El pasadizo es oscuro y puede estar plagado de peligros. Conoces algo sobre las costumbres de los orcos y decides engañarlos valiéndote de dichos conocimientos.
Escondes el saco y la espada bajo la capa y te despeinas con la intención de adquirir el aspecto de un inofensivo mensajero. Llegas corriendo al lado de los dos guardias y exclamas:
—¡De prisa! Tsimmis y Rogor están resistiendo una invasión en la puerta. Me mandaron a pedir ayuda.
Los orcos te miran de reojo un instante, con sus miradas ruines y cerdunas. Luego descienden por el túnel a toda velocidad, para prestar ayuda a sus amigos. Aguardas hasta tener la seguridad de que han desaparecido, y sigues tu camino.