Un nuevo trato
No pudo irse al día siguiente, no tuvo fuerzas, lo del dolor de cabeza fue la excusa. Su madre la llamó para preguntarle cuándo iría y ella dijo que en unos días si no hacía mucho frío…
El cambio de temperatura era notable y tenía sueño, estaba cansada y por momentos sus estados de ánimo iban de la alegría, la euforia a la tristeza. Cuando se quedaba sola su cabeza trabajaba, era inevitable. Y a pesar de que deseaba escapar, no encontraba fuerzas para hacerlo. Siempre se quedaba, o postergaba su partida, decía, mañana lo haré, mañana me marcharé.
Sabía que no podía aceptar ese “trabajo”, que no era un trabajo digno ni…
Debía hacerlo y visitar a su madre sería la excusa. Necesitaba tomar aire, alejarse.
Y esa noche, luego de hacer el amor se lo dijo.
Estaba indecisa si decírselo o no pero…
Pareció sorprenderse y la miró acariciando su cabello sin decir nada, hasta que le preguntó cuántos días iba a quedarse. Como si ella tuviera planes de regresar.
—Una semana o un poco más.
Sus ojos oscuros brillaban con intensidad.
—¿Una semana preciosa? —dijo como si le pareciera una eternidad.
—Bueno, hace meses que no veo a mi madre y quiero… Quiero salir un poco, hacer una vida más normal sin pensar que ese hombre sigue mis pasos. Voy a enfermarme si vivo encerrada y con miedo. Debo superar lo que pasó.
Él la besó, la envolvió entre sus brazos como si no quisiera dejarla ir.
—Quédate un poco más bebé, no te vayas ahora… Una semana es mucho tiempo y me volveré loco pensando si estás bien, y si regresarás.
—No sé qué voy a hacer, necesito alejarme un poco para sentirme segura ¿entiendes? Todo fue tan precipitado y quiero descubrir si hay algo más además de pasarlo bien juntos.
César decía que teniendo buena cama teníamos mucho ganado, y que pasarlo bien, salir y compartir cosas también pero ¿cómo estar segura? Si casi es secuestrada y vendida a un proxeneta en Paris y luego… No habían tenido un buen comienzo, durmió con ese hombre porque la chantajeaba. Esa era la verdad. Y no sabía si estaba enamorada y atrapada o sufría el síndrome Estocolmo.
Pero por sobre todo no quería una relación forzada, enfermiza, basada solo en el sexo. Así que mejor sería alejarse un tiempo y ver, era lo más sano.
Al día siguiente mientras desayunaban lo notó callado, apagado y supuso que era porque había llegado el momento del adiós.
—¿Puedo llevarte?—dijo de pronto mirándola con intensidad.
Pero no intentó retenerla, ni convencerla, ni ofrecerle ese trabajo que había mencionado antes para que se quedara. Y sin embargo, en un momento cuando la besó se asustó porque tuvo miedo que no la dejara ir. Que la matara o… No era una relación normal ni sana a decir verdad, fue casi un secuestro y luego…
—¿Me llamarás?
—Sí, lo haré… Pero es lo mejor y lo sabes.
Él no sonreía.
—Tienes razón bebé, no te retendré, necesitas un tiempo… Pero si regresas será con la certeza de que te quedarás—dijo y la atrapó y le dio un beso. En un momento quiso convencerla de que no se fuera, de pronto notó que la posibilidad de no volver a verla lo desesperaba. Y maldita sea, ella también sentía lo mismo y mientras la llevaba en su Ferrari lloró.
César detuvo el auto a unas cuadras de la casa de su madre.
—Fue tu decisión bebé, yo no quería que te fueras y lo sabes. Me gusta estar contigo y quiero seguir, y no es solo por la cama. Para que te quede claro. Pero tú me pediste aire, un tiempo, y yo lo respeto. No soy un loco… Lo fui antes sí, todo lo que hice pequeña… No importa. Entiendo que necesites buscar tu lugar, tu espacio porque lo que viviste en Paris fue muy duro, yo no habría querido eso ¿sabes? Me gustabas mucho, y me moría por dormir contigo pero no…
Laura secó sus lágrimas, sus palabras la reconfortaron.
—No es el fin muñeca, solo si tú lo quieres, porque a pesar de que estoy loco por ti no voy a rogarte, fui al sucio al comienzo, lo reconozco… Pero todo depende de ti ahora, si quieres que salgamos, si descubres que prefieres volver con tu novio o… Si decides no verme más.
