Capítulo 18
—¿Crees que iban persiguiéndote? Eres una imbécil engreída.
—¿Cuantas amenazas de muerte has tenido a lo largo de los últimos tres días, chavalote? ¿Eh? Fijo que te gano por bastantes
—Callaos los dos, o haré que os arresten por alteración del orden público
—Déjeme que le diga una cosa, solo porque la creyéramos muerta no pretenda que ahora seamos respetuosas —le dije bruscamente a la detective Cook. Incluso antes de que los servicios de emergencia llegaran, ya había vuelto en sí, quejándose de dolor e ira, chillando en todas direcciones, y pese a todo, todavía intentaba interrogar a Jake. Me resisto a admitirlo pero me tuve que recostar llena de admiración. Y más tarde, probablemente entré otra vez en estado de shock.
Ahora estábamos todos juntos alrededor de la cama de la detective Cook en la sala de urgencias del hospital NYU Downtown, mientras Kyle hablaba con los correspondientes policías de la comisaría número uno. Tricia y Cassady hacían todo lo que podían para que el proceso médico avanzara y nos dieran el alta.
Ya estábamos en el momento crucial y Jake todavía se quejaba de que había dejado a Lisbet del todo satisfecha sexualmente y mucho mas que viva y, aparte de Verónica, no tenía ni idea de quién podría haberla matado ni por qué. La detective Cook continuó exponiendo la extraordinaria calidad del móvil y la oportunidad de Jake. Intenté dar con la respuesta de a quién de nosotros tenía propósito de atropellar el deportivo, y era como sumergirse en una absurda ronda, y hacer alarde de cuántas personas nos odiaban y por qué, cada uno de nosotros era el primordial candidato para ser el objetivo del conductor fugitivo del año.
Cuando Kyle entró, Tricia y Cassady en sus talones, procuramos calmarnos un rato, pero la combinación de pastillas contra el dolor y nuestra adrenalina forcejeó con lo que era bastante pesado y difícil de manejar.
En concreto, la detective Cook tenía una pierna fracturada y una sospechosa conmoción; Jake y yo teníamos muchos moretones, rasguños y cortes, pero ya nos íbamos para casa. Kyle informó a la detective Cook de que tenía que quedarse en el hospital, al menos durante aquella noche.
—¡Tengo que solucionar un caso! —protestó.
—Si sucede algo importante, te informaré de ello tan pronto como nos den un golpe significativo. Llamaré a Myerson para ver si quiere acercarse. Esta noche te dejaré un uniforme fuera de la habitación por precaución.
—¿Crees que ese es el objetivo? —gritó Jake—. ¿Por qué no queréis entenderlo? ¡Esa mujer quiere matarme!
—¿Por qué estás tan seguro de que el conductor era una mujer? —preguntó Kyle.
—Porque un hombre hubiera acabado bien el trabajo.
Tricia reaccionó con un ahogado ruido de disgusto y Cassady hizo un gesto amenazante con el dedo a Jake.
—¿Y te atreves a decir eso con cuatro mujeres a un tiro de piedra? No eres tan elegante como creía que eras, Booney.
—Es difícil pensar que haya alguien que quiera matarlo, ¿verdad? —pregunté.
Una alta e infeliz enfermera, que caminaba picada desde que la administración de Nixon retirara la cortina que la uniría a nuestra fiesta, llevaba una jeringuilla intimidatoria en la mano que tenía libre.
—Diez segundos para aclararlo. Si no, cada uno de vosotros coge una de estas y pasa la noche con la detective.
—Esta oferta es bien tentadora —dije echando marcha atrás rápidamente. Le hice un pequeño gesto a la detective Cook con la mano que no se preocupó en devolverme. Jake, Tricia y Cassady me siguieron, pero Kyle se detuvo un instante. Esperaba que fuera una cuestión oficial y que continuara caminado.
—Si continuamos a este ritmo —destacó Tricia—, dentro de dos años habremos visitado todas las salas de urgencias de Manhattan. Podríamos llevar camisetas: «La vuelta por urgencias de Molly Forrester».
—Dicho sea en su honor —replicó Cassady—, tengo muchos más médicos en mi agenda electrónica de los que solía tener, y la verdad es que lo valoro profundamente.
