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La madre azul
Madrid, a 3 de junio de 1918
Hoy ha venido mi madre a verme. María Veruela, me ha dicho, María Veruela, mi niña, cuánto siento haberte abandonado, ya nunca nos separaremos, mi María Veruela querida, mi vida de mi alma, tan pequeñica, tan poquica cosa. Yo le he dicho madre, madre, no vuelva a irse que la necesito, y ella me ha contestado ya nunca más, mira, amor mío, nuestros corazones están unidos, jamás se separarán. Mi madre me ha metido la mano en el pecho y ha sacado una cereza enorme goteando savia roja, es mi corazón latiéndole en la palma, ya lo ves, linda muñeca, ahora tu corazón es mío. Pero mi madre ha cambiado de rostro, ya no es mi madre, ahora tiene los ojos de fuego y el aliento le huele a paja mohosa, los dientes se le tambalean y el pelo se le cae, su piel es azul, gris, verde, azul como el cielo encapotado antes de la lluvia, gris como una tarde triste en el Retiro, verde como paja mohosa. Ya no quiero que esté aquí mi madre, quiero que venga mi padre, quiero a mi padre, quiero a Cristovalina, quiero volver a ver mi montaña querida, no me lleves, madre, no me lleves contigo antes de que regrese a mi montaña querida. Algo me escuece en el cuello y mi madre me dice no, Mariela, no te lo quites, aguanta, pequeña. Y yo le digo que no soy pequeña y ella me dice que sí, que tengo razón, que soy grande como el Moncayo. Y entonces me doy cuenta de lo pequeña que soy, y sé que me voy con mi madre, mi madre azul sin pelo y sin dientes, me voy contigo, madre, me estoy yendo ya, pero antes devuélveme el corazón…