No, sabía que eso sería lo último que haría. Y cuando la besó y la sentó en sus piernas sintió que se humedecía lentamente. Iba a extrañar a ese hombre y sabía que sufriría insomnio pero… Necesitaba sentir que podía dejar esa relación y que no estaba secuestrada en su mansión. Poner su cabeza en orden y…
—Moriré si no te hago el amor ahora muñeca…
Ella estaba temblando y sentía lo mismo pero no quería ir a un hotel como le propuso y tampoco hacerlo en su auto, podían verlos.
—Déjame, no lo haré aquí… Este auto llama mucho la atención—se quejó.
Estaba sentada sobre su pelvis y podía sentir esa inmensidad crecer mientras él la retenía y la jalaba un poco más rogándole que no se marchara, que se volvería loco si no la tenía…
Y en su desesperación sintió que levantaba su falda y la empalaba con su miembro.
—Listo, ahora estás atrapada bebé, no podrás irte, mi socio no te deja…
—No, déjame, qué vergüenza nos verán…—se quejó y sintió que la rozaba con fuerza y ella no pudo resistirlo y se abrazó a él para tener esa última cópula antes del adiós. Última y maravillosa… Lo besó y lo apretó contra sus pechos y gimió al sentir que la llenaba con su simiente provocándole ese orgasmo en cadena…
Y mientras la apretaba le susurró “no me dejes preciosa, no lo hagas, por favor… Volvamos a casa.”
—Volveré… Lo prometo, dame unos días, los necesito, por favor…
Él no dijo nada, estaba serio, tal vez estaba furioso o triste, no lo sabía.
Al regresar sus padres la recibieron con alegría, la abrazaron y estaban ansiosos de saber cómo le había ido en Francia y quién era el novio rico del Ferrari con él que había decidido vivir esos meses.
Intentó responder a todas las preguntas pero se sentía aturdida y triste. Perdida. Y no fue sencillo adaptarse ni comprender que César no estaba.
Los primeros días lo extrañó horrores y lo llamó, lo llamó un montón de veces o él la llamó pero le dijo que respetaba su decisión y que no quería asediarla con llamadas a toda hora.
Solo oír su voz.
Pero a medida que pasaron los días lo fue superando y comprendió que se había vuelto muy dependiente de él.
A la semana consiguió un trabajo a pocas cuadras, una casa que vendía artículos electrónicos. La paga era regular, como en todos los comercios pero al menos se mantendría entretenida mientras comenzaba a preparar los exámenes.
Era mejor así. Cada uno en su casa y no estaba muy segura del futuro de esa relación.
Tener un trabajo la hizo sentir mejor, más ocupada y menos ansiosa.
También pudo reunirse con sus antiguas amigas que deseaban saber más de su nueva relación y su efímera carrera de modelo.
—No fue nada.
—¿Tu nuevo novio o el trabajo de modelo?
Ella sonrió.
—Lo segundo.
—Ah, menos mal…
—¿Y qué tal ese millonario? ¿Por qué lo dejaste?
—No lo dejé solo que nos dimos un tiempo porque todo iba muy rápido y además, no puedo pasarme todo el día en la cama, en la vida hay otras cosas.
—Por supuesto… Cuenta más. ¿Qué tal era el sexo?
—Ni loca que daré detalles, son cosas privadas.
—Oh no… No vengas con eso ahora por favor. Cuenta algo, cuenta por favor.
—No lo haré ni que me supliquen todas.
Se sintió agitada por el interrogatorio y de pronto vio su auto rojo y tembló. Demonios, no podía ver un Lamborghini Diávolo sin pensar que era él. Todos sus sentidos se agudizaban y entonces, mierda, se sentía húmeda… Llevaba días sin sexo y se preguntó cuánto soportaría esa abstinencia sexual forzada.
—Oh, es él… Es César…—dijo y lo vio acercarse al restaurant y estacionar en la esquina. ¿La habría visto?
Sus amigas presenciaron la escena con curiosidad sin perder detalle, pero Laura las olvidó por completo al verlo llegar con sus jeans y remera y lentes oscuros. Sonreía y de pronto se encontró entre sus brazos abrazados, besándose.
—¿Cómo estás preciosa? Ven aquí, vamos a dar un paseo. Te invitaré a cenar, ¿quieres?
