Náufrago voluntario
En 1952, Alain Bombard realizó la increíble hazaña de atravesar el Atlántico en una balsa hinchable sin agua dulce ni víveres. ¿Qué le impulsó a lanzarse a esa peligrosa aventura? Bombard, médico y navegante, sabía que, todos los años, morían en todo el mundo unas doscientas mil personas a causa de los naufragios y que, además, una cuarta parte de éstas, que sobrevivían al naufragio y eran rescatadas, morían poco después, no a causa de su estado físico o fisiológico, sino por la desesperación provocada por la tremenda experiencia vivida! Bombard, consciente de que el mar, a pesar de los peligros que encierra, es una reserva inagotable de vida que puede proporcionar agua dulce y alimento a los náufragos, quiso encontrar la forma de utilizar en la práctica esta reserva vital y quiso experimentarla él mismo. Su hazaña contribuyó posteriormente a salvar decenas de miles de vidas humanas, ya que permitió establecer un verdadero código de supervivencia en alta mar. Pero Bombard no sólo tuvo que superar la dura prueba de su experiencia en el mar, sino que tuvo que soportar las humillaciones y las burlas de todos los «especialistas» que lo trataban de loco, como ha ocurrido con tantos pioneros en el campo científico y de los descubrimientos geográficos. Este libro apasionante empieza a la manera de un buen reportaje, pero no tarda en derivar hacia aguas imprevistas: hacia ese océano interior, ese infinito desierto líquido donde, desde los Tiempos de la lejana infancia, divagan nuestros compañeros de elección: Robinson Crusoe, Arthur Gordon Pym, el pequeño Jim de La Isla del Tesoro... Éste es el libro de un visionario, de un «loco» generoso que, enfrentándose a la hostilidad de un medio implacable y a la incomprensión de sus contemporáneos, supo luchar por su idea y hacerla realidad.