Riglos
«En 1953, en Riglos, con la primera ascensión del Puro se fraguó lo que luego se ha conocido como la década prodigiosa. Un período de diez años en los que la escalada nacional iba a remolque de lo que se hacía en Aragón y en especial de las rutas que inauguraban Rabadá y Navarro. Durante esos años se hacen muchas cosas, algunas muy nombradas y otras más desconocidas, por un grupo de escaladores de Zaragoza. Pepe Díaz, Manuel Bescós José Antonio Bescós, Rafael Montaner, Julián Vicente Nanín eran algunos de ellos. La cordada Rabadá-Navarro se convirtió en un mito. Luego vino un movimiento nacional y del sur de Francia para repetir aquellas escaladas».
(Conversaciones con Ángel López Cintero)
Dibujo a plumilla del Libro de Riglos, depositado en casa Pisón en el pueblo de Riglos.
De izquierda a derecha: Ángel López Cintero, Manuel Bescós y Alberto Rabadá con Jordi Panyella (sentado y con poblado mostacho) capitaneando al grupo de catalanes que perseguía la primera ascensión al Puro y que tuvo que conformarse con la segunda. 15 de julio de 1953. Escaleras de la iglesia de Riglos.
Durante los años cuarenta, en una España deprimida por la posguerra y con la única esperanza basada en la fe y en el gobierno paternalista del régimen franquista, la escalada era una idea utópica, un juego que sólo podían permitirse los adinerados o los locos. Las primeras escaladas en Aragón fueron efectuadas principalmente por catalanes, liderados por el espíritu emprendedor de Ernesto Mallafré.
También aparecieron tímidamente los aragoneses y repitieron sus rutas en un lugar llamado Riglos, a cuarenta y ocho kilómetros de Huesca.
En el Pirineo ya apenas quedaban cumbres vírgenes y sólo ciertas agujas, mallos —término aragonés para definir una altura rocosa a la que sólo se puede acceder escalando—, no habían conocido nunca la pisada del hombre.
Se exploraban las peñas por su parte más sencilla, trepando por los matojos o por profundas fisuras, desde los collados que las separaban de los macizos principales. A nadie se le había ocurrido que las paredes verticales pudiesen ser escaladas.