Capítulo 11
¿Puestos de combate?

Las comisuras de la enorme boca desprovista de labios de Aruk el hutt se curvaron hacia abajo mientras entrecerraba sus protuberantes ojos para contemplar el informe sobre el movimiento de cargamentos que le estaba mostrando su cuaderno de datos. Siempre le había encantado repasar los hechos y las cifras —los informes trimestrales, semestrales y anuales, las relaciones de beneficios obtenidos por Ylesia, las perspectivas de crear nuevas empresas, las valoraciones globales de propiedades y activos y el resto de informes sobre la vasta y complicada red financiera y empresarial del kajidic Besadii—, pero últimamente cada vez le costaba más llegar a concentrarse en ellos.

Aruk alargó distraídamente una mano para coger otra de las ranas de los árboles-nala que Teroenza le había enviado desde Ylesia. El T'landa Til había cumplido su promesa de proporcionar únicamente las ranas más grandes, sabrosas y frescas a su dueño y señor hutt.

La mano de Aruk se cerró alrededor de la rana arbórea. La aterrorizada criatura se debatió frenéticamente entre los dedos del líder hutt. Aruk abrió la boca y arrojó la convulsa exquisitez gastronómica al interior de sus fauces, y después la deslizó de un lado a otro sobre su lengua, saboreando sus desesperados retorcimientos durante un par de minutos antes de acabar engulléndola entera.

«Deliciosa...», pensó mientras dejaba escapar un suspiro de satisfacción.

Volvió a contemplar el cuaderno de datos con el ceño fruncido. Aquellos informes podían esperar. Quizá se echaría una siesta, aunque sabía que en realidad no hubiera debido hacerlo. Tanto su médico particular como los androides médicos habían insistido en que debía hacer más ejercicio. Cada vez que Aruk dejaba transcurrir un día sin levantarse de su trineo antigravitatorio para desplazarse de un lado a otro por sus propios medios, los médicos se quejaban y le soltaban largos sermones. Cada vez que disfrutaba de algún plato realmente suculento o fumaba su narguile, los médicos se ponían visiblemente nerviosos e insistían en que se estaba destrozando el sistema cardiovascular. Aruk sabía que tenían razón: las manchas verdosas que cubrían su piel se habían vuelto un poco más oscuras, lo cual indicaba que estaba empezando a tener problemas de circulación realmente serios.

Pero... ¡Oh, qué demonios! Ya era muy viejo y a su edad se le debería permitir que hiciera lo que quisiese, lo cual incluía fumar, comer lo que le diera la gana, no hacer ejercicio y..., ¡y no leer unos aburridísimos informes financieros que cada vez le resultaban más incomprensibles!

Aruk decidió que le diría a Durga que repasara los informes por él. Ya iba siendo hora de que aquel jovencito empezara a aliviar los hombros de su anciano padre de una parte del gran peso que soportaban.

El viejo líder hutt cogió otra rana arbórea para deleitarse con su delicioso sabor y después, con un suspiro, cerró sus bulbosos ojos para disfrutar de una deliciosa siesta de media tarde...

—¡Bueno, a ver si esta pandilla de criaturas que afirman ser inteligentes se calma un poco! —rugió Mako Spince. Su voz amplificada rebotó en los muros del gran auditorio del Castillo del Azar en el que Han había visto actuar por primera vez a Xaverri. El hotel-casino había cedido generosamente la sala cuando Mako convocó una reunión de representantes de todos los enclaves, tanto humanoides como no humanoides, que había en Nar Shaddaa—. ¡He dicho que os calméis y que no hagáis ruido!

La multitud se fue callando poco a poco, y Mako esperó hasta que estuvo seguro de que contaba con toda su atención.

—Bien, chicos... —dijo después—. No soy ningún político, así que no sé hacer discursos. Lo máximo que puedo hacer es contaron los hechos tal como los conocemos. ¿Os parece bien?

La multitud indicó que aprobaba las palabras de Mako con un suave zumbido de aplausos.

—¡Adelante, Mako! —chilló un gotaliano de la primera fila.

