Tuvo una horrible pesadilla y al despertar gritó, porque su hermana estaba en esos sueños y le rogaba que fuera a buscarla, hasta le mostraba el lugar; una mansión con un portón de rosas negras. Conocía esa casa, la había visto antes y hasta podía ver los jardines cubiertos de rosas y…
Bueno, solo había sido un sueño, un sueño tan real…
Le costó mucho salir de la cama y al verse en el espejo del baño; momentos después, se sintió peor. Había tenido un día de perros y una noche peor aún no podía mantenerse en pie ni pensar con claridad.
Su hermana necesitaba su ayuda, su voz en el teléfono, el día que la vio en la casa…
Debía ver a ese hombre y decirle un par de cosas sin perder la calma. Era abogada, sabía negociar y evitar las riñas, era su trabajo… Si es que lograba meterse en ese disfraz de nuevo. ¿Qué abogado demente había redactado esa locura llamada contrato nupcial?
No tuvo fuerzas para salir del cuarto ni para tomar sus maletas pero lo hizo lentamente, paso a paso, desganada… Iba a irse, tomaría un taxi, iría a la estación del pueblo y regresaría a Milán. Pediría ayuda.
Su celular sonó entonces. No conocía el número y pensó que serían los raptores y se sintió enferma.
"Hola preciosa, todavía no te has marchado de Casanova? Tenemos a tu hermanita así que sal ahora y espera instrucciones. Sal de la casa y dirígete al pueblo. Pasaremos por ti. Si no obedeces tu hermana será la diversión de mi hermano, se la dejaré un rato para que se saque las ganas" dijo la desagradable voz.
Y luego se escuchó un sollozo que le paralizó el corazón. Annie, su hermana... Gritaba y pedía ayuda. ¡Desgraciados!
—Iré maldita sea, pero no le hagas nada a mi hermana porque lo lamentarás, ¿has entendido?
—Está bien preciosa, pero si no cumples tu palabra yo tampoco cumpliré la mía. Sal de la casa y ve hasta la Iglesia del pueblo. Allí verás un auto negro, subirás a él enseguida. Y no llames a la policía, si le avisas a alguien tu hermanita será el festín de mi hermano y luego la mataremos.
Angelica tembló, sabía por qué era todo eso. Jamás debió dejar Milán, ahora debería vérselas con esos mafiosos y tenían a Annie,no estaban jugando maldita sea. ¡Y su padre organizando bodas! ¿En qué diablos estaba pensando? Sintió deseos de gritar pero no lo pensó, si la querían a ella la tendrían, no les tenía miedo. Pero ¡mierda, qué liberasen a su hermana!
Salió de su habitación sin llevarse la maleta, y mientras atravesaba los jardines escuchó una voz llamándola. Era su padre.
—¿A dónde vas ahora, Angelica? ¿Acaso regresarás a Milán?—los ojos oscuros y sagaces observaron que no llevaba equipaje alguno, solo una pequeña cartera y también notó que movía su celular, nerviosa.
Estaba nerviosa, tensa, pero no podía quedarse en Casanova.
—Iré al pueblo, necesito comprar algunas cosas, regresaré en seguida—le respondió para que la dejara en paz.
Su padre le gritó algo pero no lo escuchó, debía pedirle a sus hermanos que la llevaran al pueblo y miró a su alrededor nerviosa. No encontró a ninguno cerca y tenía prisa así que decidió ir andando mientras llamaba un taxi.
De pronto vio un auto negro acercarse por una de las calles principales y tembló. ¿Entonces habían ido por ella?
El auto Mercedes Benz negro avanzó a gran velocidad y Angelica estuvo a punto de correr asustada pero no tuvo tiempo a nada, porque un hombre con expresión torva abrió la puerta y la miró con intensidad, rabia. Conocía esa mirada, esos ojos de un tono azul oscuro.
—Buenos días Angelica, ¿vas para el pueblo? ¿Quieres que te lleve?
Ella retrocedió aturdida.
—¿Enrico Visconti? ¿Usted hizo ese contrato?—fue lo primero que salió de sus labios.