Se detuvieron en un restaurant pero él tenía otros planes. … Ir a un hotel y luego cenar…
Ella aceptó y nada más llegar a una habitación vio la cama redonda con espejos y recordó la habitación de su casa.
—Te extrañé mucho bebé—dijo y la besó. Rodaron por la cama y se desvistieron como dos adolescentes. Ella tomó la iniciativa y él sonrió cuando abrió sus pantalones en busca de su socio. ¡OH, cuánto lo había extrañado! Él gimió al sentir esos besos húmedos y sin poder contenerse la tendió de lado para responderle, desesperado por devorar su tesoro una y otra vez. Tan dulce, sabía que nunca antes había devorado algo tan delicioso toda ella lo era… Y no podía soportar esa distancia, estaba desesperado…
Y mientras la follaba como un demonio le susurró. “Vuelve conmigo bebé, por favor… MI muñequita, estoy tan triste sin ti, tan desesperado…”
No mentía, sus ojos tenían ojeras y la forma en que le hacía el amor, estaba desesperado y ella también. No solo había extrañado las horas de sexo sino también quedarse mirando una película hasta tarde y dormirse en sus brazos. Lo extrañaba a él y lloró cuando el clímax recorrió cada fibra de su piel. No había día que no lo recordara, que no sintiera su ausencia.
Él la besó y al ver que lloraba la abrazó con fuerza.
—Vuelve a casa Laura, por favor… Prometo que te dejaré trabajar, que seré más considerado y no te abrumaré con exigencias ni tampoco…
Laura no respondió. Todos esos días sin él habían sido tan dolorosos y de pronto comprendió o que le pasaba. Estaba enamorada. Se había enamorado. No como antes, todo había sido tan distinto pero…
No sabía cuánto más podría resistir.
Estaba en ella, y sentía que hacía mil años que no lo hacían y se preguntó por qué fue tan tonta de dejarlo. Es que necesitaba ese tiempo y tomar distancia para sentirse más segura de sus sentimientos y de esa relación.
—¿Quieres que vuelva?
—Sí… Por favor. No puedo vivir sin ti y no es solo porque me muero por estar contigo y hacerte el amor… Prometo que…
—No, no quiero promesas… Yo regresaré, pero si quieras que viva contigo debes darme más tiempo, no es bueno que sufra así, debo vencer esta dependencia.
—¿Dependencia? ¿Y qué tiene de malo eso? Siempre dependemos de alguien, para todo… ¿Por qué crees que eso es malo?
—Lo sé pero ahora… Solo te pido tiempo, no quiero promesas ni tampoco… Estoy enamorándome de ti César, entiendes y eso me asusta un poco tú nunca quisiste un compromiso, el trato era solo sexo. ¿Lo olvidas?
—¿Estás enamorada y me abandonas? Vaya… Creo que nunca entenderé a las mujeres. ¿Y por qué crees que no es buena idea enamorarte de mí? ¿Y piensas que yo no siento nada por ti que no sería capaz de enamorarme también?
—No es eso…
—¿Entonces qué es? ¿Por qué no puedes vivir conmigo y quedarte? Estábamos tan bien juntos… Vivamos el presente sin hacer planes, por favor bebé, regresa a casa… Eres mía Laura, y sufro al verte trabajar en ese lugar, te ves triste, cansada… No necesitas ese trabajo ni tampoco vivir con tus padres, yo podría darte todo… Quiero hacerlo, nunca antes había deseado tanto una mujer.
Ella sintió sus besos y ese abrazo y lloró porque sus ojos habían dicho mucho más que las palabras. Y cuando le dijo “creo que te amo bebé, y no puedo vivir sin ti… por favor”.
La besó y de pronto sintió que entraba en su cuerpo y mientras le decía que regresara le hacía el amor, la llenaba de besos y ella sintió que también lo amaba y estaba sufriendo esa separación.
Pero Laura no regresó. Le pareció algo forzado hacerlo, que le dijera que la amaba o que se estaba enamorando… Sus reproches.
No, no iba a convertirse en su chica mantenida. Saldrían sí pero…
Él se enojó y en esos momentos le pareció un niño rico y mimado acostumbrado a tenerlo todo y pelearon.
—Eres una niñita.
—No soy una niñita. Ya te dije, no voy a ser tu mantenida.
—¿Y yo que haré teniendo sexo una vez por semana?—se quejó—No soy un cura, necesito tener sexo a diario—dijo.
