Oficio de difuntos cierra la trilogía Roth situando al lector a finales de los años cincuenta del siglo XX, y sigue los pasos de Wendy Appleyard cuando, tras cinco años de matrimonio, abandona a su marido Henry para establecerse con su vieja amiga Janet en la catedral de Rosington para ocuparse de la rica biblioteca. Casada con un guapo pastor protestante, David Byfield y madre de una preciosa niña, Janet parece gozar de una vida perfecta, envidiable. Pero todo se tuerce cuando el crimen irrumpe en la ciudad. Y sólo Wendy, ajena a la comunidad, está en disposición de advertir dónde se oculta el mal…
Thomas Shield, veterano de Waterloo, acepta un empleo como profesor en una escuela privada en la que tendrá como alumnos a Charles Fant y Edgar Allan Poe, pero cuando el padre de Charles, Henry, aparece asesinado junto a su amante Sophia Marpool, Shiel se revela como un investigador aficionado, lo que paradójicamente lo convierte en sospechoso y objeto de desprecio.En un Londres espléndidamente recreado, Andrew Taylor crea una perfecta trama de misterio que aporta claves sobre la infancia de Edgar Allan Poe e invita al lector a especular sobre el entramado de relaciones económicas y sociales en la alta burguesía londinense.Novela ganadora del CWA’s Historical Dagger (2003).
Esta obra se propone atraer la atención de los medios científicos y del gran público sobre uno de los grandes misterios de este mundo.¿Dejó la Atlántida depósitos de oro y otros tesoros enterrados bajo las Pirámides y la Esfinge, como pretende una antigua tradición? Con motivo de la Exposición Internacional de 1964, se enterró en Nueva York una cápsula conteniendo 44 objetos, testigos de nuestra época. Nuestros predecesores históricos pudieron haber actuado del mismo modo, legando a las edades futuras objetos y manuscritos de inapreciable valor.
Hay evidencias palpables de avances tecnológicos imposibles en la Antiguedad, objetos inquietantes han sido fechados con Carbono-14 antes de la prehistoria. Por ejemplo: elementos metálicos en tiempo anteriores a la edad de hierro, complicados procedimientos quirúrgicos en la edad de piedra, formas de iluminación artificial hace más de 4000 años, los extraordinarios conocimientos astronómicos y geográficos de culturas tan antiguas como los Persas, los Caldeos, o los Egipcios, relatos de aviación, robótica y guerras nucleares en los Antiguos Libros Sagrados de la India, China y Mesopotamia, un antiguo y organizado estado socialista en tiempo de los Incas, conocimientos sobre las partículas atómicas y la física cuántica en la Antigua Grecia, las innumerables leyendas sobre transmutación de metales en la edad media y el renacimiento, ingeniería hidráulica antes de la época de cristo, pequeños artefactos mecánicos encontrados en estratos geológicos imposibles, megaconstrucciones y tallas cuya fabricación habría requerido de tecnología laser en la edad de piedra, bloques gigantescos que requerirían para su transporte una sofisticada maquinaria en los antiguos imperios de Egipto, Maya, e Inca, la antiquísima ciudad de Mohenjo-Dharo. Son estos algunos avances que de haber sido cierto sugieren preguntas desgarradoras: ¿Venían estos conocimientos de alguna civilización como la Atlante o la Lemuria?, ¿Fueron acaso traídos por visitantes extraterrestres?, ¿Fueron los antiguos dioses de Egipto, Mesopotamia, India, China y América precolombina extraterrestres civilizadores? ¿Hace cuanto está realmente el hombre civilizado sobre la tierra, miles o acaso millones de años? El lector tendrá que enfrentarse a las evidencias para sacar sus propias conclusiones. Tal vez no somos los únicos en el universo, y tal vez hace mucho que nos visitan.
El quimérico inquilino es la primera novela de Roland Topor, un relato sórdido e inquietante que Roman Polansky llevó al cine y protagonizó con bastante acierto. Es la historia de la progresiva autodestrucción psicológica y física de su protagonista al quedar atrapado en la espiral de la locura y sus terrores. Trelkovsky, un joven parisino correcto y discreto, alquila un apartamento que ha quedado libre en la calle Pyrénées. Poco a poco, las relaciones con los vecinos y su obsesión por la trágica desaparición de la antigua inquilina, le van sumergiendo en una pesadilla llena de extrañas visiones, una grotesca trampa que adquiere las precisas dimensiones de un agobiante apartamento. El final inesperado constituye una obra maestra del «tercer acto», un desenlace en el que el autor sugiere la terrible idea de la historia circular, del eterno retorno del tormento. Sobre El quimérico inquilino, el prestigioso escritor y guionista John Collier dijo lo siguiente: «Una historia de terror realmente actual, tan estrechamente enrollada sobre sí misma, tan fría, sigilosa y mortal como una serpiente en la cama».
