Educar sin gritar
La educación no puede concebirse sin la idea de intercambio, de relación y de comunicación con «el otro». La comunicación empieza en el claustro materno cuando el feto percibe y reacciona ante un mundo de sensaciones tamizadas a través de la madre. El primer gesto de creatividad empieza con el vagido del nacimiento que anuncia la llegada al mundo y puede continuar con el primer contacto del bebé con la madre. Ese vínculo debería producirse idealmente tras el primer cachete que provoca un contacto frío, inicial y distante, de acción-reacción. El bebé reconoce la piel de la madre y se aferra a ella, como una forma de vínculo, el más cálido, con el mundo. Por su parte la madre puede reconocer a su bebé por el olfato, el tacto, la vista, el oído y hasta el gusto.