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Misiones secretas

La guerra irregular en el Mediterráneo oriental resultaba muy atractiva para, los británicos jóvenes y emprendedores. Un cínico desacreditaría sin duda este fenómeno, tildándolo de una especie de versión para adultos de Swallows and Amazons[1] que se dedicaran a jugar y trataran la región como un inmenso parque de aventuras. Aunque muchos de ellos estuvieran exultantes con esta nueva vida, porque constituía una válvula de escape ideal de la rutina o las frustraciones de los tiempos de paz, la diversidad de sus personalidades debería ponernos en guardia contra un análisis excesivamente reduccionista. En sus filas figuraban desde catedráticos filohelénicos hasta malhechores con buenos contactos, pasando por muchas gradaciones intermedias, como un puñado de buenos soldados regulares, románticos, escritores, académicos haraganes y algún que otro aventurero loco. La gran mayoría pertenecía a la Junta de Operaciones Especiales, creada mediante la fusión en julio de 1940 de la Sección D y el Military Intelligence (Research) (MI(R)). (Véase el apéndice A).

Un proceso de selección inhabitual en tiempo de guerra provocó una preponderancia de arqueólogos y catedráticos. Más tarde, Paddy Leigh Fermor escribiría sobre sí mismo y otros «moradores improvisados de cuevas» que «el que escogiéramos la obsoleta materia de griego fue lo que nos hizo a fin de cuentas acabar en esos lodos. Con una inteligencia antaño juzgada rara, el ejército había comprendido que la lengua antigua, por imperfecto que fuera su dominio, abría las puertas a la lengua moderna: sólo así se explica la súbita aspersión de tantas figuras extrañas sobre los peñascos del continente y las islas».[2]

Los reclutados para operaciones especiales parecen haber presentido que esos años de guerra serían los más intensos de sus vidas. «Cuánto material autobiográfico se está generando», le dijo un amigo al viajero y escritor Peter Fleming, que se había alistado en el MI(R) poco antes del estallido de la guerra.[3] Debería haber añadido: «y de ficción». Otro de los pioneros observó que las mismas personas surgían y desaparecían constantemente en los lugares más improbables del perímetro mediterráneo: «Calcado a una novela de Anthony Powell».[4]

Los soldados regulares formaron el núcleo original del MI(R). Uno de ellos, un oficial de zapadores llamado George Young, esperaba en El Cairo ser enviado, junto a una compañía de combate de los Royal Engineers, a Rumanía, donde habían de hacer estallar los yacimientos petrolíferos de Ploesti. Los debía conducir hasta su objetivo Geoffrey Household, el autor de Rogue Male reclutado recientemente por el MI(R). Household viajó hasta la zona con un pasaporte donde se indicaba que su profesión era «comerciante», y no «escritor», porque «Compton Mackenzie y Somerset Maugham [ambos agentes secretos en su época] habían destruido para siempre jamás nuestra reputación de seres inocentes de otro mundo».[5]

El temor a forzar a los rumanos a elegir, con el consiguiente riesgo de que optaran por el Eje, provocaría con el tiempo el aplazamiento indefinido de la misión de Young. Poco después, cuando se reorganizó el MI(R) en El Cairo y se le dio la estructura original de la SOE, Young formó un comando en Oriente Medio, que con el tiempo se integraría en la Layforce,[6] y participó en las acciones de retaguardia en Creta descritas en Oficiales y caballeros por Evelyn Waugh, el oficial de la brigada de inteligencia. Cuando Waugh se sumió en la crisis de desencanto que le provocó esta retirada, Young fue uno de los pocos que siguió mereciendo su respeto.

La iniciativa más descontrolada de esta fase de la guerra, o quizás de toda ella, fue la creación del ejército privado de Peter Fleming, conocido con el nombre de «misión Yak». Fleming, hermano de Ian, viajero y autor de obras como Brazilian Adventure y oficial de reserva en la Guardia de Granaderos, ya tenía en su haber un fiasco expedicionario como fue la campaña de Noruega. Recurriendo desvergonzadamente a sus contactos —su padre había sido un gran amigo de Churchill—, Fleming agrupó a una partida de hombres cuya misión era reconocer Namsos con un hidroavión Sunderland. Cuando las fuerzas aliadas aterrizaron, se unió al ejército del general Carton de Wiart, quien, «con solo un ojo, un solo brazo y, por sorprendente que pueda parecer, una sola cruz Victoria»,[7] es uno de los hombres que inspiraron el personaje del general de brigada Ben Ritchie Hook, creado por Evelyn Waugh.[8]

