Capítulo 13
Haciendo magia
Han, Chewbacca y Salía Zend se encontraban en la plataforma barrida por los vientos y contemplaban cómo la rampa del Fantasma iba surgiendo del casco de la nave. Unos instantes después una figura de larga cabellera negra apareció en la escotilla y empezó a bajar por la rampa. La mujer —pues se trataba de una mujer— vio a Han y le saludó agitando la mano.
—Es ella. ¡Vamos! —te dijo Han a Salla.
Chewie ya estaba avanzando hacia la rampa, gruñendo un afable saludo.
—¡Solo! —gritó la recién llegada—. ¡Chewbacca!
—¡Xaverri! —la saludó Han a su vez, echando a correr hacia ella mientras pensaba en lo mucho que se alegraba de volver a verla.
Cuando se encontraron Han la cogió por los hombros, pero Xaverri le rodeó con los brazos y lo estrechó contra su pecho. Han le devolvió el abrazo, pero prefirió ser cauteloso y la besó en la frente en vez de en la boca. Después de que Xaverri hubiera saludado a Chewie con un gran abrazo y un restregón de cabezas al estilo wookie, la ilusionista se volvió nuevamente hacia Han y Salla.
—Quiero presentarte a Salla Zend, Xaverri —dijo Han mientras las dos mujeres se contemplaban en silencio—. Xaverri, ésta es Salla, contrabandista y experta en mecánica.
—Hola. ¡Encantada de conocerte! —dijo Salla, ofreciéndole la mano.
—Es un placer —dijo Xaverri, aceptando su mano y estrechándola—. Cualquier amigo de Solo es amigo mío.
Han se sentía terriblemente incómodo. «Es la primera vez que una de mis novias conoce a otra», pensó. El corelliano se preguntó si Xaverri querría reanudar su relación en el punto en el que la habían interrumpido hacía unos meses. Sabía que Salla se mostraría ferozmente en contra de esa idea.
«Pero... Eh, no soy de su propiedad —pensó, poniéndose a la defensiva casi sin darse cuenta de lo que hacía—. No es como si estuviéramos casados ni nada por el estilo, ¿verdad?»
Aun así, Han se aseguró de que echaba a andar al lado de Salla después de que hubiera recogido la bolsa de viaje de Xaverri y los cuatro empezaran a atravesar la pequeña llanura de permacreto de la pista de descenso.
Un rato después le estaba explicando su plan a Xaverri mientras disfrutaban de unas rebanadas de pan blanco y unos canapés de queso y traladón.
Cuando Han hubo acabado de hablar, vio que Xaverri le estaba mirando fijamente.
—A ver si lo he entendido bien, Solo —dijo la ilusionista—. Quieres que cree una ilusión holográfica que muestre a toda una flota de naves de los contrabandistas lanzándose sobre esos navíos de primera línea de la flota imperial. Y además quieres que la ilusión sea lo suficientemente real, y que dure el tiempo suficiente, para que las naves de los imperiales se desvíen de su curso y empiecen a disparar contra esa flota inexistente. ¿Lo he entendido bien?
—Sí, desde luego —dijo Han.
Mientras oía exponer su plan a Xaverri, el corelliano por fin se había dado cuenta de lo que le estaba pidiendo que hiciera. Xaverri nunca había creado una ilusión de aquella escala, y probablemente nadie lo había hecho jamás.
Xaverri meneó la cabeza y sus largos cabellos negros se deslizaron sobre sus hombros.
—No es mucho pedir, ¿eh, Solo?
—Eh, considéralo como un desafío —dijo Han, intentando sonreír—. ¡Será la mayor ilusión de toda tu carrera!
—Una ilusión holográfica requiere proyectores —murmuró Xaverri—. ¿Qué podemos utilizar para proyectar la ilusión que me estás pidiendo que cree?
—He pensado que podríamos usar todos los proyectores tridimensionales de los casinos —le explicó Han—. Ya sabes, los que utilizan cuando proyectan espectáculos sobre las pantallas de las zonas de juego para que la gente pueda entretenerse viéndolos mientras pierden hasta la camisa...
Xaverri frunció el ceño.
—Quizá sirvan —dijo—. Pero aun suponiendo que consiguiéramos crear las imágenes de esa flota, los sensores de los imperiales enseguida les dirían que se trataba de una ilusión. No harían ningún caso de ella.
—Tal vez podríamos interferir sus sensores —sugirió Salla—. Después de todo, no hay que olvidar que podemos bloquear las transmisiones de salida. ¿No existe alguna forma de que podamos bloquear las transmisiones que reciben?
La ilusionista estaba mirando fijamente a los dos contrabandistas con los ojos muy abiertos.
—Me parece que acabo de tener una idea... —dijo.
Han se inclinó hacia adelante.
—¿Sí? ¿Qué crees que podríamos hacer?
Xaverri tomó un sorbo de su bebida y reflexionó durante unos momentos antes de volver a hablar.
—Creo que tal vez podríamos usar las boyas del control de tráfico para enviar datos falsos a los imperiales —dijo—. De esa manera vedan la ilusión holográfica... ¡al mismo tiempo que sus sensores les proporcionaban datos que les dirían que lo que estaban viendo era real!
—¡Estupendo! —exclamó Salla, visiblemente excitada—. ¡Parece la solución perfecta!
Xaverri le sonrió.
—Pero necesitaré mucha ayuda para crear esa clase de engaño. Expertos en programas para que me ayuden a reprogramar las boyas del control de tráfico, técnicos para que modifiquen los proyectores... ¿Conoces a unos cuantos programadores y técnicos que sean realmente buenos?
Salla le devolvió la sonrisa y, cediendo a un impulso repentino, extendió la mano hacia ella. Xaverri hizo lo mismo y las dos mujeres se estrecharon la mano por encima de la mesa.
—Puedes apostar a que sí, Xaverri —dijo la contrabandista—. Shug y yo te ayudaremos.
Chewbacca dejó escapar un potente rugido que hizo que un androide de servicio que pasaba junto a ellos dejara caer una bandeja llena de platos y se apresurara a huir hacia la cocina.
—Chewie dice que también puedes contar con él —tradujo Han con una sonrisa—. Xaverri... Eh... Bueno, sé que probablemente habrás renunciado a una gira muy lucrativa para venir aquí y ayudarnos. Quiero que sepas que te lo..., que todos te lo agradecemos.
—Es una ocasión de darle duro a los imperiales justo allí donde más les duele, Solo —dijo la ilusionista—. ¿Cómo iba a pasarla por alto?
Cuando Han y Chewie fueron a la prometida gran reunión de información para sus pilotos de combate, se encontraron con que la mayoría de los pilotos y tripulaciones de los contrabandistas ya estaban reunidos en el auditorio del Castillo del Azar. Mako ya se encontraba en el escenario, e intercambiaba bromas y burlas con su público. Cuando vio a Han y Chewie, el veterano contrabandista golpeó el atril con los nudillos para atraer la atención de su público.
—¡Bien, chicos, escuchadme todos! —gritó.
El silencio descendió sobre el auditorio.
—Escuchadme con atención, pandilla de vagabundos del espacio —dijo Mako, y el orgullo y el afecto que había en su voz mientras contemplaba a sus tropas eliminaron cualquier posible efecto ofensivo que hubieran podido tener sus palabras—. Quiero que me escuchéis atentamente, porque vuestras vidas y las vidas de todos aquellos con los que vais a volar pueden estar en juego dentro de muy poco.
Mako hizo una pausa y recorrió a la pequeña multitud con la mirada hasta estar seguro de que había conseguido atraer toda su atención.
—Voy a explicares lo que haremos para sacar nuestro pequeño conejo del sombrero mágico —siguió diciendo—. No podemos estar seguros de cuándo atacarán los imperiales, pero tenemos una idea bastante clara de cuál es el plan de batalla que utilizarán. ¿Por qué? Pues porque la Armada Imperial cuenta con planes de batalla estándar para prácticamente cualquier tipo de situación imaginable, y porque los imperiales han sido adiestrados para seguir esos planes ocurra lo que ocurra. Nuestro viejo amigo Han fue oficial imperial, y puede confirmar lo que os estoy diciendo. ¿No es así, Han?
Han salió al escenario y asintió enfáticamente.
—¡Mako tiene razón! —aseguró, gritando porque su voz no era amplificada de la manera en que sí lo era la de Mako.
El veterano contrabandista llamó al corelliano con un gesto de la mano para que viniera a compartir el estrado, y Han así lo hizo.
—El plan estándar para este tipo de operación fija un punto de cita y despliegue bastante alejado del objetivo. Si tenemos suerte, captaremos a los imperiales en nuestros sensores. Si no, quizá tengamos que subir corriendo a nuestras naves. ¿Está preparado todo el mundo para hacer eso?
La multitud de contrabandistas respondió con un grito colectivo, asegurando que estaba preparada.
—Estupendo —dijo Han—. Bien, los imperiales se desplegarán y quizá dediquen algún tiempo a resolver cualquier problema que haya podido surgir en el último momento. Después deberían efectuar un microsalto a través del hiperespacio, con lo que aparecerán bastante cerca del otro lado de Nar Shaddaa, pero fuera del alcance de nuestro armamento. Para aquel entonces, ya habremos subido a nuestras naves y habremos despegado. Cada nave irá al punto del anillo de restos y basura que le haya correspondido como escondite o se perderá entre el tráfico espacial regular. Un par de los cazas más pequeños de que disponemos, como el Lwyll pilotado por Roa, llevarán a cabo vuelos de reconocimiento. Las naves más grandes emitirán códigos falsos, y los cazas estarán o en las bodegas de carga de los cargueros de mayor tonelaje o adheridas a sus cascos mediante las abrazaderas magnéticas. Los demás sólo seremos inocentes navegantes del espacio, y nos mostraremos adecuadamente aterrorizados en cuanto los imperiales hagan acto de presencia. ¿Entendido, pandilla?
—¡Sí! ¡De acuerdo! —gritaron todos, encantados con la idea de engañar a la arrogante Armada Imperial.
Mako volvió a tomar la palabra.
—Una vez terminada esa fase del plan, los imperiales enviarán a sus piquetes para que echen un vistazo por la zona.