Laura se sonrojó y él aceleró hasta llegar a la casa de sus padres, entonces se detuvo.
—Quieres una chica paga, para que te dé sexo y compañía, pues alquílate una César. ¿Has comprendido? Esto no es sano, y no quiero seguir. Si no puedes darme espacio, si te molesta que tenga una vida… Tú solo quieres que sea tu muñeca en la cama y en la vida real, una muñeca articulada para darte placer y compañía. Pero yo no soy una muñeca, tengo una vida y sé lo que quiero. Deja de decirme bebé, porque soy adulta tengo veintidós años y sé muy bien lo que quiero. ¡Adiós César!
Esas fueron sus últimas palabras antes de dejarlo.
Y fue doloroso decirle adiós, porque ese adiós no era un hasta pronto, era un hasta nunca César, me tienes harta. Entraste en mi vida como un demonio y me obligaste a viajar a tu infierno.
Pero sabía que esa experiencia la marcaría, mucho más que lo ocurrido en París. Y los primeros días se sintió mal, deprimida y también pendiente de su móvil, del teléfono porque esperaba que él la llamara.
Con el transcurso de los días comprendió que no lo haría, que esperaba que ella se rindiera, que corriera a su casa. Y demonios, por momentos deseaba hacerlo y debía luchar, luchar contra el deseo y la desesperación pero sabía que eso no era bueno. Que no era bueno depender tanto de alguien ni sentir que estaba enamorada cuando lo que tenía era la adicción más fuerte que había tenido en su vida.
—Laura, no te ves bien… Estás pálida—dijo su madre. Estaba preocupada por ella y no dejaba de decir esas cosas.
—Estoy bien mamá… Solo un poco cansada.
Fue al trabajo desganada y pensó que debía buscarse un piso porque la cansaba que su madre estuviera pendiente de ella y tener que dejar todo ordenado para que no se pusiera histérica.
Y mientras iba al trabajo recibió una llamada de un número desconocido, atendió y luego cortaron.
Apuró el paso nerviosa y de pronto al llegar a la esquina vio a un hombre de lentes oscuros que la miró con fijeza.
No era la primera vez que tenía la sensación de ser observada y era tan desagradable que… Pensó en ese hombre, en Mark y se dijo que era una tontería, ese tipo no perdería tiempo buscándola y mucho menos siguiendo sus pasos.
Su teléfono volvió a sonar y no conocía el número y vaciló pero de repente tuvo un extraño presentimiento y atendió.
—Hola Laura, soy Antonio.
Su primo, el hermano de Chiara…
—Hola… ¿Cómo estás?
—Necesito verte porque quiero hacerte unas preguntas. ¿Estás libre ahora?
Laura tembló, intuyó algo y no quiso ver a su primo. Su madre le había reprochado que no fuera a ver a sus tíos pero el asunto de Chiara la deprimía horrible, no podía hacerse a la idea de que estuviera muerta y todo lo que descubrió esa noche…
—Ahora no puedo, estoy trabajando—mintió.
Bueno en realidad estaba llegando a su trabajo.
De nuevo ese hombre de lentes oscuros. ¿Acaso la estaba siguiendo?
Apuró el paso.
—Esta noche, a las ocho… Podríamos ir a cenar.
—Hoy no puedo Antonio, ya quedé con una amiga… Mañana…
O pasado… No quería ver a su primo porque temía que le hiciera preguntas, ni tampoco quería mentirle y mucho menos decirle la verdad.
—Es importante Laura, tengo que hablar contigo…
—Está bien, mañana en la mañana, ¿puedes?
Los tragos amargos mejor en la mañana, tenía todo el día para recuperarse.
—Mañana entonces, ¿estás en tu casa o vives en Milán?
—No… Volví a casa.
—¿Y tu trabajo, tus amigas?
Vaya, parecía al tanto de que su vida había cambiado. ¿Sabría que había estado meses encerrada con Di Brunni?
No veía nunca a su primo Antonio, ni a sus tíos, estaban algo distanciados. Y su prima también había estado distanciada de toda la familia.
¿Qué querría preguntarle?
Rezaba para que no supiera nada de la vida de Chiara en Paris.
Pero esa no sería la única sorpresa de ese día.
Cuando salía del trabajo, agobiada y exhausta se encontró con Lina, su antigua compañera de trabajo de la zapatería.
—Hola… ¡Qué sorpresa! Pero ¿qué haces aquí trabajando? ¿No estabas con ese millonario?—dijo.
