En Paris
Laura tardó mucho menos en comprender que no deseaba ser modelo que lo le costó cobrar su primer cheque por unas fotos. Sin embargo a pesar de que le costaba mucho relajarse y sonreír para salir linda en la foto, cuando no sentía ganas de hacerlo, pensó que si iba a vivir esa aventura no quería vivir a costillas de nadie. Y que no estaba nada mal… Chiara no tardó en conseguirle un contrato muy ventajoso en una firma de cosméticos francesa y todo estuvo listo para viajar a la ciudad más hermosa y cosmopolita del mundo.
De pronto todo era como un cuento de hadas. Su vida cambió de repente.
Y lo primero fue cambiar su guardarropa porque su prima se horrorizó al ver que no tenía nada nuevo ni a la moda, e insistió en ir de compras para llenar una maleta decente pues viajarían a Paris en pocos días.
Aprendió finalmente a maquillarse, porque siempre había maquilladora pero su prima era histérica y no le permitir a ninguna parte con la cara “lavada” y de pronto se vio todo el día con pintura, pintada hasta para ir al supermercado a la mañana.
Un día mientras recorrían Paris se vio en un espejo y no se reconoció: con ese vestido corto floreado y tacones, maquillada y con el cabello impecable, brillante. Porque su prima conocía todos los trucos de belleza y en su apartamento solo había lo mejor.
Era un lugar fascinante y el primer día estuvo largo rato mirándolo, recorriendo extasiada cada rincón.
—Es perfecto Chiara, es tan hermoso…—dijo.
Ella sonrió.
—Pues tú podrías tener uno, solo tienes que manejar tu carrera con astucia y también…
No era la primera vez que decía que quería presentarle hombres ricos para que ella escogiera. Laura no estaba interesada en salir con nadie.
Pasaban el día de compras, recorriendo la ciudad, los lugares más bonitos y modernos. A Chiara no le atraían los castillos, no como a Laura que se sintió fascinada cuando estuvieron en Versalles. Bueno, ella debió insistir en que la llevara.
Era como un sueño, unas vacaciones a la rutina y al dolor, de pronto su vida ya no era ese lugar vacío y triste, todo era alegría, bullicio y diversión.
Su trabajo no era tal, pues posar para un fotógrafo unas pocas horas no le costó nada y luego recibió la paga y su prima dijo que si lograba pescar un millonario ya no tendría que preocuparse por nada.
Chiara bromeaba, o ella creía que bromeaba.
Un día sin embargo dijo que tenía que salir y la dejó sola en el apartamento. Sabía que la había llamado ese Mark, y pensó que era una relación clandestina con algún millonario porque enseguida dijo que tenía que salir. Sonreía feliz.
—¿Cuándo regresarás?
—En unas horas, tengo una cita… Así que tal vez no vuelva a dormir…
A Laura se le fue el alma a los pies y la miró de una forma que su prima rió.
—Vamos, no pongas esa cara, cuando quieras puedes acompañarme y las dos nos divertiremos. No soy una monja, necesito sexo, imagino que tú también pero…
Ella se sonrojó.
Bueno, extrañaba el sexo sí pero no estaba tan desesperada como para hacerlo con un desconocido. Además todavía guardaba luto por su novio, por esa relación que había terminado y no se sentía capaz de hacerlo todavía y se lo dijo.
—Bueno, debes quitarte al bueno de tu ex de la cabeza saliendo con hombres, divertirte. Eres joven y bonita, disfruta el sexo. Es un regalo del cielo ¿no crees?
Laura no respondió y Chiara dijo que tenía que irse y que si se aburría prendiera la tele.
Quedarse sola en el apartamento no le hizo ni pizca de gracia, la puso de mal humor y como ocurría siempre que se angustiaba o se ponía en ese estado fue a la heladera por helado… Dietético, al agua. Su prima consumía mucha agua y unos preparados de verduras y carne de pollo que solo probó una vez y le pareció que sencillamente no era comestible y punto.
El helado no era mucho mejor, y se dijo que debería comprar su propia comida para cuando se quedara sola. Helados de crema y nueces, helados que supieran a helado y no… A fruta con agua y… ¿Edulcorante?
Regresó al cuarto y abrió la ventana que daba a la Rue Des Champs para contemplar ese paisaje de edificios antiguos, autos de último modelo y el bullicio parisino tan especial. Suspiró pensando en su casa, no extrañaba nada y solo había llamado el primer día para avisarle a su madre que había llegado bien. “Ten cuidado Laurita, en Paris puedes encontrarte a esos adolescentes que hacen bromas pesadas y también…” había dicho su madre.
Sonrió. Tonterías, nada malo pasaba en Paris, era una ciudad maravillosa y todo estaba bien. ¿Y por qué no habría de estarlo?
Cerró la ventana y fue a ver una película de suspenso, su género favorito. Alguna que no fuera muy sangrienta… Tal vez policial o de fantasmas…