Uno de los capitanes de la primera fila agitó una pata llena de garras.
—¿Qué es un piquete, Mako?
Han y Mako intercambiaron una rápida mirada y suspiraron.
—Lo siento —dijo Malta después—. Los piquetes son las naves de reconocimiento más grandes y sus cazas TIE de reconocimiento, ¿de acuerdo? Esperamos que probablemente haya dos naves de reconocimiento de gran tamaño, probablemente cruceros ligeros de la clase Galeón. Cada uno de ellos puede transportar hasta un máximo de cuatro cazas TIE de reconocimiento. Ese contingente de naves es lo que llamamos piquetes. ¿Ha quedado claro?
—¡Sí! —gritó el contrabandista.
Los labios de Mako se curvaron en una sonrisa malévola.
—Los imperiales no esperan encontrarse con ninguna clase de resistencia organizada por nuestra parte, y no queremos que se lleven una desilusión. ¿Verdad que no, amigos míos?
—¡No! —gritaron los contrabandistas.
—Veo que todos estamos de acuerdo en eso. Queremos que los imperiales se queden justo en el sitio en el que queremos que estén, ¿verdad?
—¡Sí!
—Perfecto. Para conseguirlo, tenemos que enseñarles exactamente lo que esperan ver. De esa manera podremos predecir lo que harán, porque seguirán esas normas básicas y esos criterios de guía imperiales de los que os he hablado hace unos momentos. Cuando el almirante imperial envíe a sus naves de reconocimiento primero y a sus navíos de escaramuza después, cosa que ocurrirá pocos minutos después de que las naves de reconocimiento se hayan adelantado, esperará que creamos que ése es el gran ataque al que tenemos que enfrentarnos. “El almirante se quedará atrás con sus gigantescos navíos de primera línea agrupados en esa preciosa cuña que prescriben los reglamentos, y esperará que esa pandilla de idiotas desorganizados a la que tiene que aniquilar salga al espacio con todas las naves de las que disponga, dado que no somos lo suficientemente listos para saber que existe algo llamado reservas. Ese almirante piensa que creeremos que los piquetes de reconocimiento, las naves de la clase Galeón, y las naves de escaramuza, muy probablemente corbetas del servicio de aduanas, son toda la fuerza de ataque de que dispone.”
—¡Les demostraremos que no somos idiotas! —chilló un contrabandista desde las últimas filas.
—Eso es exactamente lo que vamos a demostrarles. Lo que vamos a hacer es conseguir que parezca que hemos lanzado todas las fuerzas de que disponemos contra las primeras naves imperiales que se aproximen a Nar Shaddaa. Ese contingente estará formado por las naves de reconocimiento de las que os he hablado y, aproximándose más despacio, luego vendrán las naves de escaramuza. Ahora mirad hacia aquí y os mostraremos lo que va a ocurrir.
Mako dirigió una inclinación de cabeza a Han, y el corelliano empezó a hablar mientras Mako utilizaba una imagen holográfica y un puntero sobre la gigantesca pantalla tridimensional para explicar el plan de batalla a sus tropas.
—Bien, como podéis ver gracias al diagrama de Mako —dijo Han—, vamos a dividir nuestras fuerzas en dos grupos, el Elemento del Primer Ataque y el Elemento del Ataque Principal. El Elemento del Primer Ataque estará formado por todas las naves. pequeñas que carecen de armamento excepcionalmente pesado, más un par de los capitanes mercenarios al mando de esas patrulleras del servicio de aduanas modificadas. Ahora quiero que me escuchéis con mucha atención, porque voy a leer los nombres de las naves y los capitanes del Elemento del Primer Ataque mientras Mako va haciendo aparecer vuestros nombres en el diagrama.
Han leyó la lista.
—Ya está —dijo en cuanto hubo acabado—. Antes de que hayamos terminado esta reunión, todos sabréis adónde tenéis que ir, qué tenéis que hacer y cuándo tenéis que hacerlo. Tal como hemos dicho, lo que vamos a hacer hoy es mostraros qué papel interpretaréis en la Gran Imagen Global.
Mako le pasó el puntero y volvió a dirigirse a la multitud.
—Y ahora hablemos del Elemento del Ataque Principal. Estará formado por todas nuestras naves grandes, más los cargueros con armamento pesado y los escuadrones de cazas estelares. Disponemos de seis alas Y, unos cuantos cazas del tipo Capa y varios tipos de Cazadores de Cabezas Z–95. Voy a leeros la lista.
Mientras Mako iba leyendo la lista de las naves que compondrían el Elemento del Ataque Principal, Han fue aumentando las dimensiones de la imagen holográfica. La gigantesca pantalla principal del auditorio del casino no tardó en mostrar un. complicado diagrama formado por trazos y líneas de distintos colores salpicadas por las representaciones tridimensionales de las naves.
—Ahora todo el mundo sabe a qué Elemento de Ataque pertenece. ¿Hay alguien que todavía no sepa a qué contingente pertenece?
Unos cuantos recién llegados alzaron sus manos, patas o tentáculos y fueron rápidamente asignados a uno de los dos lamentos. Después Mako siguió hablando.
—Como indica su nombre, el Elemento del Primer Ataque atacará en primer lugar. ¡No rompáis las parejas que os hemos asignado, por favor! ¡Dos naves pueden cubrirse la una a la otra, y siempre resultan el doble de efectivas que dos naves que luchen por su cuenta!
Han se inclinó sobre el atril.
—Y hay una cosa más que no quiero que olvidéis: todos deberéis tener mucho cuidado con las baterías turboláser de los cañones imperiales. Si os encontráis dentro del radio de alcance de los navíos imperiales más grandes, procurad mantener una pauta continua de maniobras evasivas. ¿Ha quedado claro?
—!Sí! —gritaron los pilotos.
Mako siguió hablando.
—Bien, amigos contrabandistas, quiero que recordéis que esas naves de reconocimiento y esos navíos de escaramuza imperiales llegarán acompañados por docenas de cazas TIE. Esos cazas son realmente muy, muy rápidos, y tienen unos cañones láser bastante buenos, pero son frágiles. Un buen impacto directo basta para hacerlos pedazos. Son demasiado rápidos para que podáis centrar las miras sobre ellos, así que tendréis que disparar más o menos a ojo. Tomaos vuestro tiempo y escoged bien vuestros objetivos. La mayoría de vuestros cargueros disponen de alguna clase de arma que puede disparar hacia atrás, por lo que deberéis utilizar ese armamento para mantener alejados a los TIE mientras intentáis acabar con los piquetes. ¿Me vais siguiendo?
—¡Sí! —gritó la multitud—. ¡Acabaremos con esos TIE!
—¡Bien! Recordad que por el momento todavía estamos en las primeras fases de la batalla. Atacaremos a esos piquetes de reconocimiento empleando lo que los imperiales creerán son todas las fuerzas de que disponemos. Con un poco de suene, conseguiremos dejar fuera de combate a esos piquetes imperiales y a unos cuantos TIE de reconocimiento, y puede que incluso logremos dejar incapacitados a un par de navíos de la clase Galeón..., a pesar de que Latido no apostaría ni un crédito por nuestras posibilidades de conseguirlo.
Mako esperó hasta que la carcajada general provocada por su observación se hubo disipado.
—Eh, Lando, ¿qué probabilidades de vencer nos has adjudicado? —le gritó uno de los contrabandistas al joven jugador.
Han volvió a tomar la palabra.
—En algún momento de esta fase el comandante imperial ordenará a sus navíos de escaramuza más ligeros que inicien un ataque a máxima velocidad, porque pensará que ya ha visto todas las fuerzas de que disponemos y decidirá que ya puede acabar con nosotros. Probablemente mantendrá en reserva a los grandes cruceros, ya que planeará hacer que entren en acción cuando se disponga a bombardear Nar Shaddaa. Cuando los piquetes y los navíos de reconocimiento entablen combate con vosotros, lo más importante es que todo el mundo se mantenga en la posición asignada. Ése es el momento en el que tendréis vuestra oportunidad de darles duro desde un lado para sobrecargar un escudo. Después una de las dos naves de la pareja de combate podrá causarles algunos daños, ¡y después las dos naves se alejarán a toda velocidad! Los que dispongáis de misiles o torpedos podréis causar daños realmente serios a esas corbetas ligeras del servicio de aduanas.
Han se puso muy serio y contempló a sus tropas durante un largo momento.
—A esas alturas la situación ya se habrá vuelto realmente confusa, chicos —siguió diciendo—. Las naves civiles que se hayan visto atrapadas en la batalla estarán intentando huir, y salvo los cazas, todas nuestras naves ligeras estarán luchando con los imperiales. ¡No perdáis de vista la imagen general de la batalla! ¡Mantened vuestras posiciones! Aseguraos de que siempre haya alguien que esté escuchando las transmisiones de la unidad de comunicaciones para pasaros las instrucciones que se vayan dando, porque puede que tengamos que trasladaros a otra posición distinta de la que os habíamos asignado en un principio. ¿Lo habéis entendido?
—¡Sí, lo hemos entendido! —gritaron unas cuantas voces.
Han puso cara de perplejidad y se llevó una mano a la oreja.
—Eh, no sé si me estoy quedando sordo o si es que me estoy haciendo viejo. ¡Os he preguntado si lo habíais entendido, chicos!
—¡Sí! ¡Lo hemos ENTENDIDO! —gritaron los contrabandistas, y esta vez la respuesta se pudo oír con una ensordecedora claridad.
—Eso está mejor —dijo Mako, volviendo a tomar la palabra—. Bien, sigamos. Francamente, muchachos, lo que esperamos de vosotros es que acabéis con todos los piquetes y las naves de escaramuza imperiales: dispondremos de la ventaja que da la superioridad numérica, y además estaremos luchando en nuestro terreno. Esperamos destruir por lo menos a la mitad de esas naves, lo cual dejará realmente muy sorprendido a ese almirante imperial. Pero cuando se le hayan pasado los efectos de la sorpresa y empiece a sentir un poquito más de respeto hacia nosotros.—
Mako hizo una pausa melodramática, y el auditorio vibró con los gritos de «¡Oh, sí! y «¡Le enseñaremos que nos merecemos un poco de respeto!».
