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Un escuadrón He la Autoridad de Paz acababa de pasar mientras Kyra se aproximaba al Blue Theta. Comprendió que aquel espectáculo no era desacostumbrado en las megalópolis de América del Norte, aunque Erie-Ontario tenía un aspecto bastante pacífico. No obstante le llamó la atención, y se lo comentó a Robert Lee.

—¿Qué esperabas? —replicó él. Kyra lo había saludado con un abrazo y él había respondido con parquedad, y ella notó que le temblaba el cuerpo. Estaba cómodamente sentado frente a ella—. El Ejército de Liberación es organizado y disciplinado, pero pequeño. Los Caóticos sólo estaban unidos por su odio a los avantistas. Ahora se están dividiendo en facciones, saldando viejas cuentas. Algunos ciudadanos tenían intereses creados en el viejo orden, y sienten rencor y ansias de venganza, y la economía es un desastre…

Robert se encogió de hombros.

Kyra miraba la pantalla. Un cielo cristalino se elevaba sobre las torres, surcado por nubes blancas y deslumbrantes que proyectaban su sombra. Un viento fresco anunciaba la cercanía del otoño. De pronto Kyra deseó salir. Lee había calentado en exceso el apartamento, a pesar de que llevaba una gruesa camisa. Aquel aire enrarecido la agobiaba.

—¿En qué acabará todo esto? —preguntó.

—Sospecho que los actuales acuerdos entre el gobierno provisional y el Consejo de la Federación se consolidarán. Mejor dicho, se ampliarán. No me sorprendería que éste sea el principio de una sociedad auténticamente racional, tal como soñaban los avantistas. Es Viable, puesto que no la impone una ideología, sino que surge en respuesta a la demanda. En ese caso, se propagará lentamente allende nuestras fronteras. —El momentáneo entusiasmo intelectual se apagó—. Creo.

—¿Sólo lo crees? —preguntó Kyra, volviéndose hacia él.

—Aún no he realizado ningún análisis intuicional.

Kyra estudió aquel rostro aniñado, ahora enjuto y demacrado, las sombras que acechaban detrás de sus ojos. Su compasión por Lee aumentó.

—Pareces no tener nada dentro —murmuró.

El hizo una mueca.

—Me siento vacío.

—Después de lo que hicieron contigo. —A su organismo, su cerebro, su espíritu. La tortura física habría sido menos devastadora.

—No hablemos de ello —rezongó Lee—. Ya me recobraré. —Y añadió con más suavidad—: Entretanto, Fireball se ocupa de mí. Y preserva mi intimidad, lo que más necesito.

Kyra asintió.

—Sí, así es Guthrie, y tiene suficiente para protegerte de los medios de comunicación. —Haciendo correr la voz: un insinuación aquí, un soborno allá, unas cuantas amenazas veladas. ¿Durante cuánto tiempo podría seguir haciéndolo?

—Tú no te has librado —comentó Lee.

—No, mi papel ha sido demasiado evidente. Pero no me importa demasiado, y el público ya empieza a olvidarse de mí, gracias a Dios.

—Vuelves a tu trabajo de piloto, ¿eh?

—No lo sé. —Kyra procuró que no le temblara la voz—. Nadie sabe lo que va a pasar. Lo que yo sé hacer será necesario durante años, pero… —Prefería evitar el tema—. ¿Y qué hay de ti, Bob? ¿Qué planes tienes?

Bob se miró las manos entrelazadas.

—Tampoco lo sé. Ya no se siente uno cómodo siendo un consorte de Fireball en la Tierra.

—Creía que la gente de aquí nos apreciaba.

—Algunos nos aprecian, otros son… desagradables. La mayoría no sabe qué partido tomar. Todo es bastante confuso.

—¿Estarías más cómodo en otra parte? ¿En L-5, quizás? Eso puede arreglarse.

—Puede que sí. O a lo mejor renuncio. —Bob notó el asombro de Kyra—. No sería una deserción… Fireball no es como antes. ¿Lo entiendes? —Sonrió a medias—. Si es así, explícamelo por favor, porque yo no lo entiendo. Todo es confuso…, confuso y sin sentido.

Al oírle hablar así, al verle de aquella manera, Kyra no pudo menos que levantarse, acercarse a él, que permanecía con la cabeza gacha, y rodearlo con los brazos para acunarlo.

—Gracias —murmuró él al cabo de un minuto—. Te lo agradezco. —Ella lo soltó y retrocedió un paso. Él la siguió con la mirada—. Eres una buena persona, Kyra. Tu visita significa mucho para mí.

Kyra sintió calor en la frente, las mejillas, los senos.

—No me separaría de un amigo sin decirle nada.

—Ojalá podamos volver a vernos.

—Sí, claro. Procuraremos que así sea.

Por un instante estuvieron muy lejos.

—Mira —decidió Kyra—, lo que necesitas ahora es salir. Fuera hace un día espléndido. Vamos al parque Niágara y caminaremos un rato. Nos sentaremos en los jardines, cenaremos en un sitio agradable, podemos visitar a tus amigos árabes, y luego te acostaré temprano.

Por primer vez, Lee pareció revivir un poco.

—Eso sería estupendo, pero tengo una idea mejor —dijo—. Últimamente he ido mucho a la quivira. ¿Por qué no vamos antes de cenar?

Kyra frunció el ceño.

—Vamos —la urgió él—. No es nada perverso, ni del otro mundo. El programa que elijo recrea la naturaleza: colinas, bosques, costas, vida silvestre, y nadie más. Libertad para andar, espacio para estar solo, tiempo para pensar. No puedes encontrar nada parecido en un parque o en una reserva de este lamentable y atestado mundo. Me está curando, Kyra. —Titubeó—. Me gustaría compartirlo contigo.

—Es lo mejor que tienes —murmuró ella, conmovida.

—Eso parece —respondió él.