Pilar sureste del Mallo Firé
Durante las fiestas del Pilar de 1961 Zaragoza se llenó de animación. Había espectáculos, bailes, toros y apretados horarios de celebraciones religiosas. Para dos trabajadores como Rabadá y Navarro el Pilar sólo significaba unos cuantos días libres para poder ir a escalar. Así que Rabadá convenció a Ernesto para trazar una nueva ruta en el espolón sureste del Mallo Firé y tomaron el tren de Riglos el 11 de octubre. Durante el viaje Alberto ordenaba mentalmente el desarrollo de las acciones para los próximos días. Debían estar de regreso la tarde del 17 de octubre.
Escaladores aragoneses y catalanes habían intentado el espolón sureste del Firé sin éxito, ninguno había progresado más de tres largos de cuerda. Anglada, Guillamón, Cerdá y el alemán Pokorski, del grupo de escaladores catalanes, habían intentado la ascensión, pero como hacía falta más tiempo, decidieron dejarla para los escaladores locales. Alberto no estaba seguro de si cinco días serían suficientes.
El 12 de octubre de 1961 Alberto Rabadá y Ernesto Navarro comenzaron la escalada con la expectación de un grupo de amigos que los acompañaban en la base. Iban vestidos con pantalones bávaros, camisas, jerséis de lana y unos delgados canguros de nailon con capucha. Edil llevaba un pequeño tomavistas, con el que filmaría la ascensión, ayudado desde la base con otra cámara que manejaba Miguel Vidal, amigo e inspiración de los dos escaladores.
Ernesto Navarro y Alberto Rabada preparando la primera ascensión al Espolón del Mallo Firé.
Montaje realizado por Miguel Vidal para celebrar la primera ascensión del pilar sudeste del Mallo Firé.
Croquis de la ruta Félix Méndez del Mallo Firé, dibujada por Alberto Rabadá.
Llevaban comida, agua y unos finos sacos de dormir en un petate del ejército que arrastraban por la pared con la ayuda de una cuerda auxiliar. Durante la primera noche, sobre una repisa se comieron un pollo guisado que habían tenido la osadía de subir hasta allí. Llevaban el agua en voluminosas botas de piel como las de los pastores, y entre las provisiones habían añadido un par de botes de melocotón en almíbar para festejar cuando la cumbre estuviese cerca.
Alberto Rabadá y Ernesto Navarro a punto de comenzar la primera ascensión de la ruta Félix Méndez en el espolón sur del Mallo Firé en Riglos. Octubre de 1960.
La segunda noche les sorprendió con una ligera llovizna. Aguantaron bajo la lluvia hasta que al día siguiente brilló el sol, secando sus ropas y el equipo de escalada. En uno de los numerosos pasos extraplomados de la ascensión, Navarro cayó, arrancando tres pitones hasta que la reunión y la cuerda pasada por la espalda de Alberto frenaron el impacto. No se había golpeado con nada, pero se había rasgado la manga del canguro y de la camisa roja a la altura del codo. El descosido en su ropa junto con la barba de varios días y la mezcla de tierra y sudor en la cara le hacían parecer un vagabundo de las paredes.
Clavija o pitonisa que utilizaron Alberto Rabadá y Ernesto Navarro durante la apertura del espolón sureste del Mallo Firé.
Aquel día superaron varias panzas difíciles con la ayuda de pasos de hombros. Navarro era el encargado de realizarlos porque era el más ligero y ágil. Rabadá era el portor, o el que sujeta. Ernesto trepaba por la espalda de Alberto hasta colocarse con sus alpargatas sobre los hombros del compañero, luego superaba la panza con un movimiento sobre un estribo y continuaba escalando en libre con las clavijas tintineando en bandolera.
Ernesto Navarro en la 1ª ascensión absoluta al espolón del Mallo Firé.
Durante el cuarto y quinto día en la pared superaron las mayores dificultades: varios largos de grado VI, la mayor dificultad establecida en la época. Mientras en Zaragoza la gente bailaba y se divertía en las ferias, Escolástica Navarro vivía pendiente de la radio y de las noticias de su hermano, y otro grupo de Montañeros de Aragón escalaba por el Pirineo. Aquel mismo día oficiaría misa en la catedral del Pilar José María Escrivá de Balaguer.
Después de pasar la última noche en una buitrera, Alberto Rabadá y Ernesto Navarro llegaron exhaustos a la cumbre del Firé el 16 de octubre. Allí se encontraron a Ángel López Cintero y a su mujer, María Teresa Rabadá, embarazada de su primer hijo, que les esperaban con cuerdas de ayuda, agua y comida. También les acompañaba el cineasta Miguel Vidal con la mirada atenta de su cámara.
Rabadá y Navarro eran los primeros que realizaban una ascensión tan complicada con tan pocos medios, compensando las escaseces técnicas con un exceso de coraje. Ya no sólo los catalanes podían escalar lo más difícil; Rabadá y Navarro habían demostrado que ellos ya eran una cordada puntera en la escalada nacional, con una ruta que tardaría más de diez años en ser repetida, tras repeler ataques de las mejores cordadas de ambos lados de los Pirineos.
La ascensión del espolón sureste del Mallo Firé marcó un punto de inflexión en la pareja de Zaragoza. Tras haber escalado las grandes rutas de sus paredes más cercanas, había llegado el momento de utilizar esas técnicas en montañas más lejanas.
Artículo del Heraldo de Aragón referente a la ascensión por Rabadá y Navarro del Mallo Firé.