Durante la oleada de terror ante una posible invasión que se levantó tras la batalla de Dunkerque, Fleming recibió órdenes de organizar en Inglaterra meridional grupos de resistencia en la retaguardia, conocidos con el nombre de «unidades auxiliares». En otoño de 1940, cuando el número de italianos capturados por las fuerzas de Wavell en Oriente Medio comenzó a aumentar, Churchill tuvo la idea de formar una «Legión Garibaldi» con los elementos antifascistas apresados. Fleming mandó llamar a media docena de amigos, entre los que se contaban Norman Johnstone, un colega del cuerpo de granaderos, y Mark Norman, un subalterno del cuerpo de voluntarios de caballería de Hertfordshire, que «no tenía ni idea de qué iba el asunto».[9] Llevando consigo a sus ordenanzas, como si de personajes sacados de una novela de Dornford Yates se tratara, se dispusieron a seguir un curso intensivo sobre explosivos y fuego de corto alcance en el centro de adiestramiento de comandos de Lochailort, en los Highlands occidentales.

Su nombre en clave, «misión Yak», se inspiraba en la obra de Fleming News from Tartary. Pertrechados con una tonelada de explosivos plásticos, cuarenta mil libras esterlinas en billetes y monedas (soberanos) y diccionarios de bolsillo de italiano (pues sólo uno de ellos hablaba esa lengua), se dirigieron a El Cairo gozando de una «prioridad absoluta».

Tras no lograr reclutar a un solo voluntario de los campos carcelarios, la misión Yak se habría desmantelado de no haber sido por la amenaza alemana que pesaba sobre los Balcanes. A finales de marzo, Peter Fleming convenció a George Pollock, el director de la SOE en El Cairo, de que les dejara ir a Yugoslavia «a apuntalar la determinación del príncipe Pablo».[10] Los acontecimientos forzaron a Fleming a modificar su plan. La misión Yak se dirigiría hacia el norte de Grecia para formar a grupos de resistencia y Fleming se las apañó para hacer un hueco para sus hombres y su equipo en el barco que había de zarpar inmediatamente desde Alejandría. En Atenas entraron en contacto con Harold Caccia, cuya mujer, Nancy, era hermana de Oliver Barstow, otro de los caballeros de la guerrilla de Fleming.

La misión Yak, «armada hasta las cejas de fusiles y subfusiles Tommy»,[11] se encaminó hacia el norte con los medios de transporte con que se había dotado gracias a sus campañas públicas de recaudación de fondos. A finales de la primera semana de abril, en las estribaciones de las montañas que se yerguen junto a la frontera yugoslava, ante un panorama imponente, los ayudantes de los soldados instalaron las tiendas y montaron el campamento «como si estuviéramos en un safari». Peter Fleming no pudo resistir a la tentación de enviar un mensaje a la SOE en Londres: DOMINO EL DESFILADERO DE MONASTIR.

No sabía que el regimiento Leibstandarte Adolf Hitler (de infantería motorizada), la división de las SS dirigida por Sepp Dietrich, se dirigía en línea recta hacia el lugar en el que estaban celebrando su glorioso picnic.

John Pendlebury, el arqueólogo, siempre estuvo convencido de que los alemanes invadirían Grecia y, después, su adorada Creta. No había permanecido ocioso desde que se separó de Nick Hammond y los demás tras su viaje en hidroavión desde el puerto de Poole. En un primer momento se instaló en la villa Ariadna, que tan bien conocía desde su época de custodio de Cnosós. Más adelante, en Iraklion, confeccionó listas de los ciudadanos probritánicos y los partidarios del Eje. En ese momento, antes de la invasión italiana y mientras el gobierno de Metaxas se aferraba a su neutralidad, tuvo que interpretar el personaje del «vicecónsul más falso del mundo».[12] Pero, como los cretenses con los que tanto se identificaba, despreciaba la discreción necesaria para realizar operaciones secretas. Era demasiado célebre para encargarse de esa tarea. Los cretenses realizaban todo tipo de conjeturas acerca de aquel británico tan excéntrico que se paseaba por la isla con su ojo de cristal y su bastón de estoque.

