Capítulo 15
Despedidas

Veinticuatro horas después de que Han y Chewie hubieran llevado el Bria de regreso a Nar Shaddaa, intacto salvo por la montura artillera y una sección del escudo de popa bastante debilitada encima de la bancada motriz, Han y Xaverri estaban en la plataforma de descenso barrida por los vientos, inmóviles junto a la rampa de acceso del Fantasma. Salla y Chewie los habían acompañado durante la mayor parte del camino, pero luego se habían quedado discretamente rezagados para que tuvieran una oportunidad de poder despedirse en privado.

Han miró a Xaverri, que había vuelto a ponerse su abigarrado atuendo de ilusionista, y meneó la cabeza.

—Odio las despedidas —dijo con voz entristecida—. Nunca sé qué decir, y ésta todavía va a ser peor de lo habitual. ¿Cómo voy a encontrar palabras con las que agradecerte todo lo que has hecho, Xaverri? Tu ilusión nos salvó. Sin ti nunca habríamos podido conseguirlo.

La ilusionista le sonrió, sus oscuros ojos llenos de afecto.

—Eh, Solo... No me lo habría perdido ni por todos los créditos de la galaxia. Lo único que lamento es no haber podido estar en el puente de alguno de esos navíos imperiales para ver su reacción.

Han se echó a reír.

—Tuvieron que llevarse una buena sorpresa, de eso puedes estar segura. —Un impulso repentino le hizo extender los brazos y tomarle las manos, y un instante después se encontró estrechándola apasionadamente contra su cuerpo—. Voy a echarte de menos —dijo, con la voz ahogada por los cabellos de Xaverri—. Volviste a aparecer justo cuando pensaba que me había acostumbrado a vivir sin ti..., y ahora tendré que volver a empezar partiendo de cero. No es justo, Xaverri.

Cuando retrocedió unos centímetros, Xaverri se puso de puntillas y le besó en la boca.

—No te preocupes —dijo, sonriendo—. A Salla no le importará. Esa dama tiene mucha clase.

—Cierto —admitió Han—. Ella y yo tenemos una forma de pensar muy parecida.

Xaverri asintió.

—Espero que seáis felices, Solo. Cuidad el uno del otro, ¿de acuerdo? Han asintió.

—Y tú... Bueno, cuídate.

—Lo haré, Solo. No me olvides...

—Nunca —dijo Han, sintiendo que se le formaba un nudo en la garganta—. Nunca podré olvidarte, Xaverri.

Xaverri retrocedió, y Han bajó los brazos. La ilusionista subió corriendo por la rampa de acceso, entró en su nave y no miró atrás...

Tres días después de la batalla de Nar Shaddaa (como estaba empezando a ser conocida por todos), Han, Chewie, Salla y Lando asistieron a la boda de Roa. El veterano contrabandista ya casi se había recuperado de sus heridas, gracias a una larga inmersión en un tanque bacta, y Lwyll estaba radiante con su elegante vestido nuevo.

Casi todo el mundo sabía que los cuatro contrabandistas habían jugado un papel decisivo a la hora de invertir el curso de la batalla en favor de Nar Shaddaa, y Han y sus amigos fueron las estrellas de la fiesta. Fueron de un lado a otro engullendo aperitivos, bebiendo una copa detrás de otra, estrechando manos y siendo felicitados por todos aquellos con los que se tropezaban.

Lando fue hacia Roa y deslizó un brazo sobre los hombros del veterano contrabandista.

—Tengo entendido que abandonar el negocio del contrabando ha sido una de las condiciones que te impusieron para que esta boda pudiera llegar a celebrarse, Roa —dijo.

—Así es.

—Bueno, en ese caso vas a necesitar un empleo honrado. ¿Te gustaría trabajar para mí?

—¿Haciendo qué?

Lando se echó a reír.

—¡No pongas esa cara de suspicacia! Podrías ocuparte de mi depósito de naves espaciales usadas. Voy a hacer un largo viaje por toda la Centralidad, y necesito a alguien de confianza que pueda ocuparse del negocio mientras yo esté fuera.

Roa se lo pensó durante unos momentos.

—Bueno... ¡Pues claro que sí! Creo que me gustará ese trabajo. Gracias, Lando. ¿Y por qué te vas? ¿Estás planeando algo?

—Vuffi Raa y yo volveremos a la Centralidad porque tengo la corazonada de que puedo ganar una fortuna en muy poco tiempo transportando cargamentos a esos pobres planetas atrasados. Y... —Lando sonrió, y se acarició su incipiente bigote—. Bueno, si eso no da resultado, siempre me quedarán los casinos del sistema de Oseón. Creo que unas cuantas sesiones prácticas de sabacc no me irían nada mal. Si no juegas, acabas oxidándote. Las partidas que se celebran en Nar Shaddaa son más bien insignificantes. Necesito un poco de acción con apuestas realmente elevadas para poder acceder a las partidas donde se juega en serio.

Han, que pasaba junto a ellos, se detuvo en cuanto oyó lo que estaba diciendo Lando.

—¿Partidas de sabacc? ¿Apuestas realmente elevadas? ¿Qué está pasando aquí? ¿Quién necesita mejorar su juego?

Lando se rió.

—Yo. Si consigo reunir el dinero necesario, pienso tomar parte en el gran campeonato de sabacc que se celebrará en Bespin dentro de seis meses. La inscripción cuesta diez mil créditos.