Cita en el futuro está ambientada en el remoto planeta Aita, donde tiene lugar una de tantas guerras coloniales entre el agonizante Imperio Galáctico y los nativos, reacios a someterse al pesado yugo imperial. El cruento conflicto, que ha arrasado gran parte del otrora fértil planeta, se encuentra empantanado pese a que los invasores utilizan como fuerza de choque a tropas del IRE (Infantería Represiva de Élite), unas temibles unidades especiales integradas por hombres manipulados quirúrgicamente para convertirlos en insensibles máquinas de matar. El protagonista, David Landon, es un antiguo opositor al régimen imperial que, como castigo -un castigo peor que la propia muerte-, ha sido transformado en uno de esos robots de carne y hueso que, por un afortunado azar, no ha perdido, a diferencia de sus compañeros, sus facultades mentales conscientes... algo que disimula impelido por su instinto de conservación, aguardando la llegada de una oportunidad para escapar a su cruel destino.
Cita en el futuro. Traición en Urlanka.
Cita en el futuroSólo tenía como nombre unas letras y unos números, pero se consideraba un hombre libre, aunque fuera un soldado de las temibles brigadas IRE que iban de un mundo a otro con la misión de afianzar el dominio, ya tambaleante, de un imperio decadente.Un extraño accidente le convierte en un avatar, cuando es proyectado a un mundo que no reconoce, en un futuro extraño, y en él descubrirá que vuelve a ser un hombre cuyo destino puede controlar.Traición en UrlankaLos humanos arganes y los humanoides ghaloritas constituyen dos naciones que mantienen una guerra sin cuartel por el control del planeta Urlanka. La aparición de una amenaza común, el comienzo de la invasión del planeta por los lankeis, que ya han establecido una cabeza de puente en la fértil y disputada zona de Erdho, justificará la alianza de las dos naciones en guerra. El recién ascendido a general del ejército de Arga, Dhal Darkes, tendrá que hacer frente casi en solitario a los múltiples peligros que acechan a su pueblo.
Indared es uno de tantos planetas fronterizos situados fuera de la jurisdicción del Orden Estelar, lo que le convierte en refugio ideal para contrabandistas y gente poco simpatizante de las férreas leyes del gran estado galáctico. Uno de ellos es Ronald Elliot, propietario y capitán del carguero Zidac, con el cual se dedica a sus trapicheos comerciales bordeando, cuando no decididamente traspasando, las normativas legales, más bien laxas en esa remota región de la galaxia. Pero las cosas han cambiado y, cuando regresa de uno de sus viajes, descubre con sorpresa que, aunque siga manteniendo al menos nominalmente su independencia, Indared ha caído ya en el regazo del Orden Estelar, el cual ha pasado a controlar el tráfico de sus astropuertos en un claro intento de erradicar el contrabandismo y la piratería.
En un planeta, del que en ningún momento se llega a conocer el nombre, la sociedad se había reorganizado en torno a un feudalismo paternal cuya espina dorsal eran unos caballeros andantes que, al servicio de los diferentes monarcas, se encargaban de velar por la paz y el orden. Medio monjes y medio soldados, un tanto al estilo de las antiguas órdenes militares históricas, estos caballeros se acogían a la tutela de la religión oficial del planeta, benévola y tolerante, estructurada en torno al culto a Taron y Díala, una pareja de dioses supremos simbolizados por las respectivas lunas del planeta. Como símbolo de su categoría los caballeros, vestidos y armados a la manera medieval, ostentaban colgadas al cinto unas antiguas pistolas reliquias de los tiempos imperiales las cuales, pasadas de padres a hijos a lo largo de varias generaciones, hacía ya mucho tiempo que habían perdido sus reservas energéticas, quedando reducidas pues a una simple afirmación pública de autoridad.
Ambientada en Ergol, un mundo fronterizo sometido a la autoridad, siquiera nominal, del emperador en el cual florece una economía esclavista. Hasta allí se ha dirigido el capitán Lagnon, un próspero mercader terrestre, con objeto de transportar alimentos a la Tierra, acompañado por Lorena, su joven hija, la cual tiene ocasión de contemplar en el mercado local la persecución y captura de un esclavo fugitivo el cual, condenado a muerte, está a punto de ser ejecutado allí mismo por los propios soldados que lo custodiaban. Sólo la oportuna intervención de un importante personaje lo impide, gracias a que éste exhibe los documentos que prueban que había adquirido poco antes al fugitivo.
La acción se sitúa en los años del Imperio Galáctico, cuando éste todavía es sólido pero empieza a mostrar los primeros síntomas de decadencia. El emperador reinante, el enérgico Komur, gobierna el Imperio con mano de hierro, pero no ignora de que éste cuenta con un talón de Aquiles cuya desaparición podría provocar su colapso: un centro de comunicaciones, celosamente guardado, desde el cual se controla el complejo entramado que mantiene unidos y comunicados todos los mundos del orbe. Komur es plenamente consciente de que la desaparición de las comunicaciones instantáneas entre los planetas destruiría el delicado equilibrio existente en la galaxia, acarreando el hundimiento irremediable del Imperio; así pues obra en consecuencia, ordenando la construcción de un nuevo centro de comunicaciones mucho más invulnerable, mientras vigila celosamente el antiguo de cara a evitar un posible sabotaje. Pero...