—¡Desde luego que sí! —gritó Han, y después dio un paso hacia atrás para permitir que Mako siguiera hablando.
—De acuerdo, pero lamento tener que deciros que ese almirante imperial no se va a quedar boquiabierto en un rincón durante mucho rato. Oh, no. Lo que hará será preguntarse cómo nos hemos atrevido a ser tan malos, y luego hará avanzar a sus navíos de primera línea. Podemos esperar un mínimo de dos o tres cruceros pesados, puede que con uno o dos destructores para que les echen una mano. Esos muchachotes dispondrán de escudos y blindajes más gruesos, y también tendrán baterías de un calibre bastante más grande. Francamente, chicos, nosotros sólo disponemos de un puñado de naves que sean capaces de enfrentarse a ellos..., y ya no hablemos de hacerles daño.
Un silencio repentinamente solemne se extendió por el auditorio. Han había temido perder a su público en aquel momento pero, para gran alivio suyo, enseguida vio que nadie se levantaba y se iba.
—Pero no hay por qué ponerse nerviosos —siguió diciendo Mako—. Todavía nos queda una carta escondida en la manga, chicos. Si podemos causar daños realmente serios aunque sólo sea a un par de esos pesos pesados, nuestros imperiales no podrán terminar su trabajo..., y eso quiere decir que entonces podremos estar prácticamente seguros de que se retirarán, porque la doctrina imperial deja muy claro que si no puedes vencer lo que debes hacer es salir huyendo y reducir tus pérdidas al mínimo.
—¿Y cómo podemos hacerles daño, Mako? —gritó un contrabandista humano.
—Buena pregunta. Hemos planeado una estrategia que nos permitirá darles una buena paliza. Escuchadme con atención, muchachos: cuando esos matones de gran tonelaje vengan hacia nosotros, fingiremos que nos retiramos para dejarles pasar. Usaré la unidad de comunicaciones para ordenar a todas las naves que se retiren hasta quedar entre Nar Shaddaa y Nal Hutta. ¡Pero, y os lo pido por los sagrados tirantes de Doellin, que no se os ocurra virar en formación y salir corriendo en cuanto los cruceros imperiales inicien su ataque! Tenemos que conseguir que la retirada parezca lo más convincente posible, ya que de lo contrario los imperiales empezarán a sospechar.
—¿Y qué hemos de hacer? —preguntó un bothano—. ¿Quedarnos rondando por allí e invitarles a tomar una copa?
Mako fulminó con la mirada a la peluda criatura.
—Un poco de seriedad, payaso. Os estoy diciendo que debéis retroceder, pero que debéis hacerlo como si se os acabara de ocurrir que el hacerlo es la única manera de salvar el pellejo..., y no como si estuvierais obedeciendo órdenes. ¿Que viráis y salís corriendo como alimañas aterrorizadas? Perfecto, porque queremos que los imperiales os persigan. ¿Lo habéis entendido?
—¡Sí! —gritaron los contrabandistas.
—Eh, te aseguro que sabremos fingir que estamos asustados..., ¡más que nada porque lo estaremos! —chilló el bromista.
Una carcajada general siguió a sus palabras.
—Muy bien —dijo Mako—. Y ahora, justo aquí... —utilizó el puntero para señalar un punto en el espacio cercano a Nar Shaddaa, situado en una línea recta entre la luna y el planeta—, estarán esperando nuestras naves más grandes. Ah, y tenemos una pequeña sorpresa para nuestros
amigos los imperiales. —Se volvió hacia uno de los extremos del escenario y agitó la mano—. Ya puedes salir, Xaverri.
Xaverri entró en el escenario, vestida con un mono de piloto. Su negra cabellera estaba recogida en una larga trenza sujeta a la cabeza, y apenas llevaba maquillaje. Han le había sugerido que se pusiera su traje de ilusionista para aquella parte de la presentación, pero a Xaverri no le había parecido muy buena idea.
—No, Han —había dicho—. Si quiero que confíen en mí y en lo que puedo hacer, he de parecer una contrabandista.
Mako volvió a tomar la palabra.
—Pilotos y tripulaciones, quiero presentaros a Xaverri. Esta hermosa dama es la persona que va a ganar esta batalla para nosotros. Algunos de vosotros ya la conocéis. Para aquellos que no la conozcan, permitidme que os diga que es la mejor de la galaxia en lo que hace..., y que lo que hace es crear ilusiones. ¿Xaverri?
Con una elegante ondulación de la mano, Xaverri hizo que las luces del auditorio parpadearan de repente y después, sin ningún aviso previo, el aire empezó a vibrar con los chillidos de los silbadores de Kayven. El truco formaba parte de su espectáculo pero incluso Han, que lo estaba esperando, tuvo que hacer un considerable esfuerzo de voluntad para no agacharse cuando una de las terribles criaturas aladas se lanzó directamente contra su cabeza.
Los contrabandistas chillaron y se encogieron..., y después empezaron a aplaudir estruendosamente cuando Xaverri hizo que los silbadores desaparecieran con una segunda ondulación de la mano.
Mako actuó como director de orquesta para la multitud, mostrando su aprobación con aplausos y patadas en el suelo. Xaverri se quedó inmóvil y sonrió serenamente, pero no se inclinó ante su público.
—Esta mujer es muy buena en lo que hace, chicos —dijo Mako—. Y Xaverri va a crear su obra maestra única y exclusivamente para nosotros. Cuando las naves imperiales de primera línea estén aquí, que es el sitio en el que queremos que estén —volvió a señalar aquel punto del espacio—, Xaverri creará la ilusión de que una gran flota procedente de Nal Hutta está avanzando hacia los imperiales. Después, cuando los imperiales viren para disparar sus baterías delanteras contra esa flota fantasma..., ¡los atacaremos desde atrás y desde los flancos con todo lo que tengamos!
Un estallido de vítores brotó de la multitud.
Han dio un paso hacia adelante cuando el estruendo se hubo disipado.
—Ah, y también debéis saber que la capitana Renthal y sus naves de combate estarán esperando con Mako y el Elemento del Ataque Principal. Capitana Renthal... —Han giró sobre sus talones y extendió una mano hacia el asiento de la primera fila ocupado por una robusta mujer de piel pálida y cabellos rojizos surcados por una banda dorada que lucía un severo corte de pelo al estilo militar—. ¿Querría levantarse, por favor?
Los contrabandistas también la aplaudieron, lo cual era sorprendente, ya que algunos de ellos sin duda habrían tenido encuentros más que desagradables con el Puño de Renthal o alguna de las otras naves que formaban su flota pirata.
—Capitana Renthal, sus naves de combate tendrán que abrir paso a sus alas Y, y a nuestros cazas y navíos de ataque —dijo Mako—. Cualquier crucero imperial ligero que pueda encontrarse entre nuestra fuerza y los flancos de esos navíos de primera línea será su objetivo. Sus baterías turboláser de gran calibre y sus torpedos protónicos deberían bastar para dejarlos fuera de combate. Si tenemos que estar esquivando andanadas procedentes de demasiadas direcciones a la vez, nunca podremos atacar a esos cruceros pesados —concluyó el veterano contrabandista en beneficio de su público.
Urea Renthal, que había repasado el plan de batalla con Han y Mako en muchas ocasiones, asintió.
—Cumpliré con mi parte del trato —dijo con una hermosa y límpida voz de soprano—. Me contrataron para impedir que los imperiales se acercaran excesivamente a Nal Hurta. Después de haber visto su plan de batalla, estoy de acuerdo con ustedes en que ésta es la mejor forma de conseguirlo. —Se volvió hacia los contrabandistas—. !Eso quiere decir que pueden contar conmigo y con mi flota, y que lucharemos junto a ustedes hasta el final!
Hubo más vítores. Renthal alzó el puño, y la multitud pareció enloquecer.
—Muy bien —siguió diciendo Han en cuanto el nivel de ruido hubo descendido un poco—, los cazas que no dispongan de misiles o torpedos nos servirán de escoltas. Tendréis que mantener a esos TIE alejados de nosotros mientras hacemos nuestro trabajo, chicos. —El corelliano señaló al resto de los contrabandistas con un gesto de la mano—. Los demás escogeremos como blanco a un par de cruceros pesados. Cuando llegue el momento, Mako os transmitirá vuestras órdenes. Tendremos que acercarnos lo más posible a su popa, y luego les atizaremos una andanada concentrada justo en los motores. Nada de contenerse, muchachos... ¡Cuando llegue ese momento, dejad que prueben hasta el último átomo de potencia de fuego que tengáis!
Un nuevo estallido de vítores brotó de la multitud. Saber que contarían con la ayuda de la ilusión de Xaverri y con el apoyo de una flota entera de navíos piratas muy bien armados había producido un efecto obviamente beneficioso sobre la moral de los contrabandistas.
—Bien, muchachos, sólo una cosa más —dijo Mako—. Si lo que estamos intentando hacer da resultado, tendréis que alejaros a toda prisa. Esos cruceros pueden llegar a producir una explosión realmente grande. Supongo que no querréis veros atrapados por ella, ¿verdad?
—¡No! —rugieron los contrabandistas.
—Y si esto no da resultado... —Mako se encogió de hombros—. Bueno, entonces tendremos que seguir intentándolo. Después de todo, no podemos permitirnos el lujo de hacer las maletas y largarnos a otro sitio.
La multitud le contempló, todavía animada pero devuelta repentinamente a la seriedad de la situación por sus últimas palabras. Han volvió a colocarse detrás del atril.
—Bien, ése es el plan —dijo—. Volveremos a repasarlo una y otra vez hasta que os lo hayáis aprendido de memoria. ¿Alguna pregunta?
Para gran asombro de Han, a lo largo de los días siguientes Xaverri y Salla se convirtieron en las mejores amigas imaginables. El corelliano y Mako estaban muy ocupados organizando maniobras de combate para sus pilotos y tripulaciones del escuadrón de defensa de Nar Shaddaa, por lo que Han no disponía de muchos ratos libres que pasar en el granero espacial de Shug, pero cada vez que iba allí se encontraba con que Xaverri y Salla estaban trabajando codo a codo para crear la «obra maestra» de la ilusionista.
