26. BOMBAS
–Garza, ¿estás bien? –me preguntó Unai cuando ya estaba debidamente distanciada, supuestamente segura.
Cerré los ojos, que para mí es un claro mensaje de «paso-de-hablar-del-tema». Pero así, con los ojos cerrados, pensé (con los ojos cerrados se piensan cosas diferentes que con los ojos abiertos, esa es una de las mariteorías de Pinilla). Y pensé que en el fondo del autobús, en mi misma posición, junto al pasillo, estaba Lucas, que era mi… mi… Vale, sí, ya no puedo seguir intentando engañarme a mí misma, ni a ti. Tú ya sabes la VERDAD: Lucas era el chico que no me quería. Y sentada al lado del chico que no me quería, en la ventanilla, alineada con Unai, estaba Natalia, que era la chica que no le quería. Y varias filas más adelante, ahí estábamos los dos juntos: Unai, el niño que no tenía padre, y yo, que no tengo abuela; Unai construyendo versiones redentoras de la muerte de su padre, y yo, sin ganas de hablar. Y sin embargo, sentía que a Unai le debía algo más que mi enfurruñamiento.
–Lo siento –dijo Unai.
–¿El qué? –le pregunté yo.
–Lo de ayer, lo de Lucas y Natalia. Tuvo que caerte como una bomba.
Me imaginé que Pinilla y Zaera le habrían contado lo que había pasado entre Lucas y yo el sábado en el Maracaná, y la forma en que me había vuelto a hacer ilusiones como una imbécil.
–Sí, una bomba –murmuré.
–Pero no hubo muertos –dijo Unai muy serio.
–No, no hubo muertos –dije yo, y por primera vez lo miré, y hasta conseguí poner una mueca que parecía una sonrisa, porque después de todo apreciaba que Unai hiciera ese esfuerzo por animarme en vez de dedicarse, como yo, a sentirse infinitamente desgraciado.
Y en ese momento pensé lo fácil que era siempre escribir :) o poner y lo difícil que era a veces hacer ese gesto.
Y algo así debía de pensar Unai, porque no sonreía en absoluto. Al revés, se puso aún más serio. Si antes estaba algo así como , ahora era más bien como . Pero entonces me sorprendió diciendo:
–Vaya.
Parecía decepcionado.
–¿Cómo que vaya? Si no hay muertos, mejor.
–No es mejor, Garza –y luego se volvió hacia la ventanilla y dijo sin mirarme–. Tú necesitas un muerto. No puedes seguir pensando en Lucas. Es como vivir colgada de un zombi. Lo que tienes que hacer con Lucas es matarlo del todo antes de que te coma el cerebro. Mátalo, Garza.