—Muy bien. —Mako alzó la mano derecha y fue utilizando la izquierda para ir indicando los apartados de su exposición con los dedos a medida que hablaba—. Hecho número uno. Compañeros de inteligencia y habitantes de Nar Shaddaa..., estamos metidos en un lío muy serio. Dentro de una semana un escuadrón de naves imperiales saldrá de Teth, enviado por nuestro amado Moff Sarn Shild, después de haber recibido órdenes de borrarnos del mapa. No estoy hablando de destruir algunas de nuestras naves o de dejarnos con la nariz levemente amoratada, no... Lo que quiero decir es que van a hacer cuanto puedan para asegurarse duque Nar Shaddaa no vuelva a acoger nunca más ninguna operación de contrabando. Todo este lugar se convertirá en una ruina humeante.

Un murmullo de miedo fue recorriendo el auditorio a medida que los contrabandistas reunidos en él trataban de digerir las palabras de Mako.

—Hecho número dos —siguió diciendo Mako—. Sólo podemos contar con nosotros mismos, amigos. Los hutts acaban de gastarse un montón de créditos en instalar escudos de defensa planetaria recién salidos de la fábrica para poder esconderse detrás de ellos en Nal Hutta mientras la flota imperial gasta sus municiones con nosotros. Según los informes de que disponemos, los hutts han contratado a una pequeña flota de mercenarios para que vengan y les ayuden a defenderse, pero su estrategia primaria consiste en permitir que los imperiales se traguen Nar Shaddaa de un bocado y esperar que se queden satisfechos con ello, y...

Silbidos, protestas y bufidos de todas clases llenaron el auditorio, impidiendo oír a Mako. Los contrabandistas aullaron su rabia, sus amenazas y su ira contra los hutts. Transcurrieron casi cinco minutos antes de que Mako pudiera volver a hacerse oír.

—¡Sí, sí! Yo también estoy furioso, amigos, pero ¿qué se puede hacer al respecto? Son hutts, chicos, así que no sé qué esperabais de ellos. Pero de todas maneras, ahora eso no tiene ninguna importancia. Sea lo que sea lo que se haga, tendremos que hacerlo nosotros. Las babosas no nos van a ayudar a salir de este lío.

La multitud de contrabandistas, gruñendo y refunfuñando, se fue calmando poco a poco.

—De acuerdo, vamos a por el hecho número tres. No es que esternos totalmente indefensos, amigos, y creo que podremos hacer algo. Estamos seguros de que el escuadrón imperial no incluye ninguna nave del nivel de superpotencia de fuego, y eso es una buena noticia para nosotros. ¿Por qué? ¡Pues porque eso significa que podremos tratar de devolverles los golpes!

Murmullos de consternación mezclados con gritos llenos de decisión surgieron de la multitud.

—¡Sí! ¡Lucharemos! ¡Les daremos una buena patada en el trasero! ¡Queremos luchar! ¡Esos imperiales no sabrían darle a un planeta ni aunque estuvieran a punto de chocar con él! ¡No vamos a huir de unos cuantos imperiales! ¡Si nos atacan, haremos que lo lamenten!

Mako sonrió.

—Vaya, vaya, compañeros de inteligencia... ¡Es justo lo que estaba pensando! Tengo intención de enfrentarme a esa flota, y si cuando salga al espacio me encuentro con que mi nave es la única que le va a plantar cara... ¡Bueno, pues que así sea! ¡Nadie va a acabar conmigo sin tener que luchar antes! ¡Nadie!

Esta vez los vítores de la multitud fueron ensordecedores. —¡Sí! ¡Mako! ¡Guíanos, Mako! ¡Sí, lucharemos!

Mako alzó las manos, pidiendo silencio.

—De acuerdo. Quienes quieran luchar, que levanten las manos, o las patas, o los tentáculos, o lo que quiera que tengan. Los que no quieran luchar... Bueno, os sugiero que recojáis vuestras pertenencias y a vuestras familias y que os larguéis de aquí ahora mismo, porque puedo aseguraros que las cosas no tardarán en ponerse bastante feas por aquí.

Han, que estaba observando a la multitud desde un lado del escenario, se sorprendió al ver que la inmensa mayoría de los seres congregados en el auditorio se quedaba. Sólo un par de docenas se levantaron y se fueron.

Mako esperó hasta que hubieron salido del auditorio antes de volver a hablar.