Para dejarnos claro que el asunto le concernía, enseñó su recién adquirida tarjeta de visitas antes de volver a ponerla en la cartera.
—¡Alguien intenta matarme! —aulló Jake tan alto que el médico se separó del mostrador de admisión y empezó a andar hacia nosotros. Cassady negó cabeceando al médico y Tricia y yo rodeamos a Jake con los brazos, tranquilizándole mientras caminábamos hacia el vestíbulo y sujetándole contra una máquina expendedora.
—Jake, quiero que me digas quién crees que lo hizo. Porque voy a dar con ella —amenacé.
—No sé, todo este tiempo he creído que eras tú quien me amenazaba y Lara también lo pensaba. Pero, a no ser que realmente seas tan retorcida como para liarla tanto, va a tener que ser otra persona.
—Soy muy retorcida, pero no fui yo. ¿Dónde está Lara?
Teníamos que encontrarla para ver si su historia coincidía debidamente con la de él.
—Me imagino que en casa.
—No, no está allí. El portero Steve me ha dicho que se ha ido.
—Te ha abandonado cuando más la necesitas. Eso es inoportuno —observó Cassady.
—Él se fue antes —señalé.
—Y ella se fue detrás —dijo Tricia.
—¡Pero a ella nadie le amenazaba!
Jake se hubiera embutido felizmente dentro de la máquina expendedora y hubiera pasado el resto de la noche entre las duras barras de Kit Kat y el zumo petrificado si eso conllevaba perdernos de vista.
Huir. ¿Qué pasaba si era eso lo que estaba haciendo Lara?
—¿Sabía Lara que te habías acostado con Lisbet antes de que la mataran?
—Yo no se lo dije, ¿y tú? —gruñó para que le dejara en paz.
—No, pero ¿y si alguien se lo ha contado? ¿Quién más lo sabe?
Jake cabeceó un no enfático.
—Tan solo Verónica. Y Lara nunca hablaría con ella. No hablaría con ninguna de mis ex.
—Pobre chica que se mueve en un círculo tan reducido —dijo Cassady.
Jake estaba demasiado abatido para responder.
—No había nadie más.
—Nadie más excepto la persona que te vio entrar en la casita de la piscina. La persona que entró para ver qué estabais haciendo y encontró a Lisbet, lo comprendió todo, y se enfadó hasta el punto de matarla por ese motivo incierto.
Jake se desplomó en cuanto imaginó cómo Lara cometía el asesinato. Tricia dijo mascullando: «Dios mío», y se giró. Para ella ese camino conducía otra vez de vuelta a David.
Yo me dirigía a una tercera dirección: la mujer que había estado llamando y amenazando a Jake. ¿Podría ser ella la misma persona? Y tal vez estaba inquieta porque había algo en la grabación de Jake que podía incriminarla. Por eso le había pedido a Jake que clausurara la página, no por falta de respeto a Lisbet sino para evitar que alguien observara en detalle y cuidadosamente la escena.
—¿Tienes todavía todas las secuencias? —le pregunté a Jake.
—Por supuesto. Siempre lo archivo todo —me dijo en un tono que implicaba que todas las acusaciones que le había achacado desde el momento de conocerle eran erróneas.
—Quiero verlo todo. —Me giré hacia Tricia y Cassady—. Vosotras podéis ir tirando para casa si queréis y ya os llamaré en cuanto pueda.
Más bien esperaba un beso de Cassady, pero fue Tricia quien ofreció una actitud con una dosis bien grande.
—Seguro que te has dado un golpe en la cabeza mucho más fuerte de lo que piensas. De hecho, creo que deberíamos dejarte aquí bajo observación médica y nosotras continuaremos desde donde lo hemos dejado. ¿Cassady?
Cassady sacó la tarjeta de visita de la cartera.
—Tengo un nuevo amigo que está ansioso por hacerme un favor.
—De acuerdo —consentí—. Déjame ver si encuentro a Kyle, y le digo que nos vamos. Quédate aquí mismo.
Vi salir a Kyle de la sala de urgencias; nos buscaba. Comencé a explicarle lo que íbamos a hacer, él sostuvo mi mano y me cortó.
—Ve a casa y quédate allí.
—No puedo —me quejé—, tengo que terminar esto.
—No, tú no. Ese es mi trabajo. El trabajo de Cook. El trabajo de otra gente, no el tuyo.
