Viento mortal
Todavía en el ánimo de Ana Watt, en su lejano recuerdo, quedaban algunas reminiscencias de su niñez. Habían pasado muchos años desde que abandonara aquella vida regalada al lado de su madre, desde que en su casa solariega de un pueblecito de Kansas aprendiera a conocer la holganza, la buena posición. La guerra civil llevó a su hogar, como a otros muchos, la decadencia y la ruina. Por aquel entonces su madre contrajo una enfermedad peligrosa y murió. Ana Watt jamás lloraría lo suficiente la pérdida de aquella bondadosa mujer. Porque desde que ella faltó, su padre no volvió a ser el hombre de antes, y nunca más la felicidad dejó vagar su sonrisa donde ellos se encontraran. Muchas habían sido las vicisitudes de aquellos últimos años, de un lado para otro, en constante ajetreo, rodeados de peligros, en contacto con hombres que, a pesar de que su padre los llamaba buenos y honrados, a Ana Watt antojábansele los peores del mundo.