—Bien, amigos. Lo primero que necesitamos es que todos los que tengan alguna experiencia de combate se adelanten hasta la primera fila. No estoy hablando de haberle volado el ala a un pirata que se acercó demasiado, ¿de acuerdo? Estoy hablando de auténtica experiencia de combate en el espacio, particularmente contra los imperiales. Vamos, acercaos al escenario...

Durante los dos o tres minutos siguientes unos cuarenta seres inteligentes, la mayoría de ellos humanoides, se abrieron paso por entre la multitud y se alinearon delante del escenario.

—De acuerdo, chicos —dijo Mako—. Si queremos planear una contraofensiva, lo primero que necesitamos es un líder. ¿Alguien quiere ofrecerse como voluntario?

Uno de los humanoides, un bothano, señaló al veterano contrabandista.

—¡Tú, Mako! ¡Tú ser nuestro líder! —gritó.

La multitud reaccionó entusiásticamente ante aquella sugerencia, y un cántico colectivo no tardó en resonar dentro del auditorio. ¡Mako! ¡Ma-ko! ¡¡Ma-ko!! ¡MA-KO!

El cántico siguió y siguió, adquiriendo cada vez más volumen, hasta que Han pensó que iba a tener que taparse las orejas con las manos para no quedarse sordo. Mako agitó las manos, y el silencio descendió sobre el auditorio.

—¡De acuerdo! ¡De acuerdo! —dijo, mostrando los dientes en una gran sonrisa—. Me siento realmente halagado, amigos. Y os juro que haré cuanto pueda por vosotros. ¡Lo juro!

Hubo otra erupción de vítores atronadores.

—Bien, una cosa más y luego voy a dar por terminada la reunión —dijo Mako—. Quiero que conozcáis a mi mano derecha, amigos. Muchos de vosotros le conocéis como el contrabandista de la nave caprichosa y el enorme acompañante peludo. ¡Han Solo, ven aquí!

Han salió al escenario. Tanto él como Mako ya se habían imaginado que el veterano contrabandista sería elegido líder de las fuerzas de Nar Shaddaa. De momento, todo estaba yendo exactamente tal corno habían previsto.

Hubo más vítores atronadores, y la multitud inició un nuevo cántico colectivo.

—¡Ma-ko! ¡Han! ¡Ma-ko! ¡Han!

Han les saludó, sintiendo un repentino calor en las mejillas. Hasta aquel momento nunca había tenido que oír cómo millares de personas le vitoreaban. Cuando trabajaba .como ayudante de Xaverri había compartido la luz de los focos, pero no era lo mismo. Oír cómo todas aquellas personas le aplaudían era una experiencia muy extraña..., pero también muy agradable.

—Muy bien, chicos —dijo Mako, volviendo a agitar las manos para solicitar silencio—. Voy a pedir a mis veteranos de combate... —señaló al grupito inmóvil delante del escenario— que se mantengan en contacto conmigo y que vengan al Castillo del Azar cada mañana. Pondremos los avisos de las reuniones o las maniobras en la puerta del auditorio, ¿de acuerdo? ¡Y ahora, quiero unos aplausos bien fuertes para nuestros valientes voluntarios!

Hubo otro estallido de vítores. Resultaba obvio que el mero hecho de saber que iban a hacer algo, en vez de limitarse a esperar apáticamente a que, acabaran con ellos, bastaba para hacer que la multitud de seres inteligentes de distintas especies se sintiera mucho mejor.

Mako se dirigió a los veteranos con experiencia de combate en cuanto el grueso de la multitud hubo salido del auditorio.

—Bien, Han y yo vamos a organizar un plan de defensa colectiva. Tardaremos un par de días como mucho en tenerlo listo y luego os lo expondremos, y entonces empezaremos con los ejercicios de adiestramiento para la batalla. Cuando esos imperiales lleguen aquí, todo el mundo sabrá qué debe hacer..., y esto es una promesa, chicos. Si alguno de vosotros conoce a alguien que tenga experiencia de combate, quiero que lo traigáis a las reuniones de información. ¿Lo habéis entendido?

Todos los veteranos indicaron que lo habían entendido.

—Perfecto —dijo Mako—. Disponéis de un par de días para que vuestras naves estén en las mejores condiciones posibles con vistas a la batalla. Escudos cargados al máximo, blindaje reforzado, todos los cañones láser cargados... Ya sabéis a qué me refiero, ¿no? Todas nuestras naves tienen que funcionar al máximo de sus capacidades. Eso quiere decir que no podemos permitirnos el lujo de perder ni un solo instante, ¿de acuerdo?