Aún había mucho que no sabía sobre Kyle, pero sabía cuándo no tenía que discutir con él. Los brillantes ojos azules se endurecían y se oscurecían, y al mismo Dios le hubiera resultado complicado influir en él. Discutir con él solo iba a enojarnos a los dos y malgastaríamos un tiempo valioso, por lo que dije:
—Bien. ¿También puede irse Jake?
—Todos habéis prestado declaración, podéis marcharos.
—Genial. Gracias. —Me giré y volví a rescatar al resto.
—Molly —dijo tras de mí.
—Lo sé —dije parándome, pero sin girarme—. El trabajo ya es lo bastante duro como para que yo me meta en medio.
Me cogió del brazo e hizo que me diera la vuelta.
—El trabajo será bastante duro si el próximo lugar del que deba recogerte es el depósito de cadáveres. Trato de protegerte, ¿lo entiendes?
Estaba agradecida, pero también enfadada. Intentaba protegerme a mí y a las personas que quería (incluso aquellas personas que no cuidaba especialmente pero que requerían protección), pero lo hacía porque era lo que tocaba. Yo no era miembro del Club de Protectores, así que se suponía que me iba a sentar callada en la mazmorra y esperar a ser salvada. A la mierda con todo. Tenía una imagen más completa de lo que había sucedido que cualquier otra persona, e iba a acabar lo que había empezado porque le había prometido a mi mejor amiga que lo haría.
Lo que le dije a Kyle fue: «Sí». Lo que hice fue marcharme lentamente y entonces nos metimos todos, Tricia, Cassady, Jake y yo, en un taxi y nos fuimos directos a la casa de Jake, Supuse que teníamos poco tiempo antes de que Kyle llamara para controlar cómo estaba, y tenía que utilizarlo con inteligencia. Quería ver el resto de secuencias de Jake, descubrir los secretos que escondía y, por consiguiente, localizar a nuestro fugitivo.
El defecto de este plan era que, cuando llegamos al piso de Jake, las grabaciones ya no estaban. Habían borrado el material de su ordenador y de su cámara, y las tarjetas de memoria originales habían desaparecido. Jake se acordó de Lara con unos nombres que nunca había oído antes mientras se ponía a registrar el piso para encontrar dónde podría haber escondido algo. Pero, sencillamente, había desaparecido.
Al recordar lo que el portero Steve había dicho sobre la huida de Lara con las monedas de Jake, pregunté:
—¿Tienes alguna tarjeta de crédito con al menos la inicial, algo que Lara pudiera utilizar?
Jake cesó de revolverlo todo y sacó la cartera del bolsillo de sus pantalones.
—¡Me cago en ella! —Nos enseñó un espacio vacío en su cartera—. La compañía de producción.
Cassady arqueó la ceja mirándole.
—¿Estás constituido en sociedad?
—Soy un profesional.
—¿Profesional de qué?
—Piensa un poco, por favor. —Le pasé el teléfono a Jake—. Llama al banco de tu tarjeta de crédito y pide el último cobro de tu tarjeta para averiguar dónde te la puedes haber dejado.
Mientras Jake aporreaba contra el menú automatizado en busca de la información, me apiñé contra Tricia y Cassady.
—Si robaras a tu novio, ¿llevarías encima lo que has robado o te desharías de ello?
—Me lo quedaría —votó Tricia—. Ponerlo en cualquier lugar solo logra incrementar las posibilidades de que, cuando vuelvas a buscarlo porque lo necesitas, ya no lo encuentres.
—No es que base todo esto en la experiencia personal —añadió Cassady—, pero cuando coges algo es por alguna razón. Quieres tenerlo entre tus manos cuando vienen en tu búsqueda.
—¡Hija de puta! —gritó Jake, arrojando el teléfono al otro lado de la habitación.
—Tienes buenas noticias, ¿Jake? —pregunté.
—¿Sabes cuáles son los dos últimos lugares donde se ha usado mi tarjeta de crédito? El hotel Península.
Esa no la pillé. Tricia negó con la cabeza.
—Eso significa que le ha salido por 600 dólares la noche. A menos que esté en una suite.
—¿Dónde si no, Jake?
Le llevó un momento poder articular alguna palabra.
—Hertz. Hertz, alquiler de putos coches.
