Capítulo XV

¡DURANTE un momento, por encima del pensamiento del próximo bandido (o la posibilidad de un rayo de escucha dirigido sobre mi cubículo), durante el momento en que Anita y yo nos abrazábamos, y nos susurrábamos esas cosas que pueden no significar nada para el mundo, pero que eran todo un mundo para nosotros!

Luego fue su juicio el que nos devolvió del resplandeciente país de las hadas de nuestro amor a la siniestra realidad del Planetara.

—Gregg, si están escuchando...

La aparté. ¡Esta valiente máscara! Ni por mi vida ni por todas las vidas de la nave, querría ponerla en peligro.

—¡Pero los descubrimientos de Grantline! —dije en voz alta—. En su mensaje... vea acá, Prince...

Coniston estaba demasiado alejado sobre la cubierta para oírnos. Anita se acercó a la puerta de nuevo y le hizo un gesto tranquilizador. Yo apoyé mi oído sobre la abertura de la puerta y escuché en el espacio sobre la rejilla del ventilador de encima de mi litera. El zumbido de una vibración tendría que ser audible en aquellos puntos, pero no se oía nada.

—No hay peligro —susurré, y ella se apretó a mí... tan pequeña a mi lado. Con la capa negra apartada a un lado parecía que no podía pasar sin notar las curvas de su figura de mujer. Era un juego peligroso el que estaba jugando. Su cabello había sido cortado corto junto a la base de su cráneo, a la manera de su hermano muerto. Sus pestañas habían sido recortadas; la línea de sus cejas alterada, y ahora, a la luz de mi tubo que brillaba sobre su ansioso rostro, pude observar otros cambios. Glutz, el pequeño especialista en belleza, estaba en el secreto. Con habilidad plástica había alterado la forma de la mandíbula... dándole masculinidad aquí.

—Fue... fue al pobre George a quien Miko disparó —estaba susurrando.

Ahora tenía la verdadera versión de lo que había ocurrido. Miko había tratado de forzar sus galanteos sobre Anita. George Prince era un alfeñique cuya única cualidad buena era su amor por su hermana. Algunos años atrás había caído en malos pasos, había sido arrestado y luego despedido de su puesto en la Federated Corporation. Había continuado con malas compañías en el Gran Nueva York, en su mayor parte marcianos, y Miko le había conocido. Sus conocimientos técnicos, y su práctica en la Federated Corporation, le hicieron útil para la empresa de Miko. Y fue así que Prince se había unido a los bandidos.

De todo esto Anita no había tenido conocimiento. Nunca le había agradado Miko, pero parecía ser que el marciano tenía algún poder sobre su hermano, lo cual preocupaba y atemorizaba a Anita.

Entonces Miko se había enamorado de ella. A George no le gustó. Y aquella noche en el Planetara, Miko había venido a llamar a la puerta de Anita y ella incautamente le había abierto. Entró a la fuerza. Y cuando ella lo rechazó y forcejeó con él, George había despertado.

Me estaba susurrando ahora: «Mi habitación estaba a oscuras. Los tres estuvimos luchando. George me sostenía... salió el disparo, y yo grité.»

Y Miko había huido, sin saber a quién había alcanzado su disparo en la oscuridad.

«Y cuando George murió, el capitán Carter quiso que yo le personificase. Lo planeamos con el doctor Frank para tratar de saber lo que Miko y los otros estaban haciendo, pues yo no sabía que el pobre George hubiera caído en tan malos pasos.»

—Pero te quiero, Gregg —me susurró—. Y quiero ser el primero en decirlo: te amo... te amo.

Tuvimos la sensatez de intentar un plan.

—Anita, dile a Miko que discutimos los poderes múltiples del catalizador. Tratamos de averiguar con cuánto cuidado habrá de ser transportado y cómo calcular su valor. Tendrás que ser precavida e inteligente. Dile que calculamos el valor en aproximadamente ciento treinta millones.

Repetí lo que Miko me había dicho de sus planes. Lo sabía todo y Snap también lo sabía. Había estado unos pocos momentos sola con Snap y me traía ahora un mensaje de él: «Saldremos de ésta, Gregg.»