—Esta distracción sólo resultará efectiva durante dos o tres minutos, Solo —le advirtió Xaverri—. Los imperiales verán cómo esas naves se lanzan sobre ellos y también verán datos que se corresponderán con sus avistamientos visuales apareciendo en sus paneles de instrumentos. Pero quiero que esas naves den la impresión de estar prácticamente encima de ellos a fin de que su reacción inmediata sea hacer virar las naves para poder emplear sus baterías de tiro delantero. Eso les volverá vulnerables a vuestro ataque por el flanco.
Xaverri tomó un sorbo de la taza de té estimulante que había cogido de la bandeja que Han acababa de traer para Shug, Salla, Chewie, Jarik y los otros técnicos voluntarios que se estaban esforzando para conseguir que la ilusión de Xaverri llegara a ser una «realidad».
—Pero las naves parecerán una amenaza tan grande únicamente porque surgirán muy cerca de ellos. En cuanto hayan pasado un par de minutos y los imperiales comprendan que ninguna de sus naves ha sido alcanzada por las andanadas que parecen surgir de esa fuerza enemiga, enseguida comprenderán que se han dejado engañar por una ilusión.
Han asintió.
—Nos conformamos con un par de minutos, Xaverri, y te agradecemos enormemente que vayas a proporcionarnos esa diversión. Nos hemos puesto en contacto con la capitana de mercenarios que contrataron los hutts. Te acuerdas de Drea Renthal, ¿verdad? Bien, pues su navío insignia, el Puño de Renthal, estará escondido «detrás» de Nar Shaddaa —es decir, al otro lado de la luna de Nal Huna— junto con el resto de su flota. Cuando esos navíos de primera línea imperiales dejen atrás la luna y viren para enfrentarse con tu flota ilusoria, Renthal y Mako caerán sobre ellos con todo lo que tienen.
Jarik Solo, visiblemente cansado, trató de limpiarse la suciedad de la cara con una mano todavía más sucia.
—¿Con qué efectivos cuenta exactamente esa flota de mercenarios, Han? ¿Crees que nos van a ser de mucha ayuda?
Han volvió a asentir.
—Pues sí, Jarik —dijo—. El Puño de Renthal es una corbeta corelliana. Ha sido sometida a muchas modificaciones, y dispone de un armamento muy poderoso. Incluso tiene lanzadores de torpedos protónicos en la parte delantera, por cierto... El único problema es que no disponen de muchos torpedos. Renthal no puede permitirse fallar.
—¿Con qué otras naves podemos contar? —quiso saber Xaverri.
—Renthal también dispone de un carguero pesado, el Sueños Dorados, que ha sido reconvenido para que pueda transportar cazas. Estamos hablando de un transporte SoroSuub del tipo medio, lo cual quiere decir que es bastante grande. Pero su blindaje no es gran cosa, desde luego... Lanzará sus Cazadores de Cabezas Z–95, y luego se mantendrá en la retaguardia y dejará que el Puño de Renthal dirija el ataque. Después también tenemos al Demasiado Tarde y al Menestra. El primero es un navío de patrulla imperial capturado. Renthal sustituyó una de las torretas láser por un cañón fónico, por lo que si tenemos un poco de suene quizá podrá dejar fuera de combate a algunos de los cruceros imperiales. El Menestra es una corbeta ligera Rendili Impulso Estelar. Es una nave bastante buena, y la han modificado añadiendo cohetes de alta potencia explosiva y cañones iónicos a las torretas láser originales.
—Bueno, pues me parece que es una flota bastante considerable —dijo Xaverri—. Claro que apenas sé qué diferencia hay entre un cañón fónico y un cohete de alta potencia explosiva, pero...
—Cuando empecé a dedicarme al contrabando yo tampoco lo tenía muy claro —dijo Salla, y se echó a reír—. Pero cuando esas patrulleras imperiales empiezan a usar su armamento contra ti, enseguida aprendes a diferenciar una cosa de otra.
Las dos mujeres se sonrieron. Han aún no había logrado acostumbrarse a la rapidez con que se habían hecho amigas, y a decir verdad incluso se sentía un poco celoso. En muchos aspectos, Salla y Xaverri parecían haber establecido una relación más íntima de la que cualquiera de las dos había tenido con él por separado. El corelliano se preguntó si hablarían de él cuando estaban a solas. ¿Comparaban sus anotaciones, quizá?
El pensarlo hizo que su rostro enrojeciera de repente. Jarik le proporcionó una distracción muy bienvenida.
—Eh, Han... ¿Podría hablar un momento contigo?
Han apuró su taza de té estimulante y asintió.
—Claro, Jarik. ¿Quieres que vayamos al despacho de Shug para que no estorbemos a los demás?
—De acuerdo —dijo el muchacho—. ¡Si intentamos hablar aquí, alguien acabará atropellándonos con una elevadora antigravitatorio!
—¡Sí! —gritó la multitud—. ¡Acabaremos con esos TIE!
—¡Bien! Recordad que por el momento todavía estamos en las primeras fases de la batalla. Atacaremos a esos piquetes de reconocimiento empleando lo que los imperiales creerán son todas las fuerzas de que disponemos. Con un poco de suene, conseguiremos dejar fuera de combate a esos piquetes imperiales y a unos cuantos TIE de reconocimiento, y puede que incluso logremos dejar incapacitados a un par de navíos de la clase Galeón..., a pesar de que Latido no apostaría ni un crédito por nuestras posibilidades de conseguirlo.
Mako esperó hasta que la carcajada general provocada por su observación se hubo disipado.
—Eh, Lando, ¿qué probabilidades de vencer nos has adjudicado? —le gritó uno de los contrabandistas al joven jugador.
Han volvió a tomar la palabra.
—En algún momento de esta fase el comandante imperial ordenará a sus navíos de escaramuza más ligeros que inicien un ataque a máxima velocidad, porque pensará que ya ha visto todas las fuerzas de que disponemos y decidirá que ya puede acabar con nosotros. Probablemente mantendrá en reserva a los grandes cruceros, ya que planeará hacer que entren en acción cuando se disponga a bombardear Nar Shaddaa. Cuando los piquetes y los navíos de reconocimiento entablen combate con vosotros, lo más importante es que todo el mundo se mantenga en la posición asignada. Ése es el momento en el que tendréis vuestra oportunidad de darles duro desde un lado para sobrecargar un escudo. Después una de las dos naves de la pareja de combate podrá causarles algunos daños, ¡y después las dos naves se alejarán a toda velocidad! Los que dispongáis de misiles o torpedos podréis causar daños realmente serios a esas corbetas ligeras del servicio de aduanas.
Han se puso muy serio y contempló a sus tropas durante un largo momento.
—A esas alturas la situación ya se habrá vuelto realmente confusa, chicos —siguió diciendo—. Las naves civiles que se hayan visto atrapadas en la batalla estarán intentando huir, y salvo los cazas, todas nuestras naves ligeras estarán luchando con los imperiales. ¡No perdáis de vista la imagen general de la batalla! ¡Mantened vuestras posiciones! Aseguraos de que siempre haya alguien que esté escuchando las transmisiones de la unidad de comunicaciones para pasaros las instrucciones que se vayan dando, porque puede que tengamos que trasladaros a otra posición distinta de la que os habíamos asignado en un principio. ¿Lo habéis entendido?
—¡Sí, lo hemos entendido! —gritaron unas cuantas voces.
Han puso cara de perplejidad y se llevó una mano a la oreja.
—Eh, no sé si me estoy quedando sordo o si es que me estoy haciendo viejo. ¡Os he preguntado si lo habíais entendido, chicos!
—¡Sí! ¡Lo hemos ENTENDIDO! —gritaron los contrabandistas, y esta vez la respuesta se pudo oír con una ensordecedora claridad.
—Eso está mejor —dijo Mako, volviendo a tomar la palabra—. Bien, sigamos. Francamente, muchachos, lo que esperamos de vosotros es que acabéis con todos los piquetes y las naves de escaramuza imperiales: dispondremos de la ventaja que da la superioridad numérica, y además estaremos luchando en nuestro terreno. Esperamos destruir por lo menos a la mitad de esas naves, lo cual dejará realmente muy sorprendido a ese almirante imperial. Pero cuando se le hayan pasado los efectos de la sorpresa y empiece a sentir un poquito más de respeto hacia nosotros.—
Matra hizo una pausa melodramática, y el auditorio vibró con los gritos de «¡Oh, sí! y «¡Le enseñaremos que nos merecemos un poco de respeto!».
—¡Desde luego que sí! —gritó Han, y después dio un paso hacia atrás para permitir que Mako siguiera hablando.
—De acuerdo, pero lamento tener que deciros que ese almirante imperial no se va a quedar boquiabierto en un rincón durante mucho rato. Oh, no. Lo que hará será preguntarse cómo nos hemos atrevido a ser tan malos, y luego hará avanzar a sus navíos de primera línea. Podemos esperar un mínimo de dos o tres cruceros pesados, puede que con uno o dos destructores para que les echen una mano. Esos muchachotes dispondrán de escudos y blindajes más gruesos, y también tendrán baterías de un calibre bastante más grande. Francamente, chicos, nosotros sólo disponemos de un puñado de naves que sean capaces de enfrentarse a ellos..., y ya no hablemos de hacerles daño.
Un silencio repentinamente solemne se extendió por el auditorio. Han había temido perder a su público en aquel momento pero, para gran alivio suyo, enseguida vio que nadie se levantaba y se iba.
—Pero no hay por qué ponerse nerviosos —siguió diciendo Mako—. Todavía nos queda una carta escondida en la manga, chicos. Si podemos causar daños realmente serios aunque sólo sea a un par de esos pesos pesados, nuestros imperiales no podrán terminar su trabajo..., y eso quiere decir que entonces podremos estar prácticamente seguros de que se retirarán, porque la doctrina imperial deja muy claro que si no puedes vencer lo que debes hacer es salir huyendo y reducir tus pérdidas al mínimo.
—¿Y cómo podemos hacerles daño, Mako? —gritó un contrabandista humano.
