Shimriti: De la ignorancia a la sabiduría
Este no es un libro más de Bucay. Tampoco el principal. Shimriti, de la Ignorancia a la Sabiduría está presente en cada libro suyo anterior y estará, quizá, en aquellos que escriba en el Futuro. “Poca gente sintoniza con un buscador de sabiduría, porque este es siempre impredecible, no deja que confíes en él; quizá no satisfaga ninguna de tus esperanzas; pero después de ofenderte, de defraudarte, de inquietarte y de lastimarte... poco a poco, te despertará a la experiencia de la libertad”.Puede resultar molesto, pero no hay otra manera para este autor que ponerte de cara al compromiso con tu propia vida. Todos somos -sostiene- ignorantes, buscadores, conocedores, y de alguna manera tenemos un sabio interior que, si lo escucháramos, nos diría: Tu mayor responsabilidad no está orientada hacia el afuera sino hacia ti mismo, para que alumbres tu vida con tu propia luz. Ése es tu compromiso más grande, dondequiera que vayas, con quienquiera que estés, porque ése eres tú.Shimriti emprende un viaje en tren que va transformando el conocimiento de sí misma. Comprende que la sabiduría no es adquisición de datos y que la verdad es un don sólo a disposición de quienes son verdaderos.El discípulo interroga al maestro: “¿Que es la iluminación?”. Y la respuesta es un bastonazo en la cabeza.El maestro pregunta al discípulo: “;Que ves ahí?”. Y el discípulo contesta: “Una montaña”. El maestro le pega otra vez y lo echa. Diez años después se encuentran en el mismo lugar. El maestro vuelve a preguntarle: '¿Qué ves ahí?”. El discípulo se detiene, piensa, duda; no sabe que responder; la respuesta “una montaña” ya fracasó. Sin embargo, se decide a ser fiel a su saber: “Una montaña', responde. El maestro, ahora, aprueba la respuesta.El sabio desnuda la verdad. El intelectual sin sabiduría la recubre, la empapela con palabras para que sólo la entiendan los que juegan su juego. Donde algunos fruncen el ceño, Bucay pone la risa. Donde otros utilizan el lenguaje hermético, Bucay usa nuestras palabras de todos los días. Donde otros complican para parecer mis inteligentes, Bucay simplifica admitiendo la acusación de los que temen que muchos se acerquen al saber. En cada libro, Bucay opera un desvío precisamente allí donde los procedimientos tradicionales de autoayuda fracasan: la receta mágica, la respuesta única, la supuesta solemnidad, la construcción de un lector creyente. Aquí, en su doceavo libro, dramatiza, desarma y rearma con desenfado y profundidad la escena del saber, abriendo su camino a quien quiera recorrerlo. Confirma, así, lo que dijo alguna vez el periodista Luis Pérez refiriéndose a Jorge Bucay: “...alguien que escribe para la gente que ya no tiene quien le escriba”.