Qué os parece esta. Se va de casa y entonces decide que todavía está enfadada y alquila un coche. Tal vez incluso un precioso y enorme deportivo, y luego va a dar un paseo bajo la luz de la luna por TriBeCa.
—¿Crees que pudo haber optado por marcharse de la ciudad? —preguntó Tricia con dulzura.
—Alquiló un coche para arrollarme. ¡Me odia! ¡Quiere matarme!
—No me imagino por qué —dijo Cassady.
Si Lara ha estado persiguiéndole, también puede haber estado persiguiéndome y ser la mujer del Algonquin, pero no por los motivos que creía. No podía ver cómo la dejaba por Lisbet, y la mató por rabia celosa. Entonces, cuando me había acercado, se debió de imaginar que estaba vigilando los pasos de Jake o los suyos. Tenía sentido, tanto como para poder ser la asesina.
—Hay muchos bares bonitos en el Península. ¿Alguno que sea de cócteles?
Cassady se quedó al cuidado de que Jake permaneciera en el piso y no contestara al teléfono mientras Tricia y yo íbamos al hotel. Jake parecía estar al borde del colapso, pero en el caso de que se pusiera a batallar, Cassady era más grande que Tricia y había ido a un par de clases de defensa propia que le ayudarían a controlarlo. Tricia llevaba consigo su propia simpatía en forma de tarjeta para arreglárselas con Lara si tenía problemas en hacerla confesar.
—¿No vamos a llamar a Kyle? —preguntó Tricia en el taxi—. Estoy aclarando la situación, no criticándote.
—No. Tiene otras cosas en mente.
Tricia, una persona totalmente en sus cabales, cabeceó. Tras un instante dijo:
—Ya sé, Molly, que lo estás haciendo por David, y te lo agradezco, pero no quiero que pierdas a Kyle por todo esto.
Empecé a decirle que tampoco quería perder su amistad, pero parecía que estuviéramos bien en aquel momento y no iba a tocar las heridas que se iban curando. No quería perder a Kyle, pero tampoco quería verme involucrada en una relación donde mi sentido de lo correcto y lo incorrecto no importaba, porque profesionalmente no se me encomendaba la tarea de conservarlo.
—Gracias —le dije.
El hotel Península está en la Quinta Avenida y es un magnífico edificio de bellas artes, dorado y bruñido hasta una belleza flamante. Caminas a través de la puerta giratoria y una enorme escalera doble, bajo una gigante araña de luces, hace que te quieras parar y esperar a que descienda el maravilloso coro de chicas a lo Busby Berkeley.
Tricia cogió el teléfono y preguntó por la habitación de Lara. Cuando Lara contestó, Tricia pidió (en un impecable francés) si su grand-mére ya estaba lista para la cena o si necesitaba más tiempo. Lara le dijo que llamaba a la habitación equivocada y colgó. Ahora que sabíamos que estaba arriba, nos sentamos en un fabuloso sillón que había al lado del ascensor y llamé al móvil de Lara desde el mío. Hay más de un método para cazar la perdiz.
—¿Hola? —respondió un poco irritada, probablemente porque no reconocía el número de la llamada.
—Lara, soy Molly Forrester. No cuelgues.
—Dame una buena razón.
—Jake está en apuros.
—Bien. —Y colgó.
Mierda, había sido directa. Aun así, volví a marcar, rezando para que estuviera bastante intrigada por el estado de Jake como para contestar otra vez. Y lo hizo.
—¿Qué?
—Está en el hospital, Lara.
—Se lo merece.
—¿Qué es lo que se merece?
El silencio fue corto, pero revelador.
—Lo que le haya pasado.
—¿Dónde estás, Lara? ¿Puedes venir a verlo?
—No creo.
—Está preguntando por ti. Y por la bolsa de su cámara.
El silencio fue inesperado. ¿Estaría considerándolo?
—¡Qué lástima!
—En serio que tienes que venir, Lara. La policía está aquí, Jake está tan alterado...
—Igual que yo. Es un imbécil mentiroso y un tramposo y...
Se fue callando y creí que estaba buscando la palabra exacta, pero entonces oí un sollozo y me di cuenta de que estaba llorando. ¿Por Jake o por lo que le había provocado él?
—Urgencias de NYU Downtown —dije amablemente.
—De acuerdo —dijo ella, y colgó.