—Buena pregunta. Hemos planeado una estrategia que nos permitirá darles una buena paliza. Escuchadme con atención, muchachos: cuando esos matones de gran tonelaje vengan hacia nosotros, fingiremos que nos retiramos para dejarles pasar. Usaré la unidad de comunicaciones para ordenar a todas las naves que se retiren hasta quedar entre Nar Shaddaa y Nal Hutta. ¡Pero, y os lo pido por los sagrados tirantes de Doellin, que no se os ocurra virar en formación y salir corriendo en cuanto los cruceros imperiales inicien su ataque! Tenemos que conseguir que la retirada parezca lo más convincente posible, ya que de lo contrario los imperiales empezarán a sospechar.
—¿Y qué hemos de hacer? —preguntó un bothano—. ¿Quedarnos rondando por allí e invitarles a tomar una copa?
Mako fulminó con la mirada a la peluda criatura.
—Un poco de seriedad, payaso. Os estoy diciendo que debéis retroceder, pero que debéis hacerlo como si se os acabara de ocurrir que el hacerlo es la única manera de salvar el pellejo..., y no como si estuvierais obedeciendo órdenes. ¿Que viráis y salís corriendo como alimañas aterrorizadas? Perfecto, porque queremos que los imperiales os persigan. ¿Lo habéis entendido?
—¡Sí! —gritaron los contrabandistas.
—Eh, te aseguro que sabremos fingir que estamos asustados..., ¡más que nada porque lo estaremos! —chilló el bromista.
Una carcajada general siguió a sus palabras.
—Muy bien —dijo Mako—. Y ahora, justo aquí... —utilizó el puntero para señalar un punto en el espacio cercano a Nar Shaddaa, situado en una línea recta entre la luna y el planeta—, estarán esperando nuestras naves más grandes. Ah, y tenemos una pequeña sorpresa para nuestros amigos los imperiales. —Se volvió hacia uno de los extremos del escenario y agitó la mano—. Ya puedes salir, Xaverri.
Xaverri entró en el escenario, vestida con un mono de piloto. Su negra cabellera estaba recogida en una larga trenza sujeta a la cabeza, y apenas llevaba maquillaje. Han le había sugerido que se pusiera su traje de ilusionista para aquella parte de la presentación, pero a Xaverri no le había parecido muy buena idea.
—No, Han —había dicho—. Si quiero que confíen en mí y en lo que puedo hacer, he de parecer una contrabandista.
Mako volvió a tomar la palabra.
—Pilotos y tripulaciones, quiero presentaros a Xaverri. Esta hermosa dama es la persona que va a ganar esta batalla para nosotros. Algunos de vosotros ya la conocéis. Para aquellos que no la conozcan, permitidme que os diga que es la mejor de la galaxia en lo que hace..., y que lo que hace es crear ilusiones. ¿Xaverri?
Con una elegante ondulación de la mano, Xaverri hizo que las luces del auditorio parpadearan de repente y después, sin ningún aviso previo, el aire empezó a vibrar con los chillidos de los silbadores de Kayven. El truco formaba parte de su espectáculo pero incluso Han, que lo estaba esperando, tuvo que hacer un considerable esfuerzo de voluntad para no agacharse cuando una de las terribles criaturas aladas se lanzó directamente contra su cabeza.
Los contrabandistas chillaron y se encogieron..., y después empezaron a aplaudir estruendosamente cuando Xaverri hizo que los silbadores desaparecieran con una segunda ondulación de la mano.
Mako actuó como director de orquesta para la multitud, mostrando su aprobación con aplausos y patadas en el suelo. Xaverri se quedó inmóvil y sonrió serenamente, pero no se inclinó ante su público.
—Esta mujer es muy buena en lo que hace, chicos —dijo Mako—. Y Xaverri va a crear su obra maestra única y exclusivamente para nosotros. Cuando las naves imperiales de primera línea estén aquí, que es el sitio en el que queremos que estén —volvió a señalar aquel punto del espacio—, Xaverri creará la ilusión de que una gran flota procedente de Nal Hutta está avanzando hacia los imperiales. Después, cuando los imperiales viren para disparar sus baterías delanteras contra esa flota fantasma..., ¡los atacaremos desde atrás y desde los flancos con todo lo que tengamos!
Un estallido de vítores brotó de la multitud.
Han dio un paso hacia adelante cuando el estruendo se hubo disipado.
—Ah, y también debéis saber que la capitana Renthal y sus naves de combate estarán esperando con Mako y el Elemento del Ataque Principal. Capitana Renthal... —Han giró sobre sus talones y extendió una mano hacia el asiento de la primera fila ocupado por una robusta mujer de piel pálida y cabellos rojizos surcados por una banda dorada que lucía un severo corte de pelo al estilo militar—. ¿Querría levantarse, por favor?
Los contrabandistas también la aplaudieron, lo cual era sorprendente, ya que algunos de ellos sin duda habrían tenido encuentros más que desagradables con el Puño de Renthal o alguna de las otras naves que formaban su flota pirata.
—Capitana Renthal, sus naves de combate tendrán que abrir paso a sus alas Y, y a nuestros cazas y navíos de ataque —dijo Mako—. Cualquier crucero imperial ligero que pueda encontrarse entre nuestra fuerza y los flancos de esos navíos de primera línea será su objetivo. Sus baterías turboláser de gran calibre y sus torpedos protónicos deberían bastar para dejarlos fuera de combate. Si tenemos que estar esquivando andanadas procedentes de demasiadas direcciones a la vez, nunca podremos atacar a esos cruceros pesados —concluyó el veterano contrabandista en beneficio de su público.
Urea Renthal, que había repasado el plan de batalla con Han y Mako en muchas ocasiones, asintió.
—Cumpliré con mi parte del trato —dijo con una hermosa y límpida voz de soprano—. Me contrataron para impedir que los imperiales se acercaran excesivamente a Nal Hurta. Después de haber visto su plan de batalla, estoy de acuerdo con ustedes en que ésta es la mejor forma de conseguirlo. —Se volvió hacia los contrabandistas—. !Eso quiere decir que pueden contar conmigo y con mi flota, y que lucharemos junto a ustedes hasta el final!
Hubo más vítores. Renthal alzó el puño, y la multitud pareció enloquecer.
—Muy bien —siguió diciendo Han en cuanto el nivel de ruido hubo descendido un poco—, los cazas que no dispongan de misiles o torpedos nos servirán de escoltas. Tendréis que mantener a esos TIE alejados de nosotros mientras hacemos nuestro trabajo, chicos. —El corelliano señaló al resto de los contrabandistas con un gesto de la mano—. Los demás escogeremos como blanco a un par de cruceros pesados. Cuando llegue el momento, Mako os transmitirá vuestras órdenes. Tendremos que acercarnos lo más posible a su popa, y luego les atizaremos una andanada concentrada justo en los motores. Nada de contenerse, muchachos... ¡Cuando llegue ese momento, dejad que prueben hasta el último átomo de potencia de fuego que tengáis!
Un nuevo estallido de vítores brotó de la multitud. Saber que contarían con la ayuda de la ilusión de Xaverri y con el apoyo de una flota entera de navíos piratas muy bien armados había producido un efecto obviamente beneficioso sobre la moral de los contrabandistas.
—Bien, muchachos, sólo una cosa más —dijo Mako—. Si lo que estamos intentando hacer da resultado, tendréis que alejaros a toda prisa. Esos cruceros pueden llegar a producir una explosión realmente grande. Supongo que no querréis veros atrapados por ella, ¿verdad?
—¡No! —rugieron los contrabandistas.
—Y si esto no da resultado... —Mako se encogió de hombros—. Bueno, entonces tendremos que seguir intentándolo. Después de todo, no podemos permitirnos el lujo de hacer las maletas y largarnos a otro sitio.
La multitud le contempló, todavía animada pero devuelta repentinamente a la seriedad de la situación por sus últimas palabras. Han volvió a colocarse detrás del atril.
—Bien, ése es el plan —dijo—. Volveremos a repasarlo una y otra vez hasta que os lo hayáis aprendido de memoria. ¿Alguna pregunta?
Para gran asombro de Han, a lo largo de los días siguientes Xaverri y Salla se convirtieron en las mejores amigas imaginables. El corelliano y Mako estaban muy ocupados organizando maniobras de combate para sus pilotos y tripulaciones del escuadrón de defensa de Nar Shaddaa, por lo que Han no disponía de muchos ratos libres que pasar en el granero espacial de Shug, pero cada vez que iba allí se encontraba con que Xaverri y Salla estaban trabajando codo a codo para crear la «obra maestra» de la ilusionista.
—Esta distracción sólo resultará efectiva durante dos o tres minutos, Solo —le advirtió Xaverri—. Los imperiales verán cómo esas naves se lanzan sobre ellos y también verán datos que se corresponderán con sus avistamientos visuales apareciendo en sus paneles de instrumentos. Pero quiero que esas naves den la impresión de estar prácticamente encima de ellos a fin de que su reacción inmediata sea hacer virar las naves para poder emplear sus baterías de tiro delantero. Eso les volverá vulnerables a vuestro ataque por el flanco.
Xaverri tomó un sorbo de la taza de té estimulante que había cogido de la bandeja que Han acababa de traer para Shug, Salla, Chewie, Jarik y los otros técnicos voluntarios que se estaban esforzando para conseguir que la ilusión de Xaverri llegara a ser una «realidad».
—Pero las naves parecerán una amenaza tan grande únicamente porque surgirán muy cerca de ellos. En cuanto hayan pasado un par de minutos y los imperiales comprendan que ninguna de sus naves ha sido alcanzada por las andanadas que parecen surgir de esa fuerza enemiga, enseguida comprenderán que se han dejado engañar por una ilusión.
Han asintió.
—Nos conformamos con un par de minutos, Xaverri, y te agradecemos enormemente que vayas a proporcionarnos esa diversión. Nos hemos puesto en contacto con la capitana de mercenarios que contrataron los hutts. Te acuerdas de Drea Renthal, ¿verdad? Bien, pues su navío insignia, el Puño de Renthal, estará escondido «detrás» de Nar Shaddaa —es decir, al otro lado de la luna de Nal Huna— junto con el resto de su flota. Cuando esos navíos de primera línea imperiales dejen atrás la luna y viren para enfrentarse con tu flota ilusoria, Renthal y Mako caerán sobre ellos con todo lo que tienen.
