Decides hablar con el gigante de hielo. Das un paso al frente en un arranque de audacia y levantas la mano en señal de amistad.
—¡Os saludo, señor Gigante! —Exclamas—. Vengo en son de paz. Os ruego que me escuchéis.
El gigante está de pésimo humor.
—¿A quién le interesa que un insignificante elfo venga en son de paz? No quiero oír ningún estúpido mensaje de los elfos. Deja las armas y acércate. Un estúpido como tú merece ser la cena de un dragón.
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