El carácter extrovertido, el sentido del humor y lujo de vida de Pendlebury les resultaban sumamente atractivos: para un wykehamista de su generación, carecía notablemente de inhibiciones y parecía deleitarse en la contradicción. Era un solitario sociable, un fanfarrón inocente, y la guerra —que dio alas en él más a la vertiente anárquica que a la autoritaria— le brindó la ocasión perfecta para asumir el papel de un soldado claramente irregular pertrechado con un armamento irregular.

Después de la invasión italiana y cuando las tropas británicas fueron acogidas con entusiasmo en Creta por el gobierno ateniense, Pendlebury colgó su uniforme de capitán de caballería y se convirtió en oficial de enlace entre las fuerzas británicas y las autoridades militares griegas. Sin embargo, a él lo que más le interesaba era crear una fuerza cretense que sustituyera, aunque fuera en parte, la división reclutada localmente y enviada al frente albanés.

Pendlebury era muy suspicaz con los desaires y no siempre trataba a sus superiores con el debido tacto. «Mi peor reprimenda —escribió—, se debió a que empleé la palabra “bastardo” en un telegrama a un ministro. Le repliqué señalando que, dado que el término figuraba en el libro de códigos, era obvio que podía usarse, que el ministro tenía la edad suficiente para estar al cabo de las verdades de la vida y que era la única palabra que encajaba con la persona a la que me refería».[13]

La repulsa oficial no hacía mella en él. En las Navidades de 1940, describió así el espíritu guerrero de los cretenses: «Me han llevado a hombros en cinco ciudades y aldeas, he sido bendecido por dos obispos y pronunciado varios discursos incendiarios desde otros tantos balcones. Tienen una fuerza de espíritu sobrecogedora».[14] Volvió de una campaña de imagen por las Montañas Blancas y la región del monte Ida clamando: «¡La anglofilia ha triunfado!» Pendlebury adoraba los mapas.[15] Se enorgullecía de conocer «la isla mejor que nadie en el mundo» y de saberse sus montañas «piedra a piedra».[16] Si se les daba el armamento oportuno, no tenía la menor duda de que los cretenses podían derrotar una invasión alemana prácticamente solos. Y de que esa invasión se produciría inmediatamente después de la caída de Grecia.

Nick Hammond, amigo y colega de Pendlebury, recibió la oferta de un puesto más acorde con sus conocimientos después de pasar un mes en Alejandría con el regimiento galés y participar en sus cócteles dominicales. A. W. Lawrence, profesor de arqueología clásica y hermanastro de Lawrence de Arabia, llegó de Inglaterra, enviado por Churchill a Palestina para formar a los judíos en misiones de sabotaje. Arnold Lawrence, Hammond y un contrabandista de fusiles llamado Barnes instalaron su escuela en un kibbutz a las afueras de Haifa. La discreción era esencial, puesto que sus actividades constituían una clara infracción del mandato de la Liga de Naciones. Uno de sus primeros alumnos fue Moshe Dayan, quien perdió un ojo en esas lecciones. Pero el proyecto no prosperó, debido sobre todo a la excéntrica elección de Churchill del director de la escuela, ya que A. W. Lawrence demostró ser un pro árabe casi tan ardiente como su hermanastro.

El siguiente destino de Hammond se decidió en octubre de 1940, con la creación del principal centro de adiestramiento de agentes de la SOE en El Cairo, tan sólo unas millas más al sur de donde se encontraba. (Este campamento a las afueras de Haifa, posteriormente conocido como ME 102, fue un lugar que él y la mayoría de los oficiales de la SOE acabarían conociendo al dedillo durante los cuatro años siguientes). Cuando comenzó la primavera de 1941, Hammond fue citado en Atenas, adonde llegó el 15 de marzo, unos días antes que la misión Yak de Peter Fleming. Éste, que carecía de un experto en explosivos, trató de atraparlo, pero, viendo que el 12.° ejército de la Wehrmacht ya estaba en Bulgaria, Hammond opinó que era demasiado tarde para empezar a formar a grupos de operaciones de retaguardia y continuó colaborando con los dos hombres de la SOE en la Legación. Bill Barbrook era un ex oficial regular que había sido llamado por su experiencia en Albania, mientras su compañero Ian Pirie llevaba en Grecia desde antes del estallido de la guerra, cuando fue reclutado por la Sección D.