—¡De acuerdo! —gritaron todos a coro.

Después de que Mako hubiera despedido a los veteranos con experiencia de combate, él y Han fueron a una de las salas de reuniones de la parte de atrás del casino, donde no tardó en unírseles el resto del .Alto Mando» —la denominación que Han y Mako, medio bromeando y medio en serio, habían elegido para el grupo— de los contrabandistas. Chewbacca, Roa, Shug Ninx, Salla Zend, Laudo Calrissian, Rik Duel y Esbelta Ana Azul formaban el grupo de élite de contrabandistas experimentados seleccionado por Mako.

Mako y Han habían decidido que sólo el Alto Mando sabría que contaban con el plan de batalla de los imperiales. Los dos amigos temían que ese conocimiento pudiera hacer que los contrabandistas se confiaran excesivamente, y eso sería desastroso para su bando. Además, algunos contrabandistas habrían sido capaces de vender a sus abuelas si alguien les hubiera pagado una suma lo suficientemente elevada por ellas, y no podían permitirse el lujo de que hubiera fallos de seguridad.

Mientras Han tomaba asiento junto a él, Mako hizo aparecer un diagrama holográfico en su cuaderno de datos y lo proyectó sobre la mesa. Todos los presentes se inclinaron hacia adelante para estudiar el plan de batalla.

—Y ahora, prestad mucha atención... —Mako utilizó un puntero láser para ir señalando las diminutas representaciones holográficas de las distintas naves—. Tenemos los grandes navíos de primera línea saliendo del hiperespacio aquí, y avanzando sobre Nar Shaddaa. Y luego tenemos a dieciséis naves de perímetro, cruceros ligeros de la clase Guardián del servicio de aduanas, que surgirán del hiperespacio en una formación del tipo caparazón para rodear Nar Shaddaa. Después tenemos dos navíos de reconocimiento, que serán estos cruceros de la clase Galeón, uno a cada lado..., aquí y aquí. ¿Me vais siguiendo?

—Sí —dijo Rik Duel.

—Y después, aquí atrás y en una formación de cuña, están los tres destructores y los cuatro cruceros pesados. Ése es el contingente realmente temible, ¿de acuerdo? Recordad que cada uno de esos destructores lleva catorce cazas TIE a bordo, y que los cruceros ligeros de la clase Galeón transportan cuatro cazas TIE de reconocimiento cada uno. Eso significa que tendremos que enfrentarnos a un mínimo de cuarenta y cuatro cazas TIE.

Los miembros del «Alto Mando» de Mako intercambiaron rápidas miradas de preocupación.

—El Pasillo de los Contrabandistas está empezando a volverse más y más atractivo a cada segundo que pasa —dijo Esbelta Ana Azul—. Los imperiales nunca podrán llegar a estar lo bastante locos para enviar una flota a ese campo de asteroides. —

Han se apresuró a tranquilizarles.

—Eh, podemos ajustarles las cuentas a esos TIE —dijo—. No olvidéis que carecen de blindaje. Son unos diablillos muy veloces, de acuerdo, pero también son muy vulnerables. Un simple roce de los haces de una batería cuádruple o de un turboláser y...

El corelliano separó las manos y sus labios articularon un «bum» silencioso.

Mako asintió.

—Han ha pilotado cazas TIE tanto en situaciones de combate como cuando estaba en la Academia, y yo me adiestré con ellos mientras estudiaba en la Academia —observó—. ¿Sabéis por qué todavía estamos aquí? Pues por la sencilla razón de que dejamos de pilotar cazas TIE. Los tipos que pilotan ese modelo de caza son realmente muy, muy buenos..., pero eso no evita que la inmensa mayoría de los pilotos de los cazas TIE acaben realmente muy, muy muertos.

—Bueno, ahora ya sabemos con qué efectivos cuenta la fuerza imperial y qué clase de despliegue utilizarán cuando vengan hacia nosotros —intervino Lando—. ¿Cómo vamos a enfrentarnos a ellos utilizando cargueros y unos cuantos cazas monoplazas como el que ha estado construyendo Roa?

Todos se volvieron hacia el veterano contrabandista.

