Empiezas a golpear la puerta con el hacha. Se desprenden trocitos de hielo que vuelan en todas direcciones.

—¡Basta! ¡Basta! —Grita la puerta.

Sigues golpeando con el mango del hacha. Se rompe una ceja, parte de la nariz y el mentón. La puerta deja de quejarse.

Das un paso atrás y la observas. El rostro ha desaparecido, aplastado en fragmentos, pero la puerta conserva su solidez. No has logrado debilitarla. Te desplomas y la contemplas impotente.

Empieza a caer agua por la puerta. El agua gotea y se congela. Ante ti empiezan a adquirir formas nuevos rasgos: cejas hirsutas, nariz ganchuda, boca socarrona y mirada amenazadora. La nueva cara sonríe malignamente y dice:

—No puedes destruirme por la fuerza, guerrero elfo. Mientras haya agua y frío, seré eterna.

Mientras haya agua y frío… ¿No te habrá dado la propia puerta una pista para destruirla?

Pasa a esta sección