Epílogo
Tom miró con incredulidad a la tía Priscilla, y luego dijo: «¡Ésa es la idea más descabellada que he oído nunca!».
Tom se encaminó a zancadas al automóvil de su tía que le iba a llevar a casa, y su tía le siguió unos pasos detrás. Pero se detuvo, para examinar las gotas de lluvia que caían en un estanque a un lado del molino. La lluvia había amainado considerablemente, para convertirse en un ligero goteo, y se veían con claridad los impactos de las gotas individuales. Tom las observó un rato, y no pudo dejar de preguntarse…