Él sonrió.
—Sí preciosa, por eso he venido, porque me han dicho que necesitabas hablar conmigo.
La abogada se sonrojó furiosa. Ella no había dicho eso.
—Luego hablaremos señor Visconti, ahora tengo prisa, debo ir al pueblo... Tienen a mi hermana y la matarán.
Su expresión se suavizó al ver que sus ojos se llenaban de lágrimas. Con el cabello suelto y con esa blusa de volados y falda de jean parecía una colegiala rebelde. Le gustaba más así y no cuando llevaba esas faldas cortas y se contoneaba como gata sexy por las calles de Milán.
—Está bien, sube por favor, te llevaré en seguida—dijo.
Era un hombre amable, educado, varias veces la había llevado como si fuera su chofer a ver a su padre en el hospital. Pero sentía cierto pudor al pensar en todo ese asunto del contrato porque sospechaba que su padre lo había planeado todo.
Viajaron en silencio, ella estaba demasiado angustiada para hablar y fue él quien le dijo;
—¿Leíste el contrato?—el tono era imperativo. Parecía molesto y no podía entender por qué.
—Sí, leí el contrato, pero solo el comienzo. Y quiero preguntarte si tú lo ordenaste o fue mi padre que quiere casarme para ponerme a salvo de la mafia de Alberti.
Él sostuvo su mirada.
—Yo lo hice, ¿crees que alguien me obligaría a casarme con una mujer? ¿Tengo pinta de eso?
La abogada saltó.
—¿Y tú crees que me casaré con un hombre al que ni conozco para salvar a mi hermana secuestrada?
Él sonrió levemente.
—¿Y prefieres que Annie sea subastada como esclava sexual para satisfacer los caprichos de un pervertido? Porque es eso lo que planean para ella, para devolverla exigen una fuerte suma y sabes, no se estila devolver a las jóvenes raptadas. Pero tengo contactos y eso...
—¿Y cómo sabes que será vendida como esclava? Escucha, me han llamado, tienen a Annie y si no me reúno con ellos en la Iglesia la matarán.
Él sostuvo su mirada, imperturbable.
—Escucha preciosa, es una trampa. Han estado llamándote ¿no es así? Quieren atraparte, pero ellos no tienen a tu hermana, te lo aseguro.
—Pero oí su voz en el teléfono y dijeron que...
—Te engañaron, y si vas a esa Iglesia el resultado será que yo podré rescatar a tu hermana pero luego deberé rescatarte a ti y no te gustará quedarte unos días prisionera de esos mafiosos. ¿Quién te llamó? ¿Tienes su número?
Angelica buscó su celular nerviosa.
—¿Y qué demonios debo hacer? ¿Cómo sé que no dicen la verdad?
—Escucha preciosa, los secuestros son para conseguir algo, dinero, venganza... De haberte querido sacar del medio lo habrían hecho mucho antes, ¿no crees? ¿Además qué sentido tiene? La investigación no la manejabas tú, y ahora te han sacado del caso.
¿Cómo diablos sabía eso?
—Sé quién la tiene, he negociado su liberación, pero no lo haré gratis esta vez. Quiero que firmes ese contrato y te cases conmigo.
Detuvo su auto. Estaban a mitad de camino, no podía hacer eso.
—Casarme contigo pero si ni te conozco, te vi dos veces en mi vida.
—Eso no importa, es una boda arreglada entre familia como antes. Hace años que vengo siendo tu perro guardián ¿y qué tuve a cambio? NO buscaba dinero, lo hice por defender mis intereses. Tú debías ser mi esposa cuando cumplieras los dieciocho y te fuiste, huiste de mí.
Ella lo miró aturdida.
—Sí, ya conoces a tu padre. No permite que ninguna de sus hijas se quede sin un esposo, es algo anticuado lo sé pero...
Angelica lo miró con curiosidad. ¿Quién era ese hombre que quería convertirla en su esposa? ¿Y por qué había sido su perro guardián todos esos años?