—¿Son las mentiras en busca de la verdad todavía mentiras? —preguntó Tricia cuando colgué y nos levantamos para ponernos al lado del ascensor.
—No estoy segura. ¿Son feos los zapatos que lleva puestos una hermosa mujer?
—¿No te gustan estos? —Estaba preocupada, y miró hacia abajo a sus sandalias de piel negras sujetas por un cordón al tobillo de Narciso Rodríguez.
—Estaba siendo teórica.
—Yo raramente lo soy.
—Es parte de tu encanto.
Casi no alcanzo a ver cómo Lara bajaba del ascensor porque dos parejas se pusieron justo delante de ella, y se pararon a unos centímetros del ascensor para tener un animado debate sobre si tomarse algo en el hotel antes de cenar o ir directos al restaurante. Lara llevaba un fular de Hermes en el pelo y unas gafas de sol de Chanel, muy a lo Jackie O, pero la localicé cuando puso la bolsa de la cámara debajo de la chaqueta tejana Burberry para ajustársela.
Corrí resbalando a través del suelo pulido y agarré la bolsa de la cámara antes de que pudiera dar un estirón para quedársela.
—Permíteme que te ayude con esto, Lara —le propuse.
—¡Déjalo ahora mismo en el suelo! ¡No es tuyo! —protestó.
—Tampoco es tuyo, pero si quieres hacer alguna toma, me meto en el juego.
No estaba segura de donde había ido Tricia, pero no me atrevía a perder de vista a Lara.
—Entonces puedes explicar a la policía por que llevas la bolsa de la cámara de Jake, y su tarjeta de crédito. Y lo que estabas haciendo a primera hora de la tarde.
Se quito las gafas de sol y me asusté al ver lo hinchados que tenía los ojos. Había estado llorando con todas sus fuerzas para tener ese aspecto tan denigrante.
—Vete —exigió.
Puse la bolsa de la cámara sobre mi hombro.
—¿Está aquí todo lo que grabaste en la fiesta, Lara? Cuanto menos escondas ahora, mejor será para ti más adelante.
—No sé de qué estas hablando.
—Considero que cuando la gente me dice eso es porque sabe perfectamente de lo que estoy hablando.
Se volvió a poner las gafas de sol en la cara, me apartó de su camino y salió disparada por la puerta. Fui detrás de ella, pero Tricia ya la había rodeado y se había colocado de manera que todo lo que tenía que hacer era meterse en su camino, y Lara se despatarró, en realidad se deslizó un poco a través del suelo muy pulido. Numerosos botones se abalanzaron corriendo, pero Tricia y yo ayudamos a Lara a enderezarse y le confirmamos al personal que todo iba bastante bien. Le cogimos cada una de un brazo y acompañamos a Lara hasta la puerta.
—¡Os odio a las dos! ¡Dejadme en paz! —se quejó Lara.
—Se suponía que era el mejor programa de rehabilitación de la costa Este —me dijo Tricia, un poco más fuerte del tono habitual de una conversación—. Estoy muy decepcionada.
—¿Podremos conseguir que nos devuelvan el dinero o simplemente deberíamos intentar enviarla de vuelta otras dos semanas? —les pregunté.
El puñado de huéspedes que se habían molestado en mirar hicieron un gesto negativo con la cabeza en señal de tristeza o simpatía y volvieron a sus propios asuntos.
El portero del hotel abrió la puerta del taxi, de manera que pudimos continuar sujetando a Lara y nos metimos en el asiento trasero como si nos peleáramos con una criatura de seis patas.
—¡Serás parte del cobro del secuestro! —le dijo Lara entre dientes al conductor.
El conductor, un eslavo con la cara picada de viruelas, de ojos grandes y tristones y una barriga enorme, abrió su guantera, consultó un pequeño cuaderno de espiral y miro el reloj.
—Tengo que pasar por alguien en St Aidan dentro de media hora —comentó, cerrando de nuevo la guantera.
—Gracias, pero hay que llevarla a que vea a alguien. —Le di la dirección del piso de Jake.
—¡No! —chilló—. ¡No quiero volver a verlo nunca más! ¡Le odio! ¡Le odio!
El conductor negó con la cabeza mientras se bajaba del bordillo de la acera del hotel.
—Suena como si necesitara un nuevo terapeuta.
