El capital en el siglo XXI
Para Thomas Piketty, los debatesintelectuales y políticos sobre la distribución de la riqueza se han alimentadosobre todo de grandes prejuicios y de muy pocos datos. En ese campo de batallahan convergido ideas sobre la igualdad entre los ciudadanos, el derecho de laspersonas a ser retribuidas conforme a sus méritos, la confianza en que elcrecimiento económico mitiga de manera natural los contrastes entre los másfavorecidos y los francamente abandonados, pero la información concreta,referida a un plazo largo y a diversas geografías, no se había empleado consuficiente rigor para entender cómo se acumula el patrimonio, qué consecuenciassociales tiene ese proceso y qué pueden hacer los Estados para enfrentarlo.El lector encontrará en estas páginas un muy detallado análisis de cómo se handistribuido el ingreso y la riqueza en el mundo, desde el siglo XVIII y hastanuestros días. A partir de una rica base de datos económicos de una veintena depaíses —disponible en línea para quien quiera profundizar en tal o cual asunto—y con certeras pinceladas literarias —Balzac y Austen sirven para dar ejemplosde cómo las sociedades han entendido su relación con el dinero—, Piketty haceun minucioso recorrido histórico y estadístico para identificar ciertos patronesen el proceso de acumulación del patrimonio en las principales economías. Parael investigador de la École de Economie de Paris, cada nación ha respondido demanera diferente a una ley básica del capitalismo, según la cual el rendimientodel capital suele ser superior, a veces por mucho, a la tasa de crecimiento dela economía, lo que puede estimular la concentración de la riqueza y agravar lainequidad; queda a los Estados decidir, individual o colectivamente, cómo influiren esa fuerza polarizante.El capital en el siglo XXI ha despertado animadas polémicas en prácticamente todo el orbe, en partepor reintroducir entre académicos, políticos, comentaristas y público engeneral la preocupación sobre las desigualdades sociales; en parte por supropuesta de establecer políticas fiscales de alcance global que moderen ladisparidad — impuestos a la riqueza y a la herencia—; en parte por su visiónamplia de lo que deben ser hoy las ciencias sociales, y en parte porque ofreceargumentos sólidos, frescos, para que gobiernos y sociedades combatan de manerafrontal el flagelo de la desigualdad.