La primera al Tozal del Mallo
Las vacaciones de Semana Santa del año 1957 fueron a finales de abril. Los escaladores del Grupo de Escalada de Montañeros de Aragón se habían estado reuniendo en su sede de Zaragoza para preparar las escaladas en las que invertirían su tiempo libre. Rafael Montaner, Pepe Díaz, José Antonio Bescós y Alberto Rabadá habían estado pensando en realizar una primera ascensión en la desplomada cara sur del Tozal del Mallo, un bastión rocoso de 400 metros de altura que se eleva en la ladera septentrional del valle de Ordesa. Tozal y mallo vienen a significar lo mismo en aragonés: altura rocosa y escarpada a la que no se puede acceder caminando, por lo que el Tozal del Mallo es la pared de las paredes. Ante un objetivo así, el grupo estaba dispuesto a tomar un tren, dos autobuses, una pequeña camioneta y luego caminar durante varias horas para llegar a la pared. Pero como todavía quedaba mucha nieve después de un invierno persistente, decidieron dejar el Tozal para más adelante y aquellas vacaciones las pasaron escalando en la zona del pico Balaitús.
Cuando los zaragozanos recorrieron la cresta del Diablo, los valles glaciares estaban cubiertos por la nieve, las paredes graníticas contrastaban sobre el fondo blanco y las agujas y monolitos se elevaban como colmillos de un gigante del inframundo. Aquel mismo día unos jóvenes franceses se acercaban a la base del Tozal del Mallo. Eran Blotti, Dufourmantelle, Jaccous, Khan y Jean Ravier, este último sin su hermano gemelo, Pierre, con el que formaba una cordada que se había convertido en la más eficaz en la vertiente sur de los Pirineos.
Jean y Pierre Ravier habían escalado primeras ascensiones en todas las grandes paredes del Pirineo septentrional. Eran dos jóvenes de Burdeos a los que les gustaba lucir una barba sin bigote, como la de los marineros.
El grupo de franceses liderados por Jean Ravier escalaron durante los días 20 y 21 de abril de 1957 la cara sur del Tozal del Mallo, lo que significaba no sólo que una primera ruta había sido arrebatada a los aragoneses, sino también que había sido una de las primeras incursiones de los franceses en territorio nacional buscando nuevas paredes. Esta escalada motivó a los aragoneses y entre los dos grupos se inició una sana competencia en la búsqueda de lo inexplorado; pero mientras que los españoles desarrollaban su juego en las paredes prepirenaicas, los franceses tenían de su lado las grandes montañas del Pirineo, con muros de una envergadura difícil de superar.
Escalada del Tozal del Mallo en Ordesa, en mayo de 1957.
Vivac durante la primera repetición de la vía Ravier al Tozal del Mallo.
En la cumbre del Tozal del Mallo después de la primera repetición de la vía Ravier realizada por Rafael Montaner, Alberto Rabadá y Pepe Díaz en junio de 1957.
Después de la repetición de la vía Ravier al Tozal del Mallo.