—¿Y qué harás si me niego? ¿Dejarás que mi hermana continúe raptada? ¿Qué te hace pensar que aceptaré firmar ese horrible contrato?
Él no respondió enseguida.
—No puedes negarte abogada, si te niegas me veré obligado a hacer algo que no deseo.
—¿Así? ¿Y qué harás? ¿Tanto deseas dormir conmigo? ¿Y para dormir conmigo debes elaborar un contrato y fingir una boda?
Esas palabras lo enfurecieron, pero no era un hombre temperamental.
—Si solo hubiera querido dormir contigo habría hecho otro acuerdo preciosa, pero estoy harto de ver cómo otros disfrutan de lo que es mío por derecho. Porque tu padre me dio su palabra, y la palabra de un hombre vale todavía aquí en el sur. Yo salvé Casanova de la ruina, salvé a tu madre y tú serás el pago preciosa.
Ella sonrió tentada, pero no se reía, solo pensaba que ese tipo o estaba mal de la cabeza o su obsesión era casi enfermiza. Claro, sus piernas, su escote... Debía creer que era una fiera en la cama y que lo llevaría a un paraíso sexual.
—Tú no me conoces, Visconti. No sabes nada de mí. Yo sabía algo de esta boda sí, mi padre solía decir que me encontraría un marido rico y con temple para doblegarme y darme algunas nalgadas cuando fuera necesario. Y creo haberte visto en las fiestas familiares, la forma en que me mirabas... Pero hay algo que no entiendo muy bien...Si querías salir conmigo y divertirte un poco, si yo te gustaba tanto al extremo de pedirme como premio ¿por qué no te acercaste a mí antes, en Milán? En vez de cuidarme como perro guardián cómo has dicho recién.
Él no respondió y su celular sonó. De nuevo el maldito hombre exigiendo que fuera a la Iglesia.
—¿Estás en Casanova, preciosa?—quiso saber.
Enrico tomó el teléfono y ella lo cedió, nerviosa.
—Escucha imbécil, deja de llamar a la señorita Roselli, es mi prometida sabes y si vuelves a importunarla te las verás conmigo y ten por seguro que eso no te gustará.
La voz dijo algo, ella no pudo escucharlo.
—Tengo tu número y puedo hacer preguntas, estás hablando con Enrico Visconti imbécil, no lo olvides.
Angelica se puso histérica. Dijo que iban a violar a su hermana y que luego...
—Annie no lo resistirá, no es más que una niña, por favor. Debo ver a esos malditos—estalló.
Él se mantuvo muy calmo.
—Firma ese contrato y cásate conmigo Principessa, y tendrás de regreso a tu hermana y ya no deberás preocuparte por esos cretinos que han estado acosándote. Hace tiempo que estás en la mira Angelica y esto continuará, el rapto fue solo el comienzo.
Ella secó sus lágrimas, estaba vencida y lo sabía pero diablos, no se rendiría tan fácilmente.
—Primero que regrese mi hermana sana y salva, luego firmaré ese maldito contrato—exigió.
Enrico sonrió, sabía que había vencido, que tendría aquello por lo que tanto había esperado... A ella.
Visconti cumplió su palabra y ese mismo día, al anochecer Annie regresó y lo hizo acompañada de Pietro, los habían raptado cuando huían juntos. Pero estaban bien, como si hubieran ido de paseo a algún lado... Solo él parecía nervioso, Annie estaba como si nada ¡Después que los había hecho pasar tantos nervios!
Su familia entera rodeó a la pareja mientras daban las gracias a Enrico, él héroe...
Cuando todo se hubo calmado, Enrico se le acercó y dijo que la esperaba mañana a la nueve en Rosanegra para firmar sin falta el contrato. Podía leerlo con calma esa noche, él le había dejado una copia. Ella se sonrojó furiosa. No iba a casarse con ese hombre, no lo haría ni firmaría ese contrato.
—Recuerde que dio su palabra y yo cumplí con la mía señorita—agregó entonces como si leyera sus pensamientos.
Angelica no respondió