Sus ojos saltones la observaron con fijeza dando cuenta de su atuendo.
—¿Y cómo sabes que estaba saliendo con un hombre rico?
Si cara regordeta sonrió.
—Bueno, regresaste de Paris y te olvidaste de tus amigas pobres, pero no te culpo… Ese hombre es muy guapo.
—¿Y dónde lo viste?
—En la zapatería boba, iba a verte a vos, pero siempre lo atendía otra. No tenía suerte y luego… Lo vi hablando con tu prima la rubia—su rostro cambió—Disculpa, lamento mucho lo que pasó.
¿Di Brunni iba a la zapatería?
—Debes estar confundida. César nunca fue a la zapatería.
Volvió a sonreír y su rostro redondo se llenó de hoyuelos.
—Claro que iba boba, iba por ti… Y hasta te esperaba cuando salías. ¿Nunca te dije? Y mira, yo no sabía que era él pero cuando lo vimos en una fotografía en una de esas revistas de gente famosa Angie dijo que era él. Que lo había visto en la zapatería. ¿Recuerdas a Angie verdad?
Laura pensó que era una broma pues la primera vez que vio a César fue en Paris, cuando su prima se lo presentó. Sin embargo ese día tuvo la sensación de conocerle de antes pero luego pensó que era porque desde el comienzo se sintió atraída y…
Al pensar en César una honda depresión se apoderó de ella. Seguía pendiente de él y se moría por llamarlo…
—¿Y qué pasó con tu novio millonario? ¿Pelearon?—la voz de Lina la despertó de sus pensamientos.
Laura no respondió, no quería hablar de Di Brunni.
—No seas tonta, no lo dejes ir… ¿Sabes cuántas pagarían por estar en tu lugar? Además, ese te buscaba, iba al centro comercial por ti. No es muy usual que un tipo rico y tan guapo esté dando vueltas y detenga su auto… Luego lo vi con tu prima aquel día conversando y pensé… A lo mejor cambió y ahora le gusta más la prima modelo, ya sabes, tu prima era muy hermosa.
Laura escuchó esas palabras aturdida.
—¿Qué quieres decir? No logro entenderte. Nunca me dijiste que ese hombre fuera al centro por mí ni que estacionaba su auto cerca con frecuencia.
Su amiga sonrió.
—Ni yo me lo creía en realidad. Lo veíamos y pensábamos que en realidad debía llevar a su novia de compras, pero luego vimos que iba solo, después apareció tu prima y él la llevaba en auto a todas partes en su Lamborghini. Pero te miraba a ti… No me mires así, ¿he dicho algo de malo?
—En realidad no. Disculpa, tengo prisa por regresar a casa, estoy cansada.
—Espera, aguarda… Haremos una despedida a Angie que se casa, sí, se casa en unas semanas y habrá streapears y mucha diversión. ¿Quieres venir?
En el pasado había ido a esas despedidas pero en esos momentos no se sentía de humor, y por momentos no quería hacer nada ni siquiera ir al trabajo y ese desánimo la hacía sentir por momentos que ni ella se soportaba.
—No puedo Lina… Es que tengo que estudiar—mintió. Pudo decir trabajar, hacer las tareas de la casa, cualquier cosa pero lo más convincente era debo estudiar. Ojalá pudiera hacerlo, tenía la mente en blanco… Lo único que tenía en la cabeza era César. Se moría por llamarlo, por verlo, oír su voz y cuando volvía a su casa sintió deseos de llorar. Sí, quería llorar. Así que César salía con su amiga, le pagaba con joyas seguramente o le hacía regalos caros, porque Chiara no hacía nada sin tener algún beneficio, sobre todo el sexo.
Y él se lo había negado.
Pero ella había sospechado que había dormido con su prima contratado sus servicios por un tiempo. Bueno ¿y eso qué importaba? Habían terminado, no le debía explicaciones ni… Lo que más detestaba era que él parecía involucrado con ella, al menos la había hecho sentir bien y decía no querer vivir sin ella y todas esas cosas, pero en realidad lo que quería era tener una chica paga que viviera con él.
Bueno tal vez tuviera alguna otra en vista, no habrían de faltarle candidatas, era joven, guapo y muy rico…
No tenía que enojarse, mejor sería que su madre no la viera llorar, no soportaría que le hiciera preguntas, estaba tan malhumorada que temía reñir con ella.