—Sí, ya casi lo tengo terminado —dijo Roa—. Va a ser una navecita preciosa, y me encantará volar en ella.

—¿Qué nombre le vas a poner? —preguntó Azul, sonriendo maliciosamente.

Roa le devolvió la sonrisa.

—Se llamará Lwyll, naturalmente —replicó.

La relación existente entre Roa y su gran amor, Lwyll, había sido tema de comentarios intermitentes en Nar Shaddaa desde hacía más de diez años. Todo el mundo conocía a Lwyll. Rubia y muy hermosa, Lwyll era uno de los poquísimos habitantes de la Luna de los Contrabandistas que llevaban una vida totalmente legal y que se ganaban honradamente un crédito a cambio de un honrado día de trabajo. Roa llevaba años intentando convencerla de que se fuera a vivir con él, pero Lwyll jamás haría algo semejante. Salía con Roa, pero también salía con otros hombres aparte de con él, y Roa se sentía muy herido cada vez que lo hacía.

Aun así, Roa nunca había conseguido decidirse a dar el paso definitivo y pedirle que se casara con él. Han y los otros contrabandistas siempre le estaban tomando el pelo por ello. Aparte de burlarse, sus amigos sólo podían decirle que Lwyll era lo mejor que le había ocurrido en toda la vida.

—¿Piensas despegar con la Lwyll para enfrentarte a esos cazas TIE? —preguntó Mako—. ¿Y qué tiene que decir al respecto la Lwyll de carne y hueso?

Roa suspiró. Después miró a sus amigos y permitió que sus labios se curvaran en una sonrisa llena de melancolía.

—Puedo aseguraros que tenía mucho que decir. No lo vais a creer, muchachos, pero... Bueno, anoche por fin me decidí y le pedí a Lwyll que se casar* conmigo.

Un murmullo de sorpresa general recorrió toda la mesa.

—¡Bueno, acaba de una vez con este suspense! —exclamó Azul—. ¿Qué ha dicho Lwyll?

—Ha dicho que no —replicó Roa, y los joviales rasgos llenos de franqueza del veterano contrabandista se ensombrecieron de repente. Dijo que no quería acabar viuda.

—No puedo culparla —murmuró Lando.

Ninguno de los contrabandistas presentes estaba casado, y ese hecho no tenía nada que ver con la casualidad. Llevaban una existencia tan peligrosa que les resultaba imposible mantener nada que se aproximara ni remotamente a una vida familiar normal.

Chewbacca se volvió hacia Han y emitió un atropellado torrente de palabras en wookie. El corelliano las tradujo para aquellos que no entendían el wookie.

—Roa, Chewie dice que si fueras un wookie, ya iría siendo hora de que sentaras la cabeza y echaras raíces. Cree que Lwyll es tan maravillosa que no deberías dejarla escapar. Le cae muy bien, ¿sabes?

Roa sonrió

—Y tiene razón —dijo—. Es una mujer demasiado maravillosa para dejarla escapar, chicos, y ésa es la razón por la que esta batalla va a ser lo último que haga como contrabandista. Si sobrevivo, voy a dejar esta vida y me convertiré en un buen ciudadano respetuoso de la ley.

Todos sabían hasta qué punto amaba Roa el tipo de vida que había elegido, por lo que el anuncio que acababa de hacer el veterano contrabandista les dejó muy sorprendidos.

—Sí, voy a hacerlo —insistió Roa—. Y Lwyll dice que si lo hago, se convertirá en mi esposa.

—Bueno... ¡Felicidades! —dijo Lando—. Es una gran noticia. Te llevas una mujer magnífica, Roa.

El grito colectivo de los contrabandistas indicó que todos compartían la opinión de Lando.

—Ya lo sé —admitió Roa—. Bien..., y ahora lo único que he de hacer es salir vivo de esta batalla.

—Hablando de batallas, creo que deberíamos volver a pensar en lo que se nos viene encima —dijo Mako—, Ya va siendo hora de que encontremos alguna manera de vencer a esos imperiales.

—Tenemos una gran ventaja —dijo Roa—. Contamos con el elemento sorpresa.

Mako le miró fijamente.

—Sabemos cuándo van a venir, así que no veo que haya ningún elemento de sorpresa por esa parte. Pero... Esos imperiales van a invadirnos, Roa. ¿Cómo se supone que hemos de sorprenderles? Roa sonrió de oreja a oreja y señaló el techo con una mano. —¡Pensad, amigos míos, pensad! ¿Qué hay ahí arriba?

