para complacerle y porque esperaba que fuera placentero, pero su cuerpo no respondía.

Con los días comprendió que estaba muy lejos de ser esa gata que él había imaginado. Y en ocasiones sentía que su vientre se cerraba y la penetración se volvía dolorosa, por momentos lo era y no podía disfrutarlas, al comienzo sí pero después...

Y su esposo era un hombre ardiente y sensual y lo quería todo de ella...

Quería despertarla, que lo disfrutara y una noche lo vio salir de la ducha con una toalla y por el gesto de quitarse la toalla supo lo que quería...

Debía dejar de ser tan mojigata y animarse. Su miembro inmenso y rosado, vigoroso y exultante era una invitación a las caricias, a los besos apretados... Y sabía que él quería algo más que tímidos besos y roces.

Se acercó con su ropa interior blanca de encaje y se besaron, y luego fue ella quien besó su pecho y se perdió más allá de la cintura. Sabía cuánto lo deseaba y quería darle placer... Él acarició su cabello encantado y gimió al sentir sus labios envolvieron su miembro lentamente, insegura no se atrevió a seguir y fue él quien abrió sus labios y su boca acariciando su cabello y luego despacio sintió excitada que su sexo suave entraba en su boca como lo había hecho en su vientre tantas veces y acompañó ese movimiento suave y sensual engulléndolo hasta la mitad sintiendo cuánto le gustaba eso. No lo hizo tan mal para ser su primera vez. Pero él la detuvo en un momento, estaba excitado y no querría...  Hacerlo tan rápido y la tendió en la cama para responderle con caricias. Se volvió loco, tomó su vagina con fuerza y la devoró tan fuerte que de pronto sintió que su cuerpo estallaba, que llegaba al orgasmo por primera vez... Eso sí debía ser un orgasmo, nunca antes había sentido algo tan fuerte y gritó, gritó y quiso apartarlo porque su boca estaba pegada a sus labios mientras su lengua húmeda y hambrienta la devoraba toda y todo estallaba y el placer se hacía tan fuerte que sentía que iba a volverse loca.

Y entonces él hundió su miembro en ella una y otra vez provocándole un segundo orgasmo pero conteniendo el suyo porque esa noche tenía otros planes...

Y de pronto sintió que retiraba su miembro a tiempo y lo sujetaba para frenar la eyaculación. No sabía por qué hasta que lo vio perderse en sus muslos y llenarla de besos. Su cuerpo era un fuego de lujuria, lo quería todo esa noche y lo tendría...

No era la primera vez que intentaba tomarla por detrás pero ella siempre se resistía, temía al dolor pues sabía que en ocasiones resultaba doloroso, al menos eso decían las revistas que tocaban ese tema. Pero estaba tan excitada que lo deseaba, deseaba sentirlo en todo su cuerpo...

Pero maldita sea, fue como perder dos veces la virginidad, porque al comienzo fue doloroso y luego el dolor se mezcló con el placer de sentir que se fundía en su cuerpo y la penetración era profunda, intensa, ardiente... Y sabía cuánto lo deseaba él, lo sintió gemir en su oído y estallar de placer mientras besaba su cabeza y la abrazaba con fuerza.