Tricia se acurrucó bajo el hombro de Lara y susurró.
—Cuanto más pronto colabores con la policía, mejor será para ti, pero si mi hermano sufre mas debido a lo que tú hiciste, te acompañaré personalmente el día de tu ejecución.
—¿Qué tiene que ver tu hermano con todo esto? —dijo Lara bruscamente.
Tricia y yo nos miramos sin dar crédito a lo que oíamos.
—Lara, todo el mundo piensa que David mató a Lisbet, incluida la policía —dije.
—¿Y por qué es eso de mi incumbencia?
—Porque no será acusado de un asesinato que tu has cometido.
Lara se retiró las gafas otra vez. Creía que nos iba a mostrar su diabólica mirada, pero se animó con una risotada .Una risotada que nacía en los intestinos .Tricia le atizó un golpe aunque ella no dejo de reírse.
—No hace gracia —Se opuso Tricia atizándole otro golpe.
—¿Crees que maté a Lisbet? —le preguntó Lara, luchando por parar de reírse—. ¿Por qué lo haría?
—Porque se acostó con Jake —respondió Tricia irritada.
—Si matara a cada fulana que ese perro se ha tirado, sería una asesina en serie como nunca antes la ha habido —dijo Lara con desdén—. Y tú no estarías aquí —me dijo desdeñosamente.
—Yo no me he acostado con Jake —le dije.
—Entonces, ¿por qué venías al piso y llamabas insistentemente?
—Estaba tratando de averiguar si él había matado a Lisbet. Y solo llamé un par de veces.
—¿Y todas las asquerosas llamadas sobre la página web?
—No fui yo.
Lara se rió de nuevo.
—No fui yo. No necesito matarlas, simplemente tengo que dejarlo. Tardé en averiguar lo que pasaba, pero al final lo he conseguido.
—Aunque ayer por la noche intentaras atropellado con el coche —señaló Tricia cortésmente.
Lara se encogió de hombros con desdén.
—Perdí la cabeza. Pero me detuve en el último segundo porque parecía demasiado histérico. Demasiado esfuerzo que no se merece.
—Aun así, hay un detective en el hospital. Tienes que ganar méritos allí donde puedas.
—No tengo nada que declarar porque no he hecho nada. No sé nada. Lisbet estaba viva cuando saqué a Jake de allí y nunca más volví a verla.
No quería centrarme tan solo en una conclusión.
—¿De dónde sacaste a Jake, Lara?
—De la casita de la piscina. Él y Lisbet estaban dentro, follando y haciendo una de esas películas que le gustan a él. Me los encontré y me los llevé a él y a la cámara; nos fuimos.
—¿Y qué más? —preguntó Tricia.
—Alguien estuvo gritando, suplicando y llorando —admitió, y era bastante fácil averiguar quién de ellos lo había hecho—, pero no matando.
—Jake afirmó que nadie sabía que se había acostado con Lisbet —le dije.
—Pues mentía. ¿Estás escandalizada? —preguntó Lara.
—Suena como si te estuviera encubriendo —dijo Tricia.
Lara se alegró.
—¿Todavía le importo?
Negué con la cabeza.
—Cree que fuiste tú quién la mató.
—¡No maté a Lisbet y tú lo sabes! —le gritó Lara a Jake un poco más tarde, después de que Tricia y yo la subiéramos al piso.
No había requerido, ni mucho menos, la cantidad de esfuerzo a la hora de agarrarla y llevarla al piso que había imaginado. Fue cobrando velocidad una vez que había considerado la posibilidad de que Jake pensara que ella era culpable y que, por lo tanto, nosotras lo pensáramos también.
—¡Nunca he dicho que hayas sido tú, cariño! —dijo Jake en voz bastante alta, muy inteligente él al quedarse de pie en el otro lado del salón de estar. Dio un paso adelante hacia Cassady como si fuera a esconderse detrás de ella, pero Cassady se distanció, haciéndole pasar vergüenza detrás de una silla.
—¡Quieres que todo el mundo piense que he sido yo! —continuó Lara—. ¡Pero tengo pruebas para demostrar lo contrario!
Tiró de la bolsa de la cámara de mi hombro, casi haciéndome perder el equilibro sobre mis pies durante el proceso, sacó el contenido y lo puso encima del sofá.