Con Snap había trazado un plan. Estábamos Snap y yo; y Shac y Dud Ardley, en los cuales sin duda alguna podíamos confiar, y el doctor Frank. Contra nosotros estaban Miko y su hermana, Coniston y Hahn. Naturalmente, estaban los miembros de la tripulación, pero nosotros éramos numéricamente los más fuertes en cuanto a jefatura. Desarmados y vigilados ahora. Pero si pudiéramos libertarnos y volver a capturar la nave...

Me senté escuchando los ansiosos cuchicheos de Anita. Parecía hacedero. Miko no confiaba del todo en George Prince; Anita ahora estaba desarmada.

—¡Pero puedo proporcionaros una oportunidad! Puedo conseguir uno de sus cilindros de rayos y un equipo de ropas invisibles.

Aquella capa, que había sido ocultada en la habitación de Miko cuando Carter registrara en su busca la A20, estaba ahora en la sala de derrota, junto al cuerpo de Johnson, y había sido reparada. Anita creía que podría apoderarse de ella.

Trazamos los detalles del plan. Anita se armaría a sí misma, y vendría a libertarme. Juntos, con un rayo paralizador, podríamos deslizamos por la nave, dominando uno a uno a estos bandoleros. Los dirigentes eran muy pocos. Una vez que aquellos hubieran caído, podíamos forzar a la tripulación a que se mantuviera en sus puestos. No había, dijo Anita, navegantes entre la tripulación de Miko. No se atreverían a oponérsenos.

—Pero tendrá que hacerse inmediatamente, Anita. Dentro de unas pocas horas estaremos en el asteroide.

—Sí. Iré ahora y trataré de conseguir las armas.

—¿Dónde está Snap?

—Todavía está en la sala de radio. Uno de la tripulación lo vigila.

Coniston erraba por la nave. Todavía estaba paseando por cubierta y observando mi puerta. Hahn estaba en la torreta. El vigía de la mañana de la tripulación estaba en su puesto, y en los corredores de la nave. Los camareros estaban preparando el desayuno. Había calculado Anita que eran nueve miembros subordinados en total. Seis de ellos estaban pagados por Miko. Los otros tres (nuestros hombres que no habían sido muertos en la lucha) se habían unido a los bandidos.

—¿Y el doctor Frank, Anita?

Estaba en el vestíbulo. Todos los pasajeros estaban agrupados allí, con Miko y Moa alternando en vigilarlos.

—Lo arreglaré con Venza —susurró Anita rápidamente—. Ella lo dirá a los otros. El doctor Frank ya lo sabe. Cree que puede hacerse.

La posibilidad de hacerlo me asaltó nuevamente. Los bandidos estaban por necesidad repartidos de uno en uno por la nave. Uno a uno, deslizándose bajo un manto invisible, podría hacerles caer, y reemplazarles sin alarma a los otros. Podríamos derribar al guarda de la sala de radio y liberar a Snap. En la torreta podríamos asaltar a Hahn y reemplazarlo con Snap.

La voz de Coniston fuera nos interrumpió:

—¡Prince!

Se estaba aproximando. Anita se irguió junto a la puerta.

—Tengo las cifras, Coniston. ¡Por Dios, que este Haljan está con nosotros! ¡Y es inteligente! Creemos que totalizará ciento treinta millones. ¡Vaya un botín!

—Querido Gregg, volveré pronto —susurró—. Podemos hacerlo... ¡Estáte dispuesto!

—¡Anita..., cuídate! Si sospecharan que tú...

—Tendré cuidado. Dentro de una hora, Gregg, o menos, estaré de vuelta... Perfectamente, Coniston. ¿Dónde está Miko? Deseo verle. Permanezca donde está, Haljan. A su debido tiempo Miko le mostrará su confianza dándole la libertad. Será rico, como todos nosotros. No tema.

Salió fanfarronamente a cubierta, hizo señas al bandido, y cerró de un golpe la puerta del cubículo en mis narices.

Me senté sobre la litera. Esperando. ¿Regresaría? ¿Tendría éxito?