—¡Diez mil ,créditos! —Han dejó escapar un suave silbido—. Sí, no cabe duda de que eso es una auténtica partida.

Lando miró a su amigo y le sonrió.

—Eh, Han... Eres un jugador bastante bueno, ¿no? Deberías empezar a pensar en reunir el dinero de tu inscripción.

Han meneó la cabeza.

—¡Ni lo sueñes!

—Por qué no?

—¡Porque conozco mis limitaciones! —replicó Han—. Si consiguiera reunir diez mil créditos, me los gastaría en pagar la entrada de una nave propia.

—De acuerdo, pero podrías ganar el dinero suficiente para comprar una nave —observó Lando.

—No tengo tanta suerte —dijo Han.

—Oh, Han, vamos... —le apremió Lando—. Podrías reunir esa suma. —Miró a Chewbacca—. Chewie te los prestaría. ¿Verdad que lo harías, Chewbacca? Han es tu mejor amigo, ¿no?

Chewbacca dejó escapar un gruñido muy elocuente, y después meneó la cabeza en una enfática negativa.

Han se rió.

—¡No es lo bastante buen amigo para arriesgar diez mil créditos, Lando!

Durga el Hutt estaba hecho un ovillo junto al trineo repulsor de su progenitor, desgarrado por el dolor mientras contemplaba cómo los androides médicos y Grodo, el médico hutt, luchaban denodadamente para salvar a Aruk. Pero incluso él podía ver que sus esfuerzos estaban condenados al fracaso.

Aruk se había desplomado hacía tan sólo unos minutos, jadeando de dolor, gimiendo y vomitando para acabar padeciendo terribles espasmos. Hasta aquel entonces Durga nunca había sentido la desesperada impotencia que experimentó durante los momentos en los que tuvo que ver cómo su progenitor se aferraba a la vida y al aliento.

Aruk el Hutt siempre había sido fuerte..., y muy tozudo. Tardó cuatro horas en morir, cuatro horas de agonía llena de dolor. Durga permaneció inmóvil junto a él todo el tiempo, esperando contra toda esperanza que su progenitor recuperase el conocimiento..., pero Aruk nunca llegó a hacerlo.

Durga sintió un gran alivio cuando el palpitante corazón del líder del clan Besadii acabó decidiendo darse por vencido, pero el que su progenitor por fin se hubiera visto libre de aquellos horrendos dolores no impidió que Durga se sintiera terriblemente afectado por su muerte. No sólo había perdido a su padre, sino que también había perdido a su mejor amigo.

Estrechó la fláccida mano de Aruk entre sus dedos y contempló los hilillos de babas verdosas que brotaban de la boca aflojada por la muerte y supo, sin saber cómo lo sabía, que en realidad aquella muerte era un asesinato.

¿Quién era el responsable?

¿Quién si no el clan Besilijic se vería beneficiado por la muerte de Aruk?

Durante varios días Durga apenas comió y se fue arrastrando de un lado a otro como un espíritu perdido, demasiado destrozado por el dolor para poder comportarse de una manera racional. Se negó a permitir que el cuerpo de su progenitor fuese enterrado. Aunque las distintas pruebas y análisis del contenido del estómago llevados a cabo por el médico indicaron que no había ningún veneno y que el líder hutt había muerto debido a causas naturales, Durga estaba convencido de que su progenitor había sido asesinado. Hizo que el gigantesco cadáver de Aruk fuera congelado, y decidió contratar a un equipo de especialistas forenses del centro Imperial para que llevara a cabo una concienzuda autopsia tan pronto como la situación se calmara un poco.

El kajidic del clan Besadii sufrió una larga serie de convulsiones. Dos facciones acabaron emergiendo, la pro-Durga y la anti-Durga. Durga tomó ciertas medidas para consolidar su poder. Se puso en contacto con un temible sindicato del crimen, el Sol Negro, dirigido y controlado por el poderoso príncipe Xizor, y le explicó al príncipe los beneficios mutuos que sus organizaciones podían extraer de su colaboración.

A lo largo de las tres semanas siguientes, tres poderosos líderes del clan Besadii murieron: dos perecieron al estrellarse sus lanzaderas, y el tercero se ahogó cuando su barcaza fluvial chocó con una roca que no aparecía en los mapas y se hundió.

Después de aquello, la facción anti-Durga apenas si volvió a abrir la boca.

Mientras esperaba la llegada de los especialistas forenses del Centro Imperial, Durga redactó una lista de posibles sospechosos. Tenía que haber alguna pista oculta en algún lugar que le permitiera descubrir quién había asesinado a Aruk..., y cómo lo había hecho.

Durga decidió empezar con los registros financieros. Siendo un hutt, poseía una comprensión intuitiva de todo lo relacionado con las finanzas y los beneficios, Inspeccionaría la situación financiera de cada miembro del clan Desilijic, y luego haría lo mismo con los del clan Besadii y, finalmente, con los de los otros clanes. Buscaría alguna clase de pauta. Si sabías cómo percibirla, siempre había alguna pauta oculta en las finanzas...

Poco a poco, día a día, el joven líder hutt fue encontrando las fuerzas necesarias para seguir adelante sin su progenitor.

»Alguien pagará por esto —se juraba cada mañana cuando contemplaba el holograma de Aruk que adornaba la pared de su cámara—. Y lo pagará muy caro...»