Agradecimientos
Seis años escribiendo un libro es mucho tiempo. Una enorme cantidad de gente me ha ayudado en el camino.
En primer lugar, gracias a mi editora, Amy Einhorn. Resulta difícil saber por dónde empezar, la verdad. Tengo tanto por lo que estarle agradecido: por rechazar el primer manuscrito de esta novela con una gracia y candor tan generosos; por leérselo de nuevo pasados doce meses; ¡por cambiar de opinión! Por su guía de una intuición brillante durante las constantes reescrituras que siguieron; por ser una editora que edita de verdad; por el título, y, sobre todo, por su fe en la historia que yo quería contar. Gracias, Amy. Es cierto que las palabras no son mucho, pero son lo único que poseo.
Estaré agradecido por siempre a mis agentes, Bruce Hunter y Andrew Gordon en Londres, y Emma Sweeney en Nueva York, por su tranquila administración, paciencia infinita y excelentes consejos durante el proceso de publicación.
Gracias a mi cuarteto de ángeles lectores: Christina George, Jennifer Perlow, Elaine Johnson y Allison Smythe. Me han ofrecido un apoyo y ánimo incalculable, y unas críticas sagaces que me auparon y me apremiaron cuando las cosas se ponían duras. Todos los escritores deberían tener la misma suerte.
Otras menciones de honor: gracias a Nancy Woodruff, por invitarme a aquella fiesta; y a Chris Teeter, por poner el nombre a Buck Gunn. Gracias, como siempre, a Richard Lewis y Louis Barfe. La geografía ha dificultado un poco las cosas últimamente, pero siempre ayuda saber que están ahí, aunque sea lejos. Y doy las gracias a mis amigos de Misuri que han conseguido que me sienta en casa durante los últimos nueve años, a pesar de mi divertido acento.
Mis más sentidas gracias a mis padres, Alison y Julian George, por su amor y fuerza, nuevos pozos en los que sigo descubriendo cosas.
Este libro se lo dedico a mi querida Catherine; ella y su herma no Hallam son los niños más divertidos, adorables y maravillosos que un padre podría desear. No tengo palabras para describir lo agradecido que estoy por tenerlos.
Y gracias a Charlotte Ross, por las traducciones del italiano, por la ópera, y por toda la música.