Jarik Solo, visiblemente cansado, trató de limpiarse la suciedad de la cara con una mano todavía más sucia.
—¿Con qué efectivos cuenta exactamente esa flota de mercenarios, Han? ¿Crees que nos van a ser de mucha ayuda?
Han volvió a asentir.
—Pues sí, Jarik —dijo—. El Puño de Renthal es una corbeta corelliana. Ha sido sometida a muchas modificaciones, y dispone de un armamento muy poderoso. Incluso tiene lanzadores de torpedos protónicos en la parte delantera, por cierto... El único problema es que no disponen de muchos torpedos. Renthal no puede permitirse fallar.
—¿Con qué otras naves podemos contar? —quiso saber Xaverri.
—Renthal también dispone de un carguero pesado, el Sueños Dorados, que ha sido reconvenido para que pueda transportar cazas. Estamos hablando de un transporte SoroSuub del tipo medio, lo cual quiere decir que es bastante grande. Pero su blindaje no es gran cosa, desde luego... Lanzará sus Cazadores de Cabezas Z–95, y luego se mantendrá en la retaguardia y dejará que el Puño de Renthal dirija el ataque. Después también tenemos al Demasiado Tarde y al Menestra. El primero es un navío de patrulla imperial capturado. Renthal sustituyó una de las torretas láser por un cañón fónico, por lo que si tenemos un poco de suene quizá podrá dejar fuera de combate a algunos de los cruceros imperiales. El Menestra es una corbeta ligera Rendili Impulso Estelar. Es una nave bastante buena, y la han modificado añadiendo cohetes de alta potencia explosiva y cañones iónicos a las torretas láser originales.
—Bueno, pues me parece que es una flota bastante considerable —dijo Xaverri—. Claro que apenas sé qué diferencia hay entre un cañón fónico y un cohete de alta potencia explosiva, pero...
—Cuando empecé a dedicarme al contrabando yo tampoco lo tenía muy claro —dijo Salla, y se echó a reír—. Pero cuando esas patrulleras imperiales empiezan a usar su armamento contra ti, enseguida aprendes a diferenciar una cosa de otra.
Las dos mujeres se sonrieron. Han aún no había logrado acostumbrarse a la rapidez con que se habían hecho amigas, y a decir verdad incluso se sentía un poco celoso. En muchos aspectos, Salla y Xaverri parecían haber establecido una relación más íntima de la que cualquiera de las dos había tenido con él por separado. El corelliano se preguntó si hablarían de él cuando estaban a solas. ¿Comparaban sus anotaciones, quizá?
El pensarlo hizo que su rostro enrojeciera de repente. Jarik le proporcionó una distracción muy bienvenida.
—Eh, Han... ¿Podría hablar un momento contigo?
Han apuró su taza de té estimulante y asintió.
—Claro, Jarik. ¿Quieres que vayamos al despacho de Shug para que no estorbemos a los demás?
—De acuerdo —dijo el muchacho—. ¡Si intentamos hablar aquí, alguien acabará atropellándonos con una elevadora antigravitatoria!
El granero espacial se había convertido en una auténtica colmena de actividad. Los contrabandistas estaban por todas partes y trabajaban contra reloj para reparar sus naves y, en algunos casos, las modificaban para obtener un poco de velocidad suplementaria de los motores o añadiendo un láser o un lanzador de misiles extra.
Han y Jarik pasaron junto a la Viajera del Borde y saludaron a Shug cuando éste levantó su protector facial para limpiarse el sudor de la cara. Han se detuvo un momento para hacer bocina con las manos y hablar a gritos con el jefe de mecánicos,
—¡Esta nave cada vez tiene mejor aspecto, Shug! ¡Tú y Salla les vais a dar una sorpresa muy desagradable a esos imperiales!
Cuando no estaban ayudando a Xaverri a crear la mayor ilusión de toda su carrera, Shug y Salla, con la ayuda de Rik Duel, dedicaban sus ratos libres a modificar la Viajera del Borde y trataban de instalar un par de lanzadores de cohetes de alta potencia explosiva camuflados en la popa. El navío de contrabando de Salla era un carguero ligero CorelliEspacio de la clase Gymsnor–4 y, como prácticamente todas las naves que usaban los contrabandistas, había sido considerablemente modificado. La nave había acabado adquiriendo un curioso aspecto de ala volante o —si querías mostrarte insultante y conseguir que Salla te diera un puñetazo en la nariz— de mynock. Han había depositado una gran confianza en ella con vistas a la inminente batalla.
El corelliano sabía que Salla tendría muchas más probabilidades de causar daños realmente serios a las naves imperiales que él. La Bria era una nave razonablemente veloz, pero no podía ni soñar con igualar las velocidades que podían alcanzar el Halcón Milenario o la Viajera del Borde. Además, su armamento tampoco era tan potente.
Cuando Han y Jarik llegaron al despacho de Shug, tuvieron que sacar varios componentes y equipos recubiertos de grasa de las sillas antes de poder sentarse. En cuanto estuvieron cómodos, Han dejó escapar un largo suspiro.
—Me alegro de que quisieras hablar conmigo, chico, porque creo que no me había sentado en todo el día —dijo—. Tanto Mako como yo no hemos parado de correr de un lado a otro para organizar esta batalla.
—Sí, yo también he estado muy ocupado —dijo Jarik—. Cuando no estaba ayudando a la dama Xaverri, estaba echando una mano a Chewie con la Brfa o a Shug con la Viajera del Borde.
—Shug me ha dicho que te estás convirtiendo en un mecánico excelente, Jarik —dijo Han—, y también te estás convirtiendo en un buen piloto y un artillero muy fiable. Me alegrará poder contar contigo como artillero, Chewie es bueno, pero dos artilleros resultan más del doble de efectivos que uno solo.
—Eh... Han, yo... Precisamente quería hablarte de eso. —Los apuestos y jóvenes rasgos de Jarik se habían ensombrecido—. Nunca... Nunca he tomado parte en una batalla, ¿sabes? —Tragó saliva—. Anoche me quedé dormido mientras estaba limpiando las manchas de carbono de los flancos de la Bria, y..., y tuve un sueño que... Bueno, la verdad es que fue una pesadilla...
—¿Sí? ¿Qué fue lo que soñaste?
—Soñé que estábamos luchando con los imperiales y... —Tragó saliva—. Bueno, Han... La verdad es que nos hacían pedazos. Yo tenía a un TIE en mis miras y..., y de repente me quedaba como paralizado. No disparaba, ¿entiendes? Y entonces veía el trazo verde de la andanada láser que venía directamente hacia mí, y no podía hacer nada para detenerlo. Soñé que..., que moría.
Un temblor incontrolable recorrió el rostro de Jarik.
—Han... Tengo miedo —dijo, y se estremeció—. No sé si seré capaz de luchar. ¿Qué pasará si cometo un error y hago que nos maten a todos, tal como ocurría en mi sueño?
—Lo que realmente me preocuparía es que no tuvieras miedo, Jarik —replicó Han—. Cuando entré en combate por primera vez pilotando un TIE, estaba tan asustado que faltó poco para que vomitara dentro de mi casco. Por suerte ya tenía puesto el arnés de seguridad y me hallaba en el vacío, así que sabía que si vomitaba... Bueno, en ese caso me ahogaría en mi propio vómito y moriría. Eso me permitió retener lo que había comido, ¿entiendes? Y de repente alguien disparó contra mí y, sin ni siquiera pensarlo, me encontré devolviendo el fuego. El entrenamiento tomó..., tomó los controles.
—¿De veras? Jarik parecía no estar muy seguro de si lo que le estaba contando Han debía tranquilizarle o si debía asustarle todavía más de lo que ya lo estaba—. Pero Han... Todo el mundo dice que eres muy valiente. Es lo primero que dicen siempre que hablan de ti... «¡Es todo un valiente!» Hasta ahora nadie ha dicho eso de mí. ¿Qué pasará si resulta que soy un cobarde? ¿Cómo puedo correr el riesgo de fallaron a todos?
Han contempló al muchacho en silencio durante unos momentos antes de volver a hablar.
—Jarik, te estás enfrentando a algo con lo que todos tenemos que enfrentarnos. Los que vivimos en Nar Shaddaa no somos ciudadanos. Vivimos al margen de la ley, y eso resulta peligroso por definición. Los cobardes nunca aguantan mucho tiempo en Nar Shaddaa, porque se los comen vivos.
—Bueno... Sí, sé defenderme con una hoja vibratoria o en una pelea a puñetazos —admitió Jarik—. Pero eso no es lo mismo que el que te conviertan en átomos. Bum, y ya sólo eres historia...
—Te he estado observando, chico, y lo único que puedo decirte es que tienes lo que se necesita. Sí, a veces las personas se quedan paralizadas durante una batalla... Pero ésa es la razón por la que Mako y yo hemos estado obligando a todo el mundo a pasar tantas horas a bordo de las naves durante los simulacros de combate.
Han se encogió de hombros.
—Cuando estaba con los imperiales hacíamos exactamente lo mismo. Te entrenas y te entrenas y te entrenas, y la razón por la que tienes que repetirlo todo tantas veces es que cualquiera puede quedarse paralizado cuando debe enfrentarse a un combate de verdad..., incluso los veteranos que han entrado en combate muchas veces. Pero si te sabes la rutina de memoria, hay muchas probabilidades de que aunque tu cerebro se quede congelado, tus manos y tu cuerpo no lo hagan. Pondrán el piloto automático y seguirán haciendo lo que se te ha enseñado a hacer, y saldrán adelante incluso si tu mente deja de darles instrucciones durante unos cuantos segundos.
.Pero si te han entrenado bien y si sabes qué has de hacer —y puedo asegurarte que tú sabes muy bien qué has de hacer, chico, porque te he estado observando—, entonces tarde o temprano tu cerebro volverá a funcionar. El miedo seguirá estando ahí, pero entonces serás capaz de dar una especie de rodeo y esquivarlo. Eso hará que el miedo deje de frenarte y seguirás haciendo todo lo que tienes que hacer..., y lo harás bien.