—¡Mi película! —suspiró Jake, mostrando más emoción por recuperarla que por Lara. El chico simplemente no era muy elegante cuando se dirigía a las mujeres, aunque ella también se aprovechaba.
—Eres patético —le dijo casi escupiéndole—. Eres un director malísimo. Y todavía peor como amante. —Se giró dirigiéndose a Tricia, a Cassady y a mí—. No perdáis el tiempo con él porque no os dará ninguna satisfacción.
—Eso es mentira —protestó Jake.
—¿Como amante o como director de cine? —preguntó Cassady.
—Ambas cosas —contestó Lara mientras se metía en la habitación.
Todas la seguimos, mientras Jake todavía la llamaba mentirosa.
Lara se sentó frente al ordenador, metió el disco y empezó a descargar archivos. Sus manos se deslizaban por el teclado y el ratón.
—¿Quién es el que tiene verdadero talento aquí, Jake? —pregunté.
—Somos un equipo —dijo con voz ronca.
Lara se rió.
—A veces hablo tan mal inglés... ¿Es «equipo» la palabra que se usa cuando una persona arrastra a la otra pero no se le da crédito?
—Ese es uno de los usos más comunes —le dije.
—No tengo por qué aceptar ese insulto —se quejó Jake.
—No, tú no. —En eso estábamos de acuerdo—. Pero si te mueves de aquí, vuelves a la primera posición de la lista de sospechosos.
Jake, por un instante, nos lanzó una mirada fulminante, y luego se dejó caer en la silla al lado de Lara. Se inclinó cada vez más cerca de ella y le masculló algo en portugués. No sé sí lo entendió un poco mejor que yo, pero su tono era bastante claro. Él se volvió a sentar echándose hacia el respaldo.
Lara abrió con un clic el archivo.
—Mira esto. Dentro de la casita de la piscina.
En la pantalla, Jake miraba a la cámara mientras se apresuraba a ponerse la camisa y los calzoncillos. Lisbet estaba repantigada en un diván detrás de él, tomándose el tiempo necesario para volverse a poner el vestido. La botella de champán —¿la botella?— estaba colocada en la mesa ocasional al lado de ella. Jake continuó vistiéndose y gritando a la persona que estaba detrás de la cámara. Lisbet acabó de introducirse en el vestido, sin parecer que le importara demasiado lo que estaba sucediendo. Estaba realmente muy borracha o muy harta del trajín y la emoción del día. Se agachó para coger sus zapatos Marc Jacobs y casi perdió el equilibro. Yo apostaría a que estaba realmente muy borracha.
Jake se echó para atrás de la casita de la piscina y la cámara le siguió. Estaba gesticulando y hablando muy lentamente, defendiéndose y regateando. Entonces la cámara se cayó al suelo y, desde ese ángulo, cogió un plano muy extraño de Lara aporreando a Jake, y así durante un rato; luego Jake la cogió entre sus brazos y, de manera increíble, empezó a besarla y ella le respondió. El beso se volvía cada vez más apasionado hasta que Lara se soltaba.
—Dios mío —refunfuñó Cassady.
Pero entonces Lara agarró la cámara, la subió, y la imagen empezó a ser difícil de entender. ¿Era la piscina o el suelo...? Estaba perdida.
—Aquí estamos yéndonos de la casita de la piscina. Íbamos a «completarlo». Soy una idiota —explicó Lara.
La grabación finalizó. Se dio un incómodo momento silencioso mientras cada uno debatía qué decir a continuación. Estaba frustrada. La grabación mostraba que dejaban a Lisbet viva, pero ¿cómo podían demostrar que uno de ellos no volvió más tarde? ¿Y cómo podíamos demostrar qué otro lo hizo?
—Unos ángulos muy bien conseguidos, Lara —dijo Jake respetuosamente—. Utilizaste de forma magnífica la luz disponible.
Tricia puso los ojos en blanco, pero Lara se volvió con una mirada hacia Jake esperanzada.
—¿Lo crees así de verdad?
—Cariño, tan pronto como descubramos esta otra cosa, te vamos a hacer un reset —advirtió Cassady.
Jake trató de lanzarle una mirada amenazante, pero Cassady estaba tan pasota que añadió:
—Bah, venga ya.
