Apenas distingues los peldaños. De repente oyes el sonido de unas sordas pisadas. Inmediatamente sientes que un gigante de hielo de más de cuatro metros de altura se dirige con poderosas zancadas hacia ti a través del bosque de setas. Su musculoso cuerpo azul está cubierto por una armadura de plata y cuero. La desgreñada melena rubia cae sobre sus hombros. Un par de ojos de buitre asoman por debajo de sus hirsutas cejas. Su rubio bigote se convierte en una barba que prácticamente cubre su ancho pecho. Tiemblas y te aplastas contra la pared helada con la esperanza de que no te vea.

El gigante se abre paso a través del bosque de setas con ayuda de una enorme hacha de doble filo. De pronto lo reconoces: es el gigante de hielo que encontraste en el saliente, antes de entrar en la montaña.

Te preguntas por qué motivo el suelo oscila. El gigante de hielo es un enorme monstruo, aunque no tanto como para que el suelo tiemble bajo sus pies. De repente gira sobre sí mismo y señala hacia arriba con uno de sus impresionantes dedos.

—¡Vete a casa! ¡Es una orden! —Ruge—. En mi vida he visto un dragón tan estúpido. ¡Vuélvete ahora mismo!

Detrás del gigante aparece un dragón blanco. ¡Es Colmillo!

El dragón desobedece a su amo; avanza y se echa a sus pies, gime y lo mira con grandes y tristes ojos.

El gigante lo increpa.

—Levántate, imbécil, y deja de seguirme —lo reprende—. Eres lo más inútil que conozco como guardián. Acaba de gimotear de una buena vez, no soporto tus lloriqueos. Me pregunto cuantos orcos me darían por ti en un trueque.

El gigante patea a Colmillo, que sigue gimoteando y, en consecuencia alimentando la cólera de su amo. El gigante coge al tembloroso dragón por el cogote e intenta incorporarlo, pero la bestia se derrumba, flácida como si estuviera muerta.

Mientras el gigante busca su garrote, Colmillo se da la vuelta hasta quedar con el lomo en el suelo moviendo en el aire sus cuatro patas de afiladas garras. Ahora llora a lágrima viva. Finalmente el gigante pierde la paciencia y le da un garrotazo. Colmillo se incorpora enfurecido y rocía de escarcha de la cabeza a los pies al gigante de hielo. Atacar a un gigante de hielo con escarcha es lo mismo que no hacer nada; no produce ningún efecto pero lo enfada. El gigante le da otro garrotazo y una buena patada en su escamoso trasero.

La última amenaza parece afectar al dragón. Después de unos ligeros bramidos bate las alas y se eleva dando torpes bandazos. Colmillo vuela en dirección a la columna de hielo. Te preguntas si será allí donde viven esos dos seres monstruosos y decides que has de ir con mucha cautela en caso de acercarte a la columna.

El gigante gira y se encamina hacia la escalera. Estabas tan interesado en observar cómo peleaban que ingenuamente olvidaste tu propia seguridad.

Paseas la mirada a tu alrededor en busca de un escondrijo. Sólo ves la escalera, el saliente que está a tus espaldas y unos extraños terrones de hielo azulado contra la pared. Tratas de dilucidar qué son cuando oyes una frágil vocecilla:

—¡Elfo! ¡Aquí! ¡Ocúltate detrás de nosotros!

La voz sale de los extraños macizos de hielo.

En cualquier momento el gigante te descubrirá. Tienes que tomar rápidamente una decisión para salvar la vida.

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