38
En el pasillo sólo se había quedado en compañía de la señora de los ojos verdes. Allí estaba, tumbada en el suelo con esa mueca sonriente para la que no encontraba explicación. Los que hasta hacía apenas unos segundos lo acompañaban desaparecieron en la niebla que se podía ver a través de los ventanales.
—Isaiah… —susurró Sunny.
Antes de asomarse al interior de la habitación se paró junto al umbral y cerró los ojos pidiendo que su amigo se encontrara bien y que no hubiera sido poseído por esa locura que había acabado en unos segundos con aquellas personas. Tuvo que abrirlos, incapaz de soportar la imagen de los enfermeros haciéndole aquello a la pobre anciana… Cuando Sunny empujó la puerta, sintió una alegría que llevaba tiempo sin experimentar: Isaiah estaba en su cama.
—Joder… —exclamó algo más relajado.
Agarró la muñeca de su amigo y se acercó a él para comprobar que respiraba. Suspiró aliviado. Parecía respirar con normalidad. Isaiah estaba bien.
Ahora tenía que salir con él de allí antes de que se produjera un nuevo temblor que empeorara las cosas. Las grietas que se habían abierto en todo el edificio no tenían buena pinta. En la misma habitación donde se encontraban había una que cruzaba el techo desde la entrada hasta la ventana. Al mínimo temblor cualquier ala podría venirse abajo arrastrando otras tras de sí. Sunny desabrochó las bandas que sujetaban a Isaiah y lo incorporó sobre la cama.
—Isaiah, Isaiah… —dijo al tiempo que le propinaba pequeños cachetes en las mejillas.
No respondía. Había recibido una importante dosis de calmantes que deberían tenerlo toda la noche dormido.
—Tío ¿me oyes? Tío, soy yo… Isaiah, Isaiah…
Era imposible. Isaiah se tambaleaba como un peso muerto ante los intentos de Sunny por hacer que despertara. Tenía claro cómo actuar sin perder un segundo más.
—Está bien, vámonos de aquí…
Sunny se echó al hombro a su amigo y salió de la habitación. Notó a Isaiah mucho más delgado cuando lo agarró por las costillas. En esos tres últimos días debía de haber perdido al menos cinco kilos; una barbaridad teniendo en cuenta que a Isaiah siempre le habían faltado unos cuantos. Sunny abrió la puerta con el pie y salió de la habitación.
A pesar de no querer hacerlo, no pudo evitar mirar a la señora, a la que esquivó pasando por encima de sus rodillas, pensando en sus ojos verdes para borrar la imagen que ahora tenía de ella. En el exterior, al otro lado de los ventanales, no podía ver absolutamente nada. Sólo intuía algunas luces de emergencia de pequeñas casetas adyacentes al edificio principal y que servían de almacén tanto para alimentos como para material sanitario. También lucían intermitentes las balizas de señalización de los retenes de seguridad añadidos a los existentes después del desprendimiento que destruyó el bloque C.
Entonces Sunny pensó en Ethan, pensó en todo lo que había pasado y en todo el dolor que ahora soportaba sobre sus hombros. Su amigo aún estaba vivo, pero había dado muestras de estar agotado, muerto. Su amigo, al que quería como un hermano, parecía haber enloquecido por todo aquello. En un gesto de rabia, Sunny apretó los dientes jurándose a sí mismo que costara lo que costara iban a salir de aquélla. Ése sí era el verdadero Sunny. El tipo que se crece ante la adversidad y que nunca da nada por perdido. Con Isaiah a hombros llegó al final del pasillo. Comenzó entonces a descender por la escalera en busca de la planta baja, desde donde accedería a los jardines principales.
Al llegar al segundo tramo de escalera, tras esquivar un par de cuerpos sin vida que prefirió no mirar, se detuvo tan bruscamente que tuvo que sujetar a Isaiah con más fuerza para evitar que se le escapara de las manos. Sunny se topó con un guardia de seguridad que se quedó tan quieto como él. Ambos se miraron esperando una reacción del contrario. Lo conocía, se trataba de Steve. Había hablado con él cientos de veces, recordaba haberlo visto por aquellos pasillos desde la primera vez que piso el hospital para visitar a Ethan, hacía más de una década. Pero en su mirada había algo que no había visto hasta entonces.