Jarik se humedeció los labios.
—Pero... ¿Y si te fallo? Quizá deberías buscarte otro artillero, Han. Preferiría morir antes que fallarte.
—Si quieres que lo haga, entonces lo haré —dijo Han—. Pero preferiría poder contar contigo, chico. Te conozco, y sé que funcionamos bien juntos. Nos hemos entrenado juntos, ¿no? Pero la decisión es tuya. Lo único que te pido es que me avises con tiempo, ¿de acuerdo?
El muchacho asintió.
—Gracias. Yo... Pensaré en ello, Han.
Han le dio una palmadita en el hombro al pasar junto a él.
—Duerme un poco, chico. Todos empezamos a estar un poco agotados.
Jarik intentó sonreír.
—De acuerdo, Han.
Lando Calrissian no soportaba tener que ensuciarse, pero estaba empezando a acostumbrarse a hacerlo. Dejar preparado el Halcón Milenario para un combate realmente serio era un trabajo francamente sucio y grasiento, pero alguien tenía que hacerlo. La semana anterior, Shug le había ayudado a encontrar e instalar una .nueva» torreta artillera en el lado de estribor del Halcón, detrás de la cabina y justo encima de la rampa de acceso. Pero todavía quedaba mucho por hacer. Lando sabía que Han, Chewie y Salla habrían estado más que dispuestos a ayudarle, pero todos estaban muy ocupados echando una mano a Xaverri con los preparativos de su ilusión holográfica o reparando sus propias naves.
Lando tenía la impresión de que la relación que había unido a Han y Xaverri ya pertenecía al pasado. Mientras usaba una llave hidráulica para apretar las tuercas de la montura de su nuevo láser, el joven jugador se encontró pensando en Xaverri. No cabía duda de que era una mujer realmente magnífica, inteligente, atractiva, con un excelente sentido del humor y que sabía vestir muy bien, cualidades todas que Landa encontraba irresistibles. Lando se preguntó si Xaverri podría estar interesada en iniciar una nueva relación similar a la que había mantenido con Han. Resultaba obvio que Xaverri se sentía atraída por los bribones y los tipos que vivían al margen de la ley, ya que de lo contrario nunca habría llegado a estar tanto tiempo con el corelliano.
«Quizá debería probar a dejarme bigote —pensó Lando—. Eso podría darme un aspecto más... aventurero.» Las comisuras de la boca
del jugador se fueron elevando hasta formar una leve sonrisa. Cuando todo aquello hubiera acabado, Xaverri quizá estaría dispuesta a viajar con él.
Lando estaba pensando en volver al sistema de Oseón. Había concebido un par de planes para ganar dinero que quería poner a prueba, y además necesitaba mejorar sus ya considerables habilidades como jugador de sabacc. Dentro de seis meses se iba a celebrar un campeonato de sabacc en la Ciudad de las Nubes de Bespin, y las apuestas serían realmente astronómicas. Lando tenía muchas ganas de tomar parte en aquel campeonato. Pero necesitaba reunir una considerable suma de dinero para ser admitido como participante, y la forma más sencilla y rápida de conseguir ese dinero era volver a Oseón. Allí todos parecían vivir de una manera mucho más osada y aventurera que en el resto de la galaxia.
Y Lando pensó que sería muy agradable tener a una hermosa dama como compañera en sus viajes por el espacio.
El único problema era que no sabía si Xaverri todavía estaba enamorada de Han, y tampoco tenía ni idea de qué diría Han cuando viera que su antigua novia iniciaba una relación de naturaleza tan íntima con su mejor amigo.
«Bueno, con su mejor amigo humano —se autocorrigió Lando—. No cabe duda de que el mejor amigo de Han es Chewbacca...»
Lando acabó sumergiéndose hasta tal punto en fantasías donde se veía cenando con Xaverri en los mejores restaurantes del sistema de Oseón después de haber hecho saltar la banca en todos los casinos que consiguió golpearse los nudillos de la mano libre con la llave hidráulica. Soltó un juramento y se dispuso a chuparse los dedos lesionados, pero tenía la mano tan sucia que enseguida desistió de ello.
—¿Amo? —preguntó Vuffi Raa, saliendo de debajo de la quilla del Halcón. El pequeño androide sostenía varias herramientas en cada uno de sus cinco brazos de dígitos tentaculares. Su único ojo rojizo se alzó hacia Lando—. ¿Qué ha ocurrido, amo?
—¿Cuántas veces te he dicho que no quiero que me llames «amo», Vuffi Raa? —preguntó Lando, que seguía deseando poder chuparse el nudillo golpeado.
—Quinientas sesenta y dos veces, amo —se apresuró a replicar el pequeña androide.
—Acabo de hacerme daño en un nudillo, montoncito de chatarra —gruñó Lando—. No te preocupes, sobreviviré... Y ahora volvamos al trabajo. Hemos de conseguir que el Halcón esté en condiciones de volar para esta noche. Mako ha organizado otra serie de maniobras.
—Muy bien —dijo Vuffi Raa:
—¡Eh, Vuffi Raa! —gritó Lando.
El pequeño androide, que ya estaba volviendo a deslizarse debajo de la nave, se quedó inmóvil.
—¿Sí, amo?
Lando decidió fingir que no había oído cómo el androide volvía a llamarle «amo».
—¿Estás seguro de que podrás pilotar el Halcón durante esta batalla?
—Supondrá un considerable esfuerzo para mis circuitos, amo, porque como ya sabe he sido programado para no dañar a ninguna criatura viva, especialmente si es inteligente. Pero dado que usted se encargará de disparar, creo que seré capaz de pilotar la nave. Lo único que le pido es que no me ordene que embista a otra nave, porque en ese caso no podría obedecerle.
—¡Espero que no tenga que llegar a dar esa orden! —exclamó Lando—. Muy bien, mi pequeña aspiradora, volvamos al trabajo...
—Sí, amo.
Han y Mako no le habían revelado a casi nadie en qué momento planeaba atacar Greelanx. Algunos de los integrantes del «Alto Mando» de los contrabandistas sabían que Han y Mako estaban al corriente de los detalles más concretos de la operación imperial, pero aceptaban la decisión tomada por los dos ex imperiales de que era preferible que éstos siguieran siendo ignorados por la mayoría de los contrabandistas.
Lando, Shug, Salla, Rik Duel, Azul y Jarik eran muy conscientes de que cada salida al espacio para entrenarse y hacer maniobras podía acabar convirtiéndose en una auténtica batalla. Los demás contrabandistas lo ignoraban.
Han y Mako tenían que ir con mucho cuidado a la hora de entrenar a sus tropas. No querían que los contrabandistas se hartaran y empezaran a tomarse a broma la rutina, cosa que podía ocurrir si se entrenaban excesivamente. Por otra parte, sabían que su escuadrón de contrabandistas iba a necesitar montones de adiestramiento. La clave para que tuvieran una posibilidad de derrotar a la flota imperial estribaba en que los contrabandistas siguieran fielmente el plan de batalla concebido por Han y Mako.
Todos los contrabandistas de Nar Shaddaa eran individualistas endurecidos por la vida, y no estaban acostumbrados a actuar como parte de un gran grupo organizado.
—Es como tratar de pastorear un rebaño de gatos-vro —le dijo Han a Xaverri un día en el que se sentía realmente agotado—. Todos están convencidos de que saben lo que hay que hacer mucho mejor que tú, y quieren discutir cada maldita decisión que adoptamos. ¡Empiezo a estar más que harto de ellos!
—Sí, pero la última vez que diste la señal de iniciar las maniobras —observó Xaverri, intentando animarle—, todos ocuparon sus posiciones y llevaron a cabo los trayectos en una tercera parte del tiempo que habían necesitado la primera vez.
—Cierto —admitió Han con una notable falta de entusiasmo, y suspiró—. Pero están consiguiendo que me salgan canas, cariño.
Xaverri sonrió y fingió inspeccionar su cuero cabelludo. Han todavía llevaba los cabellos muy conos debido a su reciente visita al almirante Greelanx.
—Pues yo no veo ninguna —anunció pasados unos momentos. Han intentó devolverle la sonrisa, cosa que le costó bastante. —Bien, pues entonces será que me están saliendo canas por dentro. Xaverri le dio unas palmaditas en la mano.
—No te preocupes, Solo. Todo terminará bien.
—Eso espero, Xaverri —dijo—. Y... Bueno, cariño, yo...
—¿Sí?
—Quería agradecerte que hayas venido a ayudarnos. Sin ti no tendríamos ni una sola posibilidad.
Xaverri sonrió maliciosamente.
—No me habría perdido esto por nada del mundo. Sólo el conocer a Salla ya ha hecho que valiera la pena venir hasta aquí.
—Sí, ya me he dado cuenta de que os habéis hecho muy buenas amigas —dijo Han en un tono más bien cauteloso—. Bueno... ¿Y de qué habláis las dos mientras estáis trabajando juntas y os lo pasáis tan bien?
Xaverri soltó una risita.
—¡Eres el vagabundo del espacio más egocéntrico que he conocido en toda mi vida, Solo] Piensas que hablamos de ti, ¿verdad? Han meneó la cabeza.
—¿De mí? ¡Por supuesto que no!
—¡Oh, por supuesto que lo piensas! —La visible incomodidad de Han hizo que Xaverri se echara a reír—. ¡Admítelo, Solo!
Han se negó tozudamente a admitirlo. Pero en su fuero interno se estaba preguntando si su relación con Salla podría seguir igual que antes cuando todo aquello hubiera terminado. Ya se había dado cuenta de la forma en que Lando solía mirar tanto a Xaverri como a Salla, y sabía que Calrissian no se lo pensaría dos veces a la hora de presentarse como candidato ante Salla si creía que la contrabandista estaba buscando a otro hombre con el que compartir su vida.
Han se preguntó si Salla le quería de la misma manera en que lo habían hecho Xaverri y Bria, y tuvo que admitir que no lo sabía. Nunca hablaban de aquel tipo de cosas. Se divertían, lo pasaban bien juntos y formaban un buen equipo. Nunca habían tratado de analizar sus sentimientos o de hablar de un futuro juntos, y Han sospechaba que ese silencio era el resultado de una especie de pacto mutuo.