—Un escudo planetario que necesita que le hagan un montón de reparaciones —replicó Mako con expresión sombría.

—¿Y más allá de ese escudo? —preguntó Roa.

—Boyas de tráfico —dijo Han.

—Y todavía más allá... —insistió Roa

Han reflexionó durante unos momentos y después una lenta sonrisa fue iluminando su cara. Salla se echó a reír.

—¡Ya lo tengo! ¡Basura espacial! Docenas, centenares de naves espaciales abandonadas y fragmentos de cascos y naves...

Roa se había vuelto hacia la alta y esbelta contrabandista y estaba asintiendo.

—Exacto —dijo después—. El anillo de basura que rodea a Nar Shaddaa contiene tantos restos y tanta chatarra que nuestras naves podrían esconderse detrás de él, o debajo de él, o en su sombra..., y luego podrían aparecer de repente para pillar por sorpresa a la flota imperial.

Chewie dejó escapar un potente «¡Hrrrrrnnrmn!».

Esta vez le tocó el turno a Mako de asentir enérgicamente.

—Creo que has tenido una buena idea, Roa —dijo—. Y tal vez dé resultado, desde luego... Especialmente si hacemos que un par de naves huyan a toda prisa en cuanto vean llegar a la flota de ataque, podríamos usar cargueros, y así el escuadrón del Moff creería que son naves civiles, y conseguimos que los imperiales las persigan hasta que se encuentren justo donde queremos que estén, y entonces... —lanzó un puñetazo al aire—. ¡Bum! ¡Entonces saldremos de nuestro escondite y caeremos sobre ellos!

El veterano contrabandista empezó a introducir en su cuaderno de datos todos los detalles de la operación que Roa acababa de describir. El «Alto Mando» le contempló en silencio mientras el anillo de restos que rodeaba a Nar Shaddaa surgía de la nada ante ellos. Cuando los primeros patrulleros imperiales se materializaron dentro de la imagen holográfica para perseguir a dos pequeños cargueros, convergiendo sobre el hemisferio derecho de la luna (si estabas vuelto hacia Nal Hutta), una multitud de cargueros y otras naves surgió repentinamente de su escondrijo en el anillo de restos y se lanzó sobre las naves imperiales con todos sus cañones láser destellando.

—Bueno, este truquito debería permitirnos eliminar a una buena parte de esos navíos de avanzadilla —dijo Han—. Pero no sé qué vamos a hacer con las naves de reconocimiento, y con esa cuña de navíos de combate de primera línea... Por si os habíais olvidado de ellos, aclararé que me estoy refiriendo a los destructores y los cruceros pesados.

Se hizo un lúgubre silencio que acabó siendo roto por Mako.

—Sé que los hutts van a contratar a una fuerza mercenaria, probablemente formada por piratas, para que defienda Nal Hurta —dijo el veterano contrabandista—. A las babosas les importa un comino Nar Shaddaa, por lo menos en comparación con sus preciosos pellejos, pero si ese capitán de mercenarios tiene aunque sólo sea un gramo de cerebro, enseguida comprenderá que podríamos aumentar de manera bastante significativa la potencia de fuego de la que podrá disponer. Sea quien sea la persona que esté al mando de esa fuerza de mercenarios, tal vez podamos lograr que tomen parte en la batalla. Creo que vale la pena que lo intentemos.

Lando estaba contemplando con expresión abatida la imagen holográfica que mostraba cómo los cruceros pesados y los destructores se iban aproximando a Nar Shaddaa.

—Esos piratas seguramente dispondrán de una potencia de fuego considerable, ¿no?

Mako asintió.

—Desde luego. Probablemente cuenten con algunas naves imperiales capturadas que habrán modificado y quizá incluso tengan alguna clase de armamento pesado, como por ejemplo torpedos protónicos. Pero sus reservas de munición seguramente estarán bastante limitadas. Comprar torpedos protónicos para armar naves imperiales robadas no resulta excesivamente fácil, ¿comprendes? A los imperiales no les hace mucha gracia ver que alguien utiliza sus propias naves contra ellos.

Mako pronunció las últimas palabras en un tono tan seco que una risita general recorrió la mesa.

