Diario del doctor Eliot

25 de julio. George se ha puesto de lo más melodramático; esto es lo que se desprende de la carta que me ha enviado su esposa. Supongo que yo debería estar agradecido de que no me haya desafiado a un duelo. Padece, a todas luces, alucinaciones; debe estar muy enfermo. Más no me permitirá que lo vea, así que yo no puedo hacer nada por él.

Un día duro de trabajo en el pabellón, por lo cual debería estar agradecido. Hacia las cinco de la tarde reemprendí la investigación de la muestra de sangre de lord Ruthven. Sigo luchando y no pienso darme por vencido. Los leucocitos están vivos todavía. Lo único que puedo decir es que es un auténtico milagro. No, qué digo, la palabra milagro no sirve para explicar el fenómeno y en ello reside precisamente el problema. He dejado atrás los límites de la medicina ortodoxa; no solo de la medicina sino simplemente de la ciencia. Y me siento perdido y desorientado. Y, sin embargo, me reconforta recordar el razonamiento de Lilah: hay muchos senderos que conducen a los misterios de la naturaleza. Al repetir esto ahora, sé que debe parecer que esté chiflado, mas cuando estaba con Lilah en el invernáculo creí a pies juntillas que era así. No solo me parecía verdadero sino que lo veía; veía que aquello era verdad. Aquel estado de ánimo, aquella exaltación mental… sí, debo recuperarlos. Mas el problema subsiste: ¿qué camino sigo?

28 de julio. Ningún progreso; los leucocitos siguen exasperándome. Creo que a estas alturas está muy claro que las muestras que poseo no pueden estudiarse aisladas; debo relacionarlas, al investigarlas, con el organismo del cual proceden. Mas ocurre que me he apartado de lord Ruthven y que no me es dado esperar que él me ayude y me ilumine.

29 de julio. Es inútil, no puedo seguir investigando. No tengo ni los recursos, ni la experiencia, ni la inteligencia necesarios.

30 de julio. El peso de mi fracaso, difícil de sobrellevar. No soporto tener que reconocerlo, aunque creo que no tengo más remedio que hacerlo: me he estado engañando desde hace demasiado tiempo.

Gracias a Dios que esta noche me distraeré en la fiesta de Stoker. No me veo con ánimos de pasar una noche en soledad.