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Ya no quedaba mucho. Al paso que llevaban no tardarían más de diez minutos. Sunny se fijó en dos rocas de granito colocadas en escalón que llevaban ahí toda la vida. A pesar de estar cubiertas de blanco era imposible no reconocerlas. La más alta llegaba casi a los tres metros. Muchas veces, en los días de mucho calor, él y su amigo Isaiah se sentaban en la parte que quedaba a la sombra. Aunque se superaran los cuarenta grados esa parte siempre estaba fresca. Subidos a la más alta, podían ver su lugar secreto, invisible desde el suelo con tantos árboles y arbustos de por medio. Por eso era secreto.

A Steve, que caminaba detrás de Sunny y Steffi, no le gustaba nada tanta tranquilidad. En vez de relajarse, cada vez se mostraba más nervioso. No hacía más que fijarse en el foco de su linterna. Lo llevaba de un lado a otro buscando cualquier hueco entre los árboles que resultara sospechoso. Llegó un momento en el que incluso oía pasos que no eran los suyos ni los de sus compañeros. ¿Sugestión? Volvía a pensar en esas cosas. Sabía que si aparecían no tendrían nada que hacer. No creía que con un par de rifles y un par de calibres 45 pudieran detenerlas.

—Ya no queda mucho —dijo Sunny en voz baja.

Steffi aceleró un par de pasos y se puso junto a él.

—¿Crees que ya estará allí?

—Espero que sí —respondió Sunny forzando una sonrisa.

Steve había mirado hacia atrás dos veces en menos de medio minuto. No quería decir nada, pero creía que tenían compañía.

—¿Qué ha pasado, Sunny? —preguntó Steffi.

El policía expulsó aire por la nariz y negó con la cabeza.

—No lo sé. Me gustaría saberlo, pero soy incapaz de adivinarlo.

Aunque ambos hablaban en un tono de voz bajo, a Steve no le hacía gracia que entablaran conversación en un momento como ése. Estaban muy cerca de un lugar señalado con el mismo círculo que había visto en la celda de la comisaría. El sinsentido que parecía haberse apoderado de su mundo más cercano hacía que cualquier cosa, por increíble que pareciera, pudiera suceder. Lo último que había visto era a un tipo que disfrutaba sacándose los ojos con un cristal antes de rajarse el cuello. ¿Podía haber algo más horrible e increíble que eso? Claro que sí. Eso es lo que temía Steve.

—Si me hubieras preguntado ayer te habría contestado que todo se debía a una intoxicación en masa por gases volcánicos provocada por los temblores. ¿Qué otra cosa podía haber pasado?, pero… mira lo que está ocurriendo. No puedo decir nada porque no creo que haya nada que decir —concluyó Sunny dejando morir sus palabras.

Por detrás, Steve se detuvo. Sunny y Steffi no se percataron de ello.

—Isaiah me dijo que no quisiste escucharlo.

—Lo sé. Ahora lo haría. Debía haberlo hecho antes, pero no quería que esas ideas… que todo lo de Ethan lo afectara más de la cuenta. No quiero disculparme, pero tenía comportamientos y me decía cosas que no eran fáciles de creer. —Sunny hizo una pausa—; no quería que mi mejor amigo perdiera la cabeza. No hubiera podido soportarlo…

Steffi no añadió nada más. Entendía la postura de Sunny, pero no la compartía. Pero si hubiera tenido que tomar partido por alguno de los dos, lo habría hecho por Isaiah. Y no por lo que sentía hacia él, sino porque dos amigos que son casi como hermanos deben escucharse, sin importar lo que digan.

—Bueno, seguro que hablarás con él —dijo Steffi.

Sunny se volvió para comprobar qué tal iba Steve. Cuando vio que no estaba, agarró a Steffi y tiró de ella hasta pegarla a su cuerpo. Levantó la linterna e iluminó el camino hasta dar con él. El guardia estaba de pie. De perfil a ellos, mirando al interior del bosque sin mover un músculo. Muy despacio, Sunny sacó su arma y apuntó hacia el guardia. Éste aguantó unos segundos más en la misma posición y entonces se volvió hacia Steffi y el policía. Tras llevarse las manos al rostro para protegerse de la luz, Steve comenzó a andar y aligeró el paso hasta convertirlo en una suave carrera.

—Sunny… —susurró Steffi.

El dedo de Sunny hizo presión sobre el gatillo moviéndolo unos milímetros que a punto estuvieron de resultar mortales.

—Me pareció haber oído algo —dijo Steve cuando llegó a su lado.

Sunny bajó el arma y resopló. Había estado a punto de devolver a Steve lo que él le había hecho a Paul.

—Pero ¿qué haces? —exclamó Steve.

—Joder, tío, no hagas eso.

—No hagas eso tú, joder.

—No puedes plantarte ahí y esperar que lo veamos normal.

Mientras discutían absurdamente. Steffi miró al bosque con cierta preocupación. Estaba segura de haber oído algo. Sentía sobre su piel un calor que la hacía sentirse observada.

—Creo que deberíais dejarlo… Si estamos cerca lo mejor será no perder más tiempo.

Steffi no se equivocaba.

—Vale, tío… Steffi lleva razón. Vamos a seguir, pero si te paras, avisa. Y también si te ha parecido ver o oír algo.

—Vale, está bien.

Sunny volvió a guardar el arma y retomó la marcha. Steffi se situó tras él y Steve dio sus primeros pasos de espaldas a ellos. Se preguntaba en qué momento se decidirían esas cosas a salir de sus escondites. Era cuestión de tiempo. No encontraba ningún motivo que lo invitara a pensar lo contrario. Si ya habían aparecido una vez, lo harían de nuevo.