Han estaba estudiando la cuña formada por los navíos de combate de primera línea.

—Todas esas naves disponen de baterías principales diseñadas para disparar hacia adelante —dijo de repente—. Es una lástima que no podamos utilizar la vieja táctica de atacar por el flanco, desde luego... Pero si el contingente principal de nuestra flota tiene que enfrentarse a esas naves de avanzadilla y a los cazas TIE, entonces sencillamente no dispondremos de naves suficientes para lanzar esa clase de ataque.

—Quizás podríamos convencer a los mercenarios de que nos echaran una mano para resolver ese problema —dijo Mako con voz pensativa—. Si atacaran el flanco imperial y supieran aprovechar la confusión general, seguramente podrían dejar incapacitada a alguna de esas naves tan enormes, y luego podrían quedarse con ella una vez terminada la batalla. ¡Eso les encantaría!

—Sí..., siempre que pudiéramos crear alguna clase de diversión para que los piratas pudieran caer sobre el flanco de la flota imperial —dijo Han.

Rik Duel se acarició su corta y elegante barba mientras reflexionaba.

—Lo que necesitamos es otra flota que se lance sobre ellos en un ataque frontal —dijo. —

—Pero no disponemos de un número de naves lo suficientemente grande para poder permitirnos ese tipo de división de nuestras fuerzas —dijo Roa—. Si lo hiciéramos, probablemente acabaríamos perdiendo todos nuestros efectivos.

—Y si no lo hacemos, lo más probable es que perdamos Nar Shaddaa —observó Lando—. A diferencia de Han, yo no soy un ex oficial del Imperio, pero me parece que debemos hacer todo lo posible para impedir que esos navíos de primera línea puedan virar y usar sus baterías sobre los escudos de nuestra luna. Los escudos son viejos, y no harán falta muchas andanadas para que dejen de funcionar. En cuanto nos hayamos quedado sin escudos, los imperiales destruirán todo este lugar.

—Lando tiene razón —dijo Shug Ninx—. Necesitamos algo que mantenga tan ocupados a esos navíos de primera línea que los mercenarios, o quien sea, puedan lanzar un ataque por el flanco. Quizá podríamos... Bueno, no sé... Quizá podríamos desviar su atención de alguna manera.

—Bien, no cabe duda de que una formación de naves que se lanzara sobre ellos siguiendo un vector de aproximación frontal atraería su atención —dijo Salla—. La pregunta a la que hay que responder es de dónde sacamos esas naves. Nosotros estaremos más que ocupados aquí... —señaló un punto del diagrama holográfico—, enfrentándonos a esas naves de perímetro y a los cazas TIE.

Han había estado contemplando el diagrama holográfico mientras pensaba hasta qué punto parecía real la minúscula flota, los diminutos cazas TIE incluidos. «Es una pena que no podamos proyectar un holograma delante de los imperiales para hacer que crean que están siendo atacados...», pensó.

Y entonces la idea adquirió forma de repente en su cerebro. —¡Ya lo tengo! —gritó—. ¡Y podría dar resultado!

Las conversaciones cesaron de repente, y todos volvieron la mirada hacia el corelliano. Han miró a sus amigos y les sonrió con nerviosa excitación.

—Eh, creo que quizá conozca a alguien que podría proporcionarnos ese ataque frontal —dijo—. ¡Podríamos usarlo como diversión durante el tiempo suficiente para distraer a esos cruceros pesados!

Resultaba obvio que Chewbacca había seguido el curso del razonamiento de Han, porque el wookie dejó caer el puño sobre la mesa y expresó su aprobación con un potente rugido.

Pero el resto del grupo, muy confuso y aparentemente sin haber entendido nada, siguió mirando fijamente a Han.

—¿Eh? —farfulló Lando—. ¿De quién demonios estás hablando? ¿Qué...?

Han ignoró a su amigo. El corelliano se levantó de un salto y agitó la mano delante de Mako.

—He de hacer una llamada —dijo—. ¿Sabes si el gerente del casino dispone de una unidad de comunicaciones?

El gerente del Castillo del Azar enseguida accedió a permitir que Han usara su unidad de comunicaciones. Todos los grandes casinos sabían que una incursión imperial iba a tener efectos realmente muy perjudiciales sobre su volumen de negocios...