Pirie, un antiguo harrowiano[17] antaño caracterizado como «semejante a un Cupido adulto y vestido con elegancia»,[18] tenía a sus espaldas una trayectoria profesional pintoresca, que al parecer incluía intentos fallidos de poner en marcha un cementerio canino y luego un hipódromo junto a Atenas. Disfrutaba patentemente de la vida de la capital, en compañía de su novia Nicki Demertzi, la rubia devastadora del cabaret Argentina, a la que creía emparentada con el antiguo primer ministro de idéntico apellido.[19]

La actitud de hombre de mundo de Pirie en ocasiones resultaba exasperante. Una de sus observaciones más célebres se refería a la familia real griega: «¿Cómo dar crédito a una dinastía que es menos antigua que la familia de mi comerciante en vinos?».[20] Varias operaciones secretas de Pirie sugerían poderosamente una frivolidad compulsiva. Aparentando una seriedad absoluta, propuso a Harold Caccia, secretario general, que, para levantar la moral después de la subida al poder de los alemanes, importaran portarrollos de papel higiénico que hicieran sonar el himno griego cuando se tirara del papel.

Una operación al menos en teoría ligeramente más profesional tenía por objetivo un transmisor inalámbrico alemán que emitía desde un apartamento privado. Enviaba mensajes a Berlín a intervalos regulares, de modo que Pirie se las arregló para crear una subida súbita de la tensión eléctrica suministrada al edificio, con la esperanza de hacer estallar así los circuitos. En lugar de ello, la descarga provocó un estallido de protestas de los demás inquilinos, incluidos un ministro norteamericano y un dentista que estaba perforando el diente de un paciente en ese momento. Los alemanes se limitaron a conectarse a un transformador y a proseguir sus operaciones.

La misión principal de Pirie, que consistía en crear una red de resistencia con la suficiente antelación, fracasó, aunque quizás no fuera él el único responsable. Con una franqueza inhabitual, puesto que los diplomáticos normalmente preferían ignorar las actividades de la SOE, comunicó a Harold Caccia, un coetáneo suyo del Trinity College, en Oxford, sus actividades clandestinas. El gobierno de Metaxas se oponía radicalmente a cualquier actividad encubierta que pudiera incomodar a los alemanes, por lo que Pirie consideró que no podía reclutar a nadie asociado al régimen, que lo denunciaría al ministro de Seguridad Nacional, Maniadakis. Así pues, sólo quedaban los grupos de la oposición, fundamentalmente de la izquierda no comunista, puesto que los miembros escrupulosos del Partido Comunista todavía debían ver en la Alemania nazi una aliada de la «madre patria del socialismo».[21]

A medida que la ayuda militar británica a Grecia crecía lentamente en el invierno de 1940 y con mayor rapidez en la primavera de 1941, la participación de las organizaciones de inteligencia enemigas se intensificaba. David Hunt, el catedrático de arqueología adscrito al regimiento galés de Alejandría, llegó a Atenas en noviembre de 1940 acompañado por Geoffrey Household, que ahora hacía las veces de oficial de seguridad sobre el terreno. Se integraron en el personal de inteligencia de la RAF, dirigido por el teniente coronel vizconde Forbes, que había sido agregado de aviación en la Legación de Bucarest en la época en que Household esperaba en vano la llegada de los zapadores de George Young.

Mientras Household ejercía de enlace con los oficiales de seguridad griegos, Hunt, en su calidad de capitán del estado mayor de inteligencia, procesaba los mensajes interceptados, tanto los procedentes de Ultra como el material de menor valía pero de utilidad más inmediata. El servicio de inteligencia militar convencional y las organizaciones clandestinas (principalmente en forma de agregados militares adjuntos desperdigados por las capitales balcánicas) raramente se entendían. Las rivalidades se exacerbaron debido a que el general Wilson, poco satisfecho con los servicios de Stanley Casson, de la Misión militar británica, se trajo consigo al coronel Quilliam, del cuartel general de Oriente Medio, como jefe de inteligencia personal. Cuando el ejército yugoslavo se derrumbó sin previo aviso en abril, volaron de un departamento a otro las acusaciones de incompetencia más vehementes.

La batalla de Creta
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