—Ya sé que el cine mudo es lo vuestro —dije—, pero ¿no hay sonido en toda la grabación?
—Sí, solo es que está apagado —explicó Jake.
—Podemos volver a mirarlo...
—¿Otra vez tenemos que... verlo con sonido? —se quejó Cassady.
Jake se inclinó hacia delante, hizo clic sobre un par de iconos, y la grabación empezó a correr, esta vez con sonido.
—Pon la cámara en el suelo —exigía el que estaba en pantalla.
—Te gusta grabarlo todo —se mofó la voz de Lara desde detrás de la cámara.
—¿Por qué no grabar esto?
Lisbet dijo:
—Él me ha dicho que solo íbamos a trabajar juntos, nada más.
—Todos somos adultos aquí, no hay por qué ofenderse o hacer que las cosas vayan mal. —Taconeó un poco Jake en la escena—. Esto que hacemos no debería afectar negativamente a ninguna de nuestras relaciones.
—Olvídalo, Jake —dijo Lisbet mientras se agachaba para coger los zapatos—. No debería haber sucedido nada de esto y tu película no va a realizarse. Olvídate de todo.
—No te precipites. Ninguno de nosotros... —alegó Jake.
—Ella ya ha acabado contigo, Jake. Igual que yo —replicó Lara.
Jake volvió hacia atrás, a la casita de la piscina.
—Espera, Lara, por favor. Sé que estás alterada, pero tengamos en cuenta lo que pido como una experiencia artística de la que podemos aprender y nos puede hacer crecer.
En el mundo real, Cassady le dio una colleja.
—Debería haber una ley en contra tuya.
En escena, Jake continuaba intentándolo.
—He cometido un error, pero eso ha hecho que me diera cuenta de que eres un verdadero tesoro, porque, cuando estuve viviendo con Godiva, ¿tuve yo acaso algún antojo por una barrita de chocolate Hershey? No sé, soy débil, soy tonto —la sedujo.
—Amén, hermano —dijo Tricia.
Jake se iba hundiendo en la silla, e incluso estaba avergonzado por su comportamiento. Tan solo Lara sentía placer viendo cómo él hacía el completo imbécil.
—Lo siento mucho —dijo Jake, que en ese momento salía en escena—. ¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?
Aquí es cuando la cámara se cae o, como ahora parece, la tiran al suelo, y Lara empieza a darle una paliza. Era complicado entender qué estaba diciendo Jake porque consiguió calmarla y tenerla entre sus brazos. Especialmente porque hubo un sonido muy extraño y ciertas voces que sonaban de fuera de la pantalla.
—¿Qué es esto? —pregunté.
Al pasar Lara la grabación hacia atrás todos nos inclinamos.
—No la he visto antes con sonido.
Echó para atrás la grabación hasta la caída de la cámara y volvió a ponerla. Subió el volumen y todos aguantamos la respiración para oírlo bien. Pudimos oír a Lara llorando y a Jake pidiendo disculpas y algo metálico que sonaba, como unos repiques al viento, pero no sonaba melodioso. Entonces surgieron las otras voces. Una era poco definida, pero la de Lisbet era elevada y desafiante, y decía:
—Ya me da igual todo el mundo, cualquiera de vosotros.
La otra persona dijo algo y Lisbet repitió. Todavía más desafiante.
—¡Que me da igual!
Entonces Lara cogía la cámara, y se iba caminando junto a Jake, dejando a Lisbet sola con la voz indefinida en la casita de la piscina.
Pero ¿quién era? Le pedí a Lara que retrocediera una vez más. Así lo hizo y cerré los ojos para concentrarme solo en el sonido, aunque a Jake y Lara les pudiera resultar blasfemo. Mientras esperaba el sonido, mi propio recuerdo de la casita de la piscina me vino rápido a la mente: iba corriendo para ver a Lisbet allí estirada, mojada y muerta; la tía Cynthia salía con sus zapatos y la botella de champán.
Me encontraba mal. El sonido volvió a surgir. Ese repique de oro con oro. Campaneo con campaneo de brazaletes repicando juntos con el gran movimiento de su brazo. Abrí los ojos y me encontré mirando a una Tricia lívida que parecía a punto de desmayarse. Jake y Lara habían dejado viva a Lisbet en la casita de la piscina.
Pero, ¿quién podía ser si no era la tía Cynthia?