Y, de todas maneras, ¿qué sentía él exactamente hacia Salla?
Han no estaba muy seguro. Normalmente estaba demasiado ocupado para poder pensar en aquel tema, aunque sí sabía que aún no estaba preparado para hacer lo que estaba a punto de hacer Roa.
Han estaba sentado en el granero espacial de Shug cuando Chewie fue hacia él y le recordó con un gruñido que tenía cosas que hacer. Han alzó la mirada hacia el wookie.
—¡Oh! La reunión, claro... ¡He perdido la noción del tiempo!
Han y el wookie fueron a toda prisa al auditorio del Castillo del Azar. Ya iba siendo hora de que volvieran a repasar el plan de batalla para asegurarse de que todos los contrabandistas habían comprendido el papel que tendrían que interpretar dentro de su estrategia global.
Dos horas después, Han se tropezó con Shug Ninx cuando los contrabandistas estaban saliendo del auditorio. El mestizo iba acompañado por Salla Zend. Cuando Han echó a andar junto a ellos, Salla le apretó el brazo y después le dio un beso en la mejilla.
—Estuviste magnífico —dijo—. Siempre estás magnífico, Han. Eres un líder nato.
El corelliano sonrió, sintiéndose un poco avergonzado.
—Quién, ¿yo?
Salieron del auditorio, y Shug se volvió hacia Han.
—¿Cuándo será el próximo entrenamiento?
—No lo sé —mintió Han—. Mako ya lo convocará cuando lo crea oportuno. ¿Está preparada la Viajera del Borde? ¿Habéis colocado los holoproyectores y tenéis listas las boyas de tráfico?
—Todo está a punto —le confirmó Shug—. ¿Sabes una cosa, Han? Cuando todo esto haya terminado, y si no estoy muerto, dormiré una semana seguida.
Salla golpeó el brazo de su amigo con el puño.
—¡No digas esas cosas! Da mala suerte.
—¿Encontraste un artillero de cola? —preguntó Han.
—Sí —replicó Salla—. Rik se ofreció voluntario para manejar esos lanzadores de misiles posteriores. Me dijo que es un buen artillero.
—Y lo es —dijo Han—. Pero... No le dejes a solas en tu nave, no le prestes dinero y no le proporciones los códigos de acceso de seguridad a nada que consideres tiene algún valor, ¿de acuerdo?
Salla sonrió.
—Sí, va me han advertido de que es un tipo un tanto peligroso en ese aspecto —dijo—. No sabe mantener las manos quietas ni siquiera cuando está con otros contrabandistas, ¿eh?
—Pues por decirlo suavemente..., sí —replicó Han—. ¿Te he dicho que hay algunas buenas noticias?
—No. ¿De qué se trata?
—Mako había planeado mandar a la resistencia desde el Puño de Rentkal, pero hace un par de días nos dimos cuenta de que habíamos tenido un golpe de suerte. ¿A qué no adivinas qué futura mamá está tan absorta en los deleites del embarazo que se le ha olvidado enviar un piloto para que lleve su yate de vuelta a Nal Hutta? Ah, y adivina quién no ha conseguido ponerse en contacto con su piloto favorito debido a lo terriblemente sobrecargadas que están todas las comunicaciones entre Nal Hutta y Nar Shaddaa últimamente...
Los labios de Salla empezaron a curvarse en una gran sonrisa.
—¿Quieres decir que el Perla de Dragón sigue aquí?
—Sí. Y a diferencia de su sobrino Jabba, Jiliac siempre se ha tomado muy en serio todo lo referente al mantenimiento para que su yate esté en condiciones de combatir en cualquier momento. El Perla de Dragón dispone de seis Cazadores de Cabezas, y ya los hemos inspeccionado..., y todos se encuentran en perfecto estado. También disponemos de pilotos para ellos y de una dotación artillera para Mako, y hemos convencido a Azul para que pilote el yate. Su nave es demasiado lenta para que pueda sernos de mucha ayuda, pero Azul es tan buena pilotando que no podemos permitirnos el lujo de no contar con ella. De esa manera: Mako podrá concentrarse en sus pantallas tácticas y mantenerse al corriente de todo lo que ocurra.
Shug dejó escapar un suave silbido.
—Ese yate va a ser una gran ayuda. Su blindaje no es nada del otro mundo, pero tiene un armamento magnífico y unos escudos muy potentes.
—Pero si lo hacen pedazos, Jiliac se quedará con el pellejo de alguien para adornar una de sus paredes... —murmuró Salla con voz pensativa—. Aun así, supongo que tendremos que correr el riesgo. Necesitamos hasta el último gramo de potencia de fuego que podamos conseguir.
—Bueno, de momento hemos decidido que la composición de las dotaciones del Perla de Dragón se mantendrá en secreto —dijo Han—. Y si Mako tiene que disfrutar de unas largas vacaciones en la Luna de los Contrabandistas mientras a Jiliac se le pasa el enfado, ya ha dicho que está preparado para ello. —El corelliano sonrió—. Azul le prometió que conseguiría que su estancia allí fuera... interesante.
Shug meneó la cabeza, y Salla soltó un bufido.
—¡Apuesto a que lo conseguirá!
Envuelto en un traje de vuelo presurizado, Roa estaba inmóvil sobre el permacreto de la pista de descenso y bajaba la mirada hacia la hermosa mujer de largos cabellos rubios que le contemplaba con los ojos llenos de lágrimas.
—Vamos, Lwyll, no te lo tomes así —dijo—. No te preocupes. Tendré mucho cuidado.
—Oh, sí, Roa, por favor... —dijo Lwyll, apretándole los antebrazos con las manos—. Prométeme que volverás conmigo. La vida no valdría gran cosa sin ti.
—Te prometo que volveré —le juró el veterano contrabandista—. La Lwyll es una buena nave. Cuidará de mí tan bien como lo harías tú. Por eso elegí ponerle tu nombre.
Roa se inclinó sobre ella y la besó.
—Y además esto no es más que otro ejercicio de entrenamiento, cariño. A estas alturas ya has venido a despedirme con un beso ocho veces, y siempre he estado de vuelta al cabo de media hora como mucho. Esta vez todo irá igual que las otras.
Lwyll asintió, pero un par de lágrimas lograron escapar de sus ojos y se deslizaron por sus mejillas.
—Te amo, Roa.
—Yo también te amo, Lwyll. Voy a volver, cariño... Voy a dejar esta clase de vida para convenirme en un ciudadano respetuoso de la ley, y cuando vuelva nos casaremos. Ya lo verás... Todo irá bien.
Lwyll asintió.
—De acuerdo. Y ahora será mejor que te vayas, Roa.
—Tienes razón. ¡No quiero llegar tarde al entrenamiento!
Sonriendo, Roa introdujo su robusto cuerpo en la cabina de la Lwyll, un navío de exploración modificado de la clase Espino Rojo muy rápido y maniobrable, pero cuyo armamento estaba limitado a una batería triple de cañones láser que disparaban hacia adelante. La pequeña nave tenía la forma de un cilindro rematado por una aguja al que se hubiera añadido una gruesa ala del tipo delta. Siendo casi tan rápida como un caza TIE, los escudos con que contaba la Lwyll le proporcionaban una abrumadora ventaja en las situaciones de combate individual.
Roa bajó la mirada hacia su futura esposa, que permanecía inmóvil sobre el permacreto mientras le saludaba con la mano, y le sonrió y levantó el pulgar para indicarle que todo iba bien.
Después comprobó sus instrumentos, se puso el arnés de seguridad y se caló el casco. Roa quería obtener la máxima velocidad posible y proporcionar un nivel de energía muy elevado a su armamento, por lo que había decidido no desviar ni una sola partícula del suministro energético a los sistemas de apoyo vital.
Empujó la palanca de control hacia adelante, activó las toberas ventrales e hizo que su nave empezara a subir en un veloz ascenso. Roa miró hacia abajo e intentó distinguir la silueta de Lwyll, pero ésta ya se había perdido en la lejanía.
El veterano contrabandista se dirigió rápidamente hacia las coordenadas asignadas. Roa era uno de los pocos pilotos que no volarían en pareja. Su misión consistía en utilizar la elevada velocidad de la Lywll para llevar a cabo una operación de reconocimiento que les mantuviera informados de los movimientos de la flota imperial. Roa podía utilizar un canal de comunicaciones especial que le permitiría informar a Mako de cuanto descubriera.
A medida que la atmósfera se iba volviendo cada vez más tenue a su alrededor y el cielo iba pasando del azul grisáceo al cobalto primero y a una negrura tachonada de estrellas después, Roa se fue relajando poco a poco. Siempre le había encantado volar y pilotar la Lwyll, rápida y obediente, era una experiencia realmente deliciosa.
Roa fue hacia las coordenadas asignadas, dejó atrás la cúspide de Nar Shaddaa y llegó a ellas en sólo unos minutos de tiempo de vuelo. Mientras se aproximaba a su posición, Roa esperaba con impaciencia el momento en el que sus auriculares cobrarían vida para emitir el mismo mensaje que ya le había oído transmitir tantas veces a Mako. «Atención, flota, atención: volved a la base. Esto ha sido un ejercicio de entrenamiento. Que todas las naves vuelvan a la base en cuanto hayan completado la rutina asignada...»
Unos segundos después, y tal como había esperado, el veterano contrabandista oyó la voz de Mako.
—Atención. Atención. Escuchadme, vagabundos del espacio: ahora va en serio. Los imperiales acaban de aparecer en nuestros sensores. Esto no es un ejercicio de entrenamiento. Repito: esto no es un ejercicio de entrenamiento. Esta vez va de verdad, chicos... Preparaos para enfrentaros al enemigo.
Roa puso ojos como platos. «¿Eh? Pero si no es un ejercicio de entrenamiento, entonces...»
Mientras la voz de Mako se iba desvaneciendo en sus oídos, Roa, el cuerpo envarado por el miedo, vio cómo los primeros navíos imperiales emergían del hiperespacio...