XXXII
Valparaíso. Va de pie, en la parte trasera del tranvía, cerca de la ventanilla, apretada en el apiñamiento de pasajeros, entre un hombre bajo con gafas oscuras y una mujer morena con cara de momia que huele a perfume de violetas.
No tardarán en bajarse todos en la parada de la plaza Echaurren y podrá sentarse. Sólo viene dos veces por semana a Valparaíso, para hacer recados, porque vive en la parte alta de Cerro Alegre. Tiene allí alquilada una casa donde ha puesto su escuela de danza.
No lamenta haberse ido de París, hace cinco años, tras la fractura de tobillo, cuando supo que no podría volver a bailar. Entonces, decidió irse, cortar las amarras con lo que había sido su vida. ¿Por qué Valparaíso? Porque conocía a alguien, a un ex bailarín del ballet del marqués de Cuevas.
No piensa volver a Europa. Se quedará en esa zona alta de la ciudad, dando clase, y acabará por olvidar aquellas fotos antiguas suyas de las paredes, de los tiempos en que bailaba en la compañía del coronel De Basil.
Pocas veces piensa en su vida anterior al accidente. Se le mezcla todo en la cabeza. Confunde los nombres, las fechas, los sitios. No obstante, le vuelve con regularidad un recuerdo, dos veces por semana, a la misma hora y en el mismo sitio, un recuerdo más nítido que los demás.
Es en el momento en que se para el tranvía, como esta tarde, al final de la avenida Errázuriz. Esta avenida, que sombrean los árboles y va cuesta arriba, una cuesta poco empinada, le recuerda la calle de Jouy-en-Josas en donde vivía de pequeña. Vuelve a ver la casa, que hacía esquina con la calle del Docteur-Kurzenne, el sauce llorón, la valla blanca, el templo protestante de enfrente y, abajo del todo, el Hostal Robin des Bois. Se acuerda de un domingo diferente de los demás. Vino a buscarla su madrina.
No sabe nada de esa mujer, salvo el nombre: Denise. Tenía un automóvil descapotable. Aquel domingo la acompañaba un hombre moreno. Fueron los tres a tomar un helado y remaron en barca y, al atardecer, cuando se fueron de Versalles para llevarla a Jouy-en-Josas, se detuvieron en una feria. Se subió con Denise, su madrina, en los autos de choque mientras el hombre moreno las miraba.
Le habría gustado saber más cosas. ¿Cómo se llamaban exactamente los dos? ¿Dónde vivían? ¿Qué habría sido de ellos después de tanto tiempo? Ésas eran las preguntas que se hacía mientras el tranvía iba por la avenida Errázuriz